Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Capítulo 24


“Capítulo 24: El espíritu que sentimos en la Navidad”, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Thomas S. Monson, 2020

“Capítulo 24”, Enseñanzas: Thomas S. Monson

Capítulo 24

El espíritu que sentimos en la Navidad

“Es por medio del hecho de dar y no de recibir que el Espíritu de Cristo llega a nuestra vida”.

De la vida de Thomas S. Monson

Una experiencia de la niñez del presidente Monson en una dramatización de la historia de la Navidad dejó una valiosa impresión en él. Más adelante, explicó:

“En un rincón de mi casa tengo un pequeño bastón negro, con el mango imitación de plata, que una vez perteneció a un pariente lejano. ¿Por qué lo he conservado durante más de setenta años? Existe una razón especial.

“De pequeño, participé en una obra de teatro sobre la Navidad organizada en nuestro barrio y tuve el privilegio de representar a uno de los Reyes Magos. Llevando puesta una bufanda grande de colores en la cabeza, el tapete de mi madre que cubría el banco del piano sobre el hombro y el bastón negro en la mano, recité mi parte:

“‘¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle’ (Mateo 2:2).

“No recuerdo todas las palabras de la obra, pero todavía se mantiene vívido en mi mente lo que sentí cuando nosotros tres, los ‘Reyes Magos’, miramos hacia arriba y vimos la estrella, atravesamos el escenario, encontramos a María con el pequeño Jesús, nos postramos y adoramos al Niño, y luego abrimos nuestros tesoros y le ofrecimos los presentes: oro, incienso y mirra.

“En especial me gustó el hecho de que no volvimos al perverso Herodes para traicionar a Jesús, sino que obedecimos a Dios y tomamos otro camino.

“Los años han pasado, los acontecimientos de una vida muy ocupada toman su debido lugar en mi memoria, pero el bastón de Navidad sigue ocupando su lugar especial en mi casa; y llevo en mi corazón un compromiso con Cristo”1.

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reyes magos y camellos

“[U]nos magos vinieron […] a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle” (Mateo 2:1–2).

Enseñanzas de Thomas S. Monson

1

El Padre Celestial nos dio la dádiva de Su Hijo Jesucristo

Con el nacimiento del Niño en Belén, surgió una magna investidura, un poder más fuerte que las armas, una riqueza más perdurable que las monedas del César. Ese Niño iba a ser el Rey de reyes, el Señor de señores, el Mesías prometido, sí, Jesucristo, el Hijo de Dios2.

En la víspera de Su nacimiento, la voz del Señor vino a Nefi, diciendo: “Alza la cabeza y sé de buen ánimo, pues he aquí, ha llegado el momento; y esta noche se dará la señal, y mañana vengo al mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas que he hecho declarar por boca de mis santos profetas” [3 Nefi 1:13].

¿Qué declararon los santos profetas de antaño? Más de 700 años antes del nacimiento de Cristo, Isaías profetizó: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo y llamará su nombre Emanuel” [Isaías 7:14].

En el continente americano, el rey Benjamín dijo: “Porque he aquí que viene el tiempo, y no está muy distante, en que con poder, el Señor Omnipotente […] morará en un tabernáculo de barro […], sufrirá tentaciones, y dolor […]. Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio; y su madre se llamará María” [Mosíah 3:5, 7–8].

Entonces llegó esa noche de noches en que los pastores velaban en los campos y se les apareció el ángel del Señor, anunciándoles: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo […]: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” [Lucas 2:10–11].

Los pastores fueron de prisa al pesebre a rendir honores a Cristo el Señor. Más adelante, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle […]. Y cuando vieron la estrella, se regocijaron con gran gozo. Y cuando entraron en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, e incienso y mirra” [Mateo 2:2, 10–11].

Desde aquel entonces, el espíritu de dar obsequios ha estado presente en la mente de cada cristiano al conmemorar la época de la Navidad. Nuestro Padre Celestial nos dio a Su Hijo Jesucristo; ese precioso Hijo nos dio Su vida, la Expiación, y la victoria sobre la tumba3.

