Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La vida y el ministerio de Thomas S. Monson


“La vida y el ministerio de Thomas S. Monson”, Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Thomas S. Monson, 2020

“Vida y ministerio”, Enseñanzas: Thomas S. Monson

La vida y el ministerio de Thomas S. Monson

Un frío día de abril de 1972, el élder Thomas S. Monson hizo el trayecto habitual en auto hasta uno de los hospitales de Salt Lake City. Llevaba más de dos décadas acudiendo a esos hospitales para dar bendiciones y llevar aliento a miembros del barrio, familiares, amigos y muchas otras personas. En esa ocasión, iba a ver a su querida madre.

Cuando finalizó la visita, fue a ver al élder Spencer W. Kimball, uno de sus compañeros del Cuórum de los Doce, que acababa de someterse a una operación a corazón abierto. El élder Kimball estaba descansando y el élder Monson no quiso molestarlo, así que se marchó para regresar a su auto. En el ascensor, se encontró con dos mujeres que le preguntaron si él podía darle una bendición a su padre, así que las acompañó a la unidad de cuidados intensivos del hospital, donde le dio la bendición al padre.

Cuando el élder Monson iba a marcharse de la habitación, oyó que un hombre lo llamaba por su nombre. Miró hacia la cama de aquel hombre y lo reconoció como un antiguo miembro del barrio. “Estuve encantado de darle una bendición”, escribió el élder Monson. Al salir de la habitación, se le acercó una enfermera que, llorando, le preguntó si iba a ir al Hospital Primary Children. Él respondió que no tenía previsto ir allí aquel día, pero que estaría encantado de hacerlo si ella quería que visitara a alguien en aquel hospital. La enfermera le contó que tenía un primo que había contraído polio muchos años antes y que estaba teniendo dificultades.

Cuando el élder Monson llegó al hospital de niños, se encontró con un hombre que lo acompañó hasta el primo de la enfermera, a quien dio una bendición. Luego, el hombre preguntó al élder Monson si tenía tiempo para bendecir a una niña de diez años enferma de leucemia, y juntos acudieron a darle una bendición a la niña.

En cuanto a sus visitas a los hospitales de aquel día, el élder Monson escribió en su diario: “Me marché […] dándome cuenta de que nuestro Padre Celestial está muy al tanto de las personas que sufren aquí, en la vida terrenal, y que desean recibir una bendición de manos del sacerdocio”1.

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El presidente Monson saluda a un hombre en el hospital

El presidente Monson ministra con amor a un viejo amigo en Toronto, Canadá.

Este tipo de experiencias eran frecuentes en la vida de Thomas S. Monson. Después de una jornada similar en la que pasó casi dos horas en un hospital, él escribió: “Sentí que había hecho algún bien y que había estado donde el Señor quería que estuviera en el día de hoy”2.

Estar donde el Señor quería que estuviera fue un compromiso de por vida para el presidente Monson. Con frecuencia hablaba del privilegio de estar “en la obra del Señor”, de ser las manos del Señor en la tierra, en particular para cuidar de los necesitados. El presidente Monson dijo: “Siempre quiero que el Señor sepa que si Él tiene una tarea que deba hacerse, Tom Monson la hará”3.

Su nacimiento, niñez y juventud

“¿Qué te parece el tren de Mark, Tommy?”, preguntó Gladys Monson a su hijo de diez años.

“Espera un momento”, respondió él. “Enseguida regreso”. Salió por la puerta y fue corriendo a casa; tenía algo que solucionar.

Esa mañana, el pequeño Tommy había recibido un regalo navideño muy anhelado: un tren eléctrico por el que sus padres habían hecho cierto sacrificio a fin de comprarlo durante la Gran Depresión. Después de jugar con el tren durante unas horas, su madre le dijo que había comprado un tren de cuerda para Mark Hansen, el hijo de una viuda que vivía cerca. Cuando se lo mostró a Tommy, este observó que el tren de Mark tenía un vagón cisterna, algo que el tren de Tommy no tenía. Le rogó a su madre que le dejara quedarse el vagón cisterna y ella, finalmente, se lo entregó, diciendo: “Si lo necesitas más que Mark, quédatelo”.

Gladys y Tommy llevaron el resto del tren a Mark, quien no esperaba un regalo así y estaba encantado. Mark le dio cuerda a la locomotora y, mientras el tren recorría la vía, Gladys Monson le preguntó a su hijo, de forma sencilla y penetrante, qué opinaba del tren de Mark. Él recordó más adelante: “Me invadió un sentimiento de culpabilidad y fui muy consciente de mi egoísmo”.

Cuando llegó a su casa, tomó el vagón cisterna —además de otro vagón de su propio tren— y corrió de regreso para dárselos a Mark, quien, muy contento, los enganchó al resto de los vagones. El élder Monson comentó más adelante: “Yo observé mientras la locomotora recorría lentamente la vía; en ese momento sentí un gozo inmenso, difícil de describir e imposible de olvidar”4.

El gozo de dar, el gozo del sacrificio y el gozo de cuidar de los demás: todas estas fueron lecciones que Tommy Monson aprendió en su niñez, lecciones que darían forma al corazón y la personalidad de un futuro profeta.

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Thomas S. Monson de joven

Tom Monson en su juventud

Thomas Spencer Monson nació en Salt Lake City el 21 de agosto de 1927, fue el primer varón y segundo hijo de G. Spencer y Gladys Condie Monson. Lo recibieron en este mundo su hermana, Marjorie, y una familia muy unida, compuesta por sus abuelos, tíos y primos, muchos de los cuales vivían en la misma manzana. Sus antepasados maternos formaban parte de los primeros conversos de la Iglesia en Escocia y habían llegado al valle del Lago Salado en 1850, tres años después de la compañía de pioneros de Brigham Young. El padre de Tom era hijo de inmigrantes ingleses y suecos que llegaron al Territorio de Utah a comienzos de 1865.

“Para conocer al hombre en el que se ha convertido Thomas Spencer Monson, es importante conocer sus raíces y el ambiente en que se educó”, dijo el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce5. Apodado “Tommy” cuando era pequeño, creció en una casa y un vecindario humildes, aproximadamente a un kilómetro y medio (una milla) al sudoeste del centro de Salt Lake City. Prácticamente toda su infancia y juventud transcurrió durante la Gran Depresión, que comenzó cuando él tenía dos años, así como durante la Segunda Guerra Mundial. En esa difícil época, sus padres y otras personas le enseñaron acerca de la caridad y la compasión, la lealtad y el trabajo arduo, cualidades que echaron profundas raíces en su personalidad.

Él dijo que su madre le inculcó “sentimientos de ternura y de preocupación por los demás”6. Ella procuraba elevar a las personas y mostraba una compasión especial por aquellos que se encontraban confinados en casa. Además, ella daba de comer y atendía a los hombres que se subían sin pagar a los trenes en busca de trabajo durante la Depresión (véase el capítulo 17). “Mi propia madre […] me enseñó mediante su vida y sus acciones lo que contiene [la Biblia]”, dijo el élder Monson. “Sus cuidados al pobre, al enfermo y al necesitado eran escenas cotidianas que jamás olvidaré”7.

Su padre era tan callado y reservado como era de extrovertida su madre, y la caridad cristiana de él también marcó una gran huella. Uno de sus tíos, que vivía cerca, estaba casi inmovilizado por causa de la artritis que no podía caminar. Spence Monson solía decir: “Ven conmigo, Tommy; llevemos al tío Elias a dar un paseo en auto”. Spence manejaba hasta la casa de Elias, lo cargaba en brazos y lo colocaba con cuidado en el asiento delantero, para que pudiera disfrutar de las vistas. El élder Monson recordaba: “El paseo era breve y la conversación limitada, pero, ¡ah, qué tradición de amor!”8. Esa lección, afirmó, “fue algo que no pasé por alto”9 (véase el capítulo 17).

De su padre también aprendió a trabajar arduamente. Cuando tenía catorce años, Spence Monson tuvo que dejar la escuela y empezó a trabajar en una imprenta, porque su padre enfermó de gravedad y su familia necesitaba esos ingresos. Después de que Spence y Gladys se casaron, Spence comenzó a trabajar en otra imprenta, en la cual llegó a ser gerente y permaneció más de cincuenta años, trabajando seis días a la semana y muchas noches. Cuando Tom tenía doce años, empezó a trabajar con su padre después de la escuela y los sábados; al principio, llevaba a cabo pequeñas tareas y, poco a poco, fue aprendiendo el oficio de impresor, hasta que se convirtió en aprendiz. A partir de aquellos comienzos y con el tiempo, trazaría su trayectoria profesional en el sector de la imprenta.

El joven Tommy Monson también contó con el apoyo de sus líderes y maestros en la Iglesia. Al recordar una ocasión en la que la presidenta de la Primaria, Melissa Georgell, lo corrigió con amor, él dijo: “Nuestro comportamiento en la Primaria no era siempre como debía ser. Yo tenía mucha energía y me resultaba difícil estar pacientemente sentado”10. Un día, la presidenta de la Primaria le pidió que se reuniera con ella y, poniendo el brazo sobre el hombro de Tommy, rompió a llorar. Sorprendido por sus lágrimas, le preguntó por qué lloraba. “No logro que los niños […] se mantengan reverentes durante los ejercicios de apertura de la Primaria”, ella explicó. “¿Quisieras ayudarme, Tommy?”. Él le prometió que lo haría.

“Para mi sorpresa, pero no la de ella, eso terminó con todos los problemas de reverencia en la Primaria”, recordó él. “Había acudido al origen del problema: a mí. La solución había sido el amor”11. A lo largo de su vida adulta, continuó visitando a aquella querida mujer hasta que falleció cuando tenía noventa y siete años12 (véase el capítulo 11).

El asesor del cuórum de maestros le dio a Tom un par de palomas de raza Birmingham Roller y las usó para enseñarle acerca de su responsabilidad, como presidente de cuórum, de rescatar a los miembros de su cuórum13. Una maestra de la Escuela Dominical enseñó que “[m]ás bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35), al sugerir que los integrantes de la clase tomaran el dinero que habían ahorrado para una fiesta y se lo entregaran a la familia de un compañero de clase cuya madre acababa de fallecer (véase el capítulo 19). De un maestro Scout que tenía una pierna ortopédica y fue objeto de una broma pesada por parte de uno de los muchachos, Tom aprendió a responder con bondad en lugar de enojarse (véase el capítulo 21).

Sus experiencias de la infancia durante los veranos que pasó en el cañón de Provo, al sur de Salt Lake City, también tuvieron una influencia de por vida. Allí aprendió a amar la natación, la pesca y otras actividades al aire libre. Más adelante, utilizaría esas experiencias para ilustrar principios del Evangelio. Las carreras de barquitos de juguete en el río Provo se convertirían en una manera de enseñar acerca de los dones que el Padre Celestial ha concedido para guiar a Sus hijos por la vida terrenal (véase el capítulo 7), y provocar un incendio que duró varias horas en extinguir se tornaría en un modo de enseñar sobre la obediencia (véase el capítulo 12).

La universidad, la Marina y el matrimonio

Tras graduarse de la escuela secundaria en 1944, Tom afrontaba muchas decisiones cruciales. Ese mismo otoño, se matriculó en la Universidad de Utah, bastante seguro de que al año siguiente lo llamarían al servicio militar, cuando cumpliera los dieciocho años, pues la Segunda Guerra Mundial seguía librándose en Europa y el Pacífico.

Durante aquel año en la universidad, Tom conoció a Frances Johnson, la mujer que llegaría a ser el amor de su vida. La primera vez que fue a recogerla para salir en una cita, el padre de ella le preguntó: “Monson es un apellido sueco, ¿no es así?”.

“Sí”, contestó Tom.

Entonces, el padre de Frances le mostró una fotografía de dos misioneros y le preguntó si estaba emparentado con uno de ellos llamado Elias Monson. Tom respondió que Elias era su tío abuelo.

Al oír esto, el padre de Frances rompió a llorar; la familia había conocido al élder Elias Monson cuando vivían en Suecia. Luego, besó a Tom en la mejilla, y la madre de Frances, llorando, lo besó en la otra mejilla14. Tom pensó que aquel noviazgo había comenzado con el pie derecho. Él y Frances tenían en común muchos intereses, por ejemplo, pasar tiempo al aire libre y con la familia, y bailar al son de orquestas musicales. “Siempre estaba presta a reír”, recordaba él. Era “caritativa y bondadosa” y mostraba “mucha empatía”15.

En julio de 1945, después de pasar un año en la universidad, Tom se alistó en el servicio militar. La guerra había terminado en Europa en mayo, pero continuaba en el Pacífico. Tras orar para recibir guía en el puesto de reclutamiento, Tom decidió alistarse en la Reserva Naval de los Estados Unidos en lugar de en la Marina, una decisión que, según dijo más adelante, cambiaría el rumbo de su vida (véase el capítulo 5). La guerra terminó en el Pacífico poco después de que se alistara y, después de un año en San Diego, California, completó honorablemente su servicio militar. Fue un año trascendental para él, en el cual tuvo oportunidades de defender valientemente sus convicciones, ser un ejemplo y dar una bendición del sacerdocio por primera vez (véanse los capítulos 823). Como no quería que Frances lo olvidara, Tom le escribía todos los días que estuvo en San Diego.

