Un fundamento seguro en un mundo inestable
No permitamos que algo que no sabemos haga flaquear nuestra fe en lo que sí sabemos.
El 1 de noviembre de 1755 por la mañana, un potente terremoto dejó destruidos muchos vecindarios de Lisboa, Portugal; también originó un devastador maremoto de 5 a 10 metros de altura que azotó la ciudad portuaria y produjo un incendio que hizo estragos durante más de tres días. Dicha catástrofe quitó la vida a miles de personas.
Pero ese devastador terremoto estremeció mucho más que meros edificios. Dado que la catástrofe se produjo en un momento en el que los cristianos estaban reunidos para celebrar una importante festividad religiosa, el Día de Todos los Santos, la fe de los creyentes del continente entero también se vio zarandeada.
Durante nuestra vida, tal conmoción espiritual puede producirse de manera tan imprevista como cualquier actividad sísmica, y existe la posibilidad de que sus efectos sean igualmente perniciosos.
“A menudo nos enfrentamos a cosas que pueden zarandear nuestra fe”, dice Patricia Moreira, miembro de la Estaca Lisboa Portugal, que explica que ha afrontado situaciones de este tipo durante los últimos 20 años desde que se unió a la Iglesia ella sola. “Puede tratarse de preguntas de personas que no son miembros, de ataques de opositores de la Iglesia o incluso de cosas que simplemente uno no comprende”.
Cuando las preguntas que no parecen tener explicación generan conmoción a lo largo de la falla que existe entre el mundo y el Evangelio, el terremoto resultante puede ocasionar víctimas de fe entre aquellos cuyos cimientos sean débiles.
Qué firmes cimientos
En la estructura espiritual, no es nuestra proximidad al epicentro lo que determina el efecto del terremoto en nuestro testimonio, sino nuestra proximidad a Dios.
“Nuestro fundamento es Jesucristo y Su Evangelio” (véase Lucas 6:47–48), dice la hermana Moreira en una conversación sobre el tema con varios adultos solteros de la estaca que son amigos suyos.
“Sin Él, no tenemos fundamento alguno”, añade Darryl Nequetela, converso desde hace algo más de un año. “Algunos fundamentos son débiles, pero el Suyo es seguro y verdadero” (véase Helamán 5:12).
No hay mar de dudas, oleada filosófica ni estallido de escepticismo de magnitud suficiente para destruir la roca de nuestro Redentor, la principal piedra del ángulo, nuestro verdadero fundamento: Jesucristo.
“Sé que me encuentro a salvo cuando construyo sobre Su fundamento”, dice el hermano Nequetela.
Cuando se desatan los temblores
Estos Santos de los Últimos Días reconocen las sacudidas de Satanás.
En el trabajo, Francisco Lopes (que actualmente está casado) se vio sometido a temblores espirituales frecuentes. “Algunos de mis compañeros de trabajo se mostraban escépticos ante mis creencias y me criticaban por ellas”, dice. “A menudo me cuestionaban, utilizando las aparentes discrepancias entre la ciencia y nuestra fe”.
El hermano Lopes recuerda conversaciones acerca de la evolución y el ADN, entre otras. “Se esforzaron al máximo por convencerme de que la Iglesia es falsa”, explica acerca de las preguntas a las que no encontraba mucha explicación. “Tuve que confiar en mi testimonio de Dios y de Su Evangelio. Me siento agradecido por ese fundamento”.
No obstante, y el hermano Lopes es testigo de ello, una vez que la tierra comienza a temblar, ya es demasiado tarde para comenzar a prepararse.
“Será necesario haber desarrollado y nutrido esa fe en Jesucristo mucho antes de que Satanás nos golpee”1, dijo el élder Henry B. Eyring, del Quórum de los Doce Apóstoles.
Construir sobre la Roca
¿Cómo podemos edificar sobre el fundamento de Cristo?
El élder Eyring enseñó: “Estamos seguros sobre la roca que es el Salvador si nos hemos sometido con fe a Él, si hemos respondido a la orientación del Santo Espíritu para guardar los mandamientos el tiempo suficiente y con la fidelidad suficiente para que el poder de la Expiación haya efectuado un cambio en nuestro corazón. Una vez que, mediante esa experiencia, nos hayamos vuelto como un niño en nuestra capacidad de amar y de obedecer, nos encontramos sobre el fundamento seguro”2.
Para ello, se requiere fe, obediencia y arrepentimiento. Y eso lleva tiempo.
