2003
Graduación con honor
julio de 2003


Graduación con honor

¿Importará mucho si bebo solamente un trago en esta noche de celebración? Sí, porque sé cuáles son mis principios.

Mi amigo Jorge extendió el brazo desde el otro lado de la mesa y me ofreció un trago de su vaso de champaña. Me sorprendió su ofrecimiento, pues él sabía que yo era Santo de los Últimos Días y que el beber alcohol iba en contra de mis creencias. Cortésmente me negué con la cabeza, en señal de que esta vez, al igual que todas las anteriores, declinaba el ofrecimiento.

Se llevó las manos a la cabeza y exclamó: “¡Pero es el grado!”.

Sí, era la noche de graduación, y en Ecuador era una velada para celebrar. La tarde había comenzado con una cena formal para nuestras familias, y los centros de mesa estaban adornados con botellas de champaña. Después de una excelente cena que nos sirvieron unos impecables camareros, los que acabábamos de graduarnos bailamos un vals con nuestro padre o nuestra madre.

Finalmente, los padres se fueron y sólo quedamos los graduados y nuestros amigos. Faltaba poco para la medianoche cuando Jorge se me acercó y me ofreció un trago. Él creía que una sola vez no iba a hacerme daño, especialmente teniendo en cuenta que lo que celebrábamos era una ocasión única en la vida, ocasión en la que se acostumbraba tomar.

Me limité a responder: “Sé que es la noche de graduación, pero no importa”.

Vale la pena recalcar que durante los años de secundaria se me había invitado a beber y a fumar, pero siempre había rechazado los ofrecimientos explicando que mi religión me enseñaba que fumar y beber resultaban perjudiciales. Por lo general, mis amigos no solían insistir después de la explicación, pero jamás supe qué es lo que en realidad pensaban cuando yo los rechazaba.

Me sorprendí cuando Jorge sonrió, extendió la mano y estrechó la mía. Lo único que dijo fue: “Te admiro de verdad”, y se fue.

Años más tarde, al reflexionar en lo sucedido aquella noche, recordé el consejo que el presidente Gordon B. Hinckley nos ha dado de “defender todo lo que sea recto, verídico y bueno” (véase “Firmes creced en la fe”, Liahona , septiembre de 1996, pág. 5). Para Jorge y mis otros amigos yo fui un ejemplo de ese consejo. Me di cuenta de que a menudo podemos pensar que nuestros esfuerzos por hacer lo correcto nos convierten en personas nada populares, y aunque pueda ser así en algunos casos, en la mayoría de las situaciones la gente toma nota y ve a los Santos de los Últimos Días como personas que defienden algo que es digno de admiración.

Gabriel González es miembro de la Rama Monte de Sión 3, Estaca Salt Lake.