¡Ahora es el tiempo de levantarse y brillar!
Como hijas de Dios, nacieron para liderar.
Desde mi ventana, en la oficina de las Mujeres Jóvenes, tengo una vista espectacular del Templo de Salt Lake. Todos los días veo al ángel Moroni en lo alto del templo como un brillante símbolo no sólo de su propia fe, sino de la nuestra. Me encanta Moroni, porque en una sociedad deteriorada él permaneció puro y leal. Él es mi héroe; permaneció firme él solo. Siento que, de alguna manera, se encuentra en lo alto del templo hoy llamándonos a tener valor, a que recordemos quiénes somos y a que seamos dignas de entrar en el santo templo, a “…[levantarnos y brillar]”1 y permanecer por encima del clamor del mundo, y a que, como profetizó Isaías, “…[vengamos]… al monte de Jehová”2, el santo templo.
Hoy están reunidas las hijas escogidas del Señor. No hay ningún grupo más influyente que defienda la verdad y la rectitud en todo el mundo que las mujeres jóvenes y las mujeres de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Veo la nobleza de ustedes y conozco su identidad y destino divinos. Se distinguieron en la vida premortal; su linaje conlleva convenios y promesas, y han heredado los atributos espirituales de los fieles patriarcas Abraham, Isaac y Jacob. Un profeta de Dios se refirió una vez a cada una de ustedes reunidas esta noche como “la esperanza radiante”3 del futuro, ¡y estoy de acuerdo! En un mundo con grandes desafíos, la luz de ustedes brilla intensamente. De hecho, estos son “días inolvidables”4. Éstos son sus días, y ahora es el tiempo para que las mujeres jóvenes de todas partes se “…[levanten y brillen], para que [su] luz sea un estandarte a las naciones”5.
“Una norma es una medida mediante la cual se determina la exactitud o la perfección”6. ¡Debemos ser una norma de santidad para que el mundo entero lo vea! La nueva versión del librito Para la Fortaleza de la Juventud contiene no sólo las normas que deben vivir con exactitud, sino las bendiciones prometidas si así lo hacen. Las palabras que se encuentran en este importante librito son normas para el mundo, y vivir estas normas les permitirá saber qué hacer para llegar a ser más como el Salvador y ser felices en un mundo cada vez más oscuro. Vivir las normas de este librito las ayudará a ser merecedoras de la compañía constante del Espíritu Santo; en el mundo que viven, necesitarán esa compañía para tomar decisiones cruciales que determinarán su éxito y felicidad futuros. Vivir esas normas las ayudará a ser merecedoras de entrar en los santos templos del Señor y recibir allí las bendiciones y el poder que las esperan al hacer y guardar convenios sagrados7.
Cuando nuestra hija Emi era una niña pequeña, le gustaba observar todo lo que yo hacía mientras me alistaba para ir a la Iglesia. Después de observar mi rutina, se peinaba el cabello, se ponía su vestido y, finalmente, siempre me pedía que le pusiera un poco de “brillo”. El “brillo” al que se refería era una crema espesa y pegajosa que usaba para prevenir las arrugas; al pedírmelo, yo se lo ponía en las mejillas y en los labios; ella entonces sonreía y decía: “¡Ahora si estamos listas!”. Sin embargo, Emi no se daba cuenta de que ella ya llevaba consigo su “brillo”. Su rostro brillaba porque era tan pura, inocente y buena. Ella tenía la compañía del Espíritu y se notaba.
Desearía que cada mujer joven reunida aquí esta noche entendiera y supiera que su belleza, su “brillo”, no radica en el maquillaje, en las cremas pegajosas ni en la ropa ni en los peinados de moda, sino que yace en su pureza personal. Cuando viven las normas y son merecedoras de la compañía constante del Espíritu Santo, pueden ejercer un impacto poderoso en el mundo. Su ejemplo, aun la luz que emana de sus ojos, influirá en los demás que vean ese “brillo” y querrán ser como ustedes. ¿Dónde consiguen esa luz? El Señor es la luz, “…y el Espíritu ilumina a todo hombre en el mundo que escucha la voz del Espíritu”8. Una luz divina aparece en nuestros ojos y en nuestros semblantes cuando nos acercamos a nuestro Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo. ¡Es de esa manera que obtenemos nuestro “brillo”! Además, como todas podrán ver, ¡de todos modos la crema realmente no funcionó para mis arrugas!
