Fortaleza para perseverar
Nuestra capacidad de perseverar hasta el fin en rectitud estará en relación directa con la fortaleza de nuestro testimonio y la profundidad de nuestra conversión.
Al despertarnos cada mañana, nos enfrentamos a un nuevo día lleno de desafíos. Esos desafíos se presentan en muchas formas: retos físicos, problemas financieros, dificultades en las relaciones, altibajos emocionales e incluso luchas con la fe.
Muchos de los desafíos que enfrentamos en la vida se pueden resolver y superar; sin embargo, otros tal vez sean difíciles de entender e imposibles de superar, y nos acompañarán hasta la muerte. A medida que soportamos por un tiempo los desafíos que podemos solucionar, y continuamos sobrellevando los que no podemos solucionar, es importante recordar que la fortaleza espiritual que desarrollemos nos ayudará a superar con éxito todos los desafíos que enfrentemos.
Hermanos y hermanas, tenemos un Padre Celestial amoroso que ha diseñado nuestra existencia terrenal para que aprendamos, de forma individual, las lecciones que necesitamos aprender para ser dignos de la vida eterna en Su presencia.
Un acontecimiento de la vida del profeta José Smith ilustra este principio. El profeta y algunos de sus compañeros estuvieron encarcelados varios meses en Liberty, Misuri. Mientras padecía en la cárcel, el profeta José suplicó al Señor en humilde oración que los Santos pudieran tener alivio de su actual sufrimiento. El Señor contestó enseñando al profeta José y a todos nosotros, que los desafíos que enfrentemos, si los sobrellevamos bien, serán para nuestro bien. Ésta fue la respuesta del Señor a la petición de José:
“Hijo mío, paz a tu alma: tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;
“y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará”1.
El Padre Celestial ha organizado nuestro viaje en la vida para que sea una prueba de nuestro carácter. Estamos expuestos tanto a las buenas como a las malas influencias y se nos da el albedrío moral de elegir por nosotros mismos qué camino tomaremos. Como enseñó Samuel, el profeta de la antigüedad del Libro de Mormón: “…sois libres; se os permite obrar por vosotros mismos; pues he aquí, Dios os ha dado el conocimiento y os ha hecho libres”2.
Nuestro Padre Celestial también comprendía que, debido a que éramos mortales, no siempre tomaríamos las decisiones correctas o justas. Puesto que no somos perfectos y debido a que nos equivocamos, necesitamos ayuda para regresar a Su presencia. La ayuda necesaria se provee mediante las enseñanzas, el ejemplo y el sacrificio expiatorio de Jesucristo. La expiación del Salvador hace posible nuestra futura salvación y exaltación mediante el principio del arrepentimiento. Si nos arrepentimos honrada y sinceramente, la Expiación nos ayuda a ser limpios, cambia nuestra naturaleza y nos permite sobrellevar las dificultades.
La perseverancia es un principio importante dentro de la doctrina de Jesucristo. Es importante porque la calidad de nuestro futuro eterno es proporcional a nuestra habilidad de perseverar en rectitud.
En 2 Nefi 31, el profeta Nefi nos enseña que después de recibir la misma ordenanza salvadora del bautismo que Jesucristo recibió y el don del Espíritu Santo, debemos “…[marchar hacia] adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y [perseverar] hasta el fin, [entonces] he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna”3.
Por lo tanto, a fin de recibir la mayor de todas las bendiciones de nuestro Padre Celestial, que es la vida eterna, debemos completar la debida obra de las ordenanzas y luego seguir guardando los convenios asociados a ellas. En otras palabras, debemos perseverar.
Nuestra capacidad de perseverar hasta el fin en rectitud estará en relación directa con la fortaleza de nuestro testimonio y la profundidad de nuestra conversión. Cuando nuestros testimonios son firmes y estamos convertidos verdaderamente al evangelio de Jesucristo, el Espíritu Santo inspirará nuestras decisiones, las cuales estarán centradas en Cristo y sustentarán nuestro deseo de perseverar en rectitud. Si nuestro testimonio es débil y nuestra conversión superficial, habrá mayor riesgo de que las falsas tradiciones del mundo nos persuadan a tomar decisiones equivocadas.
Me gustaría compartir una experiencia que ilustra el esfuerzo que se requiere para resistir físicamente, y luego compararlo al que se requiere para perseverar de manera espiritual. Al regresar de la misión, tuve la oportunidad de jugar baloncesto en el equipo de un entrenador y autor bien conocido y respetado en una universidad de California. Ese entrenador tomaba muy en serio que los jugadores estuvieran en forma antes del inicio de la temporada. Uno de los requisitos previos al entrenamiento, antes de que cualquiera de nosotros pudiera tomar la pelota de baloncesto en la cancha de práctica, era correr un tramo a campo traviesa en las montañas cerca de la escuela, en un tiempo específico y muy competitivo. Recuerdo mi primer intento de correr a campo traviesa inmediatamente después de mi regreso del campo misional; pensé que iba a morir.
Me tomó semanas de arduo entrenamiento lograr superar el tiempo que el entrenador estableció como meta. Fue extraordinario no sólo poder terminar el recorrido, sino también poder acelerar al acercarme a la meta.
Para jugar baloncesto bien, se necesita estar en buena forma; y el estar en buena condición física tiene un precio, que es la dedicación, la perseverancia y la autodisciplina. La perseverancia espiritual también tiene un precio y es el mismo: dedicación, perseverancia y autodisciplina.
