2002
Sostén la antorcha en alto
Julio de 2002


Sostén la antorcha en alto

“Cultiven su divinidad interior; no opaquen el brillo del espíritu con el que vinieron de los cielos. El Señor necesita lo bueno de ustedes, así como su influencia en este mundo”.

En el mes de febrero pasado, esta antorcha llevó la llama olímpica en un trecho de la jornada desde Grecia hasta Salt Lake City; es un símbolo de la excelencia y la esperanza; se encendió por primera vez en Grecia, al iniciarse los juegos olímpicos hace mucho tiempo.

Ésta es la antorcha de las Mujeres Jóvenes; simboliza la luz del Evangelio que proviene de nuestro Padre Celestial. Esta luz tuvo su comienzo en el cielo antes de que ustedes nacieran; allí, se les enseñó el gran plan de felicidad, y debido a que aceptaron ese plan, ¡tienen el honor de ser portadoras de la antorcha!

El Salvador nos enseñó: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”1. La luz divina que llevan en su alma la han heredado de Dios porque son Sus hijas. Parte de la luz que hace de ustedes algo tan sublime es la bendición del ser mujer. Qué maravilloso es que sepan que sus características femeninas son un don que proviene de Dios. Nuestros profetas de los últimos días enseñan que “el ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal, y eterna”2. El nacer con las cualidades exquisitas de una hija de Dios es una bendición sagrada. Las mujeres de Dios, tanto maduras como jóvenes, son espirituales y sensibles, tiernas y delicadas; poseen una naturaleza bondadosa y acogedora. Ésta es su herencia. Nunca menosprecien los dones que Dios les ha dado. Cultiven su divinidad interior; no opaquen el brillo del espíritu con el que vinieron de los cielos. El Señor necesita lo bueno de ustedes, así como su influencia en este mundo.

De modo que esta noche tan sólo quisiera hablarles con el corazón en la mano acerca del ser buenas y de las ventajas de serlo; se trata de sostener la antorcha en alto.

El mundo tratará de convencerlas de que el ser buenas ya es anticuado y está pasado de moda, y que la popularidad se obtiene al quebrantar las reglas y rebajar las normas. No se lo crean. Tal vez al mirar televisión o leer revistas se les haga sentir como personas anormales, cuando en realidad ustedes son las que han sabido escoger el buen camino.

Quizás sepan que tengo siente hijos varones; yo conozco a los chicos. ¡Por eso, la vida ha sido muy emocionante en nuestro hogar! He aprendido mucho de ellos y de sus amigos, tanto jóvenes como jovencitas. Podría decirles algunos de sus secretos; quizás les cuente sólo uno y espero no meterme en problemas. Es éste: a los jóvenes no les gusta pasar vergüenzas. Recuerdo la vez en que un jovencito al que conozco había invitado a una chica a un baile del colegio. La llevó a nuestra casa antes del baile para que tomáramos fotografías. Al llegar, él entró en la cocina donde yo buscaba la cámara, y dijo: “¡El vestido que ella lleva es hermoso; se ve preciosa!”. Él nunca había hecho ningún comentario así, de modo que yo casi no podía esperar para ver lo que quiso decir.

Al verla, pude comprender; lucía hermosa. El vestido que llevaba era muy bonito; me enteré de que ella y su madre lo habían buscado en muchas tiendas. Cuando por fin lo encontraron, sabían que quedaría perfecto con algunas añadiduras y últimos toques que satisfarían sus elevadas normas.

Todos sus esfuerzos se habían visto compensados porque esa noche ella lucía absolutamente radiante; pero lo que la hacía lucir de esa manera era algo más que el vestido: era su serena confianza. Al verla, recordé la Escritura: “…deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá”3. ¿De dónde provenía la confianza de ella? Me di cuenta de que esa joven podía concentrarse en los demás porque no estaba preocupada por su apariencia; ella se había ocupado de ese detalle varias semanas antes. El joven que la acompañaba se sentía cómodo, seguro y feliz al estar con ella porque su vestido no era atrevido, sino modesto en todo sentido, lo cual hacía que ella se sintiera cómoda y feliz. Y eso tiene mucho atractivo; él no se sentía avergonzado a causa de ella; se sentía orgulloso.