El llamado para “levantarse y brillar” es un llamado a cada una de ustedes para guiar al mundo en una poderosa causa, para elevar las normas y conducir a esta generación a la virtud, a la pureza y a ser digna de entrar en el templo. Si desean marcar una diferencia en el mundo, deben ser diferentes del mundo. Repito las palabras de Joseph F. Smith, que dijo a las mujeres de su época: “No corresponde que ustedes sean guiadas por las mujeres [jóvenes] del mundo; ustedes deben guiar… a las mujeres [jóvenes] del mundo, en todo lo que sea… purificador para los hijos de los hombres”9. Estas palabras siguen siendo verdaderas hoy en día. Como hijas de Dios, nacieron para liderar.
En el mundo en que vivimos, su habilidad de liderar requerirá la guía y la compañía constante del Espíritu Santo, que les dirá “todas las cosas que debéis hacer”10 al reconocer y confiar en Su guía e impresiones; y dado que el Espíritu Santo no habita en templos impuros, cada una de nosotras tendrá que analizar sus hábitos y su corazón. Todas tendremos que cambiar algo; es decir, arrepentirnos. El padre del Rey Lamoni dijo en el Libro de Mormón: “…abandonaré todos mis pecados para conocerte”11. ¿Estamos dispuestas, ustedes y yo, a hacer lo mismo?
Un grupo de jóvenes de Queen Creek, Arizona, decidió “levantarse y brillar” y guiar a los jóvenes de su comunidad al vivir las normas de Para la Fortaleza de la Juventud. Cada uno escribió en su diario personal algo que a su parecer lo estaba deteniendo o algo que quería cambiar en su vida y, literalmente, todos cavaron un hoyo; entonces, se reunieron y arrancaron la página del diario y la tiraron al hoyo que habían hecho en la tierra, de la misma manera que el pueblo de Ammón lo hizo en el Libro de Mormón con sus armas de guerra12. Luego enterraron esas páginas y ese día hicieron un compromiso de cambiar. Se arrepintieron; ¡decidieron levantarse!
¿Tienen algo en sus vidas que tengan que cambiar? Pueden hacerlo; pueden arrepentirse gracias al infinito sacrificio expiatorio del Salvador. Él hizo posible que, ustedes y yo, podamos cambiar, volvernos puros y limpios nuevamente y llegar a ser como Él, quien nos ha prometido que, cuando así lo hagamos, no recordará más nuestros pecados y errores13.
En ocasiones puede parecer casi imposible seguir brillando, puesto que hay tantos desafíos que podrían oscurecer la fuente de toda luz, que es el Salvador. A veces el camino es difícil, e incluso podría parecer, en ocasiones, que una espesa niebla oscurece la luz. Tal fue el caso de una jovencita llamada Florence Chadwick. Desde los 10 años, Florence descubrió que era una nadadora talentosa; cruzó el canal de la Mancha a nado en el tiempo récord de 13 horas y 20 minutos. A Florence le encantaban los retos y más adelante intentó nadar entre la costa de California y la isla Catalina, unos 34 km. En esa ocasión, se sintió cansada después de haber nadado por 15 horas. Se levantó una niebla espesa que impedía ver la costa. Su madre estaba junto a ella en un bote y Florence le dijo que pensaba que no iba a poder terminar. Su madre y su entrenadora la animaron a continuar, pero lo único que ella podía ver era la niebla; entonces, abandonó la carrera, pero una vez dentro del bote, descubrió que había desistido a 1.6 km de la costa. Más tarde, cuando la entrevistaron y le preguntaron por qué había abandonado la carrera, confesó que no fue por el agua fría ni por la distancia; ella dijo, “Me derrotó la niebla”14.
