Lamentaciones de Jeremías: Cuidaos del cautiverio
Nuestro desafío es evitar el cautiverio en todas sus formas, ayudar al Señor a reunir a Sus escogidos y sacrificarnos por la nueva generación.
Al comienzo de nuestro matrimonio, mi esposa Mary y yo decidimos que, en la medida de lo posible, escogeríamos actividades a las que pudiéramos asistir juntos; también queríamos ser prudentes con el dinero. A Mary le encanta la música y sin duda le preocupaba que yo le diera demasiada importancia a los eventos deportivos, así que negoció que de todos los eventos de pago que eligiéramos habría dos obras musicales, óperas o actividades culturales por cada partido.
Al principio, me resistía a incluir óperas, pero con el tiempo cambié de idea; en especial, llegué a disfrutar de las óperas de Giuseppe Verdi1; esta semana será el bicentenario de su nacimiento.
En su juventud, Verdi estaba intrigado con el profeta Jeremías, y en 1842, a los veintiocho años, logró la fama con la ópera Nabucco, una forma italiana más corta del nombre Nabucodonosor, rey de Babilonia. Esta ópera contiene conceptos extraídos de los libros de Jeremías, Lamentaciones y Salmos, del Antiguo Testamento. La ópera incluye la conquista de Jerusalén y el cautiverio y la esclavitud de los judíos. El Salmo 137 es la inspiración para el inspirador y conmovedor “Coro de los esclavos hebreos” de Verdi. El encabezamiento de este Salmo en nuestras Escrituras es muy dramático: “Mientras estuvieron en cautiverio, los judíos lloraron junto a los ríos de Babilonia— A causa del dolor, no podían soportar cantar los cánticos de Sión”.
Mi propósito es analizar muchas formas de esclavitud y subyugación. Compararé algunas circunstancias de nuestra época con las de la época de Jeremías antes de la caída de Jerusalén. Al presentar esta voz de amonestación, me siento agradecido de que la mayoría de los miembros de la Iglesia estén evitando con rectitud la conducta que era tan ofensiva para el Señor en la época de Jeremías.
Las profecías y lamentaciones de Jeremías son importantes para los Santos de los Últimos Días. Jeremías y la Jerusalén de su época son el telón de fondo de los primeros capítulos del Libro de Mormón. Jeremías fue contemporáneo del profeta Lehi2. El Señor le informó a Jeremías en forma dramática sobre su preordenación: “Antes que te formase en el vientre te conocí; y antes que nacieses, te santifiqué; te di por profeta a las naciones”3.
Lehi recibió del Señor un llamamiento, una misión y una asignación diferentes. No fue llamado en su juventud, sino en su madurez. Al principio, su voz era una de amonestación, pero después de que declarara fielmente el mismo mensaje que Jeremías, el Señor mandó a Lehi llevar a su familia y huir al desierto4. Al hacerlo, Lehi bendijo no sólo a su familia, sino también a todas las personas.
Durante los años antes de la destrucción de Jerusalén5, los mensajes que el Señor le dio a Jeremías son inquietantes. Él dijo:
“…mi pueblo ha cambiado su gloria por lo que no aprovecha.
“…me abandonaron a mí, fuente de aguas vivas, y cavaron… cisternas rotas que no retienen el agua”6.
Al hablar de las calamidades que sobrevendrían a los habitantes de Jerusalén, el Señor se lamentó: “Pasó la siega [para ellos], terminó el verano, y [ellos] no [han] sido salvos”7.
Dios quiso que los hombres y las mujeres fueran libres para elegir entre el bien y el mal. Cuando las malas decisiones vienen a ser la característica dominante de una cultura o de un país, hay graves consecuencias, tanto en esta vida como en la venidera. Las personas pueden llegar a ser esclavas o a ponerse a sí mismas en cautiverio no sólo de sustancias perjudiciales y adictivas, sino también de las filosofías perjudiciales y adictivas que restan valor a una vida recta.
El apartarse de la adoración del Dios verdadero y viviente y adorar a dioses falsos, como la riqueza y la fama, y el participar en una conducta inmoral e injusta, ocasionan el cautiverio en todas sus manifestaciones insidiosas. Éstas consisten en el cautiverio espiritual, físico y mental, y a veces traen destrucción. Jeremías y Lehi también enseñaron que los que son justos deben ayudar al Señor a establecer Su iglesia y reino, y a reunir al Israel esparcido8.
Estos mensajes se han repetido y reafirmado a través de los siglos en todas las dispensaciones. Son la esencia de la restauración del evangelio de Jesucristo en ésta, la dispensación final.
