“Cuando la enfermedad crónica se cruza en el camino”, Liahona, enero de 2023.
Envejecer fielmente
Cuando la enfermedad crónica se cruza en el camino
Afrontar la adversidad cotidiana puede ayudarnos a aumentar la compasión, la empatía y la resiliencia.
Antes de fallecer por una enfermedad debilitante, mi madre solía sonreír y decir: “Ninguno de nosotros saldrá vivo de aquí, así que más vale que aprovechemos al máximo lo que tenemos”.
Eso ocurría en sus días buenos, y en su vida tuvo muchos días buenos.
Pero también tuvo días que no fueron tan positivos. En esos días decía: “Acepta lo que te llega y comprueba si todavía puedes hacer algo bueno en el mundo”.
En todas partes, las personas viven mucho más tiempo que en otras épocas1. Sin embargo, aunque vivimos más tiempo, también tenemos más probabilidades de desarrollar una enfermedad crónica: diabetes, Parkinson, cáncer, depresión, Alzheimer y muchas otras. Entonces, cuando la enfermedad crónica se cruza en el camino, ¿cómo deberíamos reaccionar?
Seguir adelante con fe
“Enfrenta la realidad, aunque no sepas qué va a pasar”, dice un hermano obligado a tomar una licencia por discapacidad cuando su esposa vuelve a trabajar para poder mantener a su familia. Ese hermano cree que, con demasiada frecuencia, fingimos sentirnos felices y eso nos impide procesar nuestros sentimientos o mejorar nuestra perspectiva. “En lugar de seguir adelante con fe, nos estancamos mientras esperamos un milagro o murmuramos cuando ese milagro no llega”, dice. Él sobrelleva la situación escuchando pasajes de las Escrituras y discursos de la conferencia general y conversando por teléfono con amigos y familiares.
“Es la cotidianidad de cada día lo que puede deprimirme”, dice una hermana cuyo esposo tiene una enfermedad crónica. “La salud de mi esposo nunca mejorará. Eso lo acepto, pero la monotonía de todas las tareas rutinarias e insignificantes me resulta agotadora mental, física y espiritualmente”. Aprecia las visitas de las hermanas ministrantes: “Cuando vienen a verme, me alegran el día”.
Otro hermano anciano dice: “A veces, mi esposa y yo olvidamos las cosas y nos irritamos el uno con el otro. Nos sentimos frustrados por ser tan olvidadizos y, sobre todo, nos arrepentimos después de decirnos palabras airadas”. Han aprendido a tomar notas para ayudarse a recordar y se permiten tomarse un tiempo para calmarse antes de hablar. También dice: “Y hemos aprendido aún más la importancia de decir: ‘Gracias’ y ‘Te amo’”.
Otra pareja de ancianos se las arreglaba con unos ingresos fijos hasta que el precio de sus medicamentos se duplicó. Gracias a sus familiares y a su barrio, se atendieron sus necesidades. “Al principio nos daba vergüenza pedir ayuda, sobre todo a nuestros hijos”, dijo el hermano, “pero todos estaban dispuestos a ayudar”.
Sugerencias y observaciones
A continuación se presentan algunas sugerencias y observaciones de personas que afrontan enfermedades crónicas:
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Aquellos que se vuelvan al Salvador hallarán esperanza. “Creía que nadie podía entender lo que yo estaba pasando”, dice un hermano con síndrome de fatiga crónica. “Un domingo, mientras tomaba la Santa Cena, me di cuenta de que el Salvador comprendía mi sufrimiento. Supe que podía soportarlo acercándome a Él” (véanse Alma 7:11–12; Doctrina y Convenios 121:8; 122:8).
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La compasión aumenta en aquellos que “lo sobrelleva[n] bien” (Doctrina y Convenios 121:8). “¿A quién podemos dirigirnos, en días de aflicción y desastre, para recibir ayuda y consuelo? […]. A hombres y mujeres que han sufrido, quienes con las experiencias que han tenido con el sufrimiento traen las riquezas de su compasión y sus condolencias como una bendición para los necesitados de ahora. ¿Podrían hacerlo si ellos mismos no hubieran sufrido?”2.
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Vivir día a día. “Hace algunos años, el dolor era tan intenso que no veía cómo podría soportarlo por más tiempo. Empecé a pensar en el suicidio”, dice una hermana que sufre de esclerosis múltiple. Se internó en la unidad de salud mental de un hospital y, durante la terapia, su lema no fue limitarse a “persever[ar] hasta el fin” (véase 1 Nefi 22:31), sino más bien “perseverar hasta el final del día”.
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Desarrollar nuevos intereses y buscar nuevas maneras de servir. En lugar de lamentarse por lo que ya no puede hacer, descubra nuevas pasiones. Una hermana con esclerosis múltiple descubrió que no podía hacer cosas que antes le encantaban, tales como montar a caballo o jugar al sóftbol. En lugar de hacer esas cosas, aprendió caligrafía. Ahora utiliza su talento recién desarrollado para crear manuscritos ilustrados del Libro de Mormón para su familia.
Cuando las enfermedades crónicas se convierten en un hecho de la vida, en verdad resultan un desafío, pero con fe, esperanza en Cristo y el deseo de seguir sirviendo, el afrontar la adversidad cotidiana puede ayudarnos a aumentar nuestra compasión, empatía y resiliencia.
El autor vive en Utah, EE. UU.