2

Jesús nos pide que demos de nosotros mismos en memoria de todo lo que Él ha dado

Me pregunto si no será de provecho que nos preguntemos: ¿qué regalos querría Dios que yo le diera a Él o a otras personas en esta preciada época del año?

Permítanme responder esa pregunta y declararles con toda solemnidad que nuestro Padre Celestial desea que cada uno de Sus hijos le dé un obsequio de obediencia para que todos amemos realmente al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, toda nuestra mente y toda nuestra fuerza; y estoy seguro de que entonces Él esperará que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Si el Señor estuviera aquí el día de hoy, no me sorprendería que nos indicara que diéramos generosamente de nosotros mismos y que no fuéramos egoístas, codiciosos, contenciosos ni pendencieros4.

[Jesucristo], que nació en un establo y fue acunado en un pesebre, descendió de los cielos para vivir en la tierra como un hombre mortal y para establecer el Reino de Dios. Su glorioso Evangelio reformó las ideas del mundo. Vivió para nosotros, y murió por nosotros. ¿Qué podemos darle a cambio?

Me encantan las palabras que escribió la poetisa inglesa Christina Rossetti:

¿Qué podré darle,

siendo pobre, como soy?

Un cordero le daría,

si fuera yo pastor;

si Rey Mago fuera,

mi presente entregaría.

¿Qué podré darle?

Le daré el corazón.

[En Jack M. Lyon et al, ed., Best-Loved Poems of the LDS People, 1996, págs. 166–167] […].

Que demos como el Salvador dio. Dar de uno mismo es una dádiva santa; damos en memoria de todo lo que el Salvador ha dado. Ruego que, junto con los regalos que damos que con el tiempo se rompen o se olvidan, demos regalos de valor eterno. ¡Cuánto mejor sería el mundo si todos diéramos regalos de entendimiento y de compasión, de servicio y de amistad, de bondad y de dulzura!5.

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María, José y el Niño Jesús

“[Jesucristo], que nació en un establo y fue acunado en un pesebre, descendió de los cielos […]. Vivió para nosotros, y murió por nosotros. ¿Qué podemos darle a cambio?”.

[E]l que da dinero da mucho, el que da tiempo da más, pero el que da de sí mismo lo da todo. Ruego que esa sea la descripción de nuestros regalos navideños6.

¿Qué daremos, ustedes y yo, este año para la Navidad? Que en nuestra vida obsequiemos a nuestro Señor y Salvador el don de la gratitud al vivir Sus enseñanzas y seguir Sus pasos. De Él se dijo que “anduvo haciendo bienes” [Hechos 10:38]. Conforme nosotros hagamos lo mismo, gozaremos del espíritu de la Navidad7.

3

El dar, no el recibir, trae el espíritu de la Navidad

“¿Qué recibiste en la Navidad?”. Esa es la pregunta universal que se hacen los niños durante los días subsiguientes a la festividad más celebrada del año […]. Si cambiamos una sola palabra de nuestra pregunta acerca de la Navidad, el efecto es completamente diferente. “¿Qué obsequiaste en la Navidad?”8.

Las Navidades que más recordamos por lo general tienen poco que ver con los bienes del mundo, y mucho que ver con la familia, el amor, la compasión y la bondad9.

Nuestra celebración de la Navidad debe ser un reflejo del amor y el altruismo que enseñó el Salvador. El dar, no el recibir, hace florecer plenamente el espíritu de la Navidad. Nos sentimos más amables el uno con el otro; tendemos la mano con amor para ayudar a los menos afortunados; nuestro corazón se enternece; se perdona a los enemigos, se recuerda a los amigos y se obedece a Dios. El espíritu de la Navidad ilumina la ventana panorámica del alma por la que contemplamos la vida agitada del mundo y nos interesamos más por las personas que por las cosas. Para comprender el verdadero significado del espíritu de la Navidad, solo tenemos que recordar de quién es el nacimiento que celebramos ese día y entonces se convierte en el Espíritu de Cristo10.

