2011
La historia de la Sociedad de Socorro: La visión del Señor para Sus hijas
Septiembre de 2011


La historia de la Sociedad de Socorro: Una mirada a la visión del Señor para Sus hijas

Como hijas de Dios en busca de la vida eterna, podemos ir hacia adelante con confianza, inspiradas por los ejemplos de quienes nos han antecedido.

Julie B. Beck

Cuando nos llamaron a ser la nueva Presidencia General de la Sociedad de Socorro, se nos dio la historia de la Sociedad de Socorro para que la estudiáramos. Lo hicimos con espíritu de oración, procurando saber lo que el Señor quería que aprendiéramos y que luego hiciéramos como resultado de dicho estudio. Nuestra investigación dejó ver un valioso legado en el poder espiritual y la contribución de las mujeres Santos de los Últimos Días. Era un registro impresionante de la relación del Señor con Sus hijas y de lo que Él esperaba de ellas. Por medio de nuestro estudio y de la inspiración que recibimos al hacerlo, llegamos a conocer los propósitos de la Sociedad de Socorro. Aprendimos que, al prepararnos para las bendiciones de la vida eterna, el Señor quería que Sus hijas aumentaran la fe y la rectitud personales, fortalecieran a las familias y los hogares, y buscaran y ayudaran a los necesitados. A medida que las hermanas de hoy en día lean su historia con espíritu de oración, recibirán perspectivas, respuestas e inspiración del mismo modo que nosotras las recibimos.

Nuestra esperanza es que al estudiar la historia y la obra de la Sociedad de Socorro veamos la manera en que nuestro Padre Celestial ha ayudado a las hermanas en el pasado. Al conocer la forma en que las ayudó a ellas, obtendremos un testimonio de que Él también nos ayudará a nosotras hoy; sabremos que si Dios, por medio del Espíritu Santo, pudo guiar a una mujer hace más de cien años, Él puede hacer lo mismo por las mujeres de nuestros días.

La hermana Eliza R. Snow, nuestra segunda Presidenta General de la Sociedad de Socorro, era una líder fuerte y fiel de los primeros días de la Iglesia. Ella comprendía que el Espíritu “satisface y sacia todo anhelo del corazón y llena cada vacío”. En diferentes épocas de su vida luchó contra la mala salud y la soledad. Sin embargo, fue fortalecida al recibir revelación personal y actuar de acuerdo con dicha revelación. Para ella, la revelación personal y la compañía constante del Espíritu eran como un manantial. Ella dijo: “¿No es nuestro el privilegio de vivir de manera tal que esto fluya constantemente a nuestras almas?”1.

Los ejemplos como éste a lo largo de nuestra historia nos ayudan a recordar que la capacidad para recibir revelación y actuar de acuerdo con ella es la habilidad individual más importante que podamos adquirir en esta vida. Con ella, no podemos fracasar; sin ella, no podemos tener éxito.

La historia de la Sociedad de Socorro es importante para las hermanas del mundo hoy en día.

Nuestra historia muestra una larga lista de mujeres fuertes, rectas, fieles y dedicadas. Este legado comenzó con Eva, y las historias de esas mujeres pertenecen a cada una de nosotras y nos dan visión para el futuro. Si hemos de continuar este legado de mujeres rectas y dedicadas, será porque edificaremos sobre lo que ellas han hecho. Al estudiar la historia, aprendemos que hay fortaleza y gran capacidad en las mujeres de la Iglesia, las cuales provienen de su fe en el Señor Jesucristo y en Su evangelio restaurado. Esta fe ha dado a las mujeres la habilidad de tomar buenas decisiones y de superar los desafíos y las dificultades. Les ha permitido recurrir al ardor de su fe y al poder de sus convenios a fin de ser un ejemplo durante sus experiencias mortales. En todos los países hay un legado de fe entre las mujeres que han ayudado a establecer la Iglesia y a fortalecer los hogares de los Santos de los Últimos Días.

Silvia H. Allred, Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, ha hablado de su madre, Hilda Alvarenga, a quien se llamó como presidenta de la Sociedad de Socorro en una rama de El Salvador cuando se convirtió a la Iglesia y tenía poco más de treinta años. Ella le dijo al presidente de rama que no tenía experiencia, que no estaba preparada ni era adecuada para el llamamiento; pero el presidente de rama la llamó de todos modos. Mientras prestaba servicio, adquirió habilidades de liderazgo y desarrolló nuevos talentos como enseñar, hablar en público y organizar reuniones, actividades y proyectos de servicio. Ayudó a otras hermanas de la rama a ser edificadoras del reino2. Hoy en día, como en el pasado, el Padre Celestial espera que Sus hijas tengan funciones de liderazgo en todo barrio y rama. Hermanas como Hilda Alvarenga se están convirtiendo en pioneras y modelos de conducta para las generaciones futuras.

La historia puede ayudar a las mujeres de hoy, quienes tienen muchas presiones en la vida.

Nuestra presidencia ha viajado por el mundo y hemos estado en los hogares de las hermanas. Hemos visto sus desafíos y sabemos los dolorosos problemas que afrontan. Muchas de las hermanas se sienten abrumadas; a algunas de ellas les resulta difícil encontrar tiempo para la oración y el estudio diario de las Escrituras y para hacer las cosas que las ayudarán a sentir el Espíritu. Vivimos en tiempos cada vez más difíciles y estamos rodeadas de creencias y prácticas que podrían alejarnos de nuestra meta eterna. Debido a que nosotras, como mujeres, tenemos gran influencia sobre las personas que nos rodean, debemos hacer todo lo posible por mantenernos espiritualmente fuertes.

