Mensaje de la Primera Presidencia
La conferencia general:Una bendición singular
Un buen miembro de la Iglesia conversaba con un vecino que no era de nuestra fe y, cuando surgió el tema de la conferencia general, el vecino preguntó: “¿Dices que tienen profetas y apóstoles y que dos veces al año revelan la palabra de Dios en una conferencia mundial?”.
“Exactamente”, contestó el miembro confiadamente.
El vecino se quedó pensativo por unos momentos; parecía estar sinceramente interesado, y después preguntó: “¿Qué fue lo que dijeron en la última conferencia general?”.
En ese momento, el buen miembro de la Iglesia pasó de sentirse emocionado por compartir el Evangelio a sentirse avergonzado. Por más que se esforzó, no pudo pensar en los detalles de un solo discurso.
A su amigo le pareció desconcertante y dijo: “¿Me estás diciendo que Dios le habla al hombre en nuestros días y no puedes recordar lo que dijo?”.
El hermano se sintió mortificado a consecuencia de esa conversación y juró que se esforzaría más por recordar las palabras que dijeran los siervos del Señor en la conferencia general.
Todos sabemos lo difícil que es recordar cada mensaje de la conferencia general, y estoy seguro de que no tenemos que sentirnos avergonzados si no recordamos todo. No obstante, en cada conferencia general hay mensajes que se dan como un don y una bendición de los cielos específicamente para las situaciones de nuestra vida personal.
A fin de prepararnos para la conferencia general, permítanme sugerir tres conceptos básicos que podrían servirnos para recibir, recordar y aplicar mejor las palabras de los siervos del Señor.
1. Los miembros de la Iglesia tienen derecho a recibir revelación personal al escuchar y estudiar las palabras inspiradas que se pronuncian en la conferencia general.
Al prepararse para la conferencia general, los invito a meditar las preguntas que ustedes necesitan que se les contesten. Por ejemplo, tal vez añoren dirección y guía del Señor en cuanto a las dificultades por las que estén pasando.
Tal vez las respuestas a sus oraciones específicas provengan directamente de un discurso particular o de una frase específica. En otras ocasiones, las respuestas quizás se presenten en una palabra, frase o canción que aparentemente no se relacionan con el tema. Un corazón lleno de gratitud por las bendiciones de la vida y un deseo sincero de oír y de seguir las palabras de consejo prepararán la vía para la revelación personal.
2. No dejen de tener en cuenta un mensaje simplemente porque les resulte familiar.
Los profetas siempre han enseñado por medio de la repetición; es una ley del aprendizaje. En la conferencia general oirán temas y doctrinas que se repiten. Les aseguro que eso no se debe a la falta de creatividad o de imaginación. Seguimos oyendo mensajes sobre asuntos similares porque el Señor nos está enseñando y grabando en nuestra mente y nuestro corazón ciertos principios fundamentales de gran importancia eterna que se deben entender y poner en práctica antes de que podamos seguir con otras cosas. Un sabio constructor primero pone los cimientos antes de levantar las paredes y el techo.
3. Las palabras que se pronuncian en la conferencia general deben ser una brújula que nos señala el camino a seguir durante los meses venideros.
Si damos oídos y seguimos los susurros del Espíritu, nos servirán como una Liahona que nos guiará a través de los valles y montañas desconocidos y desafiantes que yacen por delante (véase 1 Nefi 16).
Desde el comienzo del mundo, Dios ha establecido profetas que transmiten la voluntad de los cielos a la gente de su época. Nosotros tenemos la responsabilidad de escuchar y después poner en práctica los mensajes que el Señor nos proporciona.
Nuestro misericordioso y amoroso Padre Celestial no nos ha abandonado y no abandonará a Sus hijos. Hoy, tal como en tiempos pasados, Él ha nombrado apóstoles y profetas, y sigue revelándoles Su palabra.
¡Qué maravilloso privilegio es oír los mensajes que Dios tiene para cada uno de nosotros durante la conferencia general! Preparémonos bien para esta gran bendición de guía divina pronunciada por Sus siervos escogidos.
Porque ésta es una bendición singular.