¿Tiene mi vida un propósito?
A menudo me había preguntado si mi vida tenía algúnpropósito, pero ahora esa pregunta era muy seria para mí. Aunquesólo tenía 22 años, mis piernas de repente se habían vuelto extremadamente débiles. “Puede que se hayan cansado de bailar en las discotecas de por aquí”, pensaba. “Quizás están en huelga”.
Acudí a un médico, el cual pensó que padecía una enfermedad muscular y me mandó de inmediato a una clínica. Fue así que empecé un periodo de ir de clínica en clínica por toda mi Alemania natal. Me sometí a muchos exámenes médicos, pero en ninguno aparecía la raíz del problema. A pesar de ello, tenía un dolor agudo y carecía de fuerzas. Era casi insoportable. Como todas las pruebas salieron negativas, todo el mundo creía que estaba fingiendo. Me hallaba solo y no encontraba sentido a la vida, aunque deseaba de todo corazón que lo tuviera.
Para entonces me enviaron a una clínica en Koblenz, Alemania. Al llegar, conocí a una joven de mi edad que parecía diferente de los demás pacientes. Parecía tener una actitud positiva sobre la vida, a pesar de estar gravemente enferma. Un domingo la vi en el vestíbulo, con ropa dominical, y le pregunté por qué estaba así vestida, a lo que me respondió: “Estuve en la iglesia”.
Hacía mucho tiempo que no tenía interés alguno en la religión. Aunque me había criado en la fe protestante, creía que eso de la religión no eran más que palabras vacías. Sabía que había un Dios, pero no tenía una impresión muy favorable sobre la religión organizada aquí en la tierra.
“¿Iglesia?”, dije desconcertado. Le pregunté a qué iglesia pertenecía.
“La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”, respondió. Me quedé pálido de sorpresa. “¿Qué es eso? ¿Una secta extraña?”, me preguntaba. Le hice muchas preguntas sobre su Iglesia. Aunque había pasado por tiempos difíciles, no tenía duda alguna en cuanto a sus creencias. Oraba al Padre Celestial y confiaba en Él, algo que me fascinaba y asustaba a la vez.
Mi nueva amiga me dio un Libro de Mormón y comencé a leerlo. Los misioneros de Koblenz no tardaron en enseñarme la primera charla, pero debido a una enfermedad que contraje, me trasladaron a otra clínica. Mi amiga me visitaba a menudo. Yo conservaba mi Libro de Mormón y seguía leyéndolo. Había aprendido mucho sobre la vida y por primera vez había encontrado una amiga de verdad.
Durante una salida de la clínica, visité a mi amiga y su familia en Solingen. Eran las personas más amables que he conocido y el domingo asistí a la Iglesia con ellos. Al volver a la clínica, no podía dejar de pensar en la Iglesia. Sabía que había algo de cierto en el Libro de Mormón, pero ahora todo parecía mucho más claro. Tenía un pensamiento en mi mente: “¿Debía unirme a la Iglesia?”.
Cuando recibí el alta de la clínica, regresé a mi hogar en Fulda. Luego recibí otra invitación para visitar a mis nuevos amigos de Solingen, quienes me recibieron aún con mucho más cariño que la vez anterior. Aprendí más sobre el Evangelio y decidí bautizarme. Al regresar a casa, encontré a los misioneros de mi zona, los cuales me enseñaron las charlas restantes en Fulda. Por fin había encontrado el propósito de mi vida, y fui bautizado.
Doy gracias a mi Padre Celestial de todo corazón por ayudarme a encontrar Su Evangelio y Su Iglesia. Las piernas han vuelto a la normalidad y los médicos no descubrieron nunca cuál era el origen del dolor; pero de no haber estado enfermo, aún estaría preguntando cuál es el propósito de la vida. ¡Qué Padre tan amoroso! Jamás abandona a nadie.
Solía preguntarme qué se suponía que debía aprender de mi enfermedad. Ahora lo sé.
Michael Renker es miembro del Barrio Cedar Pass 6, Estaca Eagle Mountain, Utah.