Crean, obedezcan y perseveren
Crean que el permanecer firmes y fieles a las verdades del Evangelio es de fundamental importancia. ¡Yo les testifico que lo es!
Mis queridas jóvenes hermanas, la responsabilidad de hablarles me hace sentir humilde; ruego la ayuda divina para estar a la altura de esta oportunidad.
Hace sólo unos 20 años ustedes aún no habían comenzado su jornada en la mortalidad; todavía se encontraban en su hogar celestial. Allí estaban entre personas que las amaban y se preocupaban por su bienestar eterno. Con el tiempo, la vida sobre la tierra llegó a ser esencial para su progreso. Sin duda hubo palabras de despedida y expresiones de confianza; obtuvieron un cuerpo y se convirtieron en seres mortales, separados de la presencia de su Padre Celestial.
No obstante, una bienvenida llena de gozo las esperaba en la tierra. Esos primeros años fueron años preciados y especiales. Satanás no tenía poder para tentarlas pues ustedes todavía no eran responsables. Eran inocentes ante Dios.
Muy pronto llegaron a esa etapa que algunos han catalogado como “la terrible adolescencia”. Yo prefiero llamarla “la fantástica adolescencia”. Qué época de oportunidades, un período de crecimiento, un semestre de desarrollo, caracterizado por la adquisición de conocimiento y la búsqueda de la verdad.
Nadie ha descrito la adolescencia como una etapa fácil. Con frecuencia son años de inseguridad, de sentir que no son suficientemente buenas, de buscar su lugar entre sus compañeras, de tratar de sentirse integradas. Ésta es una época en la que son cada vez más independientes y tal vez deseen más libertad de la que sus padres quieran darles en este momento. También son años importantes en los que Satanás las tentará y hará cuanto pueda para alejarlas del camino que las conduce de regreso al hogar celestial del que vinieron, a sus seres queridos que están allí y a su Padre Celestial.
El mundo que las rodea no está provisto para proporcionarles la ayuda que precisan a fin de realizar este viaje que a menudo es peligroso. Tantas personas de la sociedad actual parecen haberse desprendido de las anclas de seguridad y estar a la deriva, alejados de los puertos de paz.
La indulgencia, la inmoralidad, la pornografía, las drogas, la presión social —todas éstas y más— hacen que muchas personas vayan a la deriva en un mar de pecado y se estrellen contra los afilados arrecifes de las oportunidades perdidas, las bendiciones desperdiciadas y los sueños destrozados.
¿Hay un camino hacia la seguridad? ¿Se puede escapar la amenazante destrucción? ¡La respuesta es un rotundo sí! Les aconsejo que dirijan la vista al faro del Señor. Lo he dicho antes y lo diré otra vez: no existe niebla tan densa, noche tan oscura, viento tan intenso ni marinero tan perdido que el faro del Señor no pueda rescatar. Nos indica el camino a través de las tormentas de la vida. Nos dice: “Por aquí vas a salvo. Por aquí llegas a casa”. Emite señales de luz que se ven fácilmente y nunca se extinguen. Si se siguen, esas señales las guiarán de regreso a su hogar celestial.
Esta noche deseo hablarles sobre tres señales esenciales que emanan del faro del Señor que las ayudarán a volver a ese Padre que espera ansiosamente su regreso triunfante. Esas tres señales son: crean, obedezcan y perseveren.
Primero, menciono una señal que es básica y esencial: crean. Crean que son hijas del Padre Celestial, que Él las ama y que están aquí con un propósito glorioso: ganar su salvación eterna. Crean que el permanecer firmes y fieles a las verdades del Evangelio es de fundamental importancia. ¡Yo les testifico que lo es!
Mis jóvenes amigas, crean las palabras que repiten cada semana al recitar el lema de las Mujeres Jóvenes. Piensen en el significado de esas palabras; expresan la verdad. Esfuércense siempre por vivir según los valores que indica. Crean, como lo dice el lema, que si aceptan esos valores y actúan de acuerdo con ellos estarán preparadas para fortalecer su hogar y a su familia, para hacer y guardar convenios sagrados, para recibir las ordenanzas del templo y, al final, gozar de las bendiciones de la exaltación. Éstas son hermosas verdades del Evangelio, y al seguirlas, serán más felices en esta vida y en la venidera de lo que serán si las ignoran.
A la mayoría de ustedes se les enseñaron los principios del Evangelio desde que eran niñas. Se los enseñaron padres y maestros amorosos. Las verdades que les enseñaron las ayudaron a obtener un testimonio; creyeron lo que se les enseñó. Si bien ese testimonio puede seguir alimentándose espiritualmente y creciendo a medida que estudien, que oren para recibir dirección y que asistan a las reuniones de la Iglesia todas las semanas, depende de ustedes el que ese testimonio se mantenga vivo. Satanás tratará de destruirlo con todas sus fuerzas. Tendrán que alimentarlo durante toda su vida. Al igual que la llama de un fuego que arde intensamente, el testimonio de ustedes, si no se alimenta constantemente, se irá apagando hasta ser brasas, y luego se enfriará por completo. No deben dejar que eso suceda.
