Valor para orar
Parecía que el año 1987 no iba a llegar jamás. Ése era el año en que iba a cumplir 18 años y podría servir en la Fuerza Aérea Brasileña. En cuanto pude, me alisté y me dediqué por completo a servir a mi país.
Después de que un líder de la Iglesia nos retara a compartir el Evangelio, decidí buscar a alguien que pudiese tener interés en la Iglesia. Tras muchos intentos frustrados y sentirme algo desanimado, me hallaba leyendo las Escrituras en mi camastro cuando me percaté de que había otro militar arrodillado en reverente oración.
Decidí preguntarle a qué religión pertenecía y su respuesta fue como un rayo de sol. Me dijo que había observado mi falta de inhibición para orar durante las comidas y antes de dormir, que siempre había tenido el deseo de orar, pero que nunca había tenido valor para hacerlo. Pero por fin decidió hacerlo, aun cuando no tenía claro qué diría en su oración.
Le pregunté: “¿Le gustaría aprender a orar?”. Su respuesta fue un rotundo sí. Aquella noche le enseñé, en esencia, las seis charlas misionales y compartí mi testimonio. El Espíritu nos testificó a los dos, con claridad, que todo era verdad.
Pasaron las semanas y aceptó mi invitación de asistir a la Iglesia. Comenzó a recibir las charlas de los misioneros y a participar en las actividades del barrio.
Un día, mientras almorzábamos, tras ofrecer una oración, me miró a los ojos y me dijo: “Lo he decidido. Deseo bautizarme”. Sus palabras me dejaron sin habla. Estaba sorprendido y me sentía feliz, y mucho más cuando añadió: “Y quiero que usted me bautice”. Aquello fue demasiado. Incapaz de contener el llanto, lo abracé y me dijo: “Gracias, amigo mío”.
Con el paso del tiempo, ambos enviamos nuestras solicitudes para servir como misioneros, aunque él salió a la misión antes que yo. Hoy día vivimos lejos el uno del otro, pero contamos con un fuerte vínculo que nos unirá más allá de esta vida terrenal. Él se casó en el templo y tiene una hermosa familia.
Me siento agradecido por el líder inspirado que me retó a compartir el Evangelio con las personas que me rodean y a ser un ejemplo para ellas.
Dalnei de Assunção de Castro es miembro de la Rama Santa Clara, Estaca São José, Brasil.