“¡Los encontré!”
Mientras servíamos como misioneros regulares en Filipinas, mi esposo, Robert, y yo viajamos a Cagayán de Oro para establecer un Centro de Historia Familiar en la Estaca Cagayán de Oro Este y llevar a cabo algo de capacitación. También invitamos a unos miembros del Distrito Malaybalay para que nos acompañaran. Sólo a los ciudadanos filipinos se les permite ir a ciertas regiones y Malaybalay era un lugar al que nosotros no podíamos ir. Durante casi un año, el Distrito Malaybalay había tenido el equipo para un Centro de Historia Familiar, así que todo lo que hacía falta era un poco de capacitación para ponerlo en marcha.
Nos pusimos en contacto con el presidente del Distrito Malaybalay, Leandro Miole, y le pedimos si él y los santos de Malaybalay podían ir al centro de estaca de la Estaca Cagayán de Oro para tomar parte en nuestro seminario. El presidente Miole dijo que con mucho gusto irían, aunque ello supusiera manejar durante más de dos horas por carreteras montañosas. Mi esposo escribió una carta al presidente Miole para confirmarle la fecha, el lugar y la hora de la capacitación.
El día del seminario, mientras yo estaba con mi parte de la capacitación, entró un hombre que comenzó a hablar con mi esposo. El hombre sacó una carta del bolsillo y la abrió para que mi marido la leyera. Era evidente que la conversación era muy seria.
Al final de la capacitación, mi esposo me informó que el hombre era el presidente Miole, del Distrito Malaybalay, y que él y diez miembros de su distrito llevaban esperando en el centro de estaca desde las ocho de la mañana. El presidente Miole había mostrado a mi esposo la carta donde se le comunicaban los detalles de la reunión, pero para bochorno de mi marido, se dio cuenta de que había olvidado especificar que el lugar sería el centro de estaca de la Estaca Este. Nos sentimos muy mal por el hecho de que esos fieles santos hubieran esperado durante horas una capacitación que nunca llegó, y de buena gana accedimos a desplazarnos hasta el centro de estaca de la Estaca Cagayán de Oro Oeste para efectuar la capacitación.
Los santos se pusieron felices nada más al vernos llegar. Comenzamos con una oración y un himno, y luego dimos paso a la capacitación.
Al comenzar la demostración de cómo utilizar el lector de microflmes, me di cuenta de que se había quedado un filme en la máquina, así que en vez de emplear el rollo que yo había llevado, usé el que ya estaba en la máquina. Cuando mi esposo avanzó el rollo y yo mostré dónde buscar los nombres en el filme, oí que alguien sollozaba. Levanté la vista y vi que el presidente Miole estaba llorando. En seguida le pregunté si había dicho algo que le hubiera molestado.
Entre lágrimas dijo apaciblemente: “¡Los encontré!”. Señalando los nombres de la pantalla, nos dijo que había orado y buscado para encontrar esos nombres, los nombres de sus antepasados, durante más de tres años; y ahora, allí estaban, en un lector de microfilmes que no debía haberse utilizado y en un lugar en el que no tendría por qué haber estado.
Aquel día todos recordamos que “por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).
Madeleine Kurtz es miembro del Barrio Fort Macleod 2, Estaca Fort Macleod, Alberta, Canadá.