Al reunirnos otra vez
Nuestro Padre Celestial tiene presente a cada uno de nosotros y nuestras necesidades. Que seamos llenos de Su Espíritu al participar de esta conferencia.
Mis queridos hermanos y hermanas, al reunirnos otra vez en una conferencia general de la Iglesia, les doy la bienvenida y les expreso mi amor. Nos reunimos cada seis meses para fortalecernos unos a otros, para dar ánimo, para proporcionar consuelo, para fortalecer la fe. Estamos aquí para aprender. Algunos de ustedes tal vez busquen respuesta a preguntas o desafíos por los que estén pasando en la vida. Algunos sufren a causa de la desilusión o de pérdidas. Cada uno puede ser iluminado y recibir ánimo y consuelo al sentir el Espíritu del Señor.
Si hubiese cambios que efectuar en su vida, ruego que encuentren el incentivo y el valor para hacerlo al escuchar las palabras inspiradas que se expresarán. Que cada uno de nosotros vuelva a decidir vivir de manera tal que seamos dignos hijos de nuestro Padre Celestial. Que sigamos oponiéndonos al mal dondequiera que se encuentre.
Qué bendecidos somos por haber venido a la tierra en una época como ésta, una época maravillosa en la larga historia del mundo. No podemos estar todos bajo un mismo techo, pero ahora tenemos la capacidad de participar de esta conferencia a través de la maravilla de las transmisiones por televisión, radio, cable, satélite e internet, incluso en los dispositivos móviles. Nos congregamos unificados; hablamos diferentes idiomas, vivimos en muchos países, pero todos tenemos una fe, una doctrina y un propósito.
Desde nuestros pequeños comienzos hace 182 años, nuestra presencia ahora se siente en todo el mundo. Esta gran obra en la que participamos seguirá adelante, cambiando y bendiciendo vidas al hacerlo. Ninguna causa ni fuerza en el mundo entero puede detener la obra de Dios. A pesar de lo que venga, esta gran causa seguirá adelante. Recordarán las palabras proféticas del profeta José Smith: “Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra: las persecuciones se encarnizarán, el populacho podrá conspirar, los ejércitos podrán juntarse y la calumnia podrá difamar; mas la verdad de Dios seguirá adelante valerosa, noble e independientemente, hasta que haya penetrado todo continente, visitado toda región, abarcado todo país y resonado en todo oído, hasta que se cumplan los propósitos de Dios y el gran Jehová diga que la obra está concluida”1.
Hay muchas cosas difíciles y desafiantes en el mundo hoy día, mis hermanos y hermanas; pero también hay mucho que es bueno y ennoblecedor. Como declaramos en el decimotercer artículo de fe: “Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos”; que siempre continuemos haciéndolo.
Les agradezco su fe y devoción al Evangelio. Les doy las gracias por el amor y cuidado que se brindan los unos a los otros. Les agradezco el servicio que dan en sus barrios y ramas, y en sus estacas y distritos. Es ese servicio el que permite al Señor lograr muchos de Sus propósitos aquí sobre la tierra.
Expreso mi agradecimiento por la bondad con la que me tratan dondequiera que voy. Les agradezco sus oraciones a mi favor. He sentido esas oraciones y estoy muy agradecido por ellas.
Ahora, mis hermanos y hermanas, hemos venido a que se nos instruya y se nos inspire. Se ofrecerán muchos mensajes en los próximos dos días. Les aseguro que los hombres y mujeres que les hablarán han buscado la ayuda y la guía del cielo al preparar sus mensajes. Han sido inspirados en cuanto a lo que compartirán con nosotros.
Nuestro Padre Celestial tiene presente a cada uno de nosotros y nuestras necesidades. Que seamos llenos de Su Espíritu al participar de esta conferencia; ése es mi ruego sincero. En el nombre de Jesucristo. Amén.