A tono con la música de la fe
Dios ama a todos Sus hijos. Él quiere que todos ellos regresen a Él; desea que todos estén a tono con la música sagrada de la fe.
Cuando nos reunimos con los miembros por todo el mundo, las Autoridades Generales de la Iglesia observamos personalmente la forma en que los Santos de los Últimos Días son una fuerza para el bien. Los felicitamos por todo lo que hacen para bendecir la vida de todas las personas.
Los que tenemos asignaciones relacionadas con asuntos públicos estamos muy al tanto de que el análisis público de la Iglesia y de sus miembros ha aumentado entre muchos líderes de opinión y periodistas de los Estados Unidos y de todo el mundo. Una confluencia única de factores ha elevado significativamente el perfil de la Iglesia1.
Muchos de los que escriben sobre la Iglesia han hecho un esfuerzo sincero por entender a nuestra gente y nuestra doctrina; han sido amables y han tratado de ser objetivos, por lo cual estamos agradecidos.
Reconocemos también que muchas personas no están a tono con las cosas sagradas. El Gran Rabino Lord Sacks de Inglaterra, al dirigirse a los líderes católicos romanos de la Pontificia Universidad Gregoriana, notó cuán secular han llegado a ser algunas partes del mundo y declaró que el culpable es “un agresivo ateísmo científico que está desentonado con la música de la fe”2.
La primera visión grandiosa del Libro de Mormón es el sueño profético de Lehi sobre el árbol de la vida3. En dicha visión se describen claramente los desafíos a la fe que existen en nuestros días y la gran división entre aquellos que aman y adoran a Dios y se sienten responsables ante Él, y los que no. Lehi explica algo de la conducta que destruye la fe. Algunos son orgullosos, vanos e insensatos, y sólo les interesa la denominada sabiduría del mundo4; otros están un poco interesados en Dios pero están perdidos en los vapores mundanos de las tinieblas y el pecado5; algunos han probado el amor de Dios y Su palabra, pero se sienten avergonzados ante los que se burlan de ellos y caen “en senderos prohibidos”6.
Por último, hay quienes están a tono con la música de la fe; ustedes saben quiénes son: ustedes aman al Señor y Su Evangelio y tratan continuamente de vivir y compartir Su mensaje, especialmente con sus familias7; están en armonía con las impresiones del Espíritu, han tomado consciencia del poder de la palabra de Dios, llevan una observancia religiosa en su hogar y, como Sus discípulos, procuran con diligencia vivir una vida semejante a la de Cristo.
Reconocemos lo ocupados que están. Sin contar con un ministerio profesional remunerado, la responsabilidad de administrar la Iglesia depende de ustedes, los miembros consagrados. Sabemos que es común que los integrantes de obispados, presidencias de estaca y otras personas presten largas horas de dedicado servicio; las organizaciones auxiliares y las presidencias de quórumes son ejemplares en su sacrificio abnegado. Tal servicio y sacrificio se extienden entre todos los miembros, a los que llevan los registros administrativos, a los fieles maestros orientadores y maestras visitantes y a los que enseñan clases. Estamos agradecidos por los que prestan servicio valientemente como maestros Scout y también por las líderes de guardería. ¡Todos cuentan con nuestro amor y agradecimiento por lo que hacen y por lo que son!
Reconocemos que hay miembros que están menos interesados en algunas enseñanzas del Salvador y son menos fieles a ellas. Nuestro deseo es que esos miembros despierten totalmente a la fe y aumenten su actividad y su dedicación. Dios ama a todos Sus hijos y quiere que todos vuelvan a Él; desea que todos estén a tono con la sagrada música de la fe. La expiación del Salvador es un regalo para todos.
Es preciso enseñar y entender que amamos y respetamos a toda la gente que Lehi describió8. Recuerden que el juzgar no es asunto nuestro. El juicio es del Señor9. El presidente Thomas S. Monson nos pidió específicamente que tengamos el “valor para abstener[nos] de juzgar a los demás”10. También ha pedido a todo miembro fiel que rescate a los que hayan probado el fruto del Evangelio y se hayan apartado, así como a los que todavía no hayan encontrado el camino estrecho y angosto. Rogamos que éstos se aferren a la barra de hierro y participen del amor de Dios, el que les llenará el alma “de un gozo inmenso”11.
