“Nos Interesamos Tanto Por Ustedes, Que Les Enviamos Solo Lo Mejor”
“Nuestros misioneros … llegan a su casa para presentarles evidencia adiciona l, Escrituras adicionales, de que Dios vive, que Jesús es el Cristo.”
Hoy, quisiera dirigir mis palabras a las personas que no pertenecen a nuestra fe pero que, junto con nosotros, están participando de esta conferencia. Les hablo en nombre de aproximadamente cien mil madres y padres de mas de cincuenta mil misioneros de nuestra Iglesia que se encuentran prestando servicio al Señor en todas partes del mundo. Como lo dice el refrán publicitario de una reconocida compañía de tarjetas de felicitaciones: “Nos interesamos tanto por ustedes, que les enviamos sólo lo mejor”’.1
Los padres en nombre de los cuales hablo hoy son de todas partes del mundo. Provienen de las llanuras del estado de Iowa y de las calles del Bronx [una zona suburbana del estado de Nueva York, en los Estados Unidos]; de las ciudades de Perú y de Bolivia; de los ondulantes montes Ozark y de las selvas de Colombia y de Kenya. Provienen de todos los medios sociales y económicos. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común: “Se interesan tanto por ustedes, que les envían sólo lo mejor”. Si, les enviamos por dos años a nuestros mas selectos hombres y mujeres jóvenes, en el amanecer de su edad adulta. Les enviamos nuestros hijos, a quienes hemos amado, enseñado y cuidado.
Nos regocijamos con sus éxitos, sufrimos con sus desalientos y reveses, y oramos por ellos continuamente. En pocas palabras, tenemos por ellos los mismos sentimientos de amor y las mismas emociones y sueños que ustedes tienen por sus hijos.
Enviamos a estos jóvenes, señoritas y matrimonios de edad madura a todas partes del mundo, a cualquier lado que sean bien recibidos por los gobiernos y países anfitriones. Ellos viven bajo todo tipo de condiciones, casi siempre bastante por debajo de las comodidades a las cuales se encuentran acostumbrados. A menudo, viven en un medio ambiente poco familiar, que en ocasiones es poco hospitalario hacia los que quieren enseñar las verdades salvadoras de Jesucristo.
Para las muchas miles de personas que no pertenecen a nuestra fe y que les han brindado su amistad a estos jóvenes, les damos nuestras mas sinceras gracias y rogamos a Dios que derrame sobre ustedes Sus mas escogidas bendiciones.
El llamamiento para prestar servicio misional pocas veces llega en el momento que mas nos convenga. La mayoría de los jóvenes hace apenas un año que terminaron la secundaria . Muchos acababan de comenzar sus estudios universitarios. Otros han tenido que posponer e incluso dejar atrás profesiones de gran porvenir. Se venden los automóviles, los novios y las novias quedan esperando, se aplaza el colegio universitario, se renuncia a las becas, se posponen las carreras.
Detrás de todo misionero, hay una historia privada de años de dedicación, preparación y sacrificio personal, como así también la de ser ejemplo de amor por el Salvador. Están también aquellos jóvenes y señoritas dignos que guardan en su corazón un gran deseo de salir en una misión, pero que, debido a problemas físicos, de salud, o a otras circunstancias que les impidan hacerlo, se les ha excusado honorablemente.
La vida del misionero no es fácil. Después de prepararse a través de la niñez y la adolescencia estudiando las Escrituras, preparándose económicamente y manteniéndose personalmente dignos (lo que incluye la pureza sexual y el abstenerse del uso del tabaco, de las bebidas alcohólicas y de las drogas), los misioneros van a uno de los varios centros de capacitación misional que hay esparcidos por el mundo. Esta es la única capacitación misional formal que reciben: tres semanas si han sido llamados a prestar servicio en un país en donde hablan su lengua natal, o dos meses si tienen que aprender un idioma extranjero. Su horario diario en el campo misional es muy riguroso. Comienza a las seis y media de la mañana con dos horas de estudio, doce horas de trabajo diligente y muchas veces desalentador, que continua hasta la hora de ir a acostarse, a eso de las diez de la noche. Su trabajo consiste mayormente en la obra proselitista y la enseñanza, pero también incluye horas generosas prestando servicio voluntario a la comunidad. Se les puede ver enseñando inglés en países extranjeros, donando tiempo en hospitales y asilos de ancianos, sirviendo comida en los refugios para personas sin hogar o prestando cualquier otro servicio en beneficio de la comunidad. Tienen parte de un día de la semana para su preparación personal, para escribir cartas, y para descansar y algo de entretenimiento. Durante su misión no pueden salir con chicas, escuchar música que no sea sagrada, ir a la playa, nadar ni participar de otras muchas actividades consideradas normales para los jóvenes y las señoritas de esa edad.
Algunas personas que no pertenecen a nuestra Iglesia podrían pensar que una misión es un gran sacrificio, que es demasiado que pedir, pero nuestros misioneros no lo ven como un sacrificio. Lo ven como una oportunidad de manifestar su amor por el Salvador, quien dijo: “… Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15). Lo ven como una oportunidad de expresar su amor a toda la humanidad. Lo ven como una oportunidad de testificar de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente, el Redentor del mundo. Lo ven como una oportunidad de edificar la fe en Cristo y de enseñar Su doctrina de salvación y consuelo. Yo lo veo como realmente una de las características distintivas de la verdadera cristiandad. Veo a esos jóvenes misioneros como genuinos siervos cristianos que dan ejemplo de los principios cristianos mas elevados al testificar de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo y prestarle servicio.