Hace algunos años recibí una carta anónima de un benévolo dentista que demostró amor fraternal y buena voluntad. Me gustaría compartirla con ustedes:

“Estimado presidente Monson:

“Fue negligencia de mi parte el no haberle enviado antes una nota de agradecimiento. El año pasado escuché el discurso que dio durante el devocional de Navidad, en el que habló de una mujer de edad avanzada que no podía pagar los gastos de la matrícula del automóvil que había comprado. Muchos acudieron a prestarle ayuda y todos los que lo hicieron se sintieron conmovidos.

“Yo soy dentista de profesión. Poco después del devocional de Navidad, la recepcionista me dijo que una de sus conocidas vendría al consultorio, ya que tenía molestias en dos dientes. Ella la conocía y me contó acerca de la situación de esa mujer: estaba pasando por circunstancias muy difíciles; el negocio familiar, que ella tenía a su cargo, no iba muy bien, y la familia se había atrasado tres meses en el pago del alquiler. Tenía cinco hijos, algunos de edad adulta, pero todos habían vuelto a vivir en la casa paterna debido a sus respectivas situaciones difíciles. Mediante la fuerza de la determinación, había mantenido a la familia unida durante algún tiempo; y ahora tenía dos dientes quebrados.

“La mujer llegó para la consulta y explicó el problema dental que tenía. Me preguntó si le permitiría pagar la cuenta a plazos; me explicó que su familia había pasado por diversos reveses económicos y que hacía poco habían empezado a pagar algunas de las deudas atrasadas.

“Le aseguré que confiaba en ella. Me preguntó si podría reparar solo uno de los dientes en esa visita, y le aseguré que sí; de modo que di comienzo.

“Dado que tuve el tiempo suficiente, le arreglé ambos dientes, por lo que se sintió agradecida. Al terminar el trabajo, y al pensar en el discurso de usted, le dije que si para ella no era una ofensa, me gustaría obsequiarle el trabajo dental como un regalo de Navidad; que no le cobraría nada. Se quedó atónita. Pude percibir la gran tensión y el estrés por los que había estado pasando al verla derramar lágrimas incontrolables de gratitud debido a un acto pequeño y sencillo de bondad. Quizás habían pasado muchos años desde que alguien le había hecho un pequeño favor. Sin poder articular palabra alguna, se fue.

“Tanto la asistente como la recepcionista se sintieron tan conmovidas por la reacción de ella que también derramaron lágrimas y casi no podían pronunciar palabra. Yo, por otra parte, me sentía doblemente feliz. Primero, al ver que un acto tan sencillo tuviera un efecto tan favorable en otra persona; y segundo, ¡por tener, por primera vez en la vida, a un paciente en mi oficina que estuviera llorando de felicidad y no de dolor!

“Le envío mis mejores deseos.

“Atentamente,

“Un hermano en el Evangelio”11.

Alguien acertadamente dijo: “Nos ganamos la vida por medio de lo que obtenemos, pero forjamos la vida mediante lo que damos”. Es por medio del hecho de dar y no de recibir que el Espíritu de Cristo entra en nuestra vida12.

4

Las dádivas de Dios perduran

[D]irijamos nuestros pensamientos hacia las dádivas o dones de Dios que perduran. De una larga lista, citaré tan solo cuatro:

  1. El don del nacimiento.

  2. El don de la paz.

  3. El don del amor.

  4. El don de la vida eterna.

Primero, el don del nacimiento. Este don se nos ha concedido de manera universal a todos nosotros. Tuvimos el privilegio divino de dejar nuestro hogar celestial y venir a un tabernáculo en la carne, y demostrar, por medio de nuestra vida, nuestra dignidad y aptitud para volver algún día a nuestro Padre Celestial, a nuestros seres queridos y a un reino llamado celestial. Nuestros padres nos han otorgado ese maravilloso regalo y, por lo tanto, tenemos la responsabilidad de demostrar nuestra gratitud por medio de nuestros actos […].

