2010–2019
¿Sabemos lo que poseemos?
Octubre 2013


11:34

¿Sabemos lo que poseemos?

Las ordenanzas y convenios del sacerdocio proporcionan acceso a la plenitud de las bendiciones que Dios nos ha prometido, las cuales son posibles gracias a la expiación del Salvador.

En “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles, declaran: “Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija procreado como espíritu por padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos”1. Con el fin de alcanzar ese destino divino, todos los hijos de Dios necesitan las ordenanzas y los convenios del sacerdocio.

Necesitamos el bautismo. Cuando se nos sumerge en las aguas del bautismo, hacemos convenio de tomar sobre nosotros el nombre de Cristo, recordarlo siempre, guardar Sus mandamientos y servirlo hasta el fin para tener siempre Su Espíritu con nosotros2.

Necesitamos el don del Espíritu Santo. Por medio de esta ordenanza, podemos tener acceso a la compañía constante del Espíritu. El presidente Wilford Woodruff enseñó: “Todo hombre y toda mujer que haya entrado alguna vez en la Iglesia de Dios y haya sido bautizado para la remisión de los pecados tiene derecho a la revelación, derecho a tener el Espíritu de Dios para asistirlos en sus labores, en el cuidado de los hijos, en los consejos que den a sus hijos y a aquellos a quienes hayan sido llamados a presidir. El Espíritu Santo no es exclusivamente para los hombres, ni para los apóstoles ni los profetas, sino que le corresponde a todo hombre y a toda mujer fiel, y a cada niño que tenga la edad apropiada para recibir el Evangelio de Cristo”3.

Necesitamos recibir la investidura del templo. El élder M. Russell Ballard dijo: “Cuando los hombres y las mujeres van al templo, los dos son investidos con el mismo poder, que, por definición, es el poder del sacerdocio… La investidura es literalmente un don de poder”4.

Necesitamos la ordenanza del sellamiento que nos lleva a la vida eterna, “el mayor de todos los dones de Dios”5. Esa ordenanza del sacerdocio la reciben sólo un hombre y una mujer juntos. El élder Russell M. Nelson enseñó: “La autoridad del sacerdocio se ha restaurado con el fin de sellar a las familias por la eternidad”6.

Debemos tener la oportunidad de renovar nuestros convenios cada semana al participar de la Santa Cena. “Los profetas y apóstoles de los últimos días nos han enseñado que cuando participamos dignamente de la Santa Cena, no sólo podemos renovar nuestro convenio bautismal, sino también ‘todos los convenios concertados con el Señor’”7.

Estas ordenanzas y convenios del sacerdocio proporcionan acceso a la plenitud de las bendiciones que Dios nos ha prometido, las cuales son posibles gracias a la expiación del Salvador. Esas ordenanzas invisten a los hijos e hijas de Dios con poder, el poder de Dios8, y nos brindan la oportunidad de obtener la vida eterna: regresar a la presencia de Dios y vivir con Él como parte de Su familia eterna.

Hace poco, fui con los líderes del sacerdocio a visitar las casas de cuatro mujeres en Honduras. Esas hermanas y sus respectivas familias necesitaban las llaves y la autoridad del sacerdocio, las ordenanzas y convenios del sacerdocio y el poder y las bendiciones del mismo.

Visitamos a una querida hermana que está casada y tiene dos hermosos niños. Ella es fiel y activa en la Iglesia y está enseñando a sus hijos a hacer lo justo. Su esposo apoya sus actividades en la Iglesia, pero no es miembro. La familia es fuerte, pero para tener más fortaleza, necesitan bendiciones adicionales del sacerdocio; necesitan que el padre reciba las ordenanzas del bautismo y del don del Espíritu Santo, y que se le confiera el sacerdocio; necesitan el poder del sacerdocio que proviene de la investidura y del sellamiento.

Después visitamos a dos hermanas solas; mujeres de gran fe. Una de ellas tiene un hijo que se está preparando para la misión; la otra está recibiendo tratamiento para el cáncer. En momentos de desaliento y desesperación, ellas recuerdan la expiación del Salvador y eso las colma de fe y esperanza. Ambas necesitaban las bendiciones y el poder adicionales que se reciben por medio de las ordenanzas del templo. Las alentamos a que se unieran al futuro misionero de la casa en su preparación para recibir esas ordenanzas.