Aunque la visión de Lehi incluye a todas las personas, el concepto doctrinal culminante es el significado eterno de la familia. “La familia es ordenada por Dios. Es la unidad más importante que hay en esta vida y en la eternidad”12. Después de participar del fruto del árbol de la vida (el amor de Dios), Lehi tuvo el deseo de que su familia “participara también de él”13.
Nuestro gran deseo es criar a nuestros hijos en la verdad y la rectitud. Un principio que nos ayudará a lograrlo es el de evitar ser demasiado críticos en cuanto a las conductas insensatas o imprudentes pero no pecaminosas. Hace muchos años, cuando mi esposa y yo todavía teníamos hijos en casa, el élder Dallin H. Oaks enseñó que es importante distinguir entre errores juveniles que deben corregirse y pecados que requieran sanción y arrepentimiento14. Donde haya falta de prudencia, nuestros hijos necesitarán instrucción; donde haya pecado, el arrepentimiento será esencial15. Esto nos fue útil en nuestra propia familia.
La observancia religiosa en el hogar bendice a nuestras familias. El ejemplo es particularmente importante: lo que somos habla con una voz tan potente que nuestros hijos tal vez no oigan lo que decimos. Cuando yo tenía unos cinco años, mi madre recibió la noticia de que su hermano menor había muerto cuando el acorazado en el que prestaba servicio fue bombardeado cerca de la costa de Japón, casi al final de la Segunda Guerra Mundial16. El aviso fue devastador para ella; muy conmovida, se fue al dormitorio. Después de un rato, le di un vistazo al cuarto para ver si estaba bien. Estaba orando arrodillada junto a la cama; me embargó una paz inmensa porque ella me había enseñado a orar y a amar al Salvador. Ésta era una muestra del ejemplo que siempre me daba. Quizás el más importante de todos los ejemplos sea el de la madre y del padre que oran con sus hijos.
El mensaje, el ministerio y la expiación de Jesucristo, nuestro Salvador, constituyen el curso de estudio esencial para la familia. Ningún pasaje de las Escrituras caracteriza nuestra fe mejor que el de 2 Nefi 25:26: “Y hablamos de Cristo, nos regocijamos en Cristo, predicamos de Cristo, profetizamos de Cristo y escribimos según nuestras profecías, para que nuestros hijos sepan a qué fuente han de acudir para la remisión de sus pecados”.
Una de las premisas fundamentales de la visión de Lehi es que los miembros fieles deben asirse firmemente a la barra de hierro para mantenerse en el camino estrecho y angosto que conduce al árbol de la vida. Es esencial que los miembros lean, mediten y estudien las Escrituras17.
El Libro de Mormón es de extrema importancia18. Por supuesto, siempre habrá quienes subestimen la magnitud de este libro sagrado e incluso lo menosprecien; algunos lo han hecho con humor. Antes de servir en la misión, un profesor universitario citó las palabras de Mark Twain de que si se quitara del Libro de Mormón la frase “Y aconteció que”, éste “habría sido sólo un folleto”19.
Pocos meses después, mientras yo prestaba servicio misional en Londres, Inglaterra, un distinguido profesor de la Universidad de Londres, que se había formado en Oxford y era experto en lenguas semíticas, leyó el Libro de Mormón, mantuvo correspondencia con el presidente David O. McKay y recibió a los misioneros. Les dijo que estaba convencido de que el Libro de Mormón era, en verdad, una traducción del “ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios” en los períodos que se describen en el Libro de Mormón20. Uno de los muchos ejemplos que mencionó fue la frase conjuntiva “y aconteció que”, diciendo que reflejaba la forma en que él traduciría la fraseología empleada en escritos semíticos antiguos21. Se le explicó al profesor que, aunque ese enfoque intelectual basado en su profesión le había sido útil, todavía era esencial que tuviera un testimonio espiritual. Mediante el estudio y la oración, él obtuvo ese testimonio espiritual y fue bautizado. Así que lo que un humorista famoso vio como objeto de ridículo, un erudito lo reconoció como evidencia esencial de la veracidad del Libro de Mormón, lo cual el Espíritu le confirmó.