El cautiverio de los judíos y la dispersión de las tribus de Israel, que incluye las diez tribus, son factores doctrinales importantes en la restauración del Evangelio. Las diez tribus perdidas constituían el Reino del Norte de Israel; fueron llevadas cautivas a Asiria en el año 721 a.C. y fueron a los países del norte9. Nuestro décimo artículo de fe declara: “Creemos en la congregación literal del pueblo de Israel y en la restauración de las Diez Tribus”10. También creemos que como parte del convenio que el Señor hizo con Abraham, no sólo el linaje de Abraham sería bendecido sino que también serían bendecidas todas las personas de la tierra. Como el élder Russell M. Nelson ha dicho, el recogimiento “no es una cuestión de ubicación física; es un asunto de compromiso individual. Se puede traer a la gente al ‘conocimiento del Señor’ [3 Nefi 20:13] sin que dejen su tierra natal”11.
Nuestra doctrina es clara: “El Señor esparció e hizo padecer a las doce tribus de Israel debido a su iniquidad y rebelión; no obstante, también se valió del esparcimiento de Su pueblo escogido entre las naciones del mundo para bendecir a esas naciones”12.
Aprendemos valiosas lecciones de este trágico período. Debemos hacer todo lo posible para evitar el pecado y la rebelión que conducen a la servidumbre13. Reconocemos también que la vida recta es un requisito previo para ayudar al Señor en el recogimiento de Sus escogidos y en la congregación literal de Israel.
El cautiverio, la subyugación, las adicciones y la servidumbre vienen de muchas formas. Pueden ser esclavitudes físicas, pero también puede ser la pérdida o el deterioro del albedrío moral lo que obstaculice nuestro progreso. Jeremías es claro en cuanto a que la falta de rectitud y la rebelión fueron las principales razones para la destrucción de Jerusalén y para el cautiverio en Babilonia14.
Otros tipos de esclavitud son igualmente destructivos para el espíritu humano. Se puede abusar del albedrío moral de muchas maneras15. Voy a mencionar cuatro que son particularmente perniciosas en la cultura de hoy.
En primer lugar, las adicciones que afectan el albedrío, contradicen las creencias morales y destruyen la buena salud ocasionan el cautiverio. El impacto de las drogas y el alcohol, la pornografía, los juegos de azar, la subyugación financiera y otras aflicciones, imponen en aquellas personas en cautiverio y en la sociedad una carga de tal magnitud que es casi imposible de cuantificar.
En segundo lugar, las adicciones o predilecciones que, aunque no sean intrínsecamente malas, pueden consumir el preciado tiempo que se nos ha brindado y que bien podría emplearse para lograr objetivos virtuosos. Éstas pueden incluir el uso excesivo de las redes sociales, los juegos de video y los digitales, los deportes, la recreación y muchas otras16.
Cómo preservar tiempo para la familia es uno de los problemas más importantes que afrontamos en la mayoría de las culturas. En una época en la que yo era el único miembro de la Iglesia en nuestro bufete de abogados, una abogada me explicó que siempre se sentía como una malabarista tratando de mantener tres pelotas en el aire al mismo tiempo. Una pelota era el ejercicio de su profesión como abogada, otra era su matrimonio y la otra eran sus hijos. Casi había abandonado la idea de tener tiempo para sí misma. Estaba muy preocupada de que una de las pelotas siempre estaba en el piso. Sugerí que nos reuniéramos como grupo y analizáramos nuestras prioridades. Establecimos que la razón principal por la que trabajábamos era para mantener a nuestras familias. Acordamos en que ganar más dinero no era tan importante como nuestras familias, pero reconocimos que servir a nuestros clientes de la mejor manera posible era esencial. Entonces la conversación se tornó a lo que hacíamos en el trabajo que era innecesario e inconsistente con el dedicar tiempo a la familia. ¿Existía la presión de pasar tiempo que no era esencial en el lugar de trabajo?17 Decidimos que nuestra meta sería un entorno propicio para la familia, tanto para hombres como para mujeres. Estemos a la vanguardia en lo que respecta a proteger el tiempo para la familia.
En tercer lugar, la mayor subyugación universal en nuestros días, como lo ha sido a través de la historia, son la ideología o las creencias políticas que son incompatibles con el evangelio de Jesucristo. Sustituir la verdad del Evangelio por las filosofías de los hombres puede alejarnos de la sencillez del mensaje del Salvador. Cuando el apóstol Pablo visitó Atenas, trató de enseñar sobre la resurrección de Jesucristo. En Hechos, leemos sobre este esfuerzo: “Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, de ninguna otra cosa se ocupaban, sino en decir o en oír algo nuevo”18. Cuando la multitud se dio cuenta de la naturaleza religiosa y sencilla del mensaje de Pablo, que no era algo nuevo, lo rechazaron.
