Galletas, abrazos y amor
“Este año la Navidad no será lo mismo”, dijo Eva.
Eva se paró de puntillas y alcanzó la caja de la alacena.
“¡La tengo!”, dijo.
Abrió la caja y en su interior había pequeñas figuras de la Natividad hechas de arcilla roja. Las sacó y colocó suavemente al niño Jesús en el pesebre.
Entonces llegó el momento de decorar el árbol de Navidad. Eva ayudó a su mamá y a su hermanito, Nefi, a colgar cadenas de luces y manzanillas. A Eva le encantaba el dulce olor de las diminutas frutas amarillas. Cuando el papá llegó a casa, ayudó a Eva y a Nefi a poner la estrella en lo alto del árbol.
Eva se alegró de que algunas de sus tradiciones navideñas fueran las mismas este año. Todo lo demás se sentía tan diferente.
Hacía unas semanas, un huracán había azotado su ciudad en Guatemala. La fuerte lluvia y los vientos destruyeron muchas casas. Algunas personas aún vivían en refugios y muchas estaban enfermas debido al virus del COVID-19.
Por lo general, en Nochebuena, las tías, los tíos y los primos de Eva venían a una gran fiesta. Eva y Nefi podían quedarse despiertos hasta tarde. Hacían ponche con sus tías y jugaban con sus primos. A medianoche, todos salían a las calles, encendían petardos y daban abrazos a amigos y vecinos.
Sin embargo, este año los miembros de su familia no podían ir a visitarlos y no habría abrazos de Nochebuena en las calles.
Eva se sentía triste por toda la diversión que se iba a perder. “Este año la Navidad no será lo mismo”, dijo ella.
El papá asintió. “Es diferente, pero mamá y yo tenemos una idea que podría animarlos”.
“La Navidad consiste en dar”, dijo la mamá. “¿Te gustaría ayudarnos a comprar alimentos para las familias que perdieron sus hogares en el huracán?”.
“¡Sí!”, dijo Eva. Nefi asintió.
Eva y Nefi fueron con su mamá a la tienda. Eva ayudó a poner la comida en bolsas de comestibles. ¡Entonces tuvo una idea!
“Mamá”, dijo, “¿puedes ayudarnos a Nefi y a mí a hornear galletas para los niños del refugio? ¡Podemos entregarlas cuando llevemos los alimentos!”.
La mamá estuvo de acuerdo. Eva, Nefi y su mamá pasaron varios días horneando galletas juntos. Eva y Nefi pusieron las galletas en pequeñas bolsas de plástico y las ataron con cintas. Luego se pusieron las mascarillas y caminaron con su mamá y su papá hasta el refugio donde se alojaban las familias.
“Hay muchos niños aquí”, dijo Nefi. “¿Tendremos suficientes galletas?”.
“Espero que sí; hagamos una oración”, dijo ella. Cerraron los ojos y Eva oró en voz baja: “Padre Celestial, por favor, ayúdanos para que todos aquí puedan sentir Tu amor”.
Los niños del refugio hicieron una larga fila. Eva y Nefi le dieron un paquete de galletas a cada uno. ¡Hubo suficiente para todos!
Mientras caminaban a casa, Eva ya no se sentía triste; tenía una gran sonrisa en el rostro. No había podido dar abrazos a sus amigos en Nochebuena, pero cada paquete de galletas era como un abrazo de su corazón.