Rey de reyes
Me hallaba ante la tumba de reyes y reinas, pero en lo que yo reflexionaba era en una tumba vacía.
La abadía de Westminster es una hermosa catedral de piedra situada en Londres cerca de las orillas del río Támesis. Ha sido un centro cultural y religioso durante más de 900 años. Desde el año 1066, todos los monarcas británicos, a excepción de dos, han sido coronados allí, muchos se casaron en ese lugar y muchos están enterrados en él.
Visité ese sitio tan célebre al terminar de servir una misión en Inglaterra. Recorrí la sala principal para la adoración y los pasillos laterales. Al pasear por el edificio, maravillada por su enormidad y belleza, llegué hasta varias criptas; leí los nombres y me quedé sorprendida por la fama de los mismos: la reina Isabel I, Sir Isaac Newton, Charles Dickens. Había otros: estadistas famosos, pensadores laureados y nobles británicos, cuyos nombres recordaba de mis libros de texto de historia.
Me impresionaron especialmente las tumbas de los reyes y las reinas. Ellos gobernaron el imperio británico; tenían un poder terrenal que pocos se pueden imaginar; se encontraban entre las personas de mayor influencia en la tierra durante su época.
Pero tampoco podía dejar de pensar dónde se hallaba ahora su poder, pues habían vuelto al polvo. “Si retiráramos la tapa de sus tumbas”, pensaba yo, “encontraríamos sus restos”. Y me preguntaba: “¿Qué influencia tienen hoy día esos reyes y reinas?”.
Entonces pensé en el Rey de reyes, cuya tumba está vacía. No había restos mortales cuando se retiró la piedra. Ha resucitado en inmortalidad y vive.
“¿Qué influencia tiene Él hoy día?”, pensé mientras reflexionaba en los 18 meses que pasé en el norte de Inglaterra enseñando a la gente, no sobre la reina Isabel, ni sobre Charles Dickens, sino sobre Jesucristo. Pensé en el edificio en el cual me encontraba, que, aun sin contar con la plenitud del Evangelio, se levantó para proclamar las enseñanzas del Salvador; y pensé también en mis propios sentimientos por Él.
En ese momento entendí la Resurrección como no la había entendido antes. Su tumba de verdad está vacía; Él de verdad ha resucitado; de verdad vive y Su influencia sigue cambiando corazones, mentes y vidas de manera profunda y eterna.
Lisa Ann Jackson es miembro del personal de las revistas de la Iglesia.