2002
Cómo adquirir conocimiento y la entereza de utilizarlo con sabiduría
agosto de 2002


Cómo adquirir conocimiento y la entereza de utilizarlo con sabiduría

Podemos aprender cosas de vital importancia mediante lo que oímos, lo que vemos y, en especial, lo que sentimos, según la inspiración del Espíritu.

Mientras tu vida se desarrolle de formas productivas, mi intención es ayudarte a obtener dicha y felicidad profundas. Si tal dicha constituye la naturaleza de tu vida, mi mensaje será una confirmación de lo que ya hayas tenido el privilegio de aprender y de poner en práctica. Si ése no es el modelo por el que se rige tu vida, te sugeriré ciertas verdades que pueden ayudarte a encontrar una felicidad estable y duradera.

En primer lugar, compartiré un principio que, en caso de entenderse y de ponerse en práctica en forma constante, te traerá enormes bendiciones por el resto de tus días. No me resulta difícil de explicar, ni a ti de entender; sin embargo, te exigirá un esfuerzo máximo para alcanzar toda su medida. Gracias a él podrás aprender importantes verdades que te proporcionarán una felicidad más grande y perdurable y que hará que tu vida sea más productiva y tenga más sentido:

Haré un esfuerzo constante por aprender de lo que oiga, vea, y sienta.

Anotaré las cosas importantes que aprenda y las pondré en práctica.

Puedes aprender cosas de vital importancia mediante lo que oigas, lo que veas y, en especial, lo que sientas, según la impresión del Espíritu Santo. La mayoría de las personas limitan su aprendizaje principalmente a lo que oyen o a lo que leen. Sé sabio. Cultiva la técnica de aprender mediante lo que veas y, más particularmente, mediante lo que el Espíritu Santo te haga sentir. Haz un esfuerzo consciente por aprender de lo que veas y sientas, y tu capacidad para ello aumentará si lo haces con regularidad. Pide esa ayuda con fe; vive digno de ella y sé consciente de ella. Anota las cosas importantes que aprendas del Espíritu y guarda esas anotaciones en un lugar seguro. Descubrirás que al anotar tus preciadas impresiones, a menudo se te ocurrirán más. Además, el conocimiento que obtengas estará a tu disposición por el resto de tu vida. Esfuérzate siempre para reconocer y seguir la dirección del Espíritu, sea de día o de noche, dondequiera que estés y sin importar lo qué estés haciendo. Expresa gratitud por la ayuda recibida y obedécela. Esa práctica afirmará tu capacidad de aprender por el Espíritu y permitirá que el Señor guíe tu vida y te ayude a utilizar de manera más provechosa cualquier otra capacidad latente en ti.

Si yo tuviera el poder de comunicar la importancia del principio que acabo de compartir, podría terminar mi mensaje aquí mismo y tú habrías recibido el beneficio más importante de estas palabras. El aprender de forma constante de lo que ves y sientes requiere cierto esfuerzo y práctica, por lo que te sugiero que pongas este principio en práctica ahora mismo. Mientras te hago algunas preguntas sencillas a las que sólo tú te puedes responder, ¿pensarás en las respuestas? Quizás hasta podrías anotarlas. A continuación, pide al Señor que te ayude a reconocer cualquier guía que Él quiera concederte; y dado que el Señor no va a forzarte a aprender, deberás ejercer tu albedrío a fin de permitir que el Espíritu te enseñe. Sigue buscando esa guía mientras te sugiero algunas formas en las que puedes hacer realidad tus aspiraciones. También te daré algunas sugerencias respecto a lo que te puede motivar, en forma poderosa, a lograr un rendimiento mucho mayor. Lo que anotes de las impresiones que recibas constituirá la ayuda más valiosa que puedas recibir.

Comencemos. Éstas son las preguntas:

¿Cuáles son algunas de las prioridades más importantes de tu vida?

¿A qué dificultades haces frente para hacer realidad tus sueños y aspiraciones?

¿Cuáles son algunos de los obstáculos que impiden tu progreso?

¿Qué te motiva a vencer la tentación y a vivir rectamente para que el Señor pueda guiarte y fortalecerte?

Mientras consideras el resto de mis palabras, esfuérzate para reconocer cualquier impresión espiritual que te comunique un mensaje personal del Señor. Ahora hablaré a cada uno de ustedes como si nos halláramos charlando en privado, compartiendo nuestros sentimientos más puros como sólo dos personas pueden hacerlo cuando existen creencias comunes y confianza mutua.