Un testimonio, al igual que el cuerpo, tiene que estar en forma si quieren que perdure. Entonces, ¿cómo mantenemos nuestro testimonio en forma? No podemos conseguir que nuestro cuerpo esté en forma para el baloncesto con sólo ver los juegos por televisión. Del mismo modo, no lograremos tener nuestro testimonio en forma, con sólo ver la conferencia general por televisión. Tenemos que estudiar y aprender los principios básicos del evangelio de Jesucristo y después hacer todo lo posible por vivirlos. Así es como llegamos a ser discípulos de Jesucristo y ésa es la manera de edificar un testimonio imperecedero.
Cuando nos enfrentamos a la adversidad y deseamos emular los atributos de Jesucristo, es esencial estar preparados espiritualmente. Estarlo significa que hemos desarrollado resistencia o fortaleza espiritual; estaremos en buena forma espiritualmente; estaremos en tan buena forma, que elegiremos lo correcto de forma consistente; seremos inamovibles en nuestro deseo y habilidad para vivir el Evangelio. Como dijo una vez un autor anónimo: “Debes llegar a ser la piedra que el río no puede arrastrar”.
Debido a que enfrentamos desafíos todos los días, es importante que vigoricemos nuestra fortaleza espiritual cada día. Cuando desarrollamos fortaleza espiritual, las falsas tradiciones del mundo, al igual que nuestras dificultades personales diarias, tendrán un efecto negativo mínimo en nuestra habilidad de perseverar en rectitud.
Grandes ejemplos de fortaleza espiritual provienen de nuestras propias historias familiares. Entre las muchas historias de nuestros antepasados, podemos encontrar ejemplos que muestran las características positivas de la perseverancia.
Un relato de mi familia ilustra este principio. Mi bisabuelo, Joseph Watson Maynes, nació en 1856 en Hull, Yorkshire, Inglaterra; su familia se unió a la Iglesia en Inglaterra y luego se trasladaron a Salt Lake City. Él se casó con Emily Keep en 1883 y tuvieron ocho hijos. A Joseph se lo llamó a servir en una misión de tiempo completo en junio de 1910, a la edad de cincuenta y tres años. Con el apoyo de su esposa y sus ocho hijos, regresó a su Inglaterra natal para servir su misión.
Después de haber prestado servicio fielmente por unos dos años, iba en bicicleta junto con su compañero a la reunión de la Escuela Dominical en Gloucester, Inglaterra, cuando el neumático se reventó. Se bajó de la bicicleta para determinar el daño y cuando vio que era grave, y que tomaría tiempo arreglarlo, le dijo a su compañero que siguiera adelante, comenzara el servicio del domingo y que él estaría allí en breve. Justo cuando terminó de decir esto, se desplomó al suelo. Murió instantáneamente de un ataque al corazón.
Joseph Watson Maynes nunca volvió a ver a su esposa y a sus ocho hijos en esta vida. Lograron trasladar su cuerpo a Salt Lake City y tener su funeral en el antiguo Waterloo Assembly Hall. Una frase pronunciada en el funeral por el élder Anthony W. Ivins, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos enseña una importante lección acerca de la vida, la muerte y la perseverancia: “Esto es lo que el Evangelio nos brinda: no la inmunidad a la muerte, sino la victoria sobre ella mediante la esperanza que tenemos en la gloriosa resurrección… Esto se aplica a [Joseph Maynes]… Nos da placer, satisfacción y gozo saber que los hombres entregan sus vidas en justicia, en la fe y leales a la fe”4.
Este relato de mi familia me inspira a poner mi mayor empeño en seguir el ejemplo de perseverancia y fortaleza espiritual que mi bisabuelo demostró. De la misma manera me inspiró la fe de su esposa Emily, cuya vida después de la muerte de Joseph fue sin duda una carga difícil de llevar. Su testimonio era firme y su conversión completa, y pasó el resto de su vida leal a la fe mientras mantenía sola a sus ocho hijos.
El apóstol Pablo dijo: “…dejemos a un lado todo peso y pecado que nos rodea, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”5. La carrera que enfrentamos en esta tierra es una carrera de resistencia, llena de obstáculos. Los obstáculos en esta carrera son los desafíos que encontramos cada mañana al levantarnos. Estamos en la tierra para correr la carrera, para ejercer nuestro albedrío moral y para escoger entre el bien y el mal. A fin de terminar con honor y con éxito la carrera y regresar a nuestro Padre Celestial, tendremos que pagar el precio de la dedicación, la perseverancia y la autodisciplina. Tenemos que ponernos en forma espiritualmente y debemos desarrollar fortaleza espiritual. Necesitamos testimonios fuertes que lleven a la conversión verdadera y, como resultado, encontraremos la paz y la fortaleza interior necesaria para soportar cualquier desafío que tengamos que enfrentar.
De modo que cualquiera sea el desafío que afrontemos al despertar cada mañana, recuerden: con la fortaleza espiritual que desarrollen y con la ayuda del Señor, al final de la carrera serán capaces de disfrutar de la confianza que expresó el apóstol Pablo cuando dijo:
“Porque yo ya estoy a punto de ser ofrecido como sacrificio, y el tiempo de mi partida está cercano.
“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
“Por lo demás, me está reservada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día”6.
Les testifico de la realidad de un Padre Celestial amoroso y de Su gran y eterno plan de felicidad, el cual nos trajo a esta tierra en este tiempo. Que el Espíritu del Señor nos inspire a todos a cultivar dentro de nosotros la fortaleza para perseverar. En el nombre de Jesucristo. Amén.