“Destino a Marte”, El Amigo, abril de 2023, págs. 40–41.
Destino a Marte
Michelle tenía una misión y todo comenzó en la escuela.
Esta historia ocurrió en EE. UU.
Michelle se sirvió más papas y miró a su familia, que estaba sentada a la mesa. Era la menor de diez hermanos, algunos de los cuales ya estaban en la universidad. Le gustaba oírlos hablar de lo que estaban aprendiendo.
“¿Qué quieres estudiar cuando vayas a la universidad?”, le preguntó su hermano. Él estudiaba para ser ingeniero.
“Aún no lo sé”, dijo Michelle.
“Tú también puedes ser ingeniera”, le dijo. “Eres muy inteligente”.
A Michelle le gustó la idea. Le encantaban las matemáticas y la ciencia, y destacaba en ambas materias. Sabía que Dios quería que aprendiera y que Él la ayudaría.
Cuando Michelle creció fue a la universidad para ser ingeniera. Se esforzó mucho por aprender. Algunas clases fueron difíciles, pero ella nunca se dio por vencida.
Estando en la universidad compartió el Evangelio con un compañero de clase, John, y más adelante ambos se casaron en el templo. Michelle se graduó y obtuvo una maestría. Fue madre y ¡hasta consiguió el trabajo de sus sueños ayudando a lanzar cohetes para explorar el espacio! Fue líder y organizó proyectos para su equipo.
Un día, el jefe de Michelle le pidió que trabajara en un proyecto especial a fin de ayudar a crear un vehículo robótico de exploración para enviarlo a Marte. ¡Michelle estaba muy contenta! Dedicó meses a construir nuevos diseños y hacer pruebas.
Sin embargo, después de haber trabajado en el vehículo de exploración de Marte durante casi un año, Michelle y su esposo recibieron una videollamada importante del presidente Henry B. Eyring. “Nos gustaría invitarlos a ser líderes de misión”, dijo el presidente Eyring. “¿Aceptarán el llamamiento?”.
Michelle y John se miraron el uno al otro. Servir en una misión significaba que Michelle tendría que dejar el trabajo de sus sueños. ¡Se perdería el lanzamiento del vehículo de exploración de Marte! Pero ella sabía que servir al Señor era más importante. Cuando se bautizó, había prometido hacer cualquier cosa que Él le pidiera.
“Sí”, dijo ella, y su esposo asintió. “Prestaremos servicio”.
Unas semanas después de que Michelle y John comenzaran su misión, despegó un cohete que transportaba el vehículo de exploración de Marte, pero Michelle no pudo verlo porque estaba haciendo otras cosas importantes: compartía el Evangelio y ayudaba a los misioneros en su misión. Cada día llevaba una placa negra que decía “Hermana Amos”, con el nombre del Salvador debajo.
Después de siete meses, el cohete que llevaba el vehículo de exploración llegó por fin a Marte, a más de 160 millones de kilómetros (100 millones de millas) de distancia. La hermana Amos obtuvo permiso para ver el aterrizaje en línea y, además, invitó a los misioneros a verlo.
La hermana Amos estaba nerviosa. ¡Ella y muchas otras personas habían trabajado mucho en ese proyecto! ¿Aterrizaría a salvo el vehículo de exploración?
¡Así fue! Todos los misioneros gritaron de alegría. Entonces la hermana Amos compartió su testimonio. “Jesucristo creó mundos sin fin”, dijo ella. “Hizo las estrellas, los planetas y todo el universo. Él desea que aprendamos, crezcamos y utilicemos nuestros talentos para hacer el bien”.
Sonrió. Estaba agradecida por la manera en que Dios la había guiado a lo largo de la vida y también por ser misionera y compartir el amor asombroso que Él tiene.