El futuro de la Iglesia: Preparar al mundo para la segunda venida del Salvador
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está preparando al mundo para el día en que “la tierra estará llena del conocimiento de Jehová” (Isaías 11:9).
Ustedes y yo podemos participar en la Restauración continua del evangelio de Jesucristo. ¡Es asombrosa! ¡No es obra del hombre! Proviene del Señor, que dijo: “Apresuraré mi obra en su tiempo” (Doctrina y Convenios 88:73). Esta obra fue facultada por un anuncio divino realizado hace 200 años. Consistía en solo seis palabras: “Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!” (véase José Smith—Historia 1:17).
Expresado por el Dios Todopoderoso, ese anuncio presentó al Señor Jesucristo al joven José Smith. Esas seis palabras iniciaron la restauración de Su evangelio. ¿Por qué? ¡Porque nuestro Dios viviente es un Dios amoroso! ¡Él quiere que Sus hijos obtengan la inmortalidad y la vida eterna! La gran obra de los últimos días de la que formamos parte se estableció, según lo previsto, para bendecir a un mundo que esperaba y se lamentaba.
No puedo hablar de la Restauración sin sentir gran entusiasmo. ¡Ese hecho de la historia es totalmente extraordinario! ¡Es increíble! ¡Es imponente! ¿Acaso no es asombroso que mensajeros del cielo vinieran a dar autoridad y poder a esta obra?
Hoy en día, la obra del Señor en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días avanza a paso acelerado. La Iglesia tendrá un futuro sin precedentes e incomparable. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó […] son las que Dios ha preparado para aquellos que le aman” (1 Corintios 2:9; véase también Doctrina y Convenios 76:10).
Recuerden que la plenitud del ministerio de Cristo yace en el futuro. Las profecías de Su segunda venida aún deben cumplirse. Nos estamos preparando para el punto culminante de esta última dispensación, cuando la segunda venida del Salvador se haga realidad.
Recoger a Israel a ambos lados del velo
Un preludio necesario para esa Segunda Venida es el recogimiento tan esperado del Israel disperso (véase 1 Nefi 15:18; véase también la portada del Libro de Mormón). Esa doctrina del recogimiento es una de las importantes enseñanzas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El Señor ha declarado: “Os doy una señal […] que recogeré a mi pueblo de su larga dispersión, oh casa de Israel, y estableceré otra vez entre ellos mi Sion” (3 Nefi 21:1).
No solo enseñamos esa doctrina, sino que tomamos parte en ella. Participamos al ayudar a congregar a los escogidos del Señor en ambos lados del velo. Como parte del destino planeado de la tierra y sus habitantes, debe redimirse a nuestros antepasados fallecidos (véase Doctrina y Convenios 128:15). De manera misericordiosa, la invitación a “venir a Cristo” (Jacob 1:7; Moroni 10:32; Doctrina y Convenios 20:59) también puede hacerse a los que han muerto sin el conocimiento del Evangelio (véase Doctrina y Convenios 137:6–8). No obstante, parte de la preparación de ellos requiere los esfuerzos terrenales de otras personas. Recogemos datos para los cuadros genealógicos, preparamos registros de grupo familiar y efectuamos vicariamente la obra del templo a fin de recoger a las personas para el Señor y reunirlas con sus familias (véanse 1 Corintios 15:29; 1 Pedro 4:6).
Las familias se han de sellar juntas por toda la eternidad (véanse Doctrina y Convenios 2:2–3; 49:17; 138:48; José Smith—Historia 1:39). Se ha de forjar un eslabón conexivo entre padres e hijos. En nuestro tiempo, es necesario que se lleve a cabo una unión entera, completa y perfecta de todas las dispensaciones, llaves y poderes (véase Doctrina y Convenios 128:18). Los santos templos ahora llenan la tierra para esos sagrados propósitos. Vuelvo a hacer hincapié en que la construcción de esos templos tal vez no cambie la vida de ustedes, pero el tiempo que pasen en el templo de seguro lo hará.
Se acerca el tiempo en el que los que no obedezcan al Señor serán separados de los que sí lo hagan (véase Doctrina y Convenios 86:1–7). Nuestra protección más segura es seguir siendo dignos de entrar en Su santa casa. El obsequio más grande que podrían darle al Señor es mantenerse sin mancha del mundo, dignos de asistir a Su santa casa. Lo que Él les obsequiará será la paz y la seguridad de saber que son dignos de comparecer ante Él, cuando sea que llegue el momento.