La historia de la Sociedad de Socorro nos ayuda a centrarnos en lo que es importante y a establecer prioridades en lo que hacemos. Todos los días se nos da la oportunidad de tomar decisiones que aumentarán nuestra fe y fortalecerán a nuestra familia. Hace más de sesenta años, Belle S. Spafford, la novena Presidenta General de la Sociedad de Socorro, les pidió a las hermanas que examinaran sus intereses, evaluaran sus actividades y simplificaran sus vidas haciendo las cosas que fueran más duraderas, despojándose así de las actividades menos gratificantes3. Su consejo aún es valioso hoy en día. El estudio de nuestra historia nos ayuda a obtener la perspectiva necesaria para mantenernos centradas en las cosas esenciales que nos bendecirán eternamente.

Aumentar la fe, fortalecer a las familias y servir a los demás son tan importantes hoy como lo fueron cuando se organizó la Sociedad de Socorro.

Nuestra historia nos enseña que la fe firme es una fuerza impulsora y estabilizadora en la vida de las mujeres rectas. La fe en la expiación de Jesucristo no sólo nos sana, sino que también nos habilita para hacer cosas difíciles y vivir de manera ejemplar. Nuestra historia nos enseña que la caridad, el amor puro de Cristo, que nunca deja de ser, ha permitido que las mujeres sobrelleven valientemente algunas pruebas muy difíciles. Aumentamos nuestra fe y nuestra rectitud personal cuando tomamos decisiones para poner nuestra voluntad en armonía con la voluntad de Dios. Al hacerlo, sentimos paz. Cuando no estamos en armonía, sentimos remordimiento; eso es el Espíritu que nos dice que debemos arrepentirnos y alinearnos a la voluntad de Dios. El arrepentimiento es un principio que usamos a diario para permanecer espiritualmente fuertes.

Aprendemos de nuestra historia que las familias fuertes no son una casualidad. Vivir el plan del Señor con precisión, intención y determinación es una decisión consciente y llena de fe en el mundo de hoy. Fortalecer a quienes nos rodean y cuidar de todas las familias es un servicio caritativo y lleno de fe.

Nuestra historia está repleta de hermanas que son un modelo de conducta que aceptaron el mandato de “socorrer al pobre” y “salvar almas”4. Amy Brown Lyman prestó servicio como la octava Presidenta General de la Sociedad de Socorro durante la Segunda Guerra Mundial. Aconsejó a las hermanas a fortalecer su fe y a mantenerse firmes. Concentró los esfuerzos de ellas en hacer que sus hogares fueran un lugar seguro y una prioridad en su vida5.

Al entrar a la Sociedad de Socorro, cada hermana pasa a formar parte de una hermandad mundial, unida en el discipulado. Entonces es cuando comienza a participar con otras personas que también están resueltas a guardar sus convenios y a dar todo lo que poseen para edificar el reino de Dios.

Nuestra historia nos ayuda a comprender el vínculo inseparable que tenemos con el sacerdocio.

El Señor tiene una obra importante para Sus hijos y Sus hijas. Los quórumes del sacerdocio y las Sociedades de Socorro llevan a cabo la obra del Señor. El profeta José Smith dijo: “Organizaré a las mujeres bajo la dirección del sacerdocio y de acuerdo con el modelo de éste”6.

Ahora, como en el pasado, la presidenta de la Sociedad de Socorro funciona bajo la dirección del obispo o presidente de rama, quien posee las llaves del sacerdocio para dirigir el barrio o la rama.

Barbara W. Winder, la Presidenta General de la Sociedad de Socorro número once dijo: “Deseo y anhelo tanto que estemos unidas, que seamos una con el sacerdocio, para servir y edificar el reino de Dios aquí y ahora”7.

Además, no es algo insignificante saber que cada hermana tiene acceso a todas las ordenanzas de salvación y que puede realizar convenios que le permiten cumplir con su misión terrenal y su misión eterna. Cada hermana puede tener la compañía constante del Espíritu Santo para guiarla, darle consuelo y ratificar sus buenas acciones. También tiene acceso total a los dones espirituales que aumentan su capacidad de vivir la vida con confianza y protección. Nuestra historia nos enseña la forma en que las mujeres del pasado utilizaron esas bendiciones.

El conocer nuestra historia nos ayuda a prepararnos para las bendiciones de la vida eterna.

Aprendemos que en el pasado las hermanas afrontaron tiempos difíciles, pero también hoy estamos combatiendo a un enemigo resuelto que quiere destruir nuestra fe y nuestras familias, y dejarnos solas y en sufrimiento. La historia de nuestra Sociedad de Socorro nos proporciona contexto para todo lo que hacemos. Por medio del profeta José Smith, el Salvador hizo un llamado a las mujeres de esta dispensación para que ayudaran a llevar a cabo Su obra.

Por medio de la historia llegamos a saber quiénes somos y el papel trascendental que tenemos en el plan de nuestro Padre Celestial. No podemos delegar nuestras responsabilidades a otra persona. Debido a que nuestro Padre Celestial nos conoce y nos ama, Él nos sostendrá a medida que tratemos de poner nuestra voluntad en armonía con la Suya. “…por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).

Notas

  1. Eliza R. Snow, citado en Hijas en Mi Reino: La historia y obra de la Sociedad de Socorro, 2011, capítulo 4.

  2. Véase Hijas en Mi reino, capítulo 6.

  3. Véase Hijas en Mi reino, prefacio.

  4. Véase Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, pág. 480.

  5. Véase Hijas en Mi reino, capítulo 5.

  6. José Smith, citado en Hijas en Mi reino capítulo 2.

  7. Véase Barbara W. Winder, citado en “Ya regocijemos”, Liahona , marzo de 2005, pág. 29.

María y el Señor resucitado, por Harry Anderson; fotografía por Busath Photography.

Ilustraciones fotográficas por Matthew Reier y Howard Collett.