El solo de Sarah
Todo iba muy bien… hasta que Sarah llegó al estribillo.
“Sarah, ¿te gustaría cantar en un programa?”, preguntó la señorita Gardner, la maestra de canto de Sarah.
“¡Me encantaría!”, dijo Sarah.
“Será bueno para ti cantar enfrente de otras personas”, dijo la señorita Gardner, y la anotó en su cuaderno. “El programa será a finales de agosto, así que tendrás todo el verano para prepararte”.
Sarah le contó a sus padres sobre el programa tan pronto llegó a casa y llamó a sus abuelos en cuanto terminaron de cenar. ¡Estaba tan contenta!
Durante la clase siguiente, Sarah y la señorita Gardner escogieron dos canciones para el programa. Una era de una ópera y la otra de una obra musical. Luego Sarah se puso manos a la obra.
Practicaba las canciones con la señorita Gardner y luego practicaba en casa todos los días. Al poco tiempo, las aprendió de memoria, pero seguía practicando.
Finalmente, llegó el día del programa. Sarah se alistó; se puso su vestido azul, se peinó y luego se arrodilló junto a la cama y pidió la ayuda del Padre Celestial.
En poco tiempo iban de camino al programa. “¿Estás nerviosa?”, le preguntó su mamá.
Sarah sacudió la cabeza. “¡Me sé las canciones tan bien que las podría cantar al revés!”.
La mamá sonrió. “Practicaste muchísimo este verano”.
Cuando llegaron al programa, Sarah se sentó junto a sus padres y abuelos. Su amiga Megan fue la primera en cantar y luego cantó Evan. Sarah y el resto del público aplaudieron después de cada canción.
Cuando llegó el turno de Sarah, respiró hondo y caminó hacia el micrófono. Cantó la primera canción a la perfección y la señorita Gardner le sonrió. Luego Sarah empezó la segunda canción.
Todo iba muy bien hasta que llegó al estribillo. Y de repente, ocurrió. ¡Se le olvidó la letra! La mente le quedó completamente en blanco. Miró nerviosamente al público e hizo una seña al pianista para que se detuviera.
“Lo siento”, dijo Sarah. “Me gustaría empezar de nuevo”.
Las manos le sudaban un poco y podía sentir que el corazón le latía fuerte. Respiró hondo otra vez, asintió con la cabeza al pianista y empezó de nuevo.
Esta vez, recordó toda la letra. El público aplaudió cuando terminó. Sarah sonrió, pero se sentía avergonzada.
Después del programa, Sarah fue a hablar con su maestra.
“Lo lamento, señorita Gardner”, dijo. “Cometí un grave error”.
“No es así, Sarah”, le dijo la maestra. “Te perdiste, y eso le puede suceder a cualquiera. Lo importante es que seguiste adelante”.
“Así es”, dijo la abuela, acercándose a ellas. “Estamos tan orgullosos de ti”.
Esa noche Sarah pensó en el programa. Se seguía sintiendo mal por haberse equivocado, pero la señorita Gardner tenía razón. Sarah sí había seguido adelante y podía sentirse orgullosa de aquello.
Es muy parecido al arrepentimiento, pensó.
“¡Oye, mamá!”, dijo Sarah, que corría al dormitorio de sus padres. “Me di cuenta de que el programa es como la vida”.
“¿En qué sentido, querida?”, preguntó la mamá. Sarah se dejó caer en la cama al lado de su mamá.
“Cometí un error durante mi solo, pero lo arreglé y seguí adelante. En la vida, cuando tomo una mala decisión, la puedo arreglar por medio del arrepentimiento. Luego puedo seguir adelante y tomar mejores decisiones”.
“¿Sabes?, eso me parece un tema muy bueno para la noche de hogar”, dijo la mamá. “¿Quieres dar la clase?”.
“¡Claro!”, dijo Sarah. Tenía muchos deseos de compartir lo que había aprendido.