¿Podría encontrar empleo?
Breg Burgoyne, Sudáfrica
Miré fijamente el billete doblado que tenía en la mano y comprendí que aún debía pagar diezmos de lo que había ganado durante la última semana de mi trabajo de verano. Debía 90 rands de diezmos y tenía un solo billete de cien.
Acababa de terminar el último año de la Facultad de Medicina y tenía muchos gastos escolares. Permanecí allí sentado, jugando nerviosamente con el billete de 100 rands, pensando en pagar el diezmo. Mi empleo de verano se había terminado y era probable que no encontrara un empleo que se ajustara a mi ocupado horario. Sin embargo, mis padres me habían enseñado a pagar un diezmo íntegro. Ese dinero le pertenecía al Señor, y yo lo sabía. Con ese pensamiento, puse el dinero en el sobre y pagué mi diezmo.
En los días siguientes, al buscar empleo, rogué que me fueran abiertas las ventanas de los cielos. Necesitaba un trabajo que se acomodara a mi horario, que pagara bien por pocas horas y que también me diera tiempo para estudiar. En resumen, necesitaba un milagro.
Dos semanas después, un amigo me sugirió que solicitara empleo en el hospital donde nuestra Facultad de Medicina acababa de abrir un nuevo piso para ofrecer capacitación. Fui hasta la oficina y toqué a la puerta. La mujer que estaba allí, que dos años antes nos había enseñado una clase, se acordó de mí.
“Me preguntaba si iban a contratar a tutores para el nuevo programa”, le dije. “Si es así, quisiera que me contratara”.
“Así es”, me respondió. “Estamos buscando un tutor para que supervise a un grupo de estudiantes de Medicina del segundo año durante una hora por las tardes. El horario es flexible y requerirá que estudie a un paciente distinto cada día y que después les enseñe a los estudiantes, ¿podría hacerlo?”, me preguntó.
¡El Señor me había ayudado a encontrar precisamente el empleo que necesitaba! Era la respuesta a mi oración.
Después de trabajar un mes, me di cuenta de lo mucho que había sido bendecido. El cheque que recibí indicó que me estaban pagando un salario mensual tres veces más alto de lo que había pensado; además, me pagaron vacaciones.
El Señor había abierto las ventanas de los cielos y había derramado sobre mí bendiciones mucho más grandes de lo que jamás había esperado. Como resultado de ello, mi fe se fortaleció en el principio del diezmo.