2002
El poder de la fe
marzo de 2002


El poder de la fe

Hace tiempo, a mi hija, que sólo tenía siete años, le salió una protuberancia en la parte delantera del cuello. El pediatra que atendía a Jeannette me explicó que tenía un bocio que crecía tanto por dentro como por fuera y que era bastante serio. La envió al hospital para realizar algunas pruebas y dijo que, con toda probabilidad, tendría que ser operada.

Inmediatamente la familia comenzó a orar y a ayunar por su recuperación. Oramos por que todo saliera bien. Jeannette tenía mucha fe y solía decir: “Mamá, sé que Dios va a curarme y que no tendrán que operarme”.

Pasaron los días y llegó el momento de llevarla al hospital infantil de San José, capital de Costa Rica. Antes de ir, mi esposo y mis dos hermanos le dieron una bendición del sacerdocio, durante la cual Jeannette sintió que se estaba produciendo un gran milagro en su interior, pues percibió cómo una mano pasaba dulce y suavemente por su garganta. “Mamá”, dijo más tarde, “sé que estoy bien. No van a internarme en el hospital ni a operarme”.

Mientras aguardábamos en la sala de espera del hospital, le pregunté cómo se sentía.

“Bien”, me dijo, y una vez más añadió que no le pasaba nada malo.

Mi esposo y yo oramos constantemente e intentamos ejercer la fe para que todo saliera bien. Entendíamos que podía ser la voluntad del Señor que Jeannette no se curara; así que oramos para tener el valor y la fe de aceptar también esa respuesta.

Finalmente, el médico llamó a mi hija a su despacho y comenzó a auscultarla; entonces, muy sorprendido, dijo: “Lo siento, pero deberán aguardar un momento. Tengo algunas dudas que necesito consultar con algunos de mis colegas”.

Salió y regresó con cinco pediatras más. Yo estaba tan nerviosa que temblaba, pero mi hija se encontraba feliz y tranquila. Los médicos la examinaron y luego nuestro pediatra dijo: “Se encuentra bien. No le pasa nada malo. No sé qué ha ocurrido, pero está bien. Váyanse a casa y no se preocupen por ella”.

Ahora mi hija tiene 14 años, goza de buena salud, es activa y tiene un fuerte testimonio. Mi propio testimonio se ha visto fortalecido gracias a su ejemplo. Estamos agradecidos porque nuestro Padre Celestial escuchó y contestó nuestras oraciones; y aunque los médicos parecieran confusos con lo ocurrido, entendemos lo que sucedió y sentimos gratitud por las bendiciones de salud del Señor en nuestra vida.

Maribel Herrera Chacón es miembro de la Rama San Carlos, Distrito Naranjo, Costa Rica.