Cuando regresó a Salt Lake City en 1946, reanudó sus estudios en la Universidad de Utah y, en 1948, se graduó con honores en Mercadotecnia. Su noviazgo con Frances continuó y, conforme floreció el amor, Tom le propuso matrimonio. Se casaron en el Templo de Salt Lake el 7 de octubre de 1948. El presidente Monson solía hablar del consejo que recibió aquel día sobre la manera de conservar los buenos sentimientos en el matrimonio (véase el capítulo 17). Después de su recepción de bodas, comenzaron su vida en común en la misma manzana en la que Tom había crecido.

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Fotografía de la boda de Thomas y Frances Monson

Tom y Frances Monson en su recepción de bodas en 1948

Obispo del Barrio 6–7

El día en que Thomas S. Monson nació en 1927, se sostuvo a un nuevo obispo en el barrio de la familia. Cuando Spence Monson acudió al hospital a ver a su esposa y su hijo recién nacido, dijo él: “Hoy recibimos a un nuevo obispo”. Con el pequeño Tom en brazos, Gladys Monson dijo: “Y yo tengo un nuevo obispo para ti”16.

Fuera o no aquello una premonición de Gladys, sus palabras se cumplieron antes de lo que cualquiera hubiera previsto. El 7 de mayo de 1950, cuando Tom Monson solamente tenía veintidós años, fue llamado a ser obispo del barrio en el que había crecido. El barrio tenía más de mil miembros, entre los que se hallaban sus padres, sus hermanos y hermanas, y otros familiares. Tom y Frances solamente llevaban diecinueve meses casados.

El obispo Monson describió el Barrio 6–7 como “un barrio humilde y pionero en una estaca humilde y pionera”17. En aquel momento, el barrio afrontaba muchos desafíos. Había un gran número de miembros que no asistían a la Iglesia y que necesitaban amor y hermanamiento para ayudarlos a regresar a la actividad. Como muchos de esos miembros eran pobres, era el barrio que tenía las mayores necesidades de bienestar en la Iglesia18. Los miembros más ancianos, entre los que había más de ochenta viudas, también necesitaban atención especial. El barrio fluctuaba mucho, ya que muchas personas se mudaban a él y se marchaban de él cada mes. Años más tarde, el presidente Monson recordó sus sentimientos —y su fe— al afrontar tantos desafíos cuando era un joven obispo:

“La magnitud del llamamiento era abrumadora y la responsabilidad aterradora. Mi falta de aptitud me hacía sentir humilde. No obstante, mi Padre Celestial no me dejó andar errante en las tinieblas y en el silencio, sin instrucción ni inspiración. A Su manera, me reveló las lecciones que Él deseaba que aprendiera”19.

Algunas de las lecciones reveladas al obispo Monson llegaron por medio de la ayuda y la orientación de otras personas; otras lecciones las aprendió a través de la oración. “Todo obispo necesita una arboleda sagrada a la cual pueda apartarse para meditar y para orar pidiendo guía”, dijo él. “La mía fue nuestro viejo salón sacramental del barrio. No podría siquiera empezar a contar las ocasiones en las que, en alguna noche oscura, a una hora ya avanzada, me dirigía al estrado de ese edificio donde yo mismo había sido bendecido, confirmado, ordenado, instruido y, finalmente, llamado a presidir […]. Con la mano sobre el púlpito, me ponía de rodillas y compartía mis pensamientos, mis preocupaciones y mis problemas con Él en las alturas”20.

El obispo Monson buscaba, uno por uno, a los miembros que no asistían a la Iglesia. En la entrada de cierto hogar, dijo a un padre: “Vine para conocerlo y para alentarlo a que asista a las reuniones con su familia”. Aquel hombre lo rechazó y, poco después, la familia se mudó a California. Sin embargo, muchos años después, el hombre fue a ver al élder Monson, quien por aquel entonces era miembro del Cuórum de los Doce. “Vine para disculparme por no haberme levantado de la silla y hacerlo pasar aquel día de verano de hace ya muchos años”, le dijo él. “Soy ahora segundo consejero del obispado de mi barrio. El recuerdo de su invitación a asistir a la Iglesia y mi respuesta negativa no me dejaban en paz, y decidí hacer algo al respecto”21 (véase el capítulo 2). Aunque aquella familia regresó a la actividad en la Iglesia después de marcharse del Barrio 6–7, muchos otros miembros regresaron durante el servicio del obispo Monson y la asistencia a la reunión sacramental aumentó considerablemente22.

El obispo Monson prestaba mucha atención a los jóvenes del barrio y procuraba mantenerlos dentro del redil de la Iglesia. En una ocasión, se sintió inspirado a marcharse de una reunión de poseedores del sacerdocio para ir a buscar a un joven que asistía a la Iglesia solo en raras oportunidades. Finalmente, lo encontró trabajando en el foso de engrasado de un taller de automóviles. El obispo Monson dijo a aquel joven cuánto se le echaba de menos, y el joven comenzó a asistir23 (véase el capítulo 2). Más adelante, el joven sirvió en una misión y, con el tiempo, prestó servicio como obispo en dos ocasiones. Entre las muchas expresiones de gratitud del joven se encontraba una carta, escrita cuarenta años después, en la que decía:

“Al meditar en los acontecimientos de mi vida, estoy muy agradecido por un obispo que buscó y encontró a alguien que estaba perdido y demostró gran interés en él. Le agradezco desde el fondo del corazón todo cuanto ha hecho por mí personalmente. Lo amo”24.

El obispo Monson cuidaba especialmente de las viudas del barrio. Las ayudaba cuando corrían el riesgo de perder sus casas, cuando necesitaban productos básicos y cuando estaban mal de salud, y las animaba visitándolas cuando sentían soledad y pesar. Durante la época navideña, utilizaba sus vacaciones para visitar a cada una de ellas y les llevaba una caja de dulces o un pollo para asar. Siguió visitando a muchas de ellas durante mucho tiempo después de su relevo como obispo y visitó a muchas hermanas que se quedaron viudas después de que él sirviera como obispo. Una de ellas fue una mujer que enviudó en 1965 —diez años después de su relevo—, a quien visitó periódicamente hasta que ella falleció en 2009 a los noventa y ocho años, cuando él era Presidente de la Iglesia. “Pearl […] era una de las viudas a quienes visité durante todos estos años”, anotó él en su diario. “Ha tenido una vida difícil, pero ha perseverado”25. El presidente Monson habló en su funeral unos días después, en uno de los más de ochocientos funerales en los que discursó tras ser llamado al Cuórum de los Doce.

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El obispado del Barrio 6–7

El obispo Thomas S. Monson con sus consejeros del Barrio 6–7

Ante tantas personas que necesitaban ayuda temporal, el obispo Monson procuró formas de ayudar innovadoras e inspiradas, lo cual, con frecuencia, generaba oportunidades de servicio para los miembros. Un mes de diciembre, se enteró de que una familia alemana iba a mudarse pronto al barrio. Unas semanas antes de que llegaran, fue a ver el apartamento que se había alquilado para ellos, y le pareció tan oscuro y deprimente que se sintió descorazonado. Él pensó: “Qué bienvenida tan lúgubre para una familia que ha tenido que soportar tantas penurias”26.

A la mañana siguiente, mencionó el asunto en una reunión con los líderes del barrio. El obispo Monson escribió que un “espíritu de amor genuino […] impregnó el corazón y el alma de cada miembro” a medida que iban ofreciendo sus servicios de buena gana27. Durante las dos o tres semanas siguientes, los miembros del barrio trabajaron en conjunto para preparar el apartamento.

Cuando llegó la familia, lloraron al ver un luminoso apartamento con una alfombra nueva, pintura nueva, estantes llenos de comida y un árbol de Navidad que los jóvenes habían decorado. El padre tomó la mano del obispo Monson e intentó pronunciar palabras de gratitud, pero estaba demasiado embargado por la emoción. El obispo Monson dijo: “Apoyó la cabeza en mi hombro y, sollozando, repitió: ‘Mein Bruder, mein Bruder, mein Bruder’”28. Cuando los miembros del barrio se marchaban esa noche, una joven preguntó: “Obispo, nunca me había sentido tan bien como en este momento. ¿Puede decirme por qué?”. Él le respondió con estas palabras del Señor: “… en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).

En 1955, después de cinco años de servicio, el obispo Monson fue llamado a servir como consejero en la presidencia de estaca. Aunque ya no tenía el llamamiento de obispo, en su corazón siguió siendo obispo durante el resto de su vida, cuidando de los miembros del Barrio 6–7 y usando las lecciones que había aprendido para enseñar a otras personas y para que guíen su servicio futuro. Más adelante, reflexionando sobre aquellos años, él afirmó: “Siempre me he considerado un obispo que erró hacia el lado de la generosidad, y si tuviera que hacerlo de nuevo, sería aún más generoso”29.

El edificio del Barrio 6–7 fue demolido en 1967, pero no antes de que el obispo Monson rescatara algo que tenía un significado especial para él: el hermoso púlpito en el que se arrodillaba a orar cuando era obispo30. En 2009, como Presidente de la Iglesia, tomó la palabra desde ese púlpito cuando dedicó la nueva Biblioteca de Historia de la Iglesia. Fue una experiencia emotiva, porque el púlpito representaba muchos recuerdos de su niñez, su juventud y su ministerio como obispo. “Este púlpito, en parte, narra la historia de mi fe personal”, dijo en aquel momento. “Para mí, es un recuerdo entrañable de experiencias sagradas”31.

Su familia

Tom y Frances Monson estaban llenos de júbilo cuando nació su primer hijo, al que llamaron Thomas Lee, en 1951, un año después de que Tom comenzara su servicio como obispo. Ann Frances, la única hija de los Monson, también nació mientras Tom prestaba servicio como obispo, en 1954. Su tercer y último hijo, al que llamaron Clark Spencer, nació en 1959, durante la misión que realizaron en Canadá.

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Fotografía de la familia Monson

La familia Monson en 1962 De izquierda a derecha: Frances; Tom, hijo; Clark, Tom, padre; y Ann.

Aunque dedicaba muchas horas a trabajar en su profesión y a su servicio en la Iglesia, Tom fue un devoto esposo y padre. Sus hijos recordaban que otros padres “parecían pasar más tiempo en casa que papá, pero no dedicaban a sus hijos tanto tiempo como papá nos dedicaba a nosotros. Siempre hacíamos algo juntos, y esos recuerdos son invalorables para nosotros”32.

El joven Tom recordaba que, cuando su padre presidía la Misión Canadiense, podían pasar poco tiempo libre juntos, pero cada noche, antes de irse a dormir, Tom iba a la oficina de su padre, en la casa de la misión, para jugar a las damas. “A su manera, ese recuerdo me es tan querido como el que tengo de la vez en que, años más tarde, cuando yo había enfermado de neumonía durante el entrenamiento básico en el servicio militar, papá tomó un avión hasta Louisville, Kentucky, para ir a darme una bendición de salud”, dijo Tom33.

Ann valoraba el modo en que su padre compartía experiencias de sus asignaciones eclesiásticas: “Mis recuerdos más preciados son los de su regreso a casa los domingos por la noche, después de alguna asignación en una conferencia de estaca o alguna visita a una misión, cuando nos hablaba de la inspiración especial que había sentido para llamar a un patriarca o de alguna experiencia de fe al entrevistar a los misioneros”34. Más adelante, cuando Ann ya tenía su propia familia, valoraba la oportunidad de que sus hijos trabajaran junto a su abuelo, así como sus experiencias en el cañón de Provo: “A todos los de la familia nos gusta sentarnos alrededor de una fogata, junto a la cabaña familiar, tostando malvaviscos y escuchando relatos del abuelo”35.

Clark dijo que, aunque su padre viajaba con frecuencia para llevar a cabo asignaciones de la Iglesia, “siempre dedicaba tiempo a sus hijos […]. Nunca me sentí privado de pasar tiempo con papá. Cuando estaba en casa, jugaba con nosotros y nos llevaba a comer helado […]. Cuando era niño, pasé muchas horas pescando con mi padre”36. Durante una salida a pescar, Clark se conmovió cuando su padre le pidió que recogiera el sedal y le dijo: “Dentro de unos cinco minutos, tu hermano Tom va a tomar el examen final estatal para obtener su matrícula de abogado. Se ha esforzado mucho estos tres años en sus estudios de Derecho y estará un poco nervioso. Vamos a arrodillarnos en el bote; yo ofreceré una oración por él, y luego tú ofrecerás otra”37.

Frances se dedicó a criar a sus hijos y a formar un hogar feliz que brindara apoyo. Poco antes de que el padre de Frances muriera en 1953, él le dijo: “Estoy orgulloso de ti, Frances. Estoy orgulloso de tu esposo, Tom. Los dos van a recibir muchas bendiciones gracias a la lealtad y la devoción que tienen hacia el Evangelio, el hogar y la familia”38.

Su trayectoria profesional

Después de que Tom se graduara de la Universidad de Utah en 1948, tuvo muchas ofertas de trabajo, incluso de varias grandes empresas de otros estados. Decidió aceptar un puesto en el periódico Deseret News como representante de ventas de anuncios clasificados. Unos meses después, se convirtió en director adjunto de anuncios clasificados y, al año siguiente, ocupó el puesto de director.

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El presidente Monson junto a una imprenta

Thomas S. Monson comprueba una plancha de impresión en la imprenta Deseret News Press.