Además de asistir a sus reuniones dominicales y a las actividades semanales, cuando tengan la ocasión de participar en seminario, ya sea en clases matutinas o supervisado, aprovechen esa oportunidad. Muchas de ustedes ya están haciéndolo ahora. Como todas las cosas de la vida, el beneficio que obtendrán de su experiencia en seminario dependerá de su actitud y de su buena disposición a que les enseñen. Ruego que su actitud sea una de humildad y deseo de aprender. Qué agradecido estoy por la oportunidad que tuve cuando era jovencito de asistir a seminario matutino, ya que jugó un papel vital en el desarrollo de mi testimonio. Seminario puede cambiar vidas.
Hace unos años era parte de una comisión directiva junto con un buen hombre que había tenido mucho éxito en la vida. Su integridad y su lealtad a la Iglesia me impresionaron. Supe que había obtenido un testimonio y se había unido a la Iglesia gracias a seminario. Cuando se casó, su esposa había sido miembro de la Iglesia toda la vida; él no pertenecía a ninguna iglesia. A través de los años, y a pesar de los esfuerzos de ella, no mostró interés por asistir a la Iglesia con su esposa y sus hijos. Entonces comenzó a llevar a dos de sus hijas a seminario matutino; se quedaba en el auto mientras ellas participaban de la clase y después las llevaba a la escuela. Un día llovía y una de sus hijas le dijo: “Ven adentro papá; puedes sentarte en el pasillo”. Él aceptó la invitación. La puerta de la clase permanecía abierta y él comenzó a escuchar. Su corazón fue conmovido. El resto del año escolar asistió a seminario con sus hijas, lo cual, con el tiempo, llevó a que se uniera a la Iglesia y fuese activo toda la vida. Permitan que seminario edifique y fortalezca sus testimonios.
Habrá veces en que afrontarán desafíos que puedan poner en peligro su testimonio; o lo descuidarán al dedicarse a otros intereses. Les ruego que lo mantengan fuerte. Es la responsabilidad de ustedes, y sólo de ustedes, la de mantener la llama ardiendo intensamente. Se requiere un esfuerzo, pero es un esfuerzo del cual nunca se lamentarán. Me viene a la memoria la letra de una canción que escribió Julie de Azevedo Hanks. En cuanto a su testimonio ella escribió:
A través de los cambiantes vientos,
envuelta en las nubes de dolor,
con mi vida la protejo.
Necesito la luz, necesito el calor.
Aun cuando la tormenta ruja
y esté de pie en medio de la fuerte lluvia,
sigo siendo
Guardiana de la llama1.
Es mi deseo que crean y que puedan mantener la llama de su testimonio vivamente encendida, suceda lo que suceda en sus vidas.
Segundo; jovencitas obedezan. Obedezcan a sus padres; obedezcan las leyes de Dios, nos han sido dadas por un amoroso Padre Celestial. Si se obedecen, nuestra vida será más plena y menos complicada. Nuestros desafíos y problemas serán más fáciles de sobrellevar y recibiremos las bendiciones prometidas del Señor. Él ha dicho: “…el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sión en estos postreros días”2.
Tienen una sola vida para vivir; manténgala lo más libre de problemas posible. Serán tentadas; en ocasiones por personas que consideraban amigas.
Hace algunos años hablé con una asesora de damitas que me contó una experiencia que había tenido con una jovencita de su clase. Esa jovencita había sido tentada una y otra vez a dejar el camino de la verdad y seguir el desvío del pecado. Por la constante insistencia de sus amigas de la escuela, finalmente decidió tomar ese desvío. Tramó un plan: ella le diría a sus padres que iba a una noche de actividad de las Mujeres Jóvenes. Sin embargo, planeaba quedarse allí sólo hasta que sus amigas y los jóvenes con quienes iban a salir la recogieran. Entonces irían a una fiesta donde habría bebidas alcohólicas y donde se harían cosas que estaban en completa violación con lo que la joven sabía que era correcto.
