2023
¿Qué sucede si no hay un lugar para mí en el plan del Padre Celestial?
Enero de 2023


Solo para versión digital: Jóvenes adultos

¿Qué sucede si no hay un lugar para mí en el plan del Padre Celestial?

Solía hacerme esta pregunta con mucha frecuencia, pero me he dado cuenta de que todos tenemos un lugar en el reino de Dios.

un hombre mirando el atardecer

Fotografía por Unsplash

Cuando estaba soltero y asistía a mi barrio de JAS, muchos de mis amigos y yo afrontamos muchos desafíos al esforzarnos por obtener las bendiciones de un matrimonio y una familia eternos, como se enseña en el evangelio de Jesucristo. Algunos de esos amigos estuvieron solteros mucho más tiempo del que hubieran deseado, otros se habían casado pero de repente habían enviudado o se habían divorciado, y otros afrontaban serios problemas de salud que ponían en riesgo sus posibilidades de casarse o de tener sus propios hijos.

De diferentes maneras, estábamos luchando por conservar nuestra fe a pesar de haber perdido la esperanza y ver nuestros sueños destrozados.

Al principio, cuando regresé a casa después de la misión, tenía la esperanza de casarme pronto. Hacía poco tiempo que había aceptado que experimentaba atracción hacia personas del mismo sexo y decidí que permanecería fielmente en la senda de los convenios y que tendría optimismo en cuanto a mi futuro en el Evangelio en lugar de darme por vencido. Sin embargo, el salir en citas con mujeres seguía siendo un desafío. Y a medida que pasaban los años después de mi misión, mi esperanza de casarme se desvaneció y, en cambio, comenzó a parecerme una imposibilidad práctica.

Tenía un testimonio de la doctrina que se enseñaba en la proclamación sobre la familia1, pero a veces era doloroso leerla porque la hermosa familia eterna que describía no parecía ser posible para mí.

Me preguntaba dónde encajábamos mis amigos y yo en el plan del Padre Celestial.

El Señor está al tanto de nosotros

Una noche, mientras me agobiaban mis pruebas, tuve un sueño. En el sueño, tuve un sentimiento abrumador de amor. Soñé que Dios me invitaba a pedirle comida y que me iba a la cama y luego me levantaba con esa comida que se me había proveído milagrosamente. Todo fue tan vívido que, cuando desperté, casi me sorprendió que no hubiera comida esperándome al pie de mi cama. Ese sueño me brindó una convicción absoluta de que Dios me había nutrido y seguiría haciéndolo. 

Me quedé pensando en el sueño todo el día y tuve un vago recuerdo de un relato sobre un profeta agotado del Antiguo Testamento que se fue a dormir y se despertó frente a una comida que le había proporcionado un ángel, pero no podía recordar de quién se trataba. Esa noche, quería encontrar el relato en mi ejemplar de las Escrituras, pero sentí la impresión de abrir la revista Liahona y hojearla primero. Al abrir la revista, vi una hermosa pintura en el interior de la tapa posterior. 

La pintura era “An Angel Came to Elijah” [Un ángel vino a Elías el Profeta], por Walter Rane, y representaba el relato exacto del Antiguo Testamento que había estado tratando de recordar.

Me quedé atónito. ¿Cuáles eran las probabilidades?

La historia que había estado buscando se encuentra en 1 Reyes 19. El profeta Elías estaba exhausto por estar escapando constantemente. Estaba listo para darse por vencido. Le pidió al Señor que le quitara la vida y luego se acostó debajo de un enebro para dormir (véase el versículo 4). Luego, se despertó y encontró agua y pan caliente, el cual comió, y luego se volvió a dormir. Entonces, por segunda vez, un ángel lo despierta y le dice: “Levántate, come, porque el camino que te resta es demasiado largo para ti” (versículo 7). Y al hacerlo, finalmente “caminó con las fuerzas de aquella comida cuarenta días y cuarenta noches” (versículo 8).

Para mi mayor asombro, en el mismo ejemplar de la revista había un artículo tocante a la atracción hacia personas del mismo sexo que acrecentó mi fe2.

Me asombró cuánto se preocupaba el Señor por mí. El Espíritu Santo confirmó que esas palabras inspiradas de otras personas eran perfectamente oportunas y estaban dirigidas a mí. No podía negar que Dios estaba al tanto de mí y que proveería para mis necesidades si continuaba siguiéndolo a Él.

Seguir a Jesucristo es la clave

Al igual que Elías el Profeta, a veces yo sentía que mi trayecto era demasiado grande como para soportarlo. Sin embargo, en ese momento sentí que el Señor me amaba mucho y me comprendía. Sabía que Él entendía mis circunstancias y que mi sufrimiento era importante para Él. Y si yo participaba del sustento espiritual que solo Él podía proporcionar, recibiría fortaleza para continuar mi trayecto.

He aprendido, tanto por las pruebas como por las experiencias espirituales, que los muchos baches en el camino y los desvíos de la vida no nos impiden tener un lugar en el plan del Padre Celestial.

¡Aprendí que vivir por la fe en Jesucristo es el mejor plan de vida! Si caminamos por la fe y guardamos nuestros convenios, sin importar nuestra situación personal o familiar, estamos avanzando en Su plan.

Caminar con Cristo

Así como a mí y a muchos de mis amigos de mi barrio de JAS en ocasiones se nos dificultó tener fe en el futuro, conozco a muchas personas en la actualidad que se encuentran en circunstancias únicas que los hacen sentir que no pertenecen al plan de salvación de Dios. Sin embargo, a medida que mis amigos y yo hemos profundizado nuestra devoción al Evangelio y confiado en el Salvador respecto de los planes para nuestra vida, hemos sentido y presenciado Su amor, guía y milagros.

Como dice Pablo en 2 Corintios 5:7: “porque por fe andamos, no por vista”. No importan las desilusiones, las expectativas incumplidas ni las dificultades que se nos presenten, si andamos por la fe y atesoramos nuestros convenios, no solo encajaremos perfectamente en Su plan para Sus hijos, sino que también estaremos “para siempre envuelto[s] entre los brazos de Su amor” (2 Nefi 1:15).

Aunque podemos estar anhelosamente consagrados a seguir a Cristo y hacer Su obra (véase Doctrina y Convenios 58:27), Su plan no tiene el propósito de causarnos ansiedad cada vez que nuestra vida no salga como planeamos. En vez de ello, Él desea que confiemos en Él, que hagamos convenios con Él, que nos guiemos unos a otros de regreso hacia Él y que experimentemos gozo y crecimiento mediante nuestras experiencias únicas en la vida terrenal.

Esa es la esencia del plan de Dios: guiarnos a lo largo de la senda de los convenios y recibirnos a cada uno de nosotros de regreso en Sus amorosos brazos. Y cuando lo seguimos, definitivamente podemos ver que cada uno de nosotros tiene un lugar en Su plan.

Notas

  1. La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, LaIglesiadeJesucristo.org.

  2. My Battle with Same-Sex Attraction”, Ensign, agosto de 2002, págs. 49–51.