En 1953, Tom comenzó a trabajar en Deseret News Press, una de las empresas más importantes del sector editorial en el oeste de los Estados Unidos. En cierta manera, esto constituyó un regreso a sus raíces de la adolescencia, cuando trabajaba con su padre en una imprenta. En Deseret News Press, trabajó como director adjunto de ventas y, posteriormente, como director de ventas. Una de las cuentas que administraba era Deseret Book y, al ayudar a los líderes de la Iglesia a publicar sus libros, entabló muchas relaciones cercanas y vivió muchas experiencias que le resultaron de guía. “Creo que uno de los aspectos destacados de mi vida fue la oportunidad de trabajar en tan estrecha colaboración con las Autoridades Generales y otras personas para ayudarlos a convertir sus manuscritos en un producto terminado”, escribió él39. Asimismo, se ocupaba de la mayor parte de las impresiones de la Iglesia, entre ellas, la literatura misional y la impresión del Libro de Mormón en muchos idiomas.

Presidente de la Misión Canadiense

El mes de julio de 1957 estuvo lleno de grandes cambios para la familia Monson. Además de ser director de ventas en Deseret News Press, Tom fue nombrado director general adjunto. Luego, a finales de mes, la familia se mudó a una nueva casa en una zona residencial de Salt Lake City, y se marchó del vecindario en el que Tom había crecido y había servido como obispo.

Y seguirían llegando cambios. Menos de dos años después, Tom fue llamado a presidir la Misión Canadiense, cuya sede se encontraba en Toronto. Una vez más, iba a asumir una gran responsabilidad siendo joven (tenía treinta y un años) y esta ocasión requeriría que la familia se mudara a mucha distancia. Frances, que estaba teniendo problemas de salud relacionados con su embarazo, también iba a tener muchas responsabilidades. El élder Harold B. Lee, del Cuórum de los Doce, pronunció algunas provechosas palabras de consejo que se convertirían en temas predominantes en las enseñanzas del presidente Monson:

“A quien el Señor llama, el Señor capacita”.

“Cuando estamos en la obra del Señor, tenemos derecho a recibir Su ayuda”.

“Dios da forma a la espalda del hombre para que pueda sobrellevar las cargas que le son dadas”40.

En abril de 1959, la familia Monson abordó un tren con destino a Toronto, donde vivirían durante casi tres años. Los dos hijos, Tommy y Ann, tenían siete y cuatro años, respectivamente. Frances tenía los ojos bañados en lágrimas al marcharse de casa, pero la familia hizo aquel sacrificio bien dispuesta, con fe en que estaban cumpliendo la voluntad de Dios.

En Canadá, se zambulleron de inmediato en la obra misional. El presidente Monson comenzó a supervisar la labor de 130 misioneros (más adelante llegarían a ser más de 180), que estaban dispersos por las grandes provincias de Ontario y Quebec. Al igual que había hecho cuando era obispo, lideró con optimismo y amor, ayudó a edificar la fe, e infundió confianza. Y también confió en el Señor. Uno de sus misioneros dijo: “[S]us decisiones siempre parecían encajar en [el] plan general [del Señor]”41. Otro misionero recordó: “Ejerció una influencia impresionante en aquella misión […]; una rápida gira que hizo por la misión le bastó para saber los nombres de todos los misioneros y de muchos de los miembros. Adondequiera que fuera, elevaba el espíritu de todas las personas. Impartió energía y vigor a toda la misión”42.

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Fotografía de grupo de la Misión Canadiense

El presidente y la hermana Monson (en la segunda fila, en el centro) con algunos de los misioneros de la Misión Canadiense.

La misión prosperó bajo la dirección del presidente Monson. “El Señor ha derramado Su Espíritu sobre la gente”, comunicó a la Primera Presidencia. “Ciudades donde nunca había habido un bautismo ahora están produciendo conversos todos los meses”43. En gran medida, él atribuyó su éxito a los miembros, quienes participaron más en buscar personas a las que los misioneros pudieran enseñar y en hermanarlas.

Clark, el tercer hijo de los Monson, nació seis meses después de que llegaran a Toronto. Además de cuidar de tres niños pequeños, recibir a los misioneros y a otras personas en la casa de la misión, y prestar servicio como presidenta de la Sociedad de Socorro de la misión, la hermana Monson también ayudaba en la obra misional. Un día, recibió una llamada telefónica de un hombre que dijo: “Hemos llegado de nuestra Holanda natal, donde tuvimos la oportunidad de aprender algo acerca de los mormones. Aunque yo no estoy interesado, mi esposa quisiera saber más”. La hermana Monson dio a los élderes el nombre y la dirección de la persona que había llamado, pero ellos se demoraban en contactarse con él. Les preguntaba: “¿Y mi familia holandesa? ¿Van a visitarlos esta noche?”. Al cabo de unas semanas, les dijo que, si no iban a contactarse con la familia pronto, ella y su esposo lo harían. Dos élderes acudieron a visitarlos, y la familia de Jacob y Bea de Jager se unió a la Iglesia. El hermano de Jager, quien en un principio había afirmado no estar interesado en la Iglesia, prestó servicio como Setenta Autoridad General entre 1976 y 199344.

Cuando los Monson llegaron, no había estacas en el este de Canadá, así que, además de supervisar la labor de los misioneros, el presidente Monson también era responsable de los siete distritos de la misión. Los misioneros de tiempo completo presidían muchos de los distritos y ramas, y una de las prioridades del presidente Monson era llamar a poseedores locales del sacerdocio a prestar servicio en aquellas funciones. De esa forma, se desarrollaba el liderazgo local y los misioneros podían dedicar más tiempo al proselitismo y la enseñanza. Para 1962, ya había un líder local que presidía cada unidad de la Iglesia en la misión45.

Cuando los Monson llegaron al este de Canadá en 1959, la Iglesia solamente tenía dos pequeños centros de reuniones en toda la misión, así que la mayoría de las congregaciones se reunían en locales alquilados. Al percibir la necesidad de mejorar los lugares de reunión, el presidente Monson puso en marcha un programa de construcción. Además, el hecho de contar con centros de reuniones contribuyó a la labor misional y los edificios dedicados brindaron un sentido de permanencia. Cuando los Monson finalizaron su misión, había siete nuevos centros de reuniones terminados o en construcción, y se estaban planificando diez centros más46.

En agosto de 1960, la Iglesia logró un hito con la creación de la Estaca Toronto, la primera estaca en el este de Canadá y la número 300 de la Iglesia. El presidente Monson escribió: “Fue un momento destacado de nuestra misión el ver a los miembros […] convertirse en una estaca de Sion. “Se regocijaron por ese logro”47. En el futuro llegarían más estacas, así como un templo en la región de Toronto, cuya ceremonia de la palada inicial llevó a cabo el presidente Monson en 1987.

De una misión llena de sucesos destacados, el presidente Monson dijo que lo principal había sido poder servir con su familia. “[Esos] tres años llegarían a ser uno de los períodos más felices de nuestra vida, al dedicarnos a tiempo completo a compartir el evangelio de Jesucristo con otras personas”48.

En enero de 1962, tras casi tres años de servicio, Thomas S. Monson fue relevado como presidente de la Misión Canadiense. La familia se había encariñado mucho con Canadá, con su gente y con los misioneros. Así como el presidente Monson siguió mantenido una estrecha relación con los miembros del Barrio 6–7 después de ser relevado como obispo, también siguió estrechamente relacionado con los misioneros y los miembros con quienes había prestado servicio en Canadá. Entre 1962 y 2015, asistió y dirigió la palabra en más de cincuenta reuniones con esos misioneros, y también con los familiares de estos y con otras personas.

Su llamamiento como Apóstol

En febrero de 1962, cuando los Monson regresaron de Canadá, Tom volvió a trabajar en Deseret News Press. En marzo, ascendió al puesto de director general, un cargo muy exigente, en especial, desde que dirigía el enorme cambio a nuevos procesos y equipos de impresión. También prestaba servicio en cuatro comités generales de la Iglesia.

La tarde del 3 de octubre de 1963, Tom estaba conversando con un invitado en su oficina, cuando su secretaria le comunicó que tenía una llamada telefónica. Al atender la llamada, lo sorprendió descubrir que quien llamaba era la secretaria del Presidente de la Iglesia, David O. McKay, y que el presidente McKay quería hablar con él. Tras conversar brevemente por teléfono, el presidente McKay le preguntó a Tom si podía acudir a su oficina esa tarde.

El auto de Tom estaba en el taller mecánico, así que pidió un auto prestado y se dirigió a la oficina del presidente McKay. Puesto que estaba sirviendo en comités de la Iglesia, creía que el presidente McKay quería hablar de esas asignaciones, pero el presidente tenía otro asunto en mente. “Me pidió que me sentara junto a él, en una silla colocada al lado de su escritorio, frente a él”, recordaba Tom. Y entonces le dijo: “He nombrado al élder Nathan Eldon Tanner para que sea el Segundo Consejero de la Primera Presidencia, y el Señor lo ha llamado a usted para que ocupe su lugar en el Consejo de los Doce Apóstoles. ¿Podría aceptar este llamamiento?”49.

Sobrecogido por lo que el presidente McKay le había pedido, Tom se quedó sin palabras. “Los ojos se me llenaron de lágrimas”, dijo él, “y tras una pausa que pareció eterna, respondí asegurándole al presidente McKay que cualquier talento con el cual yo hubiese sido bendecido sería puesto al servicio del Maestro”50.

Esa noche, Tom le pidió a Frances que saliera con él en el auto. Acompañados por Clark, que tenía cuatro años, se dirigieron a un monumento situado en Salt Lake City y, conforme caminaban alrededor de este, Frances podía percibir que había algo que ocupaba la mente de Tom. Cuando le preguntó al respecto, él le habló acerca del llamamiento al santo apostolado. Más adelante, Frances diría: “Sentí sorpresa y humildad […]. Aquel era un llamamiento muy importante y una responsabilidad sobrecogedora”51. Como siempre, ella lo apoyó incondicionalmente.

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El élder Monson entre la audiencia, en la conferencia general

El élder Thomas S. Monson entre la congregación, en la Conferencia General de octubre de 1963, antes de que se anunciara su llamamiento como Apóstol.

A la mañana siguiente, en la conferencia general, Thomas S. Monson fue sostenido como miembro del Cuórum de los Doce Apóstoles, como testigo especial “del nombre de Cristo en todo el mundo”52. A los treinta y seis años, era el Apóstol más joven en ser llamado desde Joseph Fielding Smith, en 1910, y tenía diecisiete años menos que el Apóstol que le seguía en edad en aquel momento.

En aquella misma sesión de la conferencia, el élder Monson pronunció su primer discurso como Autoridad General. Tras expresar su gratitud, dio el siguiente testimonio y declaró este compromiso:

“Sé, sin duda, mis hermanos y hermanas, que Dios vive. Sé que esta es Su obra y sé que la experiencia más dulce de esta vida es sentir Sus impresiones conforme Él nos dirige en tanto llevamos adelante Su obra. He sentido dichas impresiones cuando era un joven obispo, guiándome a los hogares donde había necesidad espiritual, o quizás temporal. Volví a sentirlas en el campo misional al trabajar con sus hijos y sus hijas, los misioneros de esta gran Iglesia […].

“Consagro mi vida, todo lo que pudiera tener. Me esforzaré al máximo de mi capacidad para ser quien desean que yo sea. Estoy agradecido por las palabras de Jesucristo, nuestro Salvador, que dijo:

“‘… yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él’ (Apocalipsis 3:20).

“Ruego fervientemente […] que mi vida merezca el cumplimiento de esa promesa de nuestro Salvador”53.

Seis días después, el 10 de octubre de 1963, el élder Monson fue ordenado Apóstol y fue apartado como miembro del Cuórum de los Doce por el presidente Joseph Fielding Smith, quien era el Presidente del Cuórum.

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Thomas S. Monson

Su dedicación al ministerio apostólico

Cuando el élder Monson fue llamado como Apóstol, la expansión mundial de la Iglesia se estaba acelerando a un ritmo sin precedentes. Al igual que otras Autoridades Generales, no tardó en empezar a viajar por todo el mundo para guiar ese crecimiento. En ocasiones, estaba de viaje hasta cinco semanas, enseñando a los miembros y los misioneros, organizando nuevas unidades de la Iglesia, dedicando centros de reuniones, y poniendo en marcha los programas de la Iglesia.

El élder Monson se tomó muy en serio las palabras de un miembro de los Doce, que decía que el servicio como Apóstol requería “una dedicación total a la obra del Maestro de alentar y elevar, enseñar y capacitar, liderar y dirigir a los santos de Dios. Significa aceptar las cargas y fortalecer las esperanzas de la Iglesia y de su pueblo”54.

Las cuestiones administrativas eran menos importantes que buscar maneras de bendecir a las personas. Uno de entre cientos de ejemplos fue su servicio a Paul C. Child, quien había sido presidente de estaca del élder Monson cuando él era joven. A finales de la década de 1970, el presidente Child y su esposa, Diana, tenían problemas de salud y vivían en un centro de asistencia para personas mayores. El élder Monson los visitaba con regularidad y, en una ocasión, durante los servicios dominicales en aquel geriátrico, él rindió homenaje a aquel querido líder. Cuando volvió a casa, dijo a Frances que “sentía que había logrado un bien mayor en aquella visita en particular que en muchas conferencias”55.