La maestra había orado por inspiración para ayudar a todas las chicas, pero especialmente a esa jovencita en particular, quien parecía indecisa en cuanto a su compromiso hacia el Evangelio. La maestra había recibido inspiración esa noche de dejar de lado lo que había planificado con anticipación y hablarle a las jóvenes acerca de permanecer moralmente limpias. Cuando empezó a compartir sus ideas y sentimientos, la jovencita en cuestión comenzó a mirar su reloj con frecuencia para asegurarse de no perder la cita con sus amigos. Sin embargo, a medida que avanzaba la charla, se conmovió su corazón, se despertó su conciencia y se renovó su determinación. Cuando llegó la hora, ignoró el repetido sonido de la bocina del coche que la llamaba. Se quedó toda la noche con su maestra y las otras jóvenes de la clase. La tentación de desviarse de la manera aprobada por el Señor se había evitado. Satanás había sido frustrado. La jovencita se quedó hasta que todas las demás se habían ido para agradecer a la maestra la lección y decirle cómo la había ayudado a evitar lo que podría haber resultado en consecuencias trágicas. La oración de una maestra había sido contestada.
Más tarde supe que debido a que esa noche había decidido no ir con sus amigos, que eran algunos de los jóvenes más populares de la escuela, la habían hecho a un lado y por muchos meses no tuvo amigos en la escuela. No podían aceptar que no estuviera dispuesta a hacer las cosas que ellos hacían. Fue una etapa muy difícil y solitaria para ella, pero permaneció firme y con el tiempo tuvo amigos que compartían sus normas. Ahora, varios años después, está casada en el templo y tiene cuatro hijos hermosos. Qué distinta podría haber sido su vida. Nuestras decisiones determinan nuestro destino.
Preciadas jovencitas, hagan que cada decisión que deban tomar pase esta prueba: “¿Cómo me afectará? ¿cómo me beneficiará?”, y vean que su código personal de conducta no recalque tanto el “¿qué pensarán los demás?”, sino, más bien “¿qué pensaré yo de mí misma?”. Déjense influenciar por la voz apacible y delicada del Espíritu; tengan presente que un hombre con la debida autoridad puso las manos sobre la cabeza de ustedes en el momento de su confirmación y dijo: “Recibe el Espíritu Santo”. Abran el corazón, abran el alma misma, a los susurros de esa voz que testifica de la verdad. Como prometió el profeta Isaías: “…tus oídos oirán… palabra que diga: Éste es el camino, andad por él”3.
La actitud de nuestros días es la permisividad. Las revistas y los programas de televisión muestran a los ídolos del cine, los héroes del mundo deportivo —aquellos a quienes los jóvenes quieren imitar— haciendo caso omiso a las leyes de Dios y exhibiendo prácticas pecaminosas, aparentemente sin consecuencias negativas. ¡No lo crean! Llegará la hora de rendir cuentas, el momento de nivelar la balanza. Toda Cenicienta tiene su medianoche, si no en esta vida, en la próxima. El día del juicio final llegará para todos. ¿Están preparadas? ¿Están satisfechas con lo que han hecho?
Si alguna de ustedes ha tropezado en el camino, les aseguro que hay una manera de regresar. El proceso se llama arrepentimiento. Nuestro Salvador murió para darnos a ustedes y a mí ese bendito don. Aunque el sendero es difícil, la promesa es real. Dijo el Señor: “…aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”4, “y no me acordaré más de [ellos]”5.
Mis queridas jóvenes hermanas, tienen el preciado don del albedrío; les ruego que escojan obedecer.
Por último, perseveren. ¿Qué significa perseverar? Me encanta esta definición: soportar con valor. Tal vez necesiten valor para creer; a veces será necesario al obedecer. Con seguridad les será requerido para perseverar hasta el día en que abandonen esta existencia mortal.
A lo largo de los años he hablado con muchas personas que me han dicho: “Tengo tantos problemas, verdaderas preocupaciones; estoy abrumado con los desafíos de la vida; ¿qué puedo hacer?”. Les he dado a ellos, y les doy a ustedes ahora, esta sugerencia: busquen la guía divina un día a la vez. Vivir la vida por metros es difícil; pero vivirla centímetro a centímetro es pan comido. Cada uno de nosotros puede ser leal por un día —y luego otro, y otro más después de eso— hasta que hemos vivido una vida guiados por el Espíritu, una vida cerca del Señor, una vida de buenas obras y rectitud. El Salvador prometió: “Mirad hacia mí, y perseverad hasta el fin, y viviréis; porque al que persevere hasta el fin, le daré vida eterna”6.
Con este propósito han venido al mundo, mis jóvenes amigas. No hay nada más importante que la meta que tratan de lograr: la vida eterna en el reino de su Padre.
Ustedes son preciadas, hijas preciadas de nuestro Padre Celestial, enviadas a la tierra en esta época por un propósito. Han sido preservadas para este preciso momento. Cosas maravillosas y gloriosas están a su alcance si sólo creen, obedecen y perseveran. Que reciban esa bendición; lo ruego en el nombre de Jesucristo, nuestro Salvador. Amén.