El numero continua aumentando: hoy mas de cincuenta mil, mañana mas de sesenta mil y luego setenta mil, entre jóvenes, señoritas y matrimonios que prestan servicio por todo el mundo. En esta época, en la que tantos jóvenes y señoritas de esa edad buscan, andan a la deriva y se debaten con el significado y el propósito de la vida, decenas de miles de ellos se encuentran completamente dedicados a esta gran causa de servir al Señor. Ellos se preparan, se sacrifican y prestan servicio. Lo hacen porque creen en Dios y en la hermandad de toda la humanidad.
Algunos han preguntado por que enviamos a nuestros misioneros a todas partes del mundo, aun entre los que son cristianos como nosotros. En el tercer capitulo de Juan, versículo 16, leemos el conocido pasaje: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en el cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Nuestros misioneros van a todas las naciones y a todos los pueblos porque tienen un testimonio firme e inconmovible de que Dios continua amando al mundo y que, debido a ese amor, El ha hablado nuevamente. El ha restaurado verdades preciosas que se habían perdido a través de los siglos de persecuciones cristianas, de la edad media y de años de confusión; verdades que son esenciales para nuestra paz y felicidad. Esas son verdades tan esenciales para nuestra salvación eterna que nuestro amoroso Padre las restauró en su plenitud. Después del ministerio de Cristo y de Su ascensión a los cielos, el apóstol Pedro profetizó la restitución de todas las cosas antes de que Cristo regresara en Su segunda venida. El dijo:
“y el envió a Jesucristo, que os fue antes anunciado;
“a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:20-21; cursiva agregada).
Esos misioneros van por todo el mundo llenos de amor y fe porque saben del cumplimiento de la profecía de Pedro sobre la restauración de todas las cosas. Ellos testifican de una restauración tan maravillosa que sólo la mano de Dios podía haberla logrado; tan milagrosa que sólo se puede creer en ella si se comprenden los poderes de Dios y de Su amor por el genero humano; una historia tan divina que sólo se puede aceptar plenamente la veracidad de ella mediante la manifestación personal del Espíritu Santo, que el Salvador ha prometido como Su forma de testificar la verdad a quienes la busquen con espíritu de oración.
Nuestros misioneros no tienen la intención de quitar ninguna verdad preciosa, ni valores ni principios valiosos que han guiado a muchos de ustedes a llevar una vida de servicio recto y devoción al Salvador. Por el contrario, ellos llegan a su casa para presentarles evidencia adicional, Escrituras adicionales, de que Dios vive, que Jesús es el Cristo que fue en verdad colgado de la cruz y expió nuestros pecados. Ellos llevan un mensaje que confirma Su vida, que enaltece Su bondad y amor.
Ellos les testificaran de una maravillosa visión, considerada milagrosa en un mundo actual de dudas, pero una que fácilmente se aceptaría si hubiera ocurrido hace dos mil años. Estos misioneros explicaran como Dios y Cristo se le aparecieron a un joven de sólo catorce años para comenzar esa Restauración. Les hablaran sobre otros mensajeros celestiales que han venido a restaurar la autoridad, la doctrina y las enseñanzas de Cristo en SU plenitud y sencillez. Les contaran sobre verdades y acontecimientos tan hermosos y maravillosos, tan prodigiosos, que ustedes se estremecerán de emoción cuando ellos se los revelen.
Los misioneros les explicaran el verdadero propósito de esta vida a la que llamamos mortal.
Les harán comprender de dónde venimos, por que estamos aquí y por que es preciso, y aun deseable, que pasemos por las vicisitudes de la vida mortal, incluso el sufrimiento, el dolor, la tentación y la muerte, así como también el gozo y la felicidad. Ellos les explicaran cómo, por medio de las enseñanzas de Cristo, se puede encontrar paz y guía en un mundo en ocasiones lleno de problemas y turbulencia. Pero quizás lo mas importante de todo, les explicaran que piensa Dios sobre la importancia y la santidad de la familia. Para los esposos y las esposas que se aman y quieren a sus hijos, habrá un mensaje sobre la forma en la cual podrían tener a su familia para siempre, eternamente, mas allá de la muerte. Y por ultimo, les explicaran cómo obtener un testimonio personal de la veracidad de esas cosas.
De tal manera, es que “ nos interesamos tanto por ustedes, que les enviamos sólo lo mejor”. A todos ustedes que no pertenecen a nuestra fe: cuando dos jóvenes de camisa blanca y corbata, dos amorosas señoritas o a una pareja de noble aspecto golpeen a la puerta de su casa y se presenten como representantes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, les pido que los inviten a pasar. Escuchen su mensaje y juzguen su valor por si mismos. Les sugiero que no solamente acepten escuchar su mensaje sino que le pregunten con ferviente deseo a nuestro Padre Celestial acerca de SU veracidad y sobre el valor que tiene para usted y para SU familia, ya que El es el dueño de toda la verdad y ha prometido que se lo confirmara a todo aquel que lo busque con verdadera intención.
Yo les testifico que el Espíritu me ha confirmado que estas cosas son verdaderas. El Espíritu se lo ha testificado a mas de cincuenta mil misioneros y a cien mil padres y a miles de familiares que se sacrifican y les ofrecen su mas preciado obsequio, para llevarles este mensaje a ustedes. Juntos les testificamos que el Espíritu también les testificara a ustedes si reciben el mensaje y le piden al Padre Celestial por una confirmación personal de su veracidad.
Añado mi testimonio solemne al de nuestros misioneros, al de sus padres y al de millones de otras personas que han recibido esa misma confirmación de que Dios vive, que Jesús es el Cristo. El es nuestro Salvador, nuestro Redentor y nos ama, a cada uno de nosotros, y ha restaurado Su evangelio en su plenitud. En el nombre de Jesucristo. Amén.