Clásicos del Evangelio
La naturaleza eterna del matrimonio
Nathan Eldon Tanner nació el 9 de mayo de 1898 en Salt Lake City, Utah. Fue ordenado apóstol en 1962 y, entre 1963 y 1982, prestó servicio como consejero de la Primera Presidencia bajo cuatro Presidentes de la Iglesia. Las siguientes palabras se tomaron del discurso que pronunció en la conferencia de abril de 1980 titulado “Por esta vida y la eternidad”. El texto entero en inglés se encuentra en el sitio de internet conference.lds.org.
Una de los épocas más felices de la vida de una persona es cuando se está por casar… Podemos asumir sin equivocarnos que, en el momento de la boda, la mayoría de las parejas tienen la seguridad de estar haciendo la elección adecuada; pero, con demasiada frecuencia, los problemas comienzan tan pronto como termina la luna de miel, y el matrimonio termina en divorcio.
La frecuencia del divorcio ha llevado a algunas personas a un estilo de vida en el que tratan de escapar de los ritos aparentemente vanos, tanto religiosos como civiles. A menudo me pregunto cuánto saben acerca del propósito de la creación de la tierra en la que viven, y cuánto han estudiado las Escrituras para saber por qué Dios creó al hombre y a la mujer e instituyó la sagrada ordenanza del matrimonio.
Consideremos primeramente el propósito de la creación de la tierra. En las Escrituras se pone en claro que fue para el expreso propósito de proporcionar un lugar donde los hijos y las hijas de Dios pudieran morar en la mortalidad y probar que eran dignos, mediante la obediencia a los mandamientos, de regresar a la presencia de Dios, de donde provinieron.
Después de la creación de la tierra, “…dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…
“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
“Y los bendijo Dios y les dijo Dios: Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:26–28).
Cuando Dios creó a la mujer y la llevó ante el hombre, Él dijo: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se allegará a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24).
Sí, el matrimonio es ordenado por Dios, y después de esa primera referencia al esposo y a la esposa, encontramos numerosos pasajes de las Escrituras como evidencia de que hombres y mujeres se convertían en esposos y esposas en ceremonias matrimoniales seguidas de grandes fiestas. No estamos aquí sólo para “[comer, beber y divertirnos]” (véase 2 Nefi 28:7). Se nos ha dado una tierra para sojuzgarla e instrucciones para que nos multipliquemos y la hinchemos. Es interesante destacar que Dios dijo que “[nos multiplicáramos]” y no que tan sólo [hinchiéramos] la tierra” (véase Génesis 1:28).
Es importante que comprendamos, tal como lo aprendemos de las Escrituras, que Dios es eterno, que Sus creaciones son eternas y que Sus verdades son eternas. Por lo tanto, cuando Él entregó a Eva en matrimonio a Adán, esa unión sería eterna. El matrimonio ordenado por Dios y efectuado en Sus templos sagrados es eterno, no sólo hasta la muerte. En Eclesiastés leemos: “Sé que todo lo que Dios hace será perpetuo” (Eclesiastés 3:14).
Cuando Cristo le pidió a Pedro que le dijera quién era Él, Pedro contestó: “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente!”. Jesús le aseguró a Pedro que sabía eso por revelación de Dios el Padre, y que sobre esa roca de la revelación Él edificaría Su Iglesia. Entonces dijo: “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (véase Mateo 16:15–19).
Cuando los fariseos fueron a ver a Jesús para preguntar acerca del divorcio, con el fin de tentarlo, Su respuesta fue:
“¿No habéis leído que el que los hizo al principio, hombre y mujer los hizo,
“y dijo: Por tanto, el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne?
“Así que, no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre” (Mateo 19:4–6).
Estos pasajes de las Escrituras indican que el matrimonio celestial, ordenado por Dios y efectuado por Su autoridad en Sus santos templos, es eterno; que las parejas unidas de esta forma son selladas por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad; y que sus hijos nacen en el convenio del Evangelio sempiterno. De acuerdo con su fidelidad, ellos serán una familia eterna…
Jesucristo vino a la tierra para darnos ese mismo mensaje: quiénes somos y lo que debemos hacer. Nos dio el plan del Evangelio de vida y salvación, y dijo que no había ningún otro nