2003
Preguntas y respuestas
abril de 2003


Preguntas y respuestas

¿Cómo puedo distinguir entre la inspiración y mis propios pensamientos?

Las respuestas tienen por objeto servir de ayuda y exponer un punto de vista y no deben considerarse como pronunciamientos de doctrina de la Iglesia.

La Respuesta de Liahona

La siguiente situación nos es familiar: Te arrodillas al lado de la cama, derramas tu corazón a nuestro Padre Celestial, terminas la oración y aguardas una respuesta. Los pensamientos flotan en tu mente pero, ¿son inspiración o simplemente tus propias ideas?

No hay un respuesta sencilla para esta pregunta, pues estamos hablando de la comunicación espiritual. Si fuera fácil aprender a recibir y entender correctamente la revelación, la vida terrenal seguramente no sería una prueba. El desarrollar nuestra capacidad de recibir revelación se asemeja a aprender a tocar un instrumento musical; es una destreza que debemos practicar con diligencia.

Afortunadamente, los profetas y apóstoles del Señor nos han dado guía.

El profeta José Smith enseñó que “una persona podrá beneficiarse si percibe la primera impresión del espíritu de revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas, de manera que por atenderlo, veréis que se cumplen el mismo día o poco después; (es decir) se verificarán las cosas que el Espíritu de Dios ha divulgado a vuestras mentes; y así, por conocer y entender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús” ( Enseñanzas del Profeta José Smith , pág. 179.)

El presidente Harold B. Lee (1899–1973) aconsejó: “Todos debemos procurar prestar oído a las ideas que lleguen repentinamente a nosotros, y si lo hacemos, y refinamos el oído para oír esos susurros, también nosotros, individualmente, podremos progresar en el Espíritu de revelación” ( Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee , 2000, pág. 56).

El Señor dijo: “…hablaré a tu mente y a tu corazón por medio del Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu corazón. Ahora, he aquí, éste es el espíritu de revelación” (D. y C. 8:2–3). En otras palabras, cuando tu mente recibe una idea y tu corazón siente una confirmación espiritual de la misma, estás recibiendo revelación personal.

Puede que el recordar el consejo del Señor al profeta José te sirva de ayuda: “…Pon tu confianza en ese Espíritu que induce a hacer lo bueno, sí, a obrar justamente, a andar humildemente, a juzgar con rectitud; y éste es mi Espíritu” (D. y C. 11:12). Si algo te acerca a tu Padre Celestial, es muy probable que se deba a la inspiración proveniente de Su Espíritu.

La única forma segura de reconocer la revelación es a través de tu propia experiencia. Tienes que seguir las impresiones que recibas. A medida que ejerzas la fe y actúes de acuerdo con los sentimientos que recibas, te familiarizarás con el Espíritu Santo y podrás reconocer Su voz.

Quizás lo más importante que puedas hacer sea vivir digno de tener la compañía del Espíritu Santo. Al igual que con un aparato de radio, no puedes tener una recepción clara si alguna parte de tu vida no está en orden. A medida que seas más puro mediante la obediencia de los mandamientos y el arrepentimiento del pecado, aumentará tu capacidad de recibir y reconocer las impresiones espirituales.

Las Respuestas de los Lectores

El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos aconsejó recientemente que pusiéramos a prueba nuestra fe mediante la obediencia a las impresiones que recibimos (véase “Cómo adquirir conocimiento y la entereza de utilizarlo con sabiduría”, Liahona , agosto de 2002, págs. 12–19). Sabremos que esas impresiones proceden del Espíritu Santo cuando recibamos una confirmación de que lo que hemos hecho es correcto (véase Éter 12:6). Si las impresiones que recibo acuden una y otra vez a mi mente, si siento confianza y paz en vez de dudas y confusión, sé que son del Espíritu.

Hermana Kristen Kerr, 21, Misión Escocia Edimburgo

Tal vez toda persona tenga su propia forma de discernir las manifestaciones espirituales. Debemos ser sensibles para descubrir cómo se dirige el Espíritu a nosotros. Si oramos y estudiamos el Evangelio y si tenemos paciencia y humildad y nos esforzamos cada día por ser puros de corazón, ciertamente sentiremos el Espíritu.