Segundo, el don de la paz. En el tumultuoso mundo en que vivimos, el estridente sonido del tráfico, el alboroto ensordecedor de los medios publicitarios y las muchas demandas de nuestro tiempo —por no hablar de los problemas del mundo— provocan jaquecas, infligen dolor y nos minan la fortaleza para sobrellevarlos. La carga de las enfermedades o del dolor por el fallecimiento de un ser querido hace que nos arrodillemos para implorar la ayuda divina. Al igual que en la antigüedad, nosotros también tal vez nos preguntemos: “¿No hay bálsamo en Galaad?” [Jeremías 8:22] […].

Él, que fue varón de dolores, experimentado en quebranto, le habla a todo corazón atormentado y le concede el don de la paz: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” [Juan 14:27].

Él envía Su palabra a todo el mundo por medio de los misioneros, que prestan servicio en todos los rincones de la tierra y proclaman Su evangelio de buenas nuevas y Su mensaje de paz […]. Él nos concede Su don en forma individual: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré” [Apocalipsis 3:20].

La oración es el pasaporte para la paz. Los sentimientos del corazón, expresados con humildad en lugar de convertirse en un simple recitación de palabras, proporcionan la paz que tanto anhelamos […].

Tercero, el don del amor. “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?”, preguntó el intérprete de la ley a Jesús. A lo que el Señor contestó sin vacilar:

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente.

“Este es el primero y grande mandamiento.

“Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” [Mateo 22:36–39].

En otra ocasión, el Señor enseñó: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama” [Juan 14:21]. Las Escrituras abundan en cuanto a la importancia del amor y su relevancia en nuestra vida. El Libro de Mormón enseña que la caridad es el amor puro de Cristo [véase Moroni 7:47]. El Maestro mismo proporcionó el modelo ideal para que lo siguiéramos […].

Cuarto, el don de la vida: la inmortalidad. El plan de nuestro Padre Celestial contiene la más grande expresión de amor verdadero. Todo lo que es de gran valor para nosotros, a saber nuestra familia, nuestros amigos, nuestro gozo, nuestro conocimiento y nuestro testimonio, desaparecería si no fuera por nuestro Padre y Su Hijo, el Señor Jesucristo. Entre los pensamientos y escritos más preciados de este mundo se encuentra la siguiente declaración divina de la verdad: “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” [Juan 3:16] […].

Seamos generosos con Él, así como Él, en abundancia, lo ha sido con nosotros, viviendo y amando como Él y Su Hijo tan pacientemente nos han enseñado13.

5

Hallamos el verdadero gozo de la Navidad cuando hacemos que el Salvador sea el punto central de la temporada

[Para] emprender con éxito la búsqueda personal de Jesús, debemos primeramente apartar tiempo para Él en nuestra vida y hacerle lugar en nuestro corazón. En estos días tan ocupados, hay muchas personas que tienen tiempo para hacer deportes, para salir de compras, para trabajar, para divertirse, pero no tienen tiempo para Cristo […].

¿[N]os sonrojamos con vergüenza cuando recordamos: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”? (Lucas 2:7). No había lugar. No había lugar. No había lugar. Siempre ha sido así […].

Los pastores de antaño buscaron al niño Jesús, mas nosotros buscamos a Jesús el Cristo, nuestro Hermano Mayor, nuestro Mediador ante el Padre, nuestro Redentor, el Autor de nuestra salvación [véase Hebreos 5:9]; Aquel que estaba con el Padre desde el principio, Aquel que tomó sobre Sí los pecados del mundo y estuvo dispuesto a morir para que nosotros pudiéramos vivir para siempre. Ese es el Jesús al que buscamos14.

