Mensaje de bienvenida
Bienvenidos a la conferencia general y al privilegio de escuchar la voz del Señor.
Mis queridos hermanos y hermanas, y amigos de todo el mundo, les extiendo mi bienvenida personal a esta conferencia general. Nos reunimos como una gran familia mundial que desea adorar a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Gracias por acompañarnos.
Este año pasado ha sido uno que pasará a la historia. Sin duda, todos hemos aprendido cosas que no sabíamos antes. Algunas lecciones que ya sabía antes se han grabado en mi corazón de maneras nuevas e instructivas.
Por ejemplo, sé con certeza que el Señor dirige los asuntos de Su Iglesia. Él dijo: “[os] mostraré […] que puedo ejecutar mi propia obra”1.
A menudo, mis consejeros y yo hemos contemplado, con los ojos anegados de lágrimas, cómo Él ha intercedido en circunstancias extremadamente difíciles después de que habíamos hecho lo mejor posible y no podíamos hacer nada más. En efecto, asombro nos da.
Ahora también comprendo mejor a lo que se refería cuando declaró: “He aquí, apresuraré mi obra en su tiempo”2. Una y otra vez me he regocijado en la dirección y ejecución del apresuramiento de Su obra, incluso durante una pandemia mundial.
Mis queridos hermanos y hermanas, la fortaleza de la Iglesia reside en los esfuerzos y testimonios siempre crecientes de sus miembros, y es en el hogar donde mejor se cultivan esos testimonios. Durante este último año, muchos de ustedes han aumentado drásticamente el estudio del Evangelio en el hogar. Se lo agradezco, y sus hijos se lo agradecerán también.
Sigue adelante el enorme proyecto de renovación del Templo de Salt Lake. Desde mi oficina, tengo un asiento en primera fila desde donde puedo observar las obras que tienen lugar en la plaza del templo.
Mientras observaba a los trabajadores desenterrar las raíces de árboles viejos, las cañerías, los cables y una fuente que filtraba agua, pensé en la necesidad de que cada uno de nosotros retire, con la ayuda del Salvador, los viejos escombros que hay en nuestra vida.
El evangelio de Jesucristo es un Evangelio de arrepentimiento3. Gracias a la expiación del Salvador, Su evangelio nos invita a seguir cambiando y creciendo, y a llegar a ser más puros. Es un Evangelio de esperanza, sanación y progreso; por tanto, ¡es un mensaje de gozo! Nuestro espíritu se regocija por cada pequeño paso que avanzamos.
Parte del recogimiento de Israel —de hecho, una parte muy importante— es el cometido de que nosotros, como pueblo, seamos dignos y estemos dispuestos a ayudar a preparar al mundo para la segunda venida del Señor.
A medida que escuchemos los mensajes que con esmero han preparado nuestros líderes bajo la dirección del Espíritu Santo, los invito a orar para que determinen qué escombros deben retirar de su vida para ser más dignos.
Los amo, mis queridos hermanos y hermanas, y testifico que nuestro Padre Celestial y Su Amado Hijo los conocen y los aman individualmente. Ellos están listos para ayudarlos en cada paso que avancen. Bienvenidos a la conferencia general y al privilegio de escuchar la voz del Señor. En el nombre de Jesucristo. Amén.