Además de la obra del templo, la salida a luz del Libro de Mormón es una señal para el mundo entero de que el Señor ha comenzado a recoger a Israel y a cumplir los convenios que hizo con Abraham, Isaac y Jacob (véanse Génesis 12:2–3; 3 Nefi 21; 29). El Libro de Mormón declara la doctrina del recogimiento (véase, por ejemplo, 1 Nefi 10:14). Motiva a las personas a aprender acerca de Jesucristo, a creer en Su evangelio y a unirse a Su Iglesia. De hecho, si no existiera el Libro de Mormón, la promesa del recogimiento de Israel no sucedería.
La obra misional es también crucial para ese recogimiento. Los siervos del Señor salen a proclamar la Restauración. En muchas naciones, nuestros miembros y misioneros han buscado a los del Israel disperso; los han cazado por “las cavernas de los peñascos” (Jeremías 16:16); y los han pescado, como en los tiempos antiguos.
La obra misional conecta a las personas al convenio que el Señor hizo con Abraham en la antigüedad:
“… serás una bendición para tu descendencia después de ti, para que en sus manos lleven este ministerio y sacerdocio a todas las naciones.
“Y las bendeciré mediante tu nombre; pues cuantos reciban este evangelio serán llamados por tu nombre; y serán considerados tu descendencia, y se levantarán y te bendecirán como padre de ellos” (Abraham 2:9–10).
La obra misional es solo el comienzo de la bendición. El cumplimiento, la consumación de esas bendiciones se produce cuando aquellos que han entrado en las aguas del bautismo perfeccionan su vida hasta el punto de poder entrar en el santo templo. Recibir la investidura allí sella a los miembros de la Iglesia al convenio de Abraham.
La opción de venir a Cristo no depende del lugar donde se viva, sino que es un asunto de compromiso individual. Todos los miembros de la Iglesia tienen acceso a la doctrina, las ordenanzas, las llaves del sacerdocio y las bendiciones del Evangelio, independientemente de dónde se encuentren. Las personas pueden “[ser llevadas] al conocimiento del Señor” (véase 3 Nefi 20:13] sin dejar su patria.
Cierto es que, en los primeros días de la Iglesia, la conversión solía comprender también la emigración, pero en la actualidad, el recogimiento se lleva a cabo en cada nación. El Señor ha decretado el establecimiento de Sion (véanse Doctrina y Convenios 6:6; 11:6; 12:6; 14:6) en cada lugar donde Él ha dado a Sus santos su nacimiento y nacionalidad. El lugar de recogimiento de los santos brasileños es Brasil; el lugar de recogimiento de los santos nigerianos es Nigeria; el lugar de recogimiento de los santos coreanos es Corea. Sion es “los puros de corazón” (Doctrina y Convenios 97:21); es cualquier lugar donde haya santos justos.
La seguridad espiritual siempre dependerá de cómo se viva y no de dónde se viva. Prometo que si nos esforzamos por ejercer fe en Jesucristo y accedemos al poder de Su expiación por medio del arrepentimiento, tendremos el conocimiento y el poder de Dios para ayudarnos a llevar las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo, y para preparar al mundo para la segunda venida del Señor.
La Segunda Venida
El Señor regresará a la tierra que santificó mediante la misión que allí efectuó en la vida terrenal. Triunfante, vendrá de nuevo a Jerusalén. En vestiduras reales de color rojo para simbolizar Su sangre, la cual brotó de cada poro, regresará a la Ciudad Santa (véase Doctrina y Convenios 133:46–48). Allí y en todas partes “se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá” (Isaías 40:5; véase también Doctrina y Convenios 101:23). “… se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6).
Gobernará desde dos capitales mundiales: una en la antigua Jerusalén (véase Zacarías 14) y la otra en la Nueva Jerusalén “edificada sobre el continente americano” (Artículos de Fe 1:10). Desde esos centros, dirigirá los asuntos de Su Iglesia y reino. Aún se construirá otro templo en Jerusalén. Desde ese templo, Él reinará por siempre como Señor de señores. El agua brotará de debajo del templo; las aguas del Mar Muerto serán sanadas (véase Ezequiel 47:1–8).