La motivación principal de algunos es ser popular y para ello hacen lo que todos. A otros, más prudentes, les motiva el amor del Salvador y Su verdad. Están dispuestos a defender principios correctos a pesar de la presión que los demás puedan ejercer en ellos. A continuación ilustraré las consecuencias de cada uno de esos modelos.

Recientemente conocí a un joven inteligente que tenía padres extraordinarios; ese joven dispone de excepcionales recursos materiales y espirituales, pero está indeciso con respecto a servir en una misión. Asiste a un centro de enseñanza superior porque es más fácil que ir a la universidad. En su tiempo libre sólo hace lo que le apetece; no trabaja porque no tiene necesidad y, además, le restaría tiempo de sus placeres. Asistió a seminario para lograr los certificados, pero sin pensar en cómo debía aplicar el conocimiento allí recibido. Finalmente le pregunté:

“¿Puedo hablarte con el corazón? No quiero ofenderte, sino más bien indicarte algo. Estás tomando decisiones que por el momento te parecen muy razonables; parecen darte lo que te place: una vida fácil con abundancia de dicha y poco sacrificio de tu parte. Puedes hacer eso por un tiempo, pero no te estás dando cuenta de que cada decisión que tomas limita tu futuro. Te estás desprendiendo de posibilidades y opciones, y llegará el momento —y no está muy lejano— en el que vas a pasar el resto de tu vida haciendo cosas que no quieres hacer, en sitios donde no quieres estar, porque no te has preparado; no estás aprovechando tus oportunidades”.

Mencioné cómo todo lo que hoy atesoro comenzó a madurar en el campo misional. El servicio misional no es algo que hacemos para nosotros mismos; tenemos nuestro albedrío y podemos escoger lo que queramos hacer. Pero para mí, el crecimiento y la preparación más grandes que los jóvenes de hoy reciben para el futuro se obtiene en la misión, pues allí se concentran en los demás y no en sí mismos; se acercan al Señor y llegan realmente a aprender Sus enseñanzas; encuentran a personas que muestran interés en el mensaje pero que no están seguras del valor del mismo; e intentan por todos los medios —la oración, el ayuno y el testificar— ayudar a esa persona a cambiar su vida. Ésos son los resultados de la misión si se sirve sin pensar en uno mismo, como muchos pueden testificar. Sentí la impresión de dar una bendición a ese joven y, cuando salió del cuarto, oré con fervor para que de algún modo el Señor le inspirara a escoger las prioridades correctas; de otro modo, su progreso se verá limitado y su felicidad se verá truncada.

En claro contraste, comparto el ejemplo de otro muchacho. A lo largo de los años he observado cómo sus padres le han enseñado desde la infancia a vivir con tenacidad los mandamientos de Dios. Mediante el ejemplo y el precepto, nutrieron a éste y a sus otros hijos en la verdad; fomentaron el desarrollo de la disciplina y el sacrificio a fin de alcanzar metas dignas. Ese joven escogió la natación como actividad que podía imbuir esas cualidades en su carácter. Los entrenamientos matutinos requerían disciplina y sacrificio, y con el tiempo llegó a sobresalir en ese deporte.

Entonces llegaron los retos; por ejemplo, un campeonato de natación celebrado un domingo. ¿Participaría? Para ayudar a su equipo a ganar el campeonato, ¿no podría acaso justificar el nadar un domingo como una excepción? No, no iba a ceder, ni aun bajo la intensa presión de sus compañeros. Fue objeto de comentarios negativos, hasta de maltrato físico, pero no cedió. El rechazo de las amistades, la soledad y la presión trajeron momentos de tristeza y de lágrimas, pero no cedió. Estaba aprendiendo en carne propia lo que cada uno de nosotros debe llegar a saber: la realidad del consejo de Pablo a Timoteo: “… todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12). He observado con los años cómo este modelo de un vivir recto —basado en centenares de decisiones correctas, algunas en medio de gran dificultad— ha contribuido a un carácter de fortaleza y capacidad. Ahora, siendo misionero, sus compañeros le respetan por su capacidad de trabajo, su conocimiento de la verdad, su devoción inquebrantable y su determinación por compartir el Evangelio. Uno que antes fue rechazado por sus compañeros es ahora su líder.