En sus asignaciones en las Oficinas Generales de la Iglesia, el élder Monson influyó prácticamente en todos los aspectos de la estructura y los programas de la Iglesia. Entre 1965 y 1971, prestó servicio como presidente del Comité de Correlación de Adultos y ayudó a unificar las guías, los manuales de instrucciones y las organizaciones de la Iglesia. También fue asesor de las organizaciones de los Hombres Jóvenes y las Mujeres Jóvenes. Prestó servicio en el Comité Ejecutivo Misional entre 1965 y 1982, y lo presidió durante los últimos siete años de ese período. En ese tiempo, participó en la asignación de decenas de miles de misioneros, la selección de presidentes de misión, la creación de misiones nuevas, el trazado de programas de capacitación misional y la supervisión de los centros de visitantes. “[M]uchas son las experiencias que afianzan la fe que han ocurrido en el proceso de asignar misioneros”, escribió él56.

En 1965, el presidente McKay asignó al élder Monson supervisar la obra de la Iglesia en el Pacífico Sur. Aquella asignación requería que viajara de las islas del Pacífico a la Australia continental. El élder Monson llegó a sentir un profundo amor por los santos de esos lugares, y se sintió inspirado por la devoción que sentían por el Evangelio y por su fe.

La primera vez que el élder y la hermana Monson visitaron Samoa, en 1965, fueron a una aldea en la que se reunieron con casi doscientos niños en una escuela de la Iglesia. Al final de la reunión, el élder Monson se sintió inspirado a saludar a los niños uno por uno, pero consultó su reloj y vio que no quedaba suficiente tiempo antes del horario programado de su vuelo. No obstante, cuando volvió a sentir la misma impresión, le comunicó al maestro de la escuela su deseo de estrechar la mano de cada niño. El maestro se alegró muchísimo, porque los niños habían orado para tener esa experiencia. El élder Monson dijo: “Fue imposible refrenar las lágrimas a medida que los hermosos niños y niñas se acercaban tímidamente y nos susurraban el dulce saludo samoano ‘talofa lava’”57.

Cuando el élder Monson visitó Sídney, Australia, en 1967, un hombre le dijo que el testimonio que había compartido en una visita anterior lo había llevado a decidir ser bautizado. El élder Monson escribió en su diario: “Comentarios como ese me llevan a lo más profundo de la humildad y me hacen comprender la responsabilidad que descansa sobre mí”58.

A lo largo de su ministerio apostólico, la preocupación del presidente Monson se centró principalmente por la persona en particular. Guiado por el Espíritu y por sus observaciones personales, tendió la mano a las personas con dificultades o abrumadas por las cargas. Al asistir a conferencias de estaca y de Área, participar en dedicaciones de templos y prestar servicio en comités, no solo tuvo oportunidades de oficiar e instruir, sino también de mostrar lo mucho que se preocupaba por las personas.

Su ministerio en la República Democrática Alemana y los milagros allí ocurridos

En junio de 1968, después de que el élder Monson supervisara la obra en el Pacífico Sur durante tres años, la Primera Presidencia le asignó supervisar las misiones de la Iglesia en Alemania, Italia, Austria y Suiza. En Alemania, había casi cinco mil miembros de la Iglesia que vivían tras la Cortina de Hierro, en la República Democrática Alemana. En aquel momento, esa parte de Alemania se encontraba bajo el régimen comunista, que limitaba las libertades con severidad y reprimía las actividades religiosas. Mayormente debido a las restricciones impuestas por el Gobierno, ninguna Autoridad General había visitado el país desde la construcción del Muro de Berlín, en 1961. Una de las máximas prioridades del élder Monson en su nueva asignación era tratar de llegar a los miembros de la Iglesia que vivían allí.

Viajar a la República Democrática Alemana implicaba muchos riesgos. El élder Monson se puso en contacto con un funcionario del Gobierno estadounidense, que intentó disuadirlo de que fuera y le advirtió: “Si algo le sucede, no podremos sacarlo de allá”. Pero él estaba decidido a ir de todos modos. “Uno tenía que darse cuenta”, explicó después, “de que el objetivo era mucho mayor que cualquier autoridad terrenal y, con confianza en el Señor, íbamos”59.

Su primera visita tuvo lugar el 31 de julio de 1968. Él y Stan Rees, el presidente de la Misión Alemania Norte, cruzaron el puesto de control situado en el Muro de Berlín, bajo una enorme vigilancia, y pasaron parte del día en Berlín Oriental. Aunque aquella fue una visita breve, dio inicio al notable ministerio del élder Monson en la República Democrática Alemana, un ministerio que continuaría durante más de dos décadas y se convertiría en un aspecto determinante de su servicio como Apóstol.

La siguiente visita del élder Monson fue en noviembre de 1968. En una atmósfera muy tensa, él, el presidente Rees y la hermana Helen Rees se adentraron bastante en el país, hasta llegar a Görlitz, donde se dirigieron a un viejo almacén con muchas marcas de artillería de la Segunda Guerra Mundial. Llegaron sin avisar y se encontraron con más de doscientos miembros de la Iglesia reunidos en la segunda planta. El élder Monson tuvo una de las experiencias más inspiradoras de su vida en aquella reunión.

Los discursantes pronunciaron mensajes que reflejaban un profundo conocimiento del Evangelio; además, el élder Monson nunca había escuchado cantos tan fervorosos, los cuales colmaron el lugar de fe y devoción. A pesar de las dificultades, la pobreza y las penurias que aquellos santos afrontaban, vio resiliencia, esperanza y fe. Más adelante, él dijo: “Me he reunido con pocas congregaciones que hayan demostrado un amor tan grande por el Evangelio”60.

Aunque el élder Monson se regocijaba en la fidelidad de esos santos, también sentía mucho pesar, porque no tenían patriarcas, ni barrios ni estacas, ni la oportunidad de recibir las bendiciones del templo. Durante la reunión, se acercó al púlpito y, con lágrimas en los ojos, les prometió: “Si permanecen firmes y fieles a los mandamientos de Dios, recibirán todas las bendiciones de las cuales los miembros de la Iglesia gozan en otros países del mundo”61.

Durante los años siguientes, el élder Monson y los líderes y los miembros de la Iglesia de la República Democrática Alemana se esforzaron incansablemente por hacer su parte para que la promesa se cumpliera. El élder Monson regresaba con frecuencia para fortalecer a los santos y darles bendiciones y ánimo. Contó con la ayuda de Henry Burkhardt, quien presidió la Misión Dresde durante diez años, y de muchos otros miembros locales de la Iglesia. Los miembros ayunaron y oraron, y prestaron oído al consejo del élder Monson de que cumplieran el duodécimo Artículo de Fe: respetar las leyes del país.

Poco a poco, aquella promesa comenzó a hacerse realidad. En 1969, la Primera Presidencia aprobó la ordenación de un patriarca en Salt Lake City y lo autorizó a viajar a la República Democrática Alemana para que diera bendiciones patriarcales. A principios de la década de 1970, los líderes gubernamentales empezaron a permitir que algunos líderes de la Iglesia salieran del país brevemente para asistir a la conferencia general.

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El élder Monson y un grupo de santos de Alemania Oriental

Algunos líderes se reúnen con el élder Monson (en la primera fila, en el extremo derecho) tras una reunión de poseedores del sacerdocio en la recién establecida Misión Dresde, en la República Democrática Alemana.

En abril de 1975, el élder Monson se sintió inspirado a dedicar la República Democrática Alemana para que se pudiera acelerar la obra. Reunió a varios líderes en un espacio abierto que dominaba el río Elba y ofreció una oración dedicatoria en la que rogó que se abriera la vía para que los miembros pudieran recibir las ordenanzas del templo. Rogó que las personas fueran receptivas al Evangelio y que los líderes gubernamentales permitieran el progreso de la obra; y rogó también que los misioneros pudieran volver a enseñar el Evangelio allí62.

Más adelante, el élder Monson dijo: “[L]a bendición suprema que necesitaban los miembros dignos era el privilegio de recibir la investidura y ser sellados. “Exploramos todas las posibilidades. ¿Acaso sería posible que hicieran un viaje, una vez en la vida, para ir al Templo de Suiza? El gobierno alemán no lo aprobó. Tal vez, sugirieron, una madre y un padre podrían ir a Suiza dejando a los hijos en Alemania, pero aquello no tenía sentido. ¿Cómo podrían sellar los hijos a los padres sin poder arrodillarse todos juntos en el altar? Era una situación trágica”63.

El élder Monson analizó la situación y las posibles soluciones con la Primera Presidencia y con otros líderes en Salt Lake City. En la primavera de 1978, el presidente Spencer W. Kimball le dijo que el Señor no iba a negar las bendiciones del templo a esos miembros; luego sonrió y le dijo: “Busque la solución”64.

Poco después, se produjo un logro histórico. Cuando Henry Burkhardt continuó solicitando a los líderes gubernamentales que permitieran a las familias viajar al Templo de Suiza, ellos le preguntaron: “¿Por qué no construyen un templo aquí?”65. Henry se quedó sorprendido de que el Gobierno, que había controlado muy de cerca las actividades religiosas durante años, fuera a permitir que la Iglesia construyera un templo que solamente estaría abierto a los miembros que tuvieran la recomendación para el templo.

La Iglesia aceptó aquella propuesta y, poco a poco, el Señor fue abriendo la vía para que se construyera un templo en la República Democrática Alemana. Se consiguió un terreno en Freiberg y, el 23 de abril de 1983, el élder Monson presidió la ceremonia de la palada inicial. “¡Este es un milagro de milagros!”, exclamó él. “[Sentí] regocijo en el corazón y en el alma”66. Poco más de dos años después, los días 29 y 30 de junio de 1985, el presidente Gordon B. Hinckley dedicó el Templo de Freiberg, Alemania, y llamó al élder Monson para que fuera el primer discursante. Al expresar sus sentimientos acerca de aquel hecho histórico, el élder Monson escribió en su diario:

“Hoy fue uno de los momentos más destacados de mi vida […]. Me resultó difícil controlar las emociones al hablar, porque me pasaron por la mente muchos ejemplos de la fe de los devotos santos de esta parte del mundo. Con frecuencia, la gente pregunta: ‘¿Cómo ha sido posible que la Iglesia obtuviera permiso para construir un templo tras la Cortina de Hierro?’. Sencillamente, siento que la fe y la devoción de nuestros Santos de los Últimos Días de aquella región dieron lugar a la ayuda del Dios Todopoderoso y les proporcionaron las bendiciones eternas que tan abundantemente merecían”67.

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Un grupo delante del Templo de Freiberg, Alemania

El presidente y la hermana Monson en la dedicación del Templo de Freiberg, Alemania, en junio de 1985 De izquierda a derecha: Emil Fetzer, Elisa Wirthlin, élder Joseph B. Wirthlin, Mary Hales, élder Robert D. Hales, y los Monson.

Aquella noche, el élder Monson reflexionó sobre su ministerio en la República Democrática Alemana desde su primera visita, diecisiete años antes, y su oración dedicatoria, diez años antes, que habían culminado en la dedicación de un templo. Aunque él había sido muy importante para “uno de los capítulos más trascendentes y de mayor fe de la historia de la Iglesia”, escribió que “todo el honor y la gloria corresponden a nuestro Padre Celestial, porque estos hechos han tenido lugar únicamente por medio de Su intervención divina”68.

En 1982, se había organizado en Freiberg la primera estaca de la República Democrática Alemana. Dos años después, el élder Monson y el élder Robert D. Hales organizaron la segunda estaca, en Leipzig. Tras ello, todos los miembros de la Iglesia del país formaban parte de alguna estaca de Sion.

Todavía quedaba una bendición por cumplirse: que se autorizara a misioneros de otros países a enseñar el Evangelio en la República Democrática Alemana y que los misioneros de aquella nación pudieran servir en otras. En 1988, el presidente Monson solicitó permiso directamente a Erich Honecker, el Presidente del país.

Cuando llegaron el presidente Monson y su grupo, el señor Honecker dijo: “Sabemos que los miembros de su Iglesia creen en el trabajo; lo han demostrado. Sabemos que ustedes creen en la familia; lo han demostrado. Sabemos que son buenos ciudadanos en cualquier país donde residan; lo hemos observado. Ahora ustedes tienen la palabra: expresen sus deseos”69.

Entre otras cosas, el presidente Monson expresó su gratitud por la autorización para construir el Templo de Freiberg. Luego relató que casi noventa mil personas habían asistido al programa de puertas abiertas del templo, y que decenas de miles más habían asistido a programas de puertas abiertas de los nuevos centros de reuniones en Leipzig, Dresde y Zwickau. “Ellos desean conocer nuestras creencias”, dijo él; “nos gustaría decirles que creemos en honrar, obedecer y sostener las leyes del país donde vivamos. Nos gustaría explicarles que deseamos fortalecer los lazos familiares. Esas son solo dos de nuestras creencias”.

El presidente Monson explicó la necesidad de misioneros y luego continuó así: “Los hombres y mujeres jóvenes que nos gustaría que vinieran a su país como representantes misionales amarían a su nación y a su pueblo, y más que nada, dejarían en su pueblo una influencia ennoblecedora”.

La petición final del presidente Monson era que “los hombres jóvenes y las mujeres jóvenes de su país que son miembros de nuestra Iglesia [pudieran] servir como representantes misionales en muchas naciones, como en los Estados Unidos, Canadá y muchas más”. Les prometió que, cuando esos misioneros volvieran a casa, estarían “mejor preparados para asumir puestos de responsabilidad en su tierra”.