Raquel Akemi Inokuti, 15, Barrio Bairro Alto, Estaca Tarumã, Curitiba, Brasil

Si se trata de inspiración, tu pecho arderá dentro de ti y sentirás que está bien. Pero si no es así, tendrás un estupor de pensamiento. Tus propios pensamientos no te harán sentir lo mismo que la inspiración que procede del Espíritu.

Jason Starr, 17, Barrio Gilbert 12, Estaca Val Vista, Gilbert, Arizona

El Espíritu Santo puede dirigirme si vivo de acuerdo con los mandamientos de mi Padre Celestial, aun cuando sea difícil. Si damos lo mejor de nosotros mismos, nuestro Padre nos recompensará. El Espíritu Santo estará con nosotros y nos guiará en las decisiones difíciles.

Maria Kleis, 14, Rama Silkeborg, Estaca Aarhus, Dinamarca

No todo lo que pensamos que está bien lo está. Por ese motivo debemos escuchar el susurro suave y apacible que nos invita a reflexionar y a preguntarnos: “¿Qué haría Jesucristo?”. El Espíritu Santo nos conduce a hacer cosas buenas.

Gexa Paredes Mariduena, 20, Rama Rego Park 2 (hispana), Distrito Queens, Nueva York Oeste

Si vives rectamente y participas dignamente de la Santa Cena, tus pensamientos y sentimientos serán un reflejo de las indicaciones del Espíritu. La inspiración es un sentimiento que abarca no sólo tu mente, sino todo tu ser. Si no tienes duda alguna sobre lo que debes hacer, ese sentimiento procede del Espíritu. La duda habita en la mente insegura, mas el Espíritu sabe con exactitud.

Colby Park, 17, Barrio Monument Park 14, Estaca Monument Park, Salt Lake

Nuestro corazón se llena de amor cuando recibimos inspiración. Todos podemos recibir una respuesta en nuestro corazón; lo sé, porque así es como he recibido mis respuestas.

Srinakorn Supakot, 15, Rama Korat, Distrito Khon Kaen, Tailandia.

El presidente Harold B. Lee enseñó: “Cuando el corazón comience a decirle lo que su intelecto no sabe, será porque estará recibiendo el Espíritu del Señor” ( Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Harold B. Lee , 2000, pág. 41). La inspiración es más un sentimiento que una voz.

Ubong Awak, 23, Barrio Ikeja, Estaca Lagos, Nigeria

Si queremos sentir la guía del Espíritu Santo, debemos conocer mejor a Jesucristo. Debemos ser lo más puros que podamos; debemos ayunar y orar. Entonces sentiremos paz en nuestro corazón. Si nuestro corazón está quebrantado y contrito, sentimos una voz sencilla, pacífica y suave que nos enseña lo que debemos hacer.

Cintia Pamela Frías, 20, Barrio Sión, Estaca Miraflores, La Paz, Bolivia

Yo anoto los pensamientos que acuden a mi mente sobre las cosas que debo hacer, la gente con la que tengo que hablar, etc. El Espíritu emplea nuestros pensamientos para guiarnos y, al seguir esas ideas, llegas a darte cuenta de cuándo es el Espíritu y cuándo no lo es. No se aprende el idioma del Espíritu mientras no se ponga en práctica.

Hermana Nickell Rae Christensen, 22, Misión Idaho Boise

Consuelo Y Serenidad

“Las instrucciones del Espíritu a menudo vienen como sentimientos. Este hecho es de la mayor importancia; a pesar de ello, muchos no entienden lo que significa. He conocido a personas que me han dicho que nunca han recibido una confirmación del Espíritu Santo porque nunca han sentido que el pecho les ‘arda dentro’ de ellas [véase D. y C. 9:7–8].

“¿Qué significa que ‘tu pecho arda dentro de ti’? ¿Tiene que ser un sentimiento de calor físico como el calor producido por la combustión? Si ése es el significado, nunca he experimentado ese ardor en el pecho. Ciertamente, la palabra ‘arda’ en este pasaje de Escritura representa un sentimiento de consuelo y serenidad. Ésa es la confirmación que muchos reciben; así es como funciona la revelación.”

Élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, “La enseñanza y el aprendizaje por medio del Espíritu”, Liahona, mayo de 1999, pág. 22.