La clase de jovencita que reúne los requisitos para ser una excelente portadora de la antorcha posee elevadas normas en todo momento, no sólo en el vestido para el baile, sino todos los días y a toda hora. Muchas de ustedes son como ella y les felicito esta noche. Ustedes han adoptado la modestia como norma en su vida; es más que la forma en que se visten; incluye por lo menos seis cosas que se me ocurren: (1) su conducta es decente y modesta y sin embargo es divertido estar con ustedes; (2) su vocabulario jamás es vulgar, sino feliz e interesante; (3) su apariencia personal es pulcra y atractiva; (4) se concentran en cultivar sus talentos y en alcanzar metas, no en exhibirse; (5) juegan deportes con entusiasmo, pero nunca pierden el control; (6) no parece importarles cómo se vista ni lo que haga la estrella musical del momento, ya que ustedes poseen su propio estilo. En una palabra, no imitan las normas del mundo porque ustedes tienen una norma más elevada. Ustedes saben quiénes son y eso les da una gran ventaja; saben que en verdad son hijas del Padre Celestial; saben que Él las conoce y las ama. Ustedes desean hacer lo que a Él le place y honrar Su amor por ustedes. Saben que incluso si cometen errores, Él les ayudará si acuden a Él.

Ustedes actúan como si hubiesen memorizado el folleto Para la fortaleza de la juventud. ¿Verdad que es una guía maravillosa? A veces la llamo “sugerencias para la felicidad” porque el vivir esas normas puede ser su arma secreta para atraer buenas compañías y mantenerlas en el buen camino. Ustedes mantienen la antorcha en alto cuando día tras día viven las elevadas normas de la Iglesia.

Una jovencita, a la que llamaré Liz, es un ejemplo de lo que estoy diciendo. Ella estaba en la clase de matemáticas de una joven a la que llamaré Lindsay, quien, según ella lo cuenta, se dio cuenta de que había algo que hacía “brillar” a Liz. Lindsay reconoció que no pensaba que Liz la conociera, pero de todos modos la hacía sentir bien. Ésta vivía de acuerdo con sus creencias y hacía que los demás se sintieran bien y aceptados. Lindsay observó a Liz durante varias semanas; pero un día, Liz faltó a la escuela; pasaron varios días. Por fin, Lindsay se enteró de que Liz estaba muy enferma de la peligrosa meningitis.

Lindsay regresó a casa después de la escuela y se sentó a llorar frente a la mesa; no era como si ella y Liz fuesen amigas íntimas, pero ella le confió a su madre que tenían que hacer algo para ayudarla. Lindsay sugirió que tal vez toda la familia ayunara y orara por Liz. Fue una sorpresa para la madre oír eso de una de sus propias hijas, ya que en ese hogar no se había mencionado el ayuno ni la oración durante años. Esa noche mientras cenaban, cuando Lindsay y su madre hablaron con el resto de la familia, éstos no aceptaron la idea de muy buena gana, pero Lindsay les suplicó y al final accedieron a ayunar y orar por Liz, una extraña para ellos. Ocurrió algo maravilloso; al poco tiempo Liz regresó a la escuela, sintiéndose tan saludable y feliz como siempre. Pero aún más importante que eso, gracias a esa experiencia, ahora reina un espíritu maravilloso de esperanza en el hogar de Lindsay, y debido a ello, se han llevado a cabo cambios importantes en la familia: ahora están teniendo juntos la oración familiar, algo que no hacían por algunos años.