Cuando el presidente Monson concluyó, el presidente Honecker habló durante unos treinta minutos. El presidente Russell M. Nelson, quien se encontraba en aquella reunión, dijo que “todos esperaron […] con suma ansiedad” la respuesta del secretario Honecker a aquella petición70. Al final, dijo: “Sabemos quiénes son y confiamos en ustedes. Tenemos experiencia con ustedes, de modo que su petición con respecto a los misioneros queda aprobada”. El presidente Monson dijo que, al oír esas palabras, se le “levantó el ánimo hasta los cielos”71.

En marzo de 1989, por primera vez en cincuenta años, empezaron a servir en la República Democrática Alemana misioneros de tiempo completo del exterior del país. En mayo de 1989, llegaron al Centro de Capacitación Misional de Provo, Utah, los diez primeros misioneros procedentes de aquella nación. El Gobierno no impuso restricciones relativas a los lugares en los que podían servir72.

Las promesas que el élder Monson había hecho en un viejo almacén en 1968 y las bendiciones que había pedido en oración cuando dedicó la República Democrática Alemana en 1975 se cumplieron por medio de muchos milagros que sucedieron a lo largo de veinte años. Años más tarde, refiriéndose a esas bendiciones, escribió en su diario: “He aprendido que lo que es un gran problema para el hombre es una oportunidad para Dios. Soy testigo viviente de cómo la mano del Señor se ha manifestado para velar por los miembros de la Iglesia en países que antes tenían gobiernos comunistas”73.

Las nuevas ediciones de las Escrituras

En una reunión sacramental, cuando era joven, Tom Monson oyó a un miembro de la presidencia de su estaca enseñar acerca de la sección 76 de Doctrina y Convenios de un modo que impulsó en él el deseo de estudiar las Escrituras. Sus líderes del Sacerdocio Aarónico, a quienes él describía como “hombres sabios y pacientes que nos enseñaban con las Santas Escrituras”, también lo ayudaron a sentir amor por las Escrituras74. Lucy Gertsch, una de sus maestras de Escuela Dominical, “[t]raía a su salón de clases como invitados de honor a Moisés, Josué, Pedro, Tomás, Pablo y, claro está, a Cristo; y aunque no los veíamos, aprendimos a amarlos, a honrarlos y a emularlos”75.

Su amor por las Escrituras se acentuó en su servicio como obispo y su profesión en el sector editorial. Como creía que conocer mejor las Escrituras lo ayudaría como obispo, para finales del año en que fue llamado, las había leído todas. En Deseret News Press, “[e]l trabajo más grande era hacer pedidos del Libro de Mormón”76. Aquellas experiencias con las Escrituras lo estaban ayudando a prepararse para una asignación singular como miembro del Cuórum de los Doce.

En 1972, el presidente Harold B. Lee nombró al élder Monson presidente del Comité de Ayudas para el estudio de la Biblia, al cual se le había pedido buscar maneras de mejorar el estudio de las Escrituras entre los miembros de la Iglesia. Más adelante, ese comité pasó a ser el Comité de Publicación de las Escrituras y se le dio la responsabilidad de preparar nuevas ediciones de las Escrituras que facilitaran el estudio. La creación de esas nuevas ediciones requirió un esfuerzo prolongado e intensivo por parte de los miembros del comité y de más de cien académicos, especialistas en informática y otros expertos que trabajaron bajo la dirección del comité.

Una labor enorme que tuvieron por delante fue crear notas al pie de página que incorporaran referencias a pasajes correlacionados de los cuatro libros canónicos: la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y La Perla de Gran Precio. En relación con la edición para los Santos de los Últimos Días de la Biblia, la versión del rey Santiago en inglés, otra enorme tarea fue la creación de la Topical Guide [Guía temática], compuesta por más de 2800 temas del Evangelio con referencias de los cuatro libros canónicos para el estudio de las Escrituras. Asimismo, la nueva edición incluía el Bible Dictionary [Diccionario bíblico] y fragmentos de la Traducción de José Smith de la Biblia. Se redactaron nuevos encabezamientos de los capítulos que recalcaban el contenido doctrinal y se agregaron veinticuatro páginas con mapas.

Cuando se publicó esa edición de la Biblia en 1979, el élder Monson escribió: “Hemos producido lo que quizás sea el adelanto más destacable de erudición de la Iglesia en un siglo”. Asimismo, dijo que el “sistema revolucionario de concordancias al pie de página con los otros libros canónicos”, así como la Topical Guide [Guía temática], la convertían en “una Biblia con referencias sin igual”77.

Dos años más tarde, se publicaron nuevas ediciones del Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y La Perla de Gran Precio. Dichas ediciones incluían nuevas notas al pie, introducciones, encabezamientos de capítulos y de secciones, y resúmenes de los versículos, además de un índice ampliado que incorporaba referencias de los tres libros de Escrituras; y se agregaron dos secciones nuevas a Doctrina y Convenios (la 137 y la 138), así como la Declaración Oficial 2.

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El presidente Monson con las Escrituras

El presidente Monson desempeñó un papel fundamental en la publicación de nuevas ediciones de las Escrituras para facilitar su mejor estudio.

El élder Monson sintió la mano de Dios que lo guiaba durante todo el proceso de preparación de esas nuevas ediciones de las Escrituras. En el momento justo, aparecieron personas con las habilidades necesarias, así como nuevas tecnologías informáticas. “El Señor abrió muchas puertas en diversos momentos de necesidad a medida que la labor progresaba”, dijo él, “y sucedieron silenciosos milagros para que la obra siguiera avanzando”78.

El élder Monson dirigió el Comité de Publicación de las Escrituras durante diez años, algo que consideró una de sus asignaciones más significativas como Apóstol79. En definitiva, esperaba que los miembros de la Iglesia utilizaran las nuevas ediciones de las Escrituras y las ayudas mejoradas para un estudio más profundo de las Escrituras que les fortaleciera el testimonio.

Después de la publicación de las nuevas ediciones en inglés, la traducción a otros idiomas pasó a tener una gran prioridad. Al final del servicio del presidente Monson como Presidente de la Iglesia, el Libro de Mormón se había traducido a noventa y un idiomas, y se habían traducido selecciones del libro a otros veintiún idiomas más. En 2009, se publicó también la edición de la Iglesia de la Biblia en español, según la traducción de Reina–Valera.

Consejero en tres Primeras Presidencias

La mañana del domingo 10 de noviembre de 1985, Thomas S. Monson visitó un centro de asistencia para personas mayores, algo que hacía con frecuencia, para asistir a los servicios de la Iglesia y animar a los residentes. Esa tarde, se reunió con el resto de los Apóstoles en el Templo de Salt Lake para reorganizar la Primera Presidencia después del fallecimiento del presidente Spencer W. Kimball. En la reunión, Ezra Taft Benson fue ordenado y apartado Presidente de la Iglesia. El presidente Benson llamó a Gordon B. Hinckley como Primer Consejero y a Thomas S. Monson como Segundo Consejero. A la edad de cincuenta y ocho años, el presidente Monson se convirtió en el miembro más joven de la Primera Presidencia en más de ochenta años.

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La Primera Presidencia en 1988

El presidente Monson prestó servicio como Consejero de la Primera Presidencia desde 1985 hasta 2008. En esta imagen posa con Ezra Taft Benson (el Presidente de la Iglesia, en el centro) y con Gordon B. Hinckley (el Primer Consejero, a la izquierda) en 1988.

Una de las muchas oportunidades nuevas que tuvo el presidente Monson fue la de presidir dedicaciones de templos. Unos dos meses después de ser llamado a servir en la Primera Presidencia, dedicó el Templo de Buenos Aires, Argentina. En su diario, escribió que “los corazones se conmovieron y resultó difícil contener las lágrimas cuando los miembros de la Iglesia reconocieron que, por fin, ahora tenían a su alcance las bendiciones eternas que proporciona el templo”80.

En junio de 1986, el presidente Monson ayudó a organizar la Estaca Kitchener, Ontario, en Canadá, que era la estaca número 1600 de la Iglesia, y reflexionó sobre su servicio como presidente de misión en aquella región veintiséis años antes, cuando se había organizado la estaca número 300 de la Iglesia, en Toronto. Al año siguiente, regresó al este de Canadá para dirigir la ceremonia de la palada inicial del Templo de Toronto, Ontario, y en agosto de 1990 volvió una vez más para asistir a lo que denominó “el evento de coronamiento”: la dedicación del templo81.

Como Consejero de la Primera Presidencia, el presidente Monson también extendía llamamientos a presidentes de misión y a las esposas de ellos. Dedicó mucho tiempo a conocer a cada matrimonio, a darles consejos y a expresarles su amor. Cuando llamó como presidente de misión a Neil L. Andersen, que entonces tenía treinta y siete años, le dijo: “Usted es joven. Nunca use su juventud como excusa. José Smith era joven y también lo era el Salvador”. Al oír esas palabras, el élder Andersen pensó: “[Y] también lo era Thomas Monson”82.

El presidente Ezra Taft Benson falleció el 30 de mayo de 1994, después de prestar servicio como Presidente de la Iglesia durante casi nueve años. El 5 de junio, cuando se reorganizó la Primera Presidencia, su sucesor, Howard H. Hunter, llamó a Gordon B. Hinckley y a Thomas S. Monson para que continuaran sirviendo como consejeros. El presidente Hunter hizo todo lo que pudo por reunirse con los santos y fortalecerlos, pero su salud era frágil y solamente prestó servicio como Presidente de la Iglesia durante nueve meses. Falleció el 3 de marzo de 1995.

Los Apóstoles se reunieron de nuevo el 12 de marzo para reorganizar la Primera Presidencia. Gordon B. Hinckley fue ordenado y apartado Presidente de la Iglesia, y llamó a Thomas S. Monson y James E. Faust para que fueran sus consejeros. El presidente Monson sirvió en esa función durante todo el ministerio del presidente Hinckley, lo cual sumaba, en total, veintidós años como consejero de la Primera Presidencia.

El presidente Hinckley recorrió más de un millón y medio de kilómetros (un millón de millas) por más de sesenta países, lo que lo convirtió en el Presidente que más había viajado de toda la historia de la Iglesia. “[Él] está […] reuniéndose con miembros que rara vez, si es que ha habido alguna, han visto al Presidente de la Iglesia”, escribió el presidente Monson83. Durante esos viajes, el presidente Monson y el presidente Faust se encargaron de una gran parte de la labor de la Primera Presidencia en las Oficinas Generales de la Iglesia.

El presidente Monson continuó viajando para asistir a conferencias regionales, dedicaciones de templos y otros eventos. Fue a Görlitz, Alemania, para dedicar un centro de reuniones en 1995, veintisiete años después de haberse reunido por primera vez allí con una congregación de Santos de los Últimos Días (véanse las páginas 23–24). “Mi corazón y mi alma rebosaban de gratitud por el privilegio de ver la mano del Señor en la bendición de esa gente escogida”, registró en su diario84. En el año 2000, presidió seis dedicaciones de templos, una de ellas, en Tampico, México, una ciudad cuya primera estaca había organizado veintiocho años antes.

En relación con el servicio que el presidente Monson prestó como consejero de tres Presidentes de la Iglesia, el élder Quentin L. Cook comentó lo siguiente: “[C]iertamente tenía sus opiniones propias sobre los problemas; claramente, había tenido vasta experiencia […]. Debido a la fortaleza de su personalidad, no existe duda alguna de que daba su mejor asesoramiento y consejo. Él valora la unidad, valora la lealtad, y hace escuchar su voz cuando resulta apropiado […]; pero una vez que se adopta una decisión, la respalda sin vacilaciones y de todo corazón. La unidad de la Primera Presidencia en sus importantes decisiones es un gran ejemplo para toda la Iglesia”85.

Presidente de la Iglesia

El 27 de enero de 2008, el presidente Monson fue a visitar a su querido amigo y líder, Gordon B. Hinckley, quien guardaba cama, para darle una bendición del sacerdocio. Desde 1963, los dos hombres habían prestado servicio juntos durante más de cuarenta y cuatro años en el Cuórum de los Doce y la Primera Presidencia, y habían desarrollado un profundo amor y respeto el uno por el otro.

El presidente Hinckley había dirigido la Iglesia con visión, vigor e inspiración durante casi trece años. En enero de 2008, a los noventa y siete años, continuaba con la mayor parte de sus actividades, pero sus fuerzas declinaban. El 27 de enero, después de dejar al presidente Hinckley, el presidente Monson escribió: “Lo tomé por la muñeca y tuve la clara impresión de que esa sería la última vez que vería a mi amado presidente y amigo en la vida terrenal”86. El presidente Hinckley falleció esa noche.

“No podría expresar de forma adecuada lo mucho que lo extraño”, declaró el presidente Monson en el funeral unos días después. “Él era nuestro profeta, vidente y revelador […]; una isla de calma en un mar de tormentas; era el faro para el marinero perdido; era su amigo y mi amigo. Nos proporcionaba consuelo y calma cuando las condiciones del mundo eran aterradoras; nos guio sin desviarse por el camino que nos llevará de regreso a nuestro Padre Celestial”87.

Como el Apóstol de mayor antigüedad, el presidente Monson sintió la carga de lo que el fallecimiento del presidente Hinckley significaba para él en particular. Al respecto, él dijo: “Descubrí que lo más útil para mí era arrodillarme y dar las gracias a mi Padre Celestial por la vida, por la experiencia y por mi familia, y luego pedirle directamente que fuera delante de mi faz, que estuviera a mi diestra y a mi siniestra, y que Su Espíritu estuviera en mi corazón y Sus ángeles a mi alrededor, para sostenerme” (véase Doctrina y Convenios 84:88)88.