Por último, fuimos a ver a una hermana cuyo esposo había fallecido recientemente en un trágico accidente. Debido a su reciente conversión, no había comprendido que podía recibir su investidura personal y ser sellada a su esposo. Cuando le enseñamos que esas bendiciones estaban al alcance de ella y de su esposo fallecido, se sintió llena de esperanza. Al saber que mediante las ordenanzas y los convenios del templo su familia puede estar unida para siempre, tiene la fe y la determinación para afrontar las pruebas futuras.

El hijo de esa hermana viuda se está preparando para recibir el Sacerdocio Aarónico. Su ordenación será una gran bendición para ella y para su familia; tendrán un poseedor del sacerdocio en su hogar.

Cuando conocí a esas fieles mujeres en Honduras, pude darme cuenta que ellas se esforzaban por mantener a sus familias activas en el Evangelio. Ellas expresaron gratitud por miembros del barrio que guardaban sus convenios y que cariñosamente las cuidaban y las ayudaban en sus necesidades, tanto temporales como espirituales. Sin embargo, cada una de esas hermanas tenía necesidades que todavía no se habían cubierto plenamente.

En cada una de las tres casas que visitamos, un sabio líder del sacerdocio preguntó a cada una de ellas si habían recibido una bendición del sacerdocio, y todas le contestaron que no. Ese día, cada una de las hermanas pidió y recibió una bendición del sacerdocio. Todas lloraron al expresar gratitud por el consuelo, la dirección, el aliento y la inspiración que recibieron del Padre Celestial por medio de un digno poseedor del Sacerdocio.

Esas hermanas fueron una inspiración para mí. Ellas mostraron reverencia por Dios y por Su poder y autoridad. También me sentí agradecida por los líderes del sacerdocio que me acompañaron a visitar esos hogares. Al retirarnos de cada uno de ellos, analizamos juntos cómo podíamos ayudar a que esas familias recibieran las ordenanzas que necesitaban para progresar en el sendero del convenio y fortalecer sus hogares.

En la actualidad, hay una gran necesidad de que los hombres y las mujeres cultiven el respeto mutuo como hijos e hijas de Dios, y la reverencia por nuestro Padre Celestial y Su sacerdocio —Su poder y autoridad.

Él tiene un plan para nosotros y cuando ejercemos nuestra fe y confianza en Su plan, nuestra reverencia hacia Él y hacia el poder y la autoridad de Su sacerdocio se fortalecerá.

En la reunión mundial de capacitación de líderes Cómo fortalecer a la familia y a la Iglesia por medio del sacerdocio, se nos enseñó que las hermanas que no tienen poseedores del sacerdocio en sus hogares nunca deben sentirse solas; son bendecidas y fortalecidas por medio de las ordenanzas que reciben y los convenios que guardan. No deben dudar en pedir ayuda cuando sea necesario. El élder M. Russell Ballard enseñó que toda mujer en la Iglesia necesita saber que tiene un obispo, un presidente de quórum de élderes, un maestro orientador y otros dignos poseedores del sacerdocio en los que pueda confiar para que vayan a su hogar y la ayuden y, como la hermana Rosemary M. Wixom añadió, “darle una bendición”9.

El élder Ballard también enseñó: “Nuestro Padre Celestial es generoso con Su poder. Todo hombre y mujer tiene acceso a ese poder para recibir ayuda en su vida personal. Todos los que han hecho convenios sagrados con el Señor y los honran, tienen derecho a recibir revelación personal, ser bendecidos mediante el ministerio de ángeles [y] gozar de la comunión con Dios”10.

Todos nos necesitamos los unos a los otros. Los hijos de Dios necesitan a las hijas de Dios, y las hijas de Dios necesitan a los hijos de Dios.

Tenemos diferentes dones y diferentes fortalezas. En el capítulo 12 de 1 Corintios, se hace hincapié en la necesidad de que los hijos y las hijas de Dios, cada uno de nosotros, cumplan con las funciones y responsabilidades individuales de acuerdo con el plan del Señor, a fin de que todos nos beneficiemos11.