¿Hay para ti un mensaje en estos ejemplos? ¿Cómo puedes ver con mayor claridad y recibir más ayuda del otro lado del velo para alcanzar tus aspiraciones? Permíteme recordarte ocho fuentes de ayuda de las muchas que existen.

Primero: Fe En Jesucristo

Siempre habrá ocasiones en las que tendrás que depender de la fe y no del conocimiento y del testimonio que tengas. Se te pedirá que ejerzas fe en verdades que aún no has comprobado por medio de tu propia experiencia o del sagrado testimonio del Espíritu Santo.

Ejerce fe en Jesucristo y en Su infinita capacidad para bendecir. La fe conduce a la acción, a alcanzar metas aun cuando exista poca evidencia visible que brinde la esperanza del éxito. La fe es una confianza plena en la verdad; por consiguiente, es una fuente de poder para conocer verdades sencillas pero sumamente importantes y para tener la fe para vivirlas. La felicidad duradera tiene sus raíces en la verdad inmutable que se vive con fe.

Segundo: Principios Guiadores

Probablemente ya hayas determinado una serie de principios guiadores en tu vida. De no ser así, hazlo ahora. Con ese tipo de normas, no tomarás decisiones equivocadas basadas en las circunstancias ni en las presiones del momento. Los principios a los que hayas decidido ceñir tu vida te mantendrán en el camino correcto. Básalos en las enseñanzas de Jesucristo. Al emplear tus principios guiadores, sé sincero contigo mismo. La tragedia, la decepción y la ausencia de logros en la vida tienen lugar cuando uno no es sincero consigo mismo ni con el Señor.

Jamás comprometas tus principios. La fortaleza y la seguridad proceden del no hacer excepciones con ellos. No importa que las condiciones parezcan justificar el alejarse de ellos, no lo hagas. La justificación conduce a tomar algo que es verdadero y alterarlo para defender excepciones sin mérito. La justificación es el instrumento que Satanás emplea para alejarnos de la verdad. Las dificultades de la vida comienzan cuando las pequeñas desviaciones de las normas se justifican según las circunstancias. Las personas que viven para el momento toman decisiones basándose en las circunstancias o en lo que otra persona les tiente a hacer. Tales seres, con el tiempo violarán la ley eterna y dejarán pasar las grandes oportunidades de la vida. Pueden aparentar que logran cierta ventaja, pero ésta es temporaria, y pierden cosas que proporcionan la felicidad eterna. Al centrar tu vida en la verdad, se te aseguran el éxito y la felicidad.

Tercero: Oración

Has descubierto que la oración puede ser una fuente de gran consuelo, dirección y sostén. Con demasiada frecuencia, la rutina de la vida te puede tentar a ofrecer oraciones apresuradas y repetitivas sin valor alguno. Las oraciones que nos dan consuelo, solaz, dirección y gran fortaleza interior son como las que ofreció Enós, quien enseñó la importancia de orar con “fe en Cristo” y ser diligentes “en guardar [Sus] mandamientos” (Enós 1:8, 10). Las siguientes palabras de Enós nos muestran cómo orar por algo importante:

“…mi fe en el Señor empezó a ser inquebrantable ; y oré a él con mucho y prolongado ahínco

“Y aconteció que después que hube orado y me hube afanado con toda diligencia, me dijo el Señor: Por tu fe, te concederé conforme a tus deseos” (Enós 1:11–12; cursiva agregada).

Cuando sientas la impresión de pedir algo al Señor de esa manera, con frecuencia recibirás mucho más comprensión y ayuda que la que esperabas.

Cuarto: las Escrituras

Las Escrituras son una fuente excelente de comprensión y fortaleza si se medita en ellas con fe en el Salvador; promueven la fe en la verdad. Cuando las verdades reveladas se aplican diligentemente, se convierten en una fuente importante de motivación digna. Aumentarás tu determinación de hacer lo correcto y tu disciplina de ceñirte a las cosas más importantes de la vida se verá fortalecida.

Las Escrituras brindan una elocuente confirmación de cómo la verdad que se vive de forma constante abre la puerta a la inspiración para saber qué hacer y, cuando sea necesario, al poder divino para hacerlo. Al reflexionar en la forma en la que el Señor ha fortalecido la habilidad de otras personas para vencer la dificultad, la duda y los desafíos abrumadores, el Espíritu Santo te confirmará que las experiencias de éstas son verdaderas y sabrás que puedes disponer de ayuda semejante.