Tiempo después lo intentó nuevamente y una vez más se levantó una niebla espesa; pero esta vez continuó hasta que llegó a la orilla con éxito. Cuando le preguntaron qué había sido diferente esta vez, ella dijo que mantuvo una imagen de la costa en su mente en medio de la espesa niebla y a lo largo de la duración del trecho15.
Para Florence Chadwick, la costa era su meta; para cada una de nosotras, el templo es nuestra meta. Jovencitas, mantengan el enfoque, no pierdan la visión de sus metas; no permitan que la espesa niebla de la contaminación moral y la desalentadora voz del mundo les impida vivir las normas, disfrutar de la compañía del Espíritu Santo y ser dignas de entrar en los santos templos. Mantengan la visión del templo, la santa casa del Señor, por siempre en sus corazones y mentes.
Hace algunas semanas me encontraba en la sala celestial del Templo de Reno, Nevada. La luz que entraba en esa habitación era brillante y fue aún más brillante gracias a la lámpara de cristal que reflejaba esa luz por todas partes en múltiples facetas talladas en un arco iris de luminosidad. Me maravilló pensar que el Salvador es “…la luz y la vida del mundo”16, y que es Su luz la que debemos levantar y reflejar. Nosotras somos los pequeños cristales que reflejan Su luz y, para hacer eso, debemos estar limpias y libres del polvo del mundo. Al encontrarme en el templo ese día, escuché nuevamente en mi mente el llamado de Moroni a nosotras, las hijas de Sión: “…despierta y levántate del polvo”17; “…no [toques] el don malo, ni la cosa impura”18, “…despierta y levántate… y vístete tus ropas hermosas, oh hija de Sión … y se cumplan los convenios que el Padre Eterno te ha hecho, oh casa de Israel”19.
Las bendiciones prometidas del templo se extienden no sólo a ustedes, sino a todas las generaciones. Al hacer del templo su meta, la influencia de ustedes para bien sobrepasará tiempo y lugar, ¡y la obra que realicen por aquellos que ya partieron será el cumplimiento de la profecía!
En la conferencia general pasada, me emocioné al escuchar al élder David A. Bednar invitar a cada una de ustedes a estar anhelosamente consagradas para hacer su propia historia familiar y obra en el templo por aquellos que hayan partido sin las bendiciones del evangelio restaurado de Jesucristo20. Cuando él les extendió esa invitación, mi corazón se estremeció. En Doctrina y Convenios leemos acerca de “…otros espíritus selectos que fueron reservados para nacer en el cumplimiento de los tiempos, a fin de participar en la colocación de los cimientos de la gran obra de los últimos días, incluso la construcción de… templos y la realización en ellos de las ordenanzas para la redención de los muertos”21. ¡Éste es su día y su obra ha empezado! Al hacer esa obra, se convertirán en salvadoras en el monte Sión22.
El élder Russell M. Nelson dijo de ustedes: “La influencia de [las] mujeres jóvenes de la Iglesia, como un gigante dormido, se despertará, levantará e inspirará a los habitantes de la tierra con una fuerza poderosa para la rectitud”23. Mujeres jóvenes: Levántense y ocupen sus lugares en los eventos gloriosos que determinarán su futuro y el futuro del mundo. ¡Éste es el momento!
“Bandera, alto en el monte, se izó. Oh pueblo, contemplad; al mundo se alzó”24. Jovencitas, ¡ustedes son la bandera! Sean virtuosas y puras, por eso busquen la compañía del Espíritu Santo, entierren sus pecados y transgresiones, mantengan el enfoque y no dejen que la niebla de la polución moral oscurezca sus metas; sean dignas de entrar al templo. ¡Pónganse su “brillo”! Testifico con todo mi corazón que Dios vive y que Él iluminará nuestras vidas al acercarnos más a Su Amado Hijo, nuestro Salvador Jesucristo. Y ruego que, como Moroni, nos “…[levantemos y brillemos, para que nuestra] luz sea un estandarte a las naciones”25. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.