Un presente de huevos… y amor
Llevaba algunos meses viviendo en Kinshasa, la capital de la República Democrática del Congo, cuando la presidenta de la Sociedad de Socorro de la rama me preguntó si podía ir a hacerme la visita de maestras visitantes. Ahora me doy cuenta de que esperó tanto tiempo para visitarme para que yo pudiera aprender un poco de francés. Por aquel entonces mi familia era la única familia norteamericana de la rama. Algunas de las mujeres hablaban francés, pero la mayoría hablaba lingala, un lenguaje tribal. Aunque me esforzaba por no sentirme desplazada, me sentía muy diferente de las demás hermanas de la rama.
La presidenta de la Sociedad de Socorro era viuda y tenía dos hijos. Siempre tenía una enorme y hermosa sonrisa. Cuando llegó a visitarme, venía acompañada del Espíritu del Señor.
Después de saludarme, me pidió que tomara mi Biblia en inglés y me habló lentamente para que yo pudiera entender el mensaje. Leímos en su Biblia en francés, y luego en inglés en la mía, Efesios 2:19: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios”.
Sonreí al leer el versículo que había seleccionado, pues mi presidenta de la Sociedad de Socorro entendía los problemas por los que estaba pasando.
Mientras se disponía a marcharse, esa dulce hermana me entregó un presente de diez huevos. Sabía que representaba un sacrificio para ella y me sentí culpable al aceptarlos, por lo que intenté declinar el ofrecimiento; mas sus ojos me dijeron que me los daba con amor.
Acepté los huevos y disfrutamos del amor que ella había traído, el cual llenó toda la casa e hizo que todo pareciera más brillante. Luego de orar con ella, la observé salir del patio, tan bajita y graciosa, vestida con ropas típicas de África. Ya no me sentía extranjera, sino conciudadana de los santos de Dios.
Claudia Waite Richards es miembro de la Rama Kuala Lumpur, Distrito Kuala Lumpur Malasia.