Para muchos, es muy común “exigirse demasiado” durante esta época del año. Quizá queramos hacer demasiado para el tiempo y las energías que tenemos. Tal vez no tengamos dinero suficiente para todo aquello que sentimos que debemos comprar. A menudo, nuestras actividades en la Navidad terminan haciéndonos sentir estresados, abrumados y agotados durante una época en la que deberíamos sentir la sencilla alegría de conmemorar el nacimiento del Niño en Belén15.

Me entristece ver que la Navidad se trata cada vez menos de Cristo y cada vez más de la comercialización, las ventas, las fiestas y los regalos. Sin embargo, la Navidad es lo que nosotros hacemos de ella. A pesar de todas las distracciones, podemos asegurarnos de que Cristo sea el centro de nuestra celebración. Si no lo hemos hecho ya, podemos establecer tradiciones navideñas para nosotros y para nuestra familia que nos ayuden a captar y mantener el espíritu de la Navidad16.

Hallamos [el] verdadero gozo [de la Navidad] cuando hacemos que el Salvador sea el punto central de la temporada. Podemos tenerlo en nuestros pensamientos y en nuestra vida al realizar la obra que Él desearía que hiciéramos aquí en la tierra. En esta época en particular, sigamos Su ejemplo al amar y servir a nuestros semejantes […].

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una familia armando un nacimiento

“[P]odemos establecer tradiciones navideñas para nosotros y para nuestra familia que nos ayuden a captar y mantener el espíritu de la Navidad”.

Hagamos que nuestra Navidad sea real. No se trata solo de adornos y cintas, a menos que así lo dispongamos. La Navidad es el espíritu de dar sin pensar en recibir […]; es la época en que más nos damos cuenta de que cuanto más amor demos, más amor habrá para los demás […].

En esta época de Navidad que nos envuelve con toda su gloria, busquemos, como lo hicieron los Reyes Magos, alguna estrella brillante y especial que nos guíe hacia nuestra oportunidad navideña de servir a nuestro prójimo. Hagamos todos el viaje a Belén en espíritu y llevemos con nosotros un corazón sensible y bondadoso como nuestro presente para el Salvador17.

No existe mejor momento que este, esta mismísima época de Navidad, para que todos nosotros volvamos a consagrarnos a los principios que enseñó Jesús el Cristo. Que sea esta una época que ilumina los ojos de los niños y pone risas en sus labios. Que sea una época para elevar la vida de los que viven en soledad. Que sea un tiempo para reunir a nuestra familia, para sentir cercanía con los que están cerca de nosotros y cercanía también con los que están ausentes.

Que sea un tiempo de oraciones por la paz, por la preservación de principios libres, y por la protección de los que están lejos de nosotros. Que sea un tiempo para olvidarnos de nosotros mismos y encontrar tiempo para los demás. Que sea un tiempo para desechar lo que carece de valor y para recalcar los valores verdaderos. Que sea un tiempo de paz porque hemos encontrado paz en Sus enseñanzas.

Más que nada, que sea un tiempo para recordar el nacimiento de nuestro Salvador, Jesucristo, a fin de que podamos compartir el cántico de los ángeles, el regocijo de los pastores y la adoración de los Reyes Magos18.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Preguntas

  • El presidente Monson describió la dádiva del Padre Celestial de Su Hijo como “una magna investidura” (sección 1). ¿Cómo podemos demostrar gratitud al Padre Celestial por la dádiva de Su Hijo?

  • El presidente Monson enseñó que “[d]ar de uno mismo es una dádiva santa” (sección 2). Repase las dádivas de nosotros mismos que el presidente Monson nos instó a dar. ¿En qué ocasiones ha recibido regalos como los que él menciona? ¿Qué regalos desearía Dios que usted le dé a Él o a otras personas esta Navidad?