Hijos de Dios, ¿saben quiénes son? ¿Saben lo que poseen? ¿Son dignos de ejercer el sacerdocio y de recibir el poder y las bendiciones del mismo? ¿Aceptan sus funciones y responsabilidades de fortalecer los hogares como padres, abuelos, hijos, hermanos y tíos? ¿Demuestran respeto por la mujer, la femineidad y la maternidad?

Hijas de Dios, ¿sabemos quiénes somos? ¿Sabemos lo que poseemos? ¿Somos dignas de recibir el poder y las bendiciones del sacerdocio? ¿Recibimos los dones que se nos han conferido con gratitud, gracia y dignidad? ¿Aceptamos nuestras funciones y responsabilidades de fortalecer los hogares como madres, abuelas, hijas, hermanas y tías? ¿Demostramos respeto por los hombres, la masculinidad y la paternidad?

Como hijos e hijas del convenio, ¿tenemos fe en nuestro Padre Celestial y en Su plan eterno para nosotros? ¿Tenemos fe en Jesucristo y en Su expiación? ¿Creemos que tenemos una naturaleza y un destino divinos? Y en nuestro empeño por alcanzar ese destino y recibir todo lo que el Padre tiene12, ¿comprendemos la importancia de recibir las ordenanzas del sacerdocio y de efectuar, guardar y renovar nuestros convenios con el Señor?

Somos amados hijos e hijas en espíritu de padres celestiales, con una naturaleza y destino divinos. Nuestro Salvador Jesucristo nos amó tanto que dio Su vida por nosotros, y Su expiación proporciona el medio para que progresemos en el sendero y regresemos a nuestro hogar celestial por medio de los sagrados convenios y ordenanzas del sacerdocio.

Estas ordenanzas y convenios se restauraron a la tierra por medio del profeta José Smith y, hoy en día, el presidente Thomas S. Monson tiene todas las llaves del sacerdocio sobre la tierra.

El élder D. Todd Christofferson enseñó: “…en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se encuentra la autoridad del sacerdocio para administrar las ordenanzas mediante las cuales podemos concertar convenios obligatorios con nuestro Padre Celestial, en el nombre de Su Santo Hijo… Dios cumplirá las promesas que te ha hecho si honras los convenios que has hecho con Él”13.

De estas cosas testifico; en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. “La Familia: Una Proclamación para el Mundo”, Liahona, noviembre de 2010, pág. 129.

  2. Véanse Moroni 4:3; 6:3.

  3. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Wilford Woodruff, 2004, págs. 50–51.

  4. M. Russell Ballard, “Let Us Think Straight”, Brigham Young University Education Week devotional, 20 de agosto de 2013; speeches.byu.edu.

  5. Doctrina y Convenios 14:7; véase también Doctrina y Convenios 131: 1–4.

  6. Russell M. Nelson, en “Nutrir el matrimonio”, Liahona, mayo de 2006, pág. 37; o en Hijas en Mi Reino: La historia y la obra de la Sociedad de Socorro, 2011, pág. 148.

  7. Delbert L. Stapley, en Conference Report, octubre de 1965, pág. 14; citado por el élder L. Tom Perry en “Al tomar la Santa Cena”, Liahona, mayo de 2006, págs. 39–42; véase también Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 561; The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. Edward L. Kimball, 1982, pág. 220.

  8. Véase Doctrina y Convenios 109:22.

  9. Véase M. Russell Ballard y Rosemary M. Wixom, “Las bendiciones del sacerdocio en todo hogar” en Cómo fortalecer a la familia y a la Iglesia por medio del sacerdocio, capacitación mundial de líderes, marzo de 2013, lds.org/broadcasts.

  10. M. Russell Ballard, “Let Us Think Straight”, speeches.byu.edu.

  11. Véase también Doctrina y Convenios 46:9, 12.

  12. Véase Doctrina y Convenios 84:38.

  13. D. Todd Christofferson, “El poder de los convenios”, Liahona, mayo de 2009, pág. 22.