El 3 de febrero de 2008, los Apóstoles se reunieron en el Templo de Salt Lake para reorganizar la Primera Presidencia. En aquella reunión, Thomas S. Monson fue ordenado y apartado como el Presidente de la Iglesia, siendo el decimosexto hombre en prestar servicio en ese llamamiento. Había pensado mucho en quiénes iban a ser sus consejeros y recibió la confirmación del Señor de que debía llamar a Henry B. Eyring —quien había prestado servicio como Segundo Consejero del presidente Hinckley después del fallecimiento del presidente Faust— y a Dieter F. Uchtdorf, un miembro del Cuórum de los Doce.

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La Primera Presidencia en 2013, en una conferencia

El presidente Thomas S. Monson (en el centro) con sus consejeros: el presidente Henry B. Eyring (a la izquierda) y el presidente Dieter F. Uchtdorf (a la derecha), en la conferencia general.

Al día siguiente, el presidente Monson y sus consejeros se dirigieron a un grupo de periodistas en el Edificio de las Oficinas Generales de la Iglesia. Entre otras cosas, él dijo:

“Me presento con humildad ante ustedes en el día de hoy. Testifico que esta obra en la que participamos es la obra del Señor y que he sentido Su influencia que nos sostiene. Sé que Él dirigirá nuestros esfuerzos conforme le sirvamos con fe y diligencia.

“Como Iglesia, tendemos una mano amiga no solo a nuestra gente, sino a todas las personas de buena voluntad en todo el mundo con ese espíritu fraternal que viene del Señor Jesucristo. He tenido la oportunidad de trabajar en estrecha colaboración con líderes de otras religiones para solucionar algunos de los desafíos que enfrenta nuestra comunidad y, ciertamente, todo el mundo. Continuaremos con esta labor de cooperación”.

Refiriéndose a la unidad que él y el presidente Hinckley habían desarrollado después de servir juntos durante décadas, añadió: “No va a producirse ningún cambio brusco con respecto a las trayectorias que hemos estado siguiendo […]. Continuaremos con el compromiso de aquellos que nos han precedido al enseñar el Evangelio, fomentar la cooperación con las personas en todo el mundo y dar testimonio de la vida y la misión de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo”89.

Los miembros de la Iglesia sostuvieron al presidente Monson como profeta, vidente y revelador en una asamblea solemne que tuvo lugar en la Conferencia General de abril de 2008. En su primer discurso a la membresía general de la Iglesia, algunos de sus mensajes fueron los que ya habían sido, y seguirían siendo, el centro de atención de su ministerio. Invitó a los miembros de la Iglesia que no estaban participando a “volver” y disfrutar de los frutos del hermanamiento. Refiriéndose al ejemplo del Salvador de andar haciendo bienes, él dijo: “Ruego que sigamos ese ejemplo perfecto”. Exhortó a los miembros de la Iglesia a mostrar “bondad y respeto hacia todas las personas, en todas partes”. Asimismo, los instó a convertir sus hogares en santuarios “donde el Espíritu de Dios pueda morar […], donde reine el amor”.

Al referirse al “dolor de corazones desconsolados, de la desilusión de ver sueños que se hacen añicos y de la desesperación de ver esfumarse las esperanzas”, suplicó a los miembros que acudieran al Padre Celestial con fe. “Él los animará y los guiará”, prometió el presidente Monson. “No siempre retirará las aflicciones, pero Él los consolará y guiará con amor a través de cualquier tormenta que enfrenten”90.

Los templos: un faro para el mundo

El presidente Monson decía con frecuencia que “ningún otro edificio de la Iglesia es más importante que un templo”91. Puesto que hay muchas bendiciones, tanto para las personas que están vivas como para las que ya han muerto, que solamente están disponibles en los templos, él quería que los miembros de la Iglesia tuvieran el mayor acceso posible a esos sagrados edificios. Enseñó que solamente en los templos los miembros pueden recibir las bendiciones supremas que la Iglesia tiene para ofrecerles92.

En particular, el presidente Monson quería que los miembros recibieran las ordenanzas del templo que permiten que “las relaciones familiares se sell[e]n para durar a través de las eternidades”93. Asimismo, recalcó la importancia de la obra por los muertos que se efectúa en los templos. Dijo que Dios está apresurando Su obra en el mundo de los espíritus y exhortó a los miembros de la Iglesia a ayudar haciendo la obra de historia familiar y efectuando ordenanzas vicarias en el templo por sus parientes ya fallecidos94. El presidente Monson enseñó también que los templos son santuarios en los que los miembros pueden recibir guía celestial, descansar de las tormentas de la vida, y fortalecerse para soportar las pruebas y resistir la tentación.

En 1963, cuando el presidente Monson fue llamado como Apóstol, la Iglesia tenía doce templos en funcionamiento. Durante su servicio como consejero de la Primera Presidencia, participó en una aceleración extraordinaria de la edificación de templos. Cuando se convirtió en Presidente de la Iglesia en 2008, había 124 templos. Durante su ministerio como Presidente, continuó con ese ritmo acelerado, y anunció cuarenta y cinco templos nuevos en veintiún países. Una semana después de convertirse en Presidente, dedicó el Templo de Rexburg, Idaho, el primero de los cuarenta y seis templos que fueron dedicados o rededicados durante su presidencia. Dedicó o rededicó en persona diecinueve de esos templos, incluido el Templo de Kiev, Ucrania, el primer templo construido en una nación de la antigua Unión Soviética.

El presidente Monson enseñó que siempre hay un cierto sacrificio relacionado con los templos y prometió que los miembros de la Iglesia serían bendecidos por hacer dichos sacrificios. A algunas personas, les dijo: “El sacrificio de ustedes quizás sea poner su vida en orden con lo que se requiera para recibir la recomendación”95. A otras, les dijo: “[S]u sacrificio podría ser apartar un tiempo de sus ocupadas vidas para ir al templo con regularidad”96. Al fomentar la asistencia frecuente al templo en la medida de lo posible, él exhortó: “Mis queridos hermanos y hermanas, [ruego] que hagamos cualquier sacrificio que sea necesario para asistir al templo”97.

La obra misional

En la Conferencia General de octubre de 2012, el presidente Monson hizo un anuncio significativo: los hombres y mujeres jóvenes podrían servir en misiones a una edad más temprana. Los hombres jóvenes dignos y capaces podrían ser “recomendados para la obra misional a los dieciocho años en lugar de a los diecinueve”. Las mujeres jóvenes dignas y capaces que desearan servir podrían ser “recomendadas para el servicio misional a partir de los diecinueve años, en lugar de los veintiuno”98.

Ese anuncio produjo “una innegable manifestación espiritual”, dijo el élder Neil L. Andersen, del Cuórum de los Doce. En la Conferencia General de abril de 2013, el élder Andersen declaró que muchos habían respondido de inmediato a la nueva oportunidad:

“El jueves después de la conferencia, se me asignó hacer las recomendaciones de los llamamientos misionales a la Primera Presidencia; me sorprendió ver las solicitudes de varones de dieciocho años y de mujeres de diecinueve años que ya habían ajustado sus planes, acudido al médico, pasado la entrevista con su obispo y presidente de estaca y enviado sus papeles para la misión; todo eso en apenas cinco días. Miles más ya se han unido a ellos”99.

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misioneros estudiando

El anuncio que hizo el presidente Monson de que los hombres y las mujeres jóvenes podían ser recomendados para el servicio misional a una edad más temprana generó un aumento súbito del número de misioneros.

Seis meses después del anuncio, el presidente Monson dijo: “La respuesta de nuestros jóvenes ha sido extraordinaria e inspiradora”. La fuerza misional había pasado de 59 000 a más de 65 000 personas, y 20 000 más habían recibido sus llamamientos100. El número de misioneros siguió aumentando hasta alcanzar la cantidad de 88 000 en 2014101. Ese número fue disminuyendo a medida que los misioneros que constituyeron aquel aumento inicial regresaban a casa, y al final de 2017, había 68 000 misioneros prestando servicio en todo el mundo.

El número de misioneros de servicio a la Iglesia también aumentó durante el ministerio del presidente Monson, pasando de unos 12 000 en 2008 a más de 33 000. Los misioneros de servicio a la Iglesia prestaban apoyo a todos los departamentos de la Iglesia, incluso en las operaciones de bienestar, la obra de historia familiar, las oficinas de las misiones, los campamentos de recreación y en muchos otros ámbitos.

El cuidado de los necesitados

El cuidado de los necesitados siempre ha sido un punto de atención en la Iglesia de Jesucristo. El profeta José Smith dijo: “[El miembro de la Iglesia] debe alimentar al hambriento, vestir al desnudo, proveer para la viuda, secar las lágrimas del huérfano y consolar al afligido dondequiera que los encuentre, ya sea en esta Iglesia o en cualquier otra, o sin iglesia de por medio”102. El presidente Monson vivió, enseñó y lideró de conformidad con esas palabras. “A muy temprana edad desarrollé un espíritu de compasión hacia los necesitados, pese a su edad o circunstancias”, dijo él103.

En 1936, la Primera Presidencia había anunciado un programa de bienestar para ayudar a cuidar de los necesitados. En aquel momento, había un gran número de personas desempleadas y pobres debido a la Gran Depresión. El programa de bienestar de la Iglesia era la “aplicación moderna de principios eternos”, tales como el trabajo, la autosuficiencia, la administración prudente de las finanzas, la preparación y el servicio104. La aplicación de estos principios se ocupa tanto de las necesidades inmediatas como el bienestar espiritual y físico a largo plazo de cada persona, y bendice tanto a quienes dan como a quienes reciben.

Mientras prestaba servicio como obispo entre 1950 y 1955, el presidente Monson vio de primera mano la forma en que el programa de bienestar de la Iglesia ayudaba a paliar las punzadas del hambre y la desesperación de la necesidad. Ese plan, dijo él, “es inspirado por el Dios Todopoderoso. En verdad, el Señor Jesucristo es su Arquitecto”105. Recibió orientación sobre los principios de bienestar por parte de maestros a quienes se refirió como enviados del cielo. En una ocasión, J. Reuben Clark, de la Primera Presidencia, le leyó el relato de la viuda de Naín, del Nuevo Testamento; luego cerró su ejemplar de las Escrituras y, llorando, le dijo: “Tom, sea bondadoso con las viudas y vele por los pobres”106 (véase Lucas 7:11–15). El presidente Monson se tomó muy a pecho esas palabras.

Durante sus veintidós años como miembro del Cuórum de los Doce y sus veintidós años como Consejero de la Primera Presidencia, fue una fuerza impulsora para extender el alcance de la labor de bienestar de la Iglesia. Asimismo, fue una influencia orientadora para pulir dicha labor. “Nosotros, como Iglesia, hemos continuado recibiendo dirección divina [sobre cuestiones de bienestar] según lo que exigieran las circunstancias”, dijo él. “Los programas y procedimientos para poner en práctica los principios de bienestar se han modificado, y es posible que se sigan haciendo cambios de vez en cuando de acuerdo con las necesidades que surjan, pero los principios básicos no cambian ni cambiarán nunca. Son verdades reveladas”107.

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Voluntarios en Perú

A lo largo de su ministerio, el presidente Monson fue una fuerza impulsora para extender el alcance de la labor de la Iglesia de cuidar de los necesitados.

En 1981, el presidente Spencer W. Kimball anunció que “la misión de la Iglesia tiene tres objetivos”: proclamar el Evangelio, perfeccionar a los santos y redimir a los muertos108. El presidente Monson quiso agregar “cuidar de los pobres y los necesitados” como cuarta parte de la misión de la Iglesia, y la Primera Presidencia aprobó esa adición en 2008 y la formalizó en la publicación del nuevo manual de instrucciones de la Iglesia en 2010109. En lugar de referirse a esas cuatro labores principales como la “misión” de la Iglesia, el nuevo manual de instrucciones se refería a ellas como “responsabilidades divinamente señaladas110.

Los resultados de ese énfasis tuvieron un gran alcance. Los miembros de la Iglesia respondieron con generosidad al llamado de ayudar en necesidades humanitarias a gran escala, lo que permitió a la Iglesia duplicar con creces la labor de ayuda humanitaria durante el servicio del presidente Monson. Dicha labor de ayuda incluyó suministrar agua potable a millones de personas, entregar sillas de ruedas a cientos de miles, y proporcionar atención oftalmológica para ayudar a prevenir y tratar la ceguera. También consistió en proporcionar alimento y ropa, atención a madres y recién nacidos, capacitación y materiales médicos, materiales educativos, y campañas de vacunación111.

“Estoy profundamente agradecido porque, como Iglesia, continuamos extendiendo ayuda humanitaria donde hay gran necesidad”, dijo el presidente Monson. “Hemos hecho mucho al respecto y hemos bendecido a miles y miles de los hijos del Padre que no son de nuestra fe, al igual que a aquellos que lo son. “Pensamos seguir ayudando dondequiera que tal ayuda se necesite”112.

Algunas de las acciones más importantes de la Iglesia ante emergencias producidas por catástrofes tuvieron lugar bajo el liderazgo del presidente Monson, quien dijo a los miembros de la Iglesia: “[S]us contribuciones a los fondos de la Iglesia nos permiten responder casi de inmediato cuando ocurre algún desastre en cualquier lugar del mundo. Casi siempre nos encontramos entre los primeros en llegar para brindar toda la ayuda posible”113.