La esencial doctrina del albedrío requiere que el testimonio del Evangelio restaurado se base en la fe más bien que en sólo pruebas externas o científicas. El análisis obsesivo en cosas que no se han revelado por completo, como la forma en que haya ocurrido el nacimiento virginal o la resurrección del Salvador o la manera exacta en que José Smith tradujo nuestras Escrituras, no será eficaz ni rendirá progreso espiritual; ésos son asuntos de fe. Al fin y al cabo, la respuesta se halla en el consejo de Moroni de leer, meditar y luego pedir a Dios con corazón sincero, con verdadera intención, que confirme las verdades de las Escrituras por el testimonio del Espíritu22. Además, cuando inculcamos en nosotros mismos los mandamientos de las Escrituras y vivimos el Evangelio, somos bendecidos con el Espíritu y probamos Su bondad con sentimientos de gozo, de felicidad y, especialmente, de paz23.
Es evidente que la línea divisoria entre los que escuchan la música de la fe y los que son sordos a ella o desentonan es el estudio activo de las Escrituras. Hace unos años me conmovió mucho el hecho de que un amado Profeta, Spencer W. Kimball, hiciera hincapié en la importancia de leerlas y estudiarlas continuamente, diciendo: “Me doy cuenta de que cuando tomo a la ligera mi relación con la divinidad y cuando me parece que no hay oído que me escuche ni voz divina que me hable, es porque yo estoy lejos, muy lejos. Si me sumerjo en las Escrituras, la distancia se acorta y vuelve la espiritualidad”24.
Espero que estemos leyendo regularmente el Libro de Mormón con nuestros hijos. He hablado de ese asunto con mis propios hijos y ellos han hecho dos observaciones. Primero: la persistencia en leer las Escrituras diariamente con la familia es la clave. Mi hija describe con buen humor los esfuerzos que hacen por ser constantes en leerlas temprano por la mañana, con hijos en su mayoría adolescentes. Ella y su esposo se levantan muy temprano y se mueven a través de una niebla mental para aferrarse a la barandilla de hierro de la escalera hacia el cuarto donde la familia se reúne para leer la palabra de Dios. La persistencia es la respuesta, y un buen sentido de humor la facilita. Cada miembro de la familia debe hacer un gran esfuerzo, todos los días, pero vale la pena hacerlo. Los contratiempos pasajeros se vencen con la persistencia.
La segunda observación es la forma en que nuestro hijo menor y su esposa leen las Escrituras con su familia de niños pequeños, dos de los cuales todavía no tienen la edad para leer. Para el de cinco años, tienen señales con cinco dedos a las que él responde a fin de participar plenamente en la lectura familiar de las Escrituras. La señal del dedo índice es para que repita “y aconteció que” siempre que aparezca en el Libro de Mormón. Tengo que admitir que me encanta el hecho de que esa frase se encuentra allí tantas veces. En beneficio de las familias con niñitos, les digo que la señal del dedo medio es “y así vemos que”; y las de los demás dedos las eligen los padres basándose en las palabras del capítulo que estén leyendo.
Sabemos que el estudio de las Escrituras en familia y las noches de hogar no siempre son perfectos; pero, sean cuales sean sus dificultades, no se desanimen.
Entiendan que tener fe en el Señor Jesucristo y guardar Sus mandamientos son y siempre serán la prueba determinante del estado mortal. Sobre todo, cada uno de nosotros debe darse cuenta de que cuando uno está desentonado con la música de la fe, no está a tono con el Espíritu. Como enseñó el profeta Nefi: “…habéis oído su voz… y os ha hablado con una voz apacible y delicada, pero habíais dejado de sentir, de modo que no pudisteis sentir sus palabras”25.
Nuestra doctrina es clara; hemos de ser positivos y de buen ánimo; hacemos hincapié en nuestra fe y no en nuestros temores. Nos regocijamos en la seguridad que nos da el Señor de que estará con nosotros y nos dará guía y dirección26. El Espíritu Santo testifica a nuestro corazón que tenemos un amoroso Padre Celestial cuyo plan misericordioso para nuestra redención se cumplirá en todos los aspectos gracias al sacrificio expiatorio de Jesucristo.
Como escribió Naomi W. Randall, autora de “Soy un hijo de Dios”: “Su Espíritu me da gran paz… y siento en mi corazón que con la fe no hay temor”27.
Por lo tanto, dondequiera que estemos en el sendero del discipulado de la visión de Lehi, resolvamos despertar en nosotros y en nuestra familia un deseo más intenso de reclamar el incomprensible don del Salvador de la vida eterna. Ruego que nos mantengamos a tono con la música de la fe. Testifico de la divinidad de Jesucristo y de la realidad de Su expiación, en el nombre de Jesucristo. Amén.