Quinto: Adoración En el Templo

Otra manera importante de incrementar tu habilidad para entender y vivir las verdades eternas es la adoración en el templo. Únicamente si se recibe la plenitud de las ordenanzas del templo y se viven los convenios que allí se hacen, puedes entrar en el grado más alto de gloria y recibir la mayor medida de felicidad eterna. La asistencia al templo ejerce una influencia tranquilizadora, sosegadora y consoladora que destila paz y satisfacción; proporciona un entorno propicio para la inspiración en la respuesta a las oraciones. La obra de historia familiar que se hace como resultado de ir al templo proporciona bendiciones similares.

Sexto: Limpieza Moral

Tu meta de ser moralmente limpio es vital para una felicidad duradera. Por medio de tus elecciones diarias, tú decides si ésta se hará realidad. Obtén fuerzas al recordar que puedes hacer cualquier cosa que te pida el Señor; y cuando necesites fuerza, y la pidas, Él te ayudará a observar ese importante mandamiento. Si haces todo lo que está de tu parte, tu confianza en Él te dará la capacidad de vencer todos los obstáculos.

Séptimo: Constante Trabajo Arduo

Algo fundamental para la felicidad es trabajar duro y estar dispuesto a obedecer los principios de verdad con la confianza de que el Señor abrirá las puertas de la ayuda cuando sea necesario. Todos precisamos aprender la valiosa lección de que todo logro importante requiere esfuerzo significativo. Nuestro Padre no violará Su plan ni dará bendiciones eternas a los que las deseen pero que no estén dispuestos a pagar el precio.

Octavo: Buena Música

La buena música, en especial la música sagrada, facilita la comprensión de las cosas espirituales; resulta edificante, predispone a la obediencia y prepara las emociones para responder a las impresiones del Espíritu Santo. Aléjate del veneno de la mala música.

Me temo que parecería que te he estado sermoneando en nuestra entrevista privada. Perdóname; no era mi intención. Tan sólo deseo compartir aquello que me ha proporcionado una felicidad inconmensurable y una vida repleta de sentido.

Tengo una sugerencia adicional antes de terminar. Ciertos lugares son sagrados y santos, donde parece ser más fácil discernir la guía del Espíritu Santo. El templo es uno de esos lugares. Puedes hacer de otros lugares algo semejante por la forma en que los respetes y cómo te comportes en ellos. Necesitas un retiro de paz y tranquilidad donde meditar periódicamente y dejar que el Señor establezca la dirección de tu vida. Quizás parezca difícil encontrar tiempo para meditar en medio de las presiones cotidianas, mas un momento de reflexión te confirmará que no importa lo rápido que avances, si estás en el sendero equivocado no te valdrá de nada. Cada uno de nosotros debe comprobar con cierta frecuencia si se encuentra en el camino correcto. Puede que muy pronto te beneficies de este inventario personal:

¿Cuáles son mis prioridades más importantes en la vida?

¿A qué dedico el tiempo libre? ¿Dedico parte de él en forma regular a esas importantes prioridades?

¿Hay algo que sé que no deba estar haciendo? En caso afirmativo, dejaré de hacerlo.

Te doy sinceramente las gracias por considerar este mensaje y por anotar las impresiones que hayas tenido. Tu vida bendecirá a muchas personas a dondequiera que vayas. Presiento que ya estabas haciendo las cosas de que hemos hablado o que las harás. He dejado para el final la cosa más importante que puedo hacer por ti.

Testifico solemnemente que Dios, nuestro Padre, vive y que Su plan es perfecto. Testifico que cuando levantas la voz en oración, tus oraciones son escuchadas; éstas reciben la mejor respuesta cuando se ofrecen con un corazón quebrantado y un espíritu contrito. Sé que algún día seré juzgado por la forma en que testifique de la certeza de mi conocimiento de Jesucristo. Por lo tanto, testifico solemnemente que debido a Su expiación, el plan de felicidad de nuestro Padre tendrá éxito. El plan de Satanás está destinado al fracaso. Sé que Jesucristo vive. Testifico solemnemente, con todas las fuerzas de que dispongo, que Él vive y te ama. Por medio de tu obediencia, Él te ayudará a encontrar la felicidad.

Adaptado de un discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young el 23 de enero de 2001.