Como ejemplo, habló de la respuesta de la Iglesia después de que un terremoto sacudiera Haití en 2010 y provocara cientos de miles de muertos y heridos: “En una hora después de que sucediera el terremoto […], la Iglesia se había puesto en movimiento con el envío inmediato de materiales de socorro. Suministramos agua, comida, material médico, estuches de higiene y otros artículos. Enviamos equipos de médicos y enfermeros para que prestaran atención médica, que era muy necesaria”114.

Además de la respuesta de labor humanitaria y ante emergencias que la Iglesia proporcionó como organización, el presidente Monson estaba agradecido por los miles de miembros que daban de sí mismos —sus recursos, tiempo y habilidades— para ayudar a los necesitados. En su discurso inaugural de la Conferencia General de abril de 2011, habló brevemente de las toneladas de suministros que la Iglesia había proporcionado después de la devastación causada en Japón por un terremoto y un tsunami. En su informe, no obstante, habló sobre todo del servicio compasivo de las personas:

“Nuestros jóvenes adultos solteros han ofrecido voluntariamente su tiempo para localizar a miembros extraviados por medio de internet, de las redes sociales y de otros medios de comunicación modernos. Los miembros entregan la ayuda mediante motonetas proporcionadas por la Iglesia a zonas de difícil acceso en automóvil. Los proyectos de servicio para armar estuches de higiene y paquetes de limpieza se están organizando en varias estacas y barrios de Tokio, Nagoya y Osaka. Hasta el momento, se han donado más de cuarenta mil horas de servicio por parte de más de cuatro mil voluntarios”115.

Durante la presidencia de Thomas S. Monson, los miembros de la Iglesia donaron, como promedio, más de siete millones de horas anuales prestando servicio en instalaciones de bienestar. Cada año, como promedio, unos 10 000 voluntarios prestaron diversos tipos de servicio en todo el mundo. La Iglesia también respondió a cientos de desastres —terremotos y tornados, huracanes y tsunamis, incendios e inundaciones, hambrunas y crisis de refugiados— en hasta ochenta y nueve países cada año116.

La autosuficiencia es otro principio de bienestar que el presidente Monson recalcó para ayudar a las personas necesitadas. “La autosuficiencia […] es el fundamento de todas las demás formas de poner en práctica la labor de bienestar”, enseñó él. “Es un elemento esencial tanto para nuestro bienestar espiritual como para el temporal”117. En 2012, la Primera Presidencia autorizó una iniciativa de autosuficiencia para países fuera de Norteamérica con el fin de ayudar a las personas y familias a mejorar su formación académica, obtener un empleo mejor, iniciar y hacer crecer un negocio, y administrar mejor sus finanzas. En cuatro años, más de 500 000 miembros de la Iglesia en más de cien países habían participado en esta iniciativa118. Debido al éxito que tuvo, en 2015, la Primera Presidencia también estableció esta iniciativa para la autosuficiencia en Norteamérica.

Frances: una compañera devota

“Doy gracias a mi Padre Celestial por Frances, mi dulce compañera”, dijo Thomas S. Monson en la conferencia general en la que fue sostenido como Presidente de la Iglesia. “No podría haber pedido una compañera más leal, amorosa y comprensiva”119.

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El presidente y la hermana Monson

El presidente Thomas S. Monson y la hermana Frances Monson en 2009

Las grandes responsabilidades del presidente Monson en la Iglesia comenzaron menos de dos años después de que él y Frances se casaran, cuando fue llamado como obispo. Esas responsabilidades se fueron ampliando a lo largo de su vida y también exigieron mucho a la hermana Monson, quien estuvo encantada de brindar apoyo. “Jamás ha sido un sacrificio para mí ver a mi esposo ocupado en la obra del Señor”, dijo ella. “Ha sido una bendición para mí y ha sido una bendición para nuestros hijos”120.

Reconociendo esa fidelidad, el presidente Monson dijo: “Nunca he recibido de Frances nada que no fuera apoyo y aliento”121. En ocasiones, sus viajes para cumplir con las asignaciones de la Iglesia lo obligaban a pasar largos períodos fuera de casa, y Frances se quedaba sola cuidando de los hijos. “Desde que fui llamado como obispo a los veintidós años, raras veces hemos tenido el lujo de sentarnos juntos durante un servicio de la Iglesia”, declaró el presidente Monson122. Asimismo, comentó que “en cada llamamiento, he descubierto constantemente nuevos talentos y habilidades en [ella]”123.

Ann, la hija de los Monson, recordaba la manera en que su madre dirigía a la familia cuando su padre estaba de viaje al servicio de la Iglesia:

“Muchas veces, papá visitaba misiones por todo el mundo […]. Mamá nos decía que estaba cumpliendo con su deber y que nosotros estaríamos protegidos y cuidados mientras él estuviese ausente. Nos transmitía ese mensaje no solo con palabras, sino por la tranquila manera en que se aseguraba de que todo lo que era preciso hacer se llevara a cabo […]. Al meditar en las muchas bendiciones que he recibido como hija de un Apóstol del Señor, aquella que significa más para mí es el don y la bendición de la mujer con la que él se casó: mi madre”124.

La hermana Monson tuvo graves problemas de salud durante los últimos años de su vida y el presidente Monson hizo todo lo que pudo por cuidarla hasta que falleció, el 17 de mayo de 2013, cuando tenía ochenta y cinco años. En la siguiente conferencia general, él habló con ternura de su fallecimiento y luego expresó su testimonio de la vida eterna:

“Ella fue el amor de mi vida, mi compañera leal y mi amiga más cercana. El decir que la extraño no llega a expresar lo profundo de mis sentimientos […].

“Lo que me ha dado la mayor fuente de consuelo en este momento de separación ha sido mi testimonio del evangelio de Jesucristo y el conocimiento que tengo de que mi querida Frances aún vive. Sé que nuestra separación es temporal. Fuimos sellados en la Casa del Señor por alguien que tenía la autoridad de atar en la tierra y en el cielo. Sé que un día nos reuniremos y nunca más nos separaremos. Este es el conocimiento que me sostiene”125.

La Iglesia en expansión

“La Iglesia sigue creciendo ininterrumpidamente y cambiando la vida de más y más personas cada año”, declaró el presidente Monson en su discurso de apertura de la Conferencia General de octubre de 2013126. Cuando se convirtió en Presidente de la Iglesia, había 13,2 millones de miembros. La Iglesia creció constantemente durante su presidencia; el número de miembros alcanzó los 16 millones, las estacas aumentaron de 2791 a 3322, y los templos pasaron de 124 a 159. Durante esos años, en veintiún países se organizó la primera estaca , lo que refleja otra dimensión del crecimiento de la Iglesia.

El presidente Monson hizo hincapié en que, para que la Iglesia crezca, se requieren el servicio, el sacrificio y el buen ejemplo de los miembros de la Iglesia. “[S]e nos envió a la tierra en este tiempo para que pudiésemos participar en el apresuramiento de esta gran obra”, afirmó él127. Y también destacó la importancia del crecimiento personal y el progreso de cada miembro.

Su testimonio de Jesucristo

“Fíjense en la bondad de esos ojos, en la calidez de esa expresión. Cuando enfrento situaciones difíciles, muchas veces lo miro y me pregunto: ‘¿Qué haría Él?’. Entonces trato de responder a la situación como Él lo haría”128. El presidente Monson estaba conversando con el élder Jeffrey R. Holland sobre su cuadro favorito del Salvador, una pintura de Heinrich Hofmann, que se encontraba justo frente a su escritorio. “Siento fortaleza al tenerlo cerca de mí”.

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Pintura de Jesucristo

El presidente Monson obtenía fortaleza e inspiración de este cuadro de Jesucristo, pintado por Heinrich Hofmann.

Primeramente, el presidente Monson tuvo primero una copia de la pintura en la oficina que tenía en el edificio del Barrio 6–7, cuando era obispo. Más adelante, se la llevó a Canadá cuando servía allí como presidente de misión. Tenía la misma copia en su oficina cuando fue llamado como Apóstol, y luego la fue trasladando de un lugar a otro hasta que, finalmente, la colgó en su oficina cuando fue Presidente de la Iglesia. “He tratado de forjar mi vida según el ejemplo del Maestro”, le dijo el presidente Monson al élder Holland. “Siempre que he tenido que […] considerar si dispongo de tiempo para dar una bendición, no obstante las constantes exigencias de mi trabajo, he vuelto la mirada hacia esa pintura y me he preguntado: ‘¿Qué haría Él?’”. Luego, sonriendo, él añadió: “¡Puedo asegurarle que la decisión nunca ha sido la de permanecer aquí para hacer trabajo de oficina!”129.

El cuadro también ayudaba al presidente Monson a poner las cosas en perspectiva cuando debía tomar decisiones difíciles, y así reflexionaba: “Por un lado está la misericordia y por otro la justicia. ¿Hacia cuál de ellas me inclino?”. Tras mirar el cuadro y considerar lo que el Salvador haría, por lo general, escogía la misericordia130.

“El cuadro […] es algo más que un recordatorio de quién es ‘la principal piedra del ángulo’ (Efesios 2:20) de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, dijo el élder Holland; “es algo más que una declaración de que se espera que el hombre llamado a ser Presidente de la Iglesia sea el principal de los testigos vivientes del Salvador. El cuadro representa un ideal: el Maestro a quien el presidente Monson ha tomado como modelo para su vida. ‘Me encanta ese cuadro’, afirma el presidente Monson al contemplarlo una vez más”131.

El presidente Monson compartió su testimonio de la misión divina del Salvador por todo el mundo durante más de cinco décadas. Su vida también fue una expresión de ese testimonio. Al vivir de acuerdo con el pasaje de las Escrituras que citaba con frecuencia para instar a un discipulado más fiel, él, al igual que el Salvador, “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Su propósito siempre era el de ayudar a las personas a edificar la fe en Jesucristo, de forma que pudieran experimentar las bendiciones de esa fe: consuelo, paz, fortaleza, esperanza, gozo y exaltación.

Varios meses antes de convertirse en Presidente de la Iglesia, el presidente Monson testificó así:

“Con todo mi corazón y el fervor de mi alma levanto mi voz en testimonio, como testigo especial, y declaro que Dios vive; Jesús es Su Hijo, el Unigénito del Padre en la carne. Él es nuestro Redentor y nuestro Mediador ante el Padre. Fue Él quien murió en la cruz para expiar nuestros pecados. Él fue las primicias de la resurrección, y gracias a Su muerte todos volveremos a vivir. ‘Gozoso, canto con fervor: Yo sé que vive mi Señor’ [“Yo sé que vive mi Señor”, Himnos, nro. 73]”132.

Llevar a cabo la obra del Señor

Thomas S. Monson prestó servicio como Presidente de la Iglesia durante casi diez años, hasta su fallecimiento, ocurrido el 2 de enero de 2018, cuando tenía noventa años. En total, había prestado servicio durante cincuenta y cuatro años en el Cuórum de los Doce Apóstoles, como consejero de la Primera Presidencia y como presidente. Solo cuatro hombres habían prestado servicio durante más tiempo en esas funciones. “[H]a influido en la vida de millones de personas de todo el mundo y ha moldeado su destino”, dijo el presidente Russell M. Nelson en su funeral133.

Conforme la Iglesia pasaba de tener 2,1 millones de miembros cuando fue ordenado Apóstol a 16 millones de miembros durante el período en que la presidió, Thomas S. Monson continuó su ministerio de por vida a la persona en particular e instó a los demás a hacer lo mismo. El presidente Nelson citó varias de sus expresiones más frecuentes al respecto:

“Envíen una nota al amigo que han olvidado”.

“Abracen a un niño”.

“Digan ‘Te amo’ más seguido”.

“Siempre den las gracias”.

“Nunca permitan que el problema que se tenga que resolver llegue a ser más importante que la persona a la que se tenga que amar”.

El presidente Nelson continuó diciendo: “El presidente Monson […] fue un modelo de altruismo. Personificó la declaración del Salvador, quien dijo: ‘El que es el mayor entre vosotros será vuestro siervo’ [Mateo 23:11]. Dio de su propio tiempo para visitar, bendecir y amar a los demás. Incluso cuando comenzó a debilitarse, continuó ministrando, haciendo visitas frecuentes a hospitales y geriátricos”134.

Procurar llevar a cabo la obra del Señor fue una forma de vida que Thomas S. Monson aprendió y vivió cuando era niño, obispo, presidente de misión, apóstol y profeta. “Si el Señor necesita que se haga algo, quiero que sepa que puede contar con Tom Monson para hacerlo”, dijo él135. “Quisiera estar donde haya necesidad y donde haya sufrimiento para echar una mano”136.

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El presidente Monson saluda en una conferencia general

El presidente Monson saluda a la congregación al marcharse de una sesión de la Conferencia General de abril de 2008. Fue sostenido como Presidente de la Iglesia durante esa conferencia.

Ya fuera al bendecir a alguien que estuviera enfermo, rescatar a un joven, cuidar de una viuda, consolar a los afligidos o extender el servicio humanitario de la Iglesia, Thomas S. Monson se guio por el ejemplo del Salvador y por Sus muchas súplicas llamando al discipulado. “Llegas a apreciar que el Padre Celestial sabe quién eres y te dice: ‘Ve y haz esto por mí’”, reflexionó él. “Siempre le doy las gracias a Él”137. Conforme el presidente Monson dio oído a esas impresiones, construyó puentes para llegar al corazón de las personas y llevó fe, esperanza y caridad por todo el mundo. Él a quien el Señor llamó, el Señor capacitó.

