“Aun como yo soy”
Mientras vivíamos en Alemania, la hermana Condie y yo pudimos conocer a un matrimonio maravilloso de Suiza, el hermano Georg Birsfelder y su esposa Annaroesli, que estaban sirviendo en el Templo de Francfort, Alemania. En febrero de 1991, al final de su turno en el templo, los hermanos Birsfelder estaban paseando juntos por una de las calles cercanas al templo cuando de repente un vehículo conducido por un hombre mayor viró bruscamente en una esquina, se subió al bordillo y de ahí a la acera, y golpeó a la hermana Birsfelder, lanzándola contra la puerta de cristal de una tienda. Se la llevaron deprisa al hospital, donde le diagnosticaron doble fractura de cráneo, conmoción cerebral y un ojo gravemente dañado.
Estuvo en coma durante siete semanas, ajena a todo lo que le rodeaba. Georg permaneció a su lado el mayor tiempo posible, tomándola tiernamente de la mano, hablándole cariñosamente y dándole ánimo. Al fin abrió los ojos. Dos meses después del accidente, volvió a hablar y a tomar alimentos sólidos. Luego pudo ponerse de pie, caminar un poco y conversar nuevamente en inglés, francés y alemán. ¡Fue un milagro! Nuestras oraciones habían sido contestadas.
Todavía tenía grandes dolores y era evidente que había perdido la visión del ojo derecho. Tres meses después del accidente, el conductor del vehículo la visitó en el hospital. Lleno de ansiedad y de temor a las consecuencias legales, preguntó: “¿Me odia por lo que le he hecho?”.
Él no estaba preparado para la respuesta: “¿Sabe quién soy? Soy miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En nuestra religión aprendemos a amar y perdonarnos los unos a los otros. No”, dijo, “no le odio. Le amo y le perdono”. Aquel día el anciano vio cómo se le quitaba un gran peso de encima*.
Nuestro Salvador, al terminar Su breve ministerio entre los nefitas, realizó la siguiente pregunta que nos hace pensar en nuestro interior: “…qué clase de hombres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27).
Es más fácil hablar de los atributos cristianos que ponerlos en práctica cuando las cosas van mal y la gente nos hiere. Pero si queremos ser como Cristo, debemos aprender a perdonar tal como Él lo hizo.
* Posteriormente, los hermanos Birsfelder sirvieron como presidente y directora de las obreras del Templo de Berna, Suiza, respectivamente.
Tomado de “The Fall and Infinite Atonement”, Ensign, enero de 1996, págs. 22–27.