Dios tenía Sus propios planes para mí
Poco a poco, el Señor ha ayudado a Annapurna Guru Murala, una joven de India, a cumplir sus sueños y los planes que Él tenía para ella.
Por lo general, el diario de una chica suele ser el registro de sus sueños, y el de Annapurna Guru abrigaba su deseo más preciado: “Algún día”, escribió, “iré al templo”.
Annapurna no era miembro de la Iglesia cuando escribió esas palabras. Criada en Hyderabad, India, de pequeña había aprendido algo sobre el cristianismo en la escuela católica en la que estudió. Luego, en 1992, su hermano mayor Murthy conoció a los misioneros Santos de los Últimos Días y se bautizó. Annapurna tenía 14 años cuando su hermano le dio un ejemplar del Libro de Mormón. “Después de leerlo”, recuerda, “sentí que era verdadero”.
Annapurna encontró en el Evangelio respuesta a sus preguntas más desconcertantes, en especial su preocupación por lo que sucede después de morir. Pero así como sabía que el Evangelio es verdadero, sabía también algo más: sus padres no iban a permitirle bautizarse en una iglesia cristiana.
Durante el resto de sus años de adolescencia, Annapurna vivió su nueva fe en secreto. Leía el Libro de Mormón y la Biblia, oraba, aprendía todo lo que podía y en su mente empezó a formarse un hermoso sueño: algún día se casaría con un Santo de los Últimos Días; algún día iría al templo y también algún día daría a sus hijos el preciado don del que ella carecía: el ser miembro de la Iglesia del Señor.
Milagro tras milagro
Para cuando Annapurna se graduó a los 20 años de la universidad, sus padres ya habían empezado a planear para su amada hija el tradicional matrimonio concertado por las familias de los contrayentes. Pero Annapurna jamás consideró que no podría alcanzar sus sueños, ya que creía que no eran sólo suyos. “Tenía grandes sueños”, dice, “pero en realidad, Dios tenía Sus propios planes para mí”.
Cuando cumplió 21 años, esos planes divinos empezaron a hacerse realidad, milagro tras milagro. Primeramente, conoció a Santosh Murala, un fiel Santo de los Últimos Días que estaba visitando a su familia en Hyderabad. Santosh era estudiante de medicina y estaba aprendiendo cirugía en un hospital de Chandigarh, a dos días de distancia en tren. Cuando se conocieron, Annapurna y Santosh conversaron durante media hora, tras lo cual Santosh llamó a su amigo Neil Twitchell, que en aquel entonces se hallaba sirviendo como presidente de la Misión India Bangalore, y le confió: “¡Ella es de oro!”. Santosh sentía, sin duda alguna, que ella era la mujer que había estado buscando, mientras que Annapurna sintió que Santosh, el primer joven Santo de los Últimos Días que había conocido, era el hombre que había rogado encontrar.
Ambos se escribieron algunas cartas en las que confirmaban sus sentimientos y se casaron varios meses después. Es lógico que al principio la familia de Annapurna estuviera molesta, como la de Santosh, pero la joven era legalmente mayor de edad para casarse con el hombre de su elección.
Annapurna contemplaba esa situación a través de los ojos de la fe. “Si me hubiera casado para complacer a mis padres y a otras personas”, dice, “mis hijos jamás habrían conocido la Iglesia y la responsabilidad por todo ello habría recaído sobre mi cabeza. Este único paso ha cambiado mi vida y la de mi posteridad. Mis padres pueden enfadarse conmigo durante esta vida, pero durante la eternidad estarán felices y orgullosos de mí”. De hecho, los padres de Annapurna ya aceptan cada vez más su matrimonio. Santosh les cae bien y hasta se relacionan socialmente con los padres de él.
“Dios nos cuida”
La siguiente parte del sueño de Annapurna finalmente se hizo realidad al bautizarse. No había una rama de la Iglesia en Chandigarh, por lo que los Murala viajaron durante cinco horas hasta Nueva Delhi para efectuar el bautismo. Irónicamente, ahora que Annapurna era libre para asistir a la Iglesia, la rama más cercana estaba muy lejos. “Antes de bautizarme, la capilla estaba muy cerca de mi casa, en la esquina de la calle donde vivíamos, pero nunca pude asistir”, dice. “Ahora está a cinco horas de aquí, por lo que sólo podemos ir una vez al mes”. Annapurna quedó embarazada y el viaje de cinco horas resultaba agotador para ella.
Pero entonces sucedió otro milagro: la llegada de dos familias de Santos de los Últimos Días. “Dios nos cuida”, explica Santosh. Un matrimonio británico, los hermanos Beer, llegaron a Chandigarh, donde el hermano Beer trabajaba en la construcción de carreteras. La hermana Beer enseñaba clases de instituto a los Murala y los Beer tenían la noche de hogar con los Murala cada semana. Una familia coreana, los Moon, también se mudaron a Chandigarh, donde el hermano Moon trabajaba para una compañía de construcción. Cada domingo, durante dos años, este pequeño grupo de Santos de los Últimos Días se reunía en el hogar de los Moon para celebrar la reunión sacramental. Poco después de que Santosh terminara sus estudios en Chandigarh, los Beer y los Moon también se fueron.
En Nueva Delhi, donde Santosh está recibiendo formación especializada en cirugía del corazón, hay dos ramas de la Iglesia. En estos momentos, el conocimiento que Annapurna tiene de la Iglesia se está igualando con el conocimiento que tiene del Evangelio. De momento ha aprendido a cantar himnos y a dirigir reuniones.
Sueños para la generación venidera
El 19 de junio de 2001, el vigésimo cuarto cumpleaños de Annapurna, se hizo realidad el sueño de ir al templo que tenía cuando era jovencita. Los Murala viajaron al Templo de Hong Kong, China, poco antes de que su primer hijo, Neil, cumpliera dos años. Durante los cinco días que pasaron sirviendo en el templo, el momento más sagrado y maravilloso tuvo lugar cuando fueron sellados el uno al otro y a su hijo.
Hoy día, la vida de los Murala es sumamente ajetreada. Annapurna presta servicio como presidenta de la Primaria y Santosh es el presidente de la Rama Nueva Delhi 1. Además, él pasa cerca de 100 horas semanales en el hospital realizando turnos de 18 y 36 horas. A fin de disponer de los fines de semana para sus responsabilidades en la Iglesia, también trabaja los días festivos. De ese modo, Annapurna pasa la mayor parte del tiempo cuidando a sus dos hijos pequeños y apoyando a su esposo en sus pesadas responsabilidades.
Ella sigue soñando; sueña con compartir el Evangelio con sus padres; sueña con el día en que sus hijos y los de los demás (la primera generación de niños de India en tener Primaria, seminario, Hombres Jóvenes y Mujeres Jóvenes) sean líderes fuertes de la Iglesia. Sueña con el momento en que sus hijos sirvan en una misión, en que también ellos vayan al templo; y hasta se atreve a soñar con el templo que algún día puede haber en India.
Rochelle Welty y su esposo, Roy, sirvieron en la Misión India Bangalore. Jan Pinborough pertenece al Barrio East Mill Creek 4, Estaca East Mill Creek, Salt Lake.