Notas

  1. Diario de Thomas S. Monson, 27 de abril de 1972.

  2. Diario de Thomas S. Monson, 25 de julio de 1982.

  3. En On the Lord’s Errand (video), ChurchofJesusChrist.org/study/video/feature-films/2009-09-01-on-the-lords-errand-the-life-of-thomas-s-monson; citado en William R. Walker, “Sigamos al profeta”, Liahona, abril de 2014, pág. 25.

  4. Véase Thomas S. Monson, “El camino a Jericó”, Liahona, octubre de 1977, pág. 60.

  5. Véase Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, en Presidente Thomas S. Monson: Decimosexto Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (suplemento de la revista Liahona, junio de 2008), pág. 4.

  6. En Gerry Avant, “On Lord’s Errand Since His Boyhood”, Church News, 9 de febrero de 2008, pág. 4; véase también “Elder Monson: Caring”, Church News, 23 de junio de 1985, pág. 4.

  7. Véase Thomas S. Monson, “Una actitud de agradecimiento”, Liahona, mayo de 2000, pág. 4.

  8. Véase Thomas S. Monson, “Distintivos de un hogar feliz”, Liahona, octubre de 2001, pág. 7.

  9. En On the Lord’s Errand (video).

  10. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, pág. 5.

  11. Véase Thomas S. Monson, “La Navidad es amor”, devocional de Navidad de la Primera Presidencia, 2 de diciembre de 2012, ChurchofJesusChrist.org/broadcasts/article/christmas-devotional/2012/12/christmas-is-love; véase también “El portal del amor”, Liahona, enero de 1988, pág. 67.

  12. Véase el diario de Thomas S. Monson, 8 de diciembre de 1984.

  13. Véase Thomas S. Monson, “Anhelosamente consagrados”, Liahona, noviembre de 2004, págs. 56–57.

  14. Véase Thomas S. Monson, “Abundantemente bendecidos”, Liahona, mayo de 2008, pág. 111. Elias Monson, el tío abuelo del presidente Monson, sirvió en la Misión Sueca entre 1906 y 1908.

  15. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate: La biografía de Thomas S. Monson, 2010, pág. 100. Utilizado con permiso de Deseret Book Company.

  16. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 143.

  17. Thomas S. Monson, en Conference Report, octubre de 1963, pág. 14.

  18. Véase Thomas S. Monson, “El obispo está al frente del plan de bienestar”, Liahona, febrero de 1981, pág. 175.

  19. Véase Thomas S. Monson, “Los canarios de alas grises”, Liahona, noviembre de 1973, pág. 39.

  20. Véase Thomas S. Monson, “El obispo está al frente del plan de bienestar”, pág. 178.

  21. Véase Thomas S. Monson, “Permanece en el lugar que se te ha designado”, Liahona, mayo de 2003, pág. 57.

  22. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 149.

  23. Véase Thomas S. Monson, “Las remolachas azucareras y el valor de un alma”, Liahona, julio de 2009, págs. 4–5.

  24. Véase Carta de Richard Casto, en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 172; véase también On the Lord’s Errand (video).

  25. Diario de Thomas S. Monson, 7 de julio de 2009.

  26. Véase Thomas S. Monson, Un plan providente—Una promesa preciosa”, Liahona, julio de 1986, pág. 58.

  27. Thomas S. Monson, On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, publicación propia, 1985, pág. 137.

  28. Véase Thomas S. Monson, “Un plan providente—Una promesa preciosa”, pág. 59. Estas palabras en alemán se traducen como “hermano mío” en español; véase también On the Lord’s Errand (video).

  29. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 164.

  30. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 262.

  31. Thomas S. Monson, palabras pronunciadas en la dedicación de la Biblioteca de Historia de la Iglesia, 20 de junio de 2009, pág. 3; Biblioteca de Historia de la Iglesia, Salt Lake City.

  32. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 20.

  33. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 20; véase también On the Lord’s Errand (video).

  34. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 21.

  35. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, pág. 9.

  36. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, pág. 8.

  37. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 21.

  38. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 123.

  39. On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, pág. 177.

  40. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 189. Tomado de Thomas S. Monson, discurso pronunciado en la dedicación de la Biblioteca Harold B. Lee, 15 de noviembre de 2000, pág. 3.

  41. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 201.

  42. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 18.

  43. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 213.

  44. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 203; Thomas S. Monson, Faith Rewarded: A Personal Account of Prophetic Promises to the East German Saints, 1996, págs. 27–28. Utilizado con permiso de Deseret Book Company.

  45. Véase On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, pág. 240.

  46. Véase On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, pág. 241.

  47. On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, pág. 207; véase también On the Lord’s Errand (video).

  48. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 192.

  49. On the Lord’s Errand: Memoirs of Thomas S. Monson, págs. 245–246; véase también On the Lord’s Errand (video).

  50. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, págs. 233–234.

  51. En Gerry Avant, “From Tomboy to Apostle’s Ideal Wife”, Church News, 26 de abril de 1975, pág. 13.

  52. Doctrina y Convenios 107:23.

  53. Thomas S. Monson, en Conference Report, octubre de 1963, pág. 14; véase también el segmento correspondiente a este discurso en el video On the Lord’s Errand.

  54. Thomas S. Monson, “Mark E. Peterson: A Giant among Men”, Ensign, marzo de 1984, pág. 11.

  55. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 257.

  56. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, págs. 441–442.

  57. Véase Thomas S. Monson, “El faro del Señor: Un mensaje para la juventud de la Iglesia”, Liahona, mayo de 2001, pág. 7; véase también Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 285.

  58. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 295.

  59. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 301.

  60. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 314.

  61. Véase Thomas S. Monson, “La paciencia: Una virtud celestial”, Liahona, septiembre de 2002, pág. 7.

  62. Véase Thomas S. Monson, Faith Rewarded, págs. 35–38.

  63. Véase Thomas S. Monson, “Demos gracias a Dios”, Liahona, julio de 1989, 63.

  64. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 333.

  65. Véase Thomas S. Monson, “Demos gracias a Dios”, pág. 64.

  66. Thomas S. Monson, Faith Rewarded, págs. 88, 91.

  67. Thomas S. Monson, Faith Rewarded, págs. 104–105.

  68. Thomas S. Monson, Faith Rewarded, pág. 106.

  69. Véase Thomas S. Monson, “Demos gracias a Dios”, págs. 64–65.

  70. Véase Russell M. Nelson, “Somos mejores debido a él”, En memoria del presidente Thomas S. Monson, 1927–2018; suplemento de la revista Liahona, febrero de 2018, pág. 30.

  71. Véase Thomas S. Monson, “Demos gracias a Dios”, págs. 64–65.

  72. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, págs. 360–361.

  73. Thomas S. Monson, Faith Rewarded, pág. 165.

  74. Véase Thomas S. Monson, “El que honra a Dios, Dios le honra”, Liahona, enero de 1996, pág. 54.

  75. Véase Thomas S. Monson, “Ejemplos de grandes maestros”, Liahona, junio de 2007, pág. 76.

  76. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 132.

  77. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 416.

  78. Thomas S. Monson, “Come, Learn of Me”, Ensign, diciembre de 1985, pág. 48.

  79. Véase Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 413.

  80. Diario de Thomas S. Monson, 18 de enero de 1986.

  81. En “Toronto Temple Dedicated”, Ensign, noviembre de 1990, págs. 104–105; véase también Thomas S. Monson, “Días inolvidables”, Liahona, enero de 1991, págs. 76–80.

  82. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 466.

  83. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 507.

  84. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, págs. 526.

  85. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, págs. 503, 506–507.

  86. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 531.

  87. En Julie Dockstader Heaps, “He Was a ‘Giant’ of Faith, Love, and Vision”, Church News, 9 de febrero de 2008, pág. 10.

  88. En “16th President Fields Questions from Media”, Church News, 9 de febrero de 2008, pág. 15.

  89. En “The Lord’s Work Will Continue Forward”, Church News, 9 de febrero de 2008, pág. 3.

  90. Véase Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, Liahona, mayo de 2008, pág. 90.

  91. Véase Thomas S. Monson, “Al reunirnos otra vez”, Liahona, noviembre de 2011, pág. 4.

  92. Véase Thomas S. Monson, “El Santo Templo: Un faro para el mundo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 93.

  93. Véase Thomas S. Monson, “Al reunirnos otra vez”, pág. 4.

  94. Véase Thomas S. Monson, “Apresurar la obra”, Liahona, junio de 2014, pág. 4.

  95. Véase Thomas S. Monson, “El Santo Templo: Un faro para el mundo”, pág. 93.

  96. Véase Thomas S. Monson, “El Santo Templo: Un faro para el mundo”, pág. 92.

  97. Véase Thomas S. Monson, “El Santo Templo: Un faro para el mundo”, pág. 94.

  98. Véase Thomas S. Monson, “Bienvenidos a la conferencia”, Liahona, noviembre de 2012, págs. 4, 5.

  99. Véase Neil L. Andersen, “Es un milagro”, Liahona, mayo de 2013, pág. 78.

  100. Véase Thomas S. Monson, “Bienvenidos a la conferencia”, Liahona, mayo de 2013, pág. 5.

  101. Véase Thomas S. Monson, “Bienvenidos a la conferencia”, Liahona, noviembre de 2014, pág. 5.

  102. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 454.

  103. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 144.

  104. Véase Thomas S. Monson, “Los principios de bienestar personal y familiar”, Liahona, febrero de 1987, pág. 2.

  105. Véase Thomas S. Monson, “A la manera del Señor”, Liahona, febrero de 1978, pág. 9.

  106. Véase Thomas S. Monson, “El obispo está al frente del plan de bienestar”, pág. 177.

  107. Véase Thomas S. Monson, “Los principios de bienestar personal y familiar”, págs. 2–3.

  108. Véase Spencer W. Kimball, “Seis meses de progreso”, Liahona, agosto de 1981, pág. 4.

  109. Entrada de acta, reunión de la Primera Presidencia, 29 de agosto de 2008.

  110. Manual 2: Administración de la Iglesia, 2010, 2.2.

  111. Véanse las Hojas de datos de bienestar de 2008 a 2016. Las hojas de datos correspondientes a los años 2012 a 2016 están disponibles en ChurchofJesusChrist.org/topics/welfare/the-church-welfare-plan.

  112. Véase Thomas S. Monson, “Hasta que nos volvamos a ver”, Liahona, mayo de 2009, pág. 114.

  113. Véase Thomas S. Monson, “Hasta que volvamos a vernos”, Liahona, noviembre de 2008, pág. 107.

  114. En Gerry Avant, “Church Welfare Program”, Church News, 16 de abril de 2011, pág. 4.

  115. Véase Thomas S. Monson, “Es conferencia una vez más”, Liahona, mayo de 2011, pág. 6.

  116. Véanse las Hojas de datos de bienestar, 2008–2016.

  117. Véase Thomas S. Monson, “Los principios de bienestar personal y familiar”, págs. 2–3.

  118. Véase “Seamos autosuficientes e independientes”, Liahona, octubre de 2017, pág. 33.

  119. Véase Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, pág. 89.

  120. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Siempre en la obra del Señor”, Liahona, octubre–noviembre de 1986, pág. 18.

  121. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Acabar la carrera, guardar la fe”, Liahona, octubre de 1994, pág. 22.

  122. Véase Thomas S. Monson, “El mirar hacia atrás y seguir adelante”, pág. 89.

  123. En Dorothy O. Rea, “Frances Johnson Monson”, Church News, 30 de mayo de 1964, pág. 6.

  124. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Acabar la carrera, guardar la fe”, págs. 22, 23.

  125. Véase Thomas S. Monson, “No te dejaré, ni te desampararé”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 85.

  126. Véase Thomas S. Monson, “Bienvenidos a la conferencia”, Liahona, noviembre de 2013, pág. 4.

  127. Véase Thomas S. Monson, “Apresurar la obra”, pág. 4.

  128. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, pág. 2.

  129. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Acabar la carrera, guardar la fe”, pág. 17.

  130. Véase en Heidi S. Swinton, Al rescate, pág. 564.

  131. Véase en Jeffrey R. Holland, “Presidente Thomas S. Monson: Sigue los pasos del Maestro”, pág. 2.

  132. Véase Thomas S. Monson, “¡Yo sé que vive mi Señor!”, Liahona, mayo de 2007, pág. 25.

  133. Véase Russell M. Nelson, “Somos mejores debido a él”, pág. 29.

  134. Véase Russell M. Nelson, “Somos mejores debido a él”, págs. 29–30.

  135. Citado por Sheri Dew, en Tad Walch, “Tears, Pain, Joyful Memories as Mormon Leaders Remember President Monson”, Deseret News, 3 de enero de 2018, deseret.com/2018/1/3/20637926.

  136. En Sarah Jane Weaver, “Those with Much Should Reach Out”, Church News, 6 de febrero de 2010, pág. 5, thechurchnews.com/archives/2010-02-06/helping-hand-should-reach-out-66954.

  137. En Gerry Avant, “Oct. 4 Is President Monson’s 50-Year Anniversary as Apostle”, Church News, 3 de octubre de 2013, pág. 4, ChurchofJesusChrist.org/church/news/oct-4-is-president-monsons-50-year-anniversary-as-apostle.

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