  • Repase la carta que le fue enviada al presidente Monson (véase la sección 3). ¿De qué manera podría un acto de generosidad hacer que el que da y el que recibe sientan el espíritu de la Navidad? ¿Qué “acto[s] […] sencillo[s] de bondad” ha visto en su vida? Medite sobre qué regalo específico de tiempo, de talento o de recursos obsequiará. Por ejemplo, podría ser algo tan sencillo como escuchar con atención a los demás o mostrar compasión a alguna persona necesitada.

  • Entre las enseñanzas del presidente Monson en cuanto a las dádivas que perduran se incluye el “don del amor” (sección 4). ¿En qué forma da usted el don del amor? ¿De qué manera ha visto a otras personas dar esta dádiva? ¿Por qué es importante para el Padre Celestial que amemos a nuestro prójimo?

  • El presidente Monson enseñó que hallamos el verdadero gozo de la Navidad “cuando hacemos que el Salvador sea el punto central de la temporada” (sección 5). ¿Cómo se asegura de que el Salvador sea el punto central para usted durante la Navidad? El presidente Monson también enseñó que “cuanto más amor demos, más amor habrá para los demás” (sección 5). ¿En qué forma ha visto que amar a los demás aumenta su capacidad de amar?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema

Mateo 1–2; Lucas 2; Juan 1:1–14; Gálatas 4:4–5; 1 Nefi 11:13–23; 2 Nefi 17:14–16; Alma 7:10–12; Doctrina y Convenios 76:40–43; Moisés 6:57–62.

Ayuda para el estudio

“Cuando nos preparamos para que se nos enseñe, buscamos en oración la inspiración y la confirmación del Espíritu Santo; meditamos, oramos y ponemos en práctica las lecciones del Evangelio; y procuramos conocer la voluntad del Padre para nosotros” (Thomas S. Monson, “Aprended de Mí”, Liahona, marzo de 2016, pág. 6).

Notas

  1. Véase “Un recuerdo de Navidad”, Liahona, diciembre de 2010, pág. 8.

  2. Véase “Los regalos de la Navidad”, Liahona, diciembre de 2003, pág. 2.

  3. Véase “¿Qué es la Navidad?”, Liahona, diciembre de 1998, pág. 6.

  4. The Spirit of Christmas”, New Era, diciembre de 1974, pág. 16.

  5. Véase “El verdadero gozo de la Navidad” (devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 8 de diciembre de 2013), ChurchofJesusChrist.org/study/broadcasts/article/christmas-devotional/2013/12/the-real-joy-of-christmas.

  6. Véase “Los regalos de la Navidad”, Liahona, diciembre de 2003, pág. 5.

  7. Véase “¿Qué es la Navidad?”, pág. 6.

  8. Véase “Regalos y bendiciones de la Navidad”, Liahona, diciembre de 1995, pág. 3.

  9. The Spirit We Feel at Christmastime”, New Era, diciembre de 2010, pág. 3.

  10. Véase “El verdadero gozo de la Navidad”.

  11. Véase “¿Qué es la Navidad?”, págs. 5–6.

  12. A Gift Remembered”, pág. 6.

  13. Véase “Dones atesorados”, Liahona, diciembre de 2006, págs. 4–5, 6, 7–8.

  14. Véase “La búsqueda para encontrar a Jesús”, Liahona, junio de 1991, pág. 5.

  15. Véase “El espíritu de la época” (devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 6 de diciembre de 2009), ChurchofJesusChrist.org/broadcasts/article/christmas-devotional/2009/12/the-spirit-of-the-season.

  16. Véase “Porque Él vino” (devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 4 de diciembre de 2011), ChurchofJesusChrist.org/broadcasts/article/christmas-devotional/2011/12/because-he-came.

  17. Véase “La Navidad es amor” (devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 2 de diciembre de 2012), ChurchofJesusChrist.org/broadcasts/article/christmas-devotional/2012/12/christmas-is-love?lang=spa.

  18. Véase “Una estrella brillante y resplandeciente” (devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 5 de diciembre de 2010), ChurchofJesusChrist.org/study/broadcasts/article/christmas-devotional/2010/12/030?lang=spa.

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