Liz irradiaba todo lo bueno y los demás lo podían percibir. Liz, si estás aquí esta noche, quisiera decirte “¡Gracias!”. Debido a lo bueno que hay en ti has bendecido por lo menos a una familia entera a quien tal vez ni siquiera conoces. Y quién sabe cuántos más han recibido tu guía al llevar tu antorcha en alto.

El ser buenas nos hace sentir bien y hace sentir bien a los demás. Sólo quisiera decirles que es mucho más fácil hacer lo bueno que hacer lo malo. La vida es mucho menos complicada cuando somos buenas.

El provecho más grande del ser buenas es que les conducirá al templo, el más bello y sagrado de todos los lugares de esta tierra. El templo es el lugar que el Salvador puede visitar porque es Su santa casa aquí en la tierra.

La nieta del presidente Lorenzo Snow se encontraba con él en el templo en una ocasión cuando el presidente Snow le dijo: “Allie… quiero decirte algo. Verás, fue en este mismo sitio donde se me manifestó el Señor Jesucristo”. [El abuelo], “poniéndome su mano derecha en la cabeza, me dijo: ‘Ahora, mi nietecita, quiero que recuerdes que éste es el testimonio de tu abuelo, que él te dijo con sus propios labios que en realidad vio al Salvador aquí, en el templo, y que habló con Él cara a cara’ ”4.

¿Pueden imaginarse la reverencia que sentirían al andar por los mismos pasillos por los que caminó el Salvador? ¿Se imaginan el estar allí, puras y limpias, como hijas de Dios, preparadas para recibir Sus bendiciones más sublimes?

El Progreso Personal les ayudará en su preparación para entrar en el templo; es inspirado de los cielos. ¡Es un bello tesoro! Las acercará al Salvador y les servirá para magnificar los dones divinos de la mujer de los que hemos hablado. Es un programa concebido especialmente para ustedes en este periodo tan importante de preparación, ya que los modelos que establezcan y las decisiones que tomen ahora tendrán un efecto en el resto de su vida. Rogamos que al llevar su Progreso Personal a su fin, su luz brille de manera resplandeciente a fin de que sea una influencia para bien en las generaciones venideras. Por estas razones y más, la Primera Presidencia ha dicho: “Deseamos que todas las mujeres jóvenes se esfuercen por ganar el Reconocimiento a la Mujer Virtuosa. Al esforzarse los jóvenes por alcanzar esas metas, desarrollarán aptitudes y atributos que los guiarán al templo y los prepararán para una vida de servicio a sus familias y al Señor”5. El nuevo y hermoso medallón a la Mujer Virtuosa representa las agujas del templo a fin de recordarles que se están preparando para recibir las ordenanzas del templo, ya que es mediante él que vamos a Cristo.

En esta víspera de la Pascua de resurrección nuestros pensamientos se vuelven a Cristo. Hace más de dos mil años, cuando Su cuerpo se encontraba en la tumba, algunos pensaron que la luz se había disipado; pero sabemos que en la mañana del tercer día, a la que llamamos Pascua de resurrección, Él se levantó para ser nuestra salvación, nuestro Salvador, nuestra luz eterna que nunca nos dejará a oscuras. Testifico que Cristo es la luz y la vida del mundo.

Estimadas jovencitas, dejen que su luz brille intensamente delante de toda su familia y amistades para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en los cielos. Es un privilegio portar la antorcha. Es nuestra oración que Su luz alumbre cada uno de sus pasos a lo largo del sendero y que su bondad las haga acreedoras de recibir algún día las ordenanzas del templo, ya que en ese lugar santo encontrarán la luz más grande de todas, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Mateo 5:16.

  2. La Familia: Una proclamación para el mundo, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  3. D. y C. 121:45.

  4. “¡…Vive! Porque lo vimos”, Liahona, abril de 1976, pág. 7.

  5. Carta de la Primera Presidencia, 28 de septiembre de 2001, El fortalecimiento de la juventud.