En ese día, tendrá nuevos títulos y estará rodeado de santos especiales. Será conocido como “Señor de señores y Rey de reyes, y los que est[én] con Él s[erán] llamados, y elegidos y fieles” (Apocalipsis 17:14) a la confianza que se depositó en ellos en la vida terrenal. Entonces Él “reinará para siempre jamás” (Apocalipsis 11:15).
La tierra volverá a su estado paradisíaco y será renovada. Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva (véanse Apocalipsis 21:1; Éter 13:9; Doctrina y Convenios 29:23–24).
Es nuestra comisión, es nuestro privilegio, ayudar a preparar al mundo para ese día.
Afrontar el futuro con fe
Mientras tanto, aquí y ahora, vivimos en una época de confusión; los terremotos y maremotos causan devastación, los gobiernos colapsan, las tensiones económicas son severas, la familia está bajo ataques, los índices de divorcio están aumentando. Tenemos gran motivo para preocuparnos, pero no debemos permitir que nuestros miedos desplacen nuestra fe. Podemos combatir nuestros miedos mediante el fortalecimiento de nuestra fe.
¿Por qué necesitamos una fe tan firme? Porque vienen tiempos difíciles; rara vez, en el futuro, será fácil o popular ser un Santo de los Últimos Días fiel. Cada uno de nosotros será probado. El apóstol Pablo advirtió que en los últimos días, aquellos que con diligencia sigan al Señor “padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). Esa misma persecución puede aplastarlos en una silenciosa debilidad tanto como motivarlos a ser un mejor ejemplo y más valientes en su vida diaria.
La forma en que ustedes afronten las pruebas de la vida es parte del desarrollo de su fe. La fuerza vendrá cuando se acuerden de que tienen una naturaleza divina, una herencia de valor infinito. El Señor les recuerda a ustedes, a sus hijos y a sus nietos que son herederos legítimos, que han sido reservados en el cielo para nacer en un momento y un lugar específicos, para progresar y convertirse en Sus representantes y en Su pueblo del convenio. Al andar por el sendero de rectitud del Señor, serán bendecidos para perseverar en la bondad de Él y ser una luz y un salvador para Su pueblo (véase Doctrina y Convenios 86:8–11).
Hagan todo lo que sea necesario para fortalecer su fe en Jesucristo, al aumentar su comprensión de la doctrina que se enseña en Su Iglesia restaurada y al buscar incansablemente la verdad. Anclados en la doctrina pura, podrán avanzar con fe y persistencia tenaz, y hacer con buen ánimo cuanta cosa esté a su alcance para lograr los propósitos del Señor.
Habrá días en los que se sentirán desalentados; de modo que ¡oren y pidan el valor para no darse por vencidos! Tristemente, algunos a quienes consideraban sus amigos los traicionarán; y algunas cosas parecerán simplemente injustas.
Sin embargo, les prometo que conforme sigan a Jesucristo, hallarán paz constante y gozo verdadero. Conforme guarden sus convenios con una fidelidad cada vez mayor, y conforme defiendan la Iglesia y el Reino de Dios sobre la tierra en la actualidad, el Señor los bendecirá con fortaleza y sabiduría para lograr lo que solo los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días pueden lograr.
Debemos ser edificadores de una fe individual en Dios, de fe en el Señor Jesucristo, y de fe en Su Iglesia. Debemos edificar familias y ser sellados en los santos templos. Debemos edificar la Iglesia y el Reino de Dios sobre la tierra (véase Mateo 6:33). Debemos prepararnos para nuestro propio destino divino: gloria, inmortalidad y vidas eternas (véanse Romanos 2:7; Doctrina y Convenios 75:5).
Testifico humildemente que, tal como proclamó el profeta José Smith, el evangelio restaurado de Jesucristo “seguirá adelante valerosa, noble e independiente hasta que haya penetrado en todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios, y el gran Jehová diga que la obra está concluida” (History of the Church, tomo IV, pág. 540).
Estamos embarcados en la obra del Dios Todopoderoso. Ruego que Sus bendiciones los acompañen a todos y cada uno de ustedes.