Esto es representativo de nuestros días, donde las verdades del Evangelio son a menudo rechazadas o distorsionadas para hacerlas intelectualmente más atractivas o compatibles con las tendencias culturales y las filosofías intelectuales del momento. Si no tenemos cuidado, estas tendencias pueden atraparnos y colocarnos en el cautiverio intelectual. Ahora mismo hay muchas voces diciéndole a las mujeres cómo vivir19. Muchas veces se contradicen entre sí. De particular interés son las filosofías que critican o disminuyen el respeto por las mujeres que deciden hacer los sacrificios necesarios para ser madres, maestras, cuidadoras o amigas de los niños.
Hace unos meses, nuestras dos nietas menores nos visitaron, una cada semana. Yo estaba en casa y abrí la puerta. Mi esposa, Mary, estaba en otra habitación. En ambos casos, después de un abrazo, ellas dijeron casi lo mismo. Miraron a su alrededor y dijeron: “Me encanta estar en casa de la abuela. ¿Dónde está la abuela?” No se lo dije a ellas, pero pensé: “¿No es ésta la casa del abuelo también?”. Sin embargo, me di cuenta de que cuando yo era niño, nuestra familia iba a la casa de la abuela. Me vino a la mente la letra de una canción conocida: “Cruzando el río y atravesando el bosque vamos a casa de la abuela”.
Ahora bien, permítanme decir, sin lugar a dudas, que estoy encantado con la educación y otras oportunidades que están disponibles para las mujeres. Valoro el hecho de que el trabajo agotador y las labores domésticas que se exigían a las mujeres se hayan reducido en gran parte del mundo gracias a las conveniencias modernas, y que las mujeres estén haciendo estas magníficas contribuciones en cada campo de acción. Pero, si permitimos que nuestra cultura disminuya la relación especial que tienen los niños con las madres, las abuelas y otras personas que los crían, lo lamentaremos.
En cuarto lugar, las fuerzas que quebranten los principios religiosos sinceros pueden ocasionar el cautiverio. Una de las formas más ingratas es cuando las personas justas que se sienten responsables ante Dios por su conducta, son forzadas a realizar actividades que perturban su conciencia. Por ejemplo: los profesionales de la salud a quienes se les obliga a elegir entre ayudar con los abortos, contra su conciencia, o perder su empleo.
Los miembros de Iglesia son relativamente una pequeña minoría, aun cuando están vinculados con personas que piensen en forma similar a nosotros. Será difícil cambiar la sociedad en general, pero debemos trabajar para mejorar la cultura moral que nos rodea. Los Santos de los Últimos Días en todos los países deben ser buenos ciudadanos, participar en asuntos cívicos, informarse sobre asuntos políticos y legales, y votar.
Sin embargo, nuestro énfasis primordial siempre debe ser hacer cualquier sacrificio necesario para proteger a nuestra propia familia y a la nueva generación20. La gran mayoría de ellos todavía no son esclavos de las adicciones graves o de las falsas ideologías. Debemos ayudar a fortalecerlos contra un mundo que se parece mucho a la Jerusalén en la que Lehi y Jeremías vivieron. Además, debemos prepararlos para hacer y guardar convenios sagrados y para ser los emisarios principales, a fin de ayudar a Jehová a establecer Su iglesia, a recoger al Israel esparcido y a los escogidos del Señor en toda partes21. Como dice en Doctrina y Convenios de manera hermosa: “Y acontecerá que los justos serán recogidos de entre todas las naciones, y vendrán a Sión entonando canciones de gozo sempiterno”22.
Nuestro desafío es evitar el cautiverio en todas sus formas, ayudar al Señor a reunir a Sus escogidos y sacrificarnos por la nueva generación. Siempre debemos recordar que no nos salvamos a nosotros mismos. Somos liberados mediante el amor, la gracia y el sacrificio expiatorio del Salvador. Cuando la familia de Lehi huyó, la luz del Señor los guió. Si somos fieles a Su luz, seguimos Sus mandamientos y confiamos en los méritos de Él, evitaremos el cautiverio espiritual, físico e intelectual, así como el lamento de andar errantes en nuestro propio desierto, porque Él es poderoso para salvar.
Evitemos la desesperación y el pesar de los que caen en el cautiverio y ya no pueden soportar cantar los cánticos de Sión. En el nombre de Jesucristo. Amén.