“Debemos nutrir nuestra fe mediante la oración diaria, el estudio diario de las Escrituras, el servicio en nuestros llamamientos, la obediencia a los mandamientos y esforzándonos al máximo por llegar a ser mejores personas”, dice la hermana Moreira, cuya madre y hermana se unieron a la Iglesia en el momento en que ella comenzó a edificar sobre la roca. “Creo que tenemos que seguir el consejo del presidente Monson de llenar nuestra mente de verdad, nuestro corazón de amor y nuestra vida de servicio”3.
“Podemos prepararnos para las pruebas aprendiendo a conocer al Señor y la manera en que ayuda a Sus hijos [véase 1 Nefi 2:12]. Las Escrituras nos ayudan a ello”, dice el hermano Nequetela. “Desarrollamos la fe al caminar por la senda de la rectitud”.
Cómo encontrar respuesta a las preguntas difíciles
A veces, al igual que le sucedió al hermano Lopes, los miembros se ven enfrentados a preguntas cuya respuesta ignoran. Pero él no permitió que algo que no sabía hiciera flaquear su fe en lo que sí sabía.
“Hay cosas que todavía no sé, pero no las cuestiono, ya que sé que llegará el momento en que Dios revelará lo que necesito saber”, dice el hermano Lopes, “no en el momento que me parezca bien o que yo quiera, sino cuando Él considere que se debe revelar”.
¿Qué se debe hacer cuando uno se enfrenta a preguntas difíciles que no parecen tener respuesta?
“La mayoría de las respuestas se encuentran en las Escrituras”, dice el hermano Lopes, que no sólo ha afrontado preguntas de amigos y colegas de trabajo, sino también de sus padres, quienes cuestionaron su decisión de unirse a la Iglesia a los 14 años. “Pero el encontrar y comprender estas respuestas depende de la revelación personal. También puedo recurrir a mis líderes de la Iglesia o preguntar a Dios directamente. Estoy agradecido por el Espíritu Santo y por un Padre Celestial que se preocupa por nosotros”.
Paciencia en el proceso de la revelación
Al buscar respuestas mediante la oración, la lectura de las Escrituras y el estudio de las palabras de nuestros líderes, si las respuestas no llegan, debemos esperar (véase D. y C. 101:16).
“Procuro ser paciente”, dice el hermano Nequetela, que llegó de Angola en el año 2000 para estudiar en Portugal. “Aunque no reciba la respuesta, el Espíritu Santo nos consuela con la contestación de que debemos ser pacientes, que Dios nos da línea por línea, precepto por precepto, y que debemos aceptar el firme decreto de un Dios justo. Él sabe qué es lo mejor para nosotros, y lo revela todo en Su debido tiempo”.
La paciencia en el proceso de la revelación es la historia de la Restauración. La Iglesia se restauró sobre el fundamento original, el Evangelio de Jesucristo, pero no sucedió todo de una vez. Según el profeta José Smith, las respuestas a las preguntas sobre el Evangelio llegaron “línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí; consolándonos con la promesa de lo que ha de venir en lo futuro, confirmando nuestra esperanza” (D. y C. 128:21), y seguirá siendo así.
“Creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aún revelará muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios” (Artículos de Fe 1:9).
La restauración de los últimos días
En las alturas de la Lisboa moderna, el hermano Nequetela contempla la ciudad desde las almenas del Castelo São Jorge (Castillo de San Jorge) y medita en el trabajo de restauración que se ha efectuado desde el desastre de 1755.
La ciudad reconstruida vuelve ahora a prosperar; el castillo —que quedó gravemente dañado durante el terremoto— se restauró a partir de los cimientos que quedaron. Y mediante la Restauración del Evangelio, los habitantes están aprendiendo cómo y dónde establecer una fe que permanezca firme, independientemente de la causa de los temblores.
Nuestro día de prueba
“Lo que necesitaremos en el tiempo de nuestra prueba será una preparación espiritual. Para superar la prueba de la vida de la que depende toda nuestra eternidad es necesario haber desarrollado una poderosa fe en Jesucristo… Será necesario haber desarrollado y nutrido esa fe en Jesucristo mucho antes de que Satanás nos golpee, como lo hará, con las dudas y apele a nuestros deseos carnales, y con la voz de la mentira nos diga que lo bueno es malo y que no hay pecado. Esas tormentas ya están arreciando y, hasta que el Salvador vuelva, no harán sino empeorar”.
Élder Henry B. Eyring, del Quórum de los Doce Apóstoles, “La preparación espiritual: Comiencen con tiempo y perseveren”, Liahona, nov. de 2005, págs. 37–38.