Para la Fortaleza de la Juventud
No tiene por qué ser incómodo
Abril de 2024


“No tiene por qué ser incómodo”, Para la Fortaleza de la Juventud, abril de 2024.

No tiene por qué ser incómodo

Hannah no era miembro de la Iglesia, pero Natalie sí lo era. Y se ayudaron mutuamente a acercarse más a Jesucristo.

Mujeres jóvenes

Ilustración por Gabriele Cracolici

La historia de Hannah

Conocí a Natalie el primer día de sexto grado. Me di cuenta de que no salía con amigos los domingos y que llevaba las Escrituras a la escuela. Un día, estaba en un parque de atracciones con Natalie y dije: “Quiero unirme a tu Iglesia”. No estoy segura de lo que Natalie pensó en ese momento, porque surgió de forma inesperada, pero a partir de ese momento comenzó a compartir más de sus creencias conmigo.

Más tarde ese mismo año, fui con Natalie a una conferencia para los jóvenes. Una de las últimas actividades de la conferencia para los jóvenes fue una reunión de testimonios. Natalie compartió un testimonio especial que me motivó a querer aprender más.

Mientras estudiaba el Evangelio, oraba al Padre Celestial para obtener un testimonio. Pronto supe que lo que había estado aprendiendo era verdad. Ese verano, me convertí en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Más adelante, una amiga me preguntó qué es el bautismo. Le conté de las cosas que me encantan del Evangelio de Jesucristo y la felicidad que he encontrado en el Salvador. A mi amiga le encanta el fútbol, así que trabajé con la presidencia de mi clase para planificar una actividad de fútbol e invitarla, y Natalie y yo estudiamos el Libro de Mormón con ella por medio de FaceTime.

Al principio, ayudar a mi amiga me parecía una gran responsabilidad: tenía que decir lo correcto para que ella entendiera o invitarla a las actividades adecuadas; pero me di cuenta de que no se trata de convertir, sino más bien de amar. Si tienes buenas intenciones y deseos justos, entonces cualquier cosa que hagas para participar en la obra del Padre Celestial se considerará un éxito. Cuando te esfuerzas por amar a tus amigos de la manera en que lo hace el Salvador, los invitas a venir a Él.

La historia de Natalie

Cuando me cambié a una nueva escuela en sexto grado, una niña llamada Hannah almorzó conmigo y me presentó a nuevos amigos. Pero nunca me di cuenta de que, al mismo tiempo, yo la estaba ayudando a aprender los principios del Evangelio.

Un día, Hannah y yo estábamos juntas en un parque de atracciones. De repente, me dijo que quería unirse a la Iglesia. Decir que yo estaba sorprendida es quedarse corta. Lo primero que pensé fue: “No estoy segura de que ella sepa el gran compromiso que es este”.

No estaba segura de qué hacer, pero mis padres me dijeron: “Ella está interesada en el Evangelio. Debes invitarla al campamento del barrio”. Pensé que sería abrumador para Hannah pasar toda la semana con nosotros y conocer a tantas personas nuevas. Sin embargo, seguí el consejo de mis padres, la invité al campamento y a la conferencia para los jóvenes.

Durante una reunión de testimonios de la conferencia para la juventud, sentí que Hannah necesitaba escuchar mi testimonio a pesar de que hablar en público es uno de mis mayores temores. Hannah sabía que yo tenía miedo, y ella admiraba el hecho de que yo estuviera dispuesta a compartir mi testimonio porque creía en el Evangelio.

Pienso demasiado las cosas, así que cada vez que consideraba invitar a Hannah a alguna actividad, pensaba: “Va a pensar que la estoy presionando para que se una a la Iglesia”. Pero sabía que era un temor irracional. A la gente le gusta que la inviten. A medida que pasaba el tiempo, me sentía más cómoda al hablar sobre mis sentimientos. Aprendí que compartir el Evangelio tiene que ver con el amor.

Se siente mucho gozo al compartir las cosas que más amamos y atesoramos. La experiencia de Hannah no solo ha cambiado su vida; también ha cambiado mi vida y ha fortalecido mi testimonio. Vi la diferencia que el Salvador marcó en Hannah y eso me ayudó a reconocer la diferencia que Él marcó en mi vida.

Las autoras son de Hawái, EE. UU.