Cómo llegué a saberlo
Si las ventanas están abiertas, las puertas no tendrán llave
Aprendí a darle prioridad a Dios y poner las demás cosas en el orden correcto de atención.
Soy miembro de la Iglesia desde el 8 de noviembre de 1981, desde ese día me comprometí a vivir las normas del Evangelio lo mejor que pudiera. Cada principio del Evangelio que me enseñaban los misioneros encajaba perfectamente en mi rompecabezas espiritual.
Llegó el momento que me hablaron de la ley del diezmo y las ofrendas. Por supuesto, en ese tiempo y ahora, el dinero nunca sobra, las necesidades siempre existirán, por lo que pagar el diezmo y las ofrendas es una cuestión de fe más que de dinero. Aun así, tomé la decisión de pagar los diezmos y las ofrendas desde el mes que fui bautizado. Así lo hice; recibí una gran satisfacción por el deber cumplido y ha sido desde entonces una gran bendición.
Al cumplir con este mandamiento, aprendí a darle prioridad a Dios y poner las demás cosas en el orden correcto de atención. Todo este tiempo he aprendido y aceptado como verdad eterna que vivir la ley del diezmo abre las ventanas de los cielos y se reciben bendiciones hasta que sobreabunden (véase Malaquías 3:8–10).
La idea de pagar las ofrendas me gustó, ya que al abstenerme de comer dos tiempos iba a ayudar para que otros pudieran tener alimentos. También lo hice desde el inicio, logré cumplir con ese primer ayuno. Invito a la juventud y a todo adulto que goce de buena salud a hacer del ayuno una práctica de fe y participar en el cuidado de los pobres y necesitados (véase Isaías 58:6–11).
El presidente Joseph F. Smith, enseñó: “Por este principio (el diezmo) se pondrá a prueba la lealtad de los miembros de esta Iglesia; por este principio se podrá saber quiénes están a favor del reino de Dios y quiénes están en contra.…
“He dicho y lo repito nuevamente aquí, que el hombre o la mujer que pague siempre su diezmo no apostatará nunca.… Porque mientras esa persona tenga fe para pagar el diezmo, tendrá fe en la Iglesia y en los principios del Evangelio, y por consiguiente hay algo de bueno en ella y también algo de luz. Y, mientras permanezca haciéndolo, el tentador no lo vencerá ni hará que se desvíe del camino recto.…
“La obediencia es lo que el Todopoderoso requiere”1.
Vivimos tiempo difíciles y la pandemia del Covid-19 se convirtió en una prueba adicional de fe, donde podemos demostrar que la adversidad es una oportunidad para demostrar nuestra lealtad a Dios, al vivir bajo convenio. Al suspenderse el sistema normal de donaciones y quedar confinados en nuestros hogares por muchos meses, me propuse apartar las donaciones para la Iglesia en una cuenta especial, y en cuanto se reestableció el procedimiento normal pude pagar los diezmos y las ofrendas.
Doy testimonio de que vivir la ley del diezmo y pagar una ofrenda de ayuno generosa permite que las ventanas de los cielos estén abiertas y las puertas no tendrán llave para entrar en reposo del Señor y hacerlo. Es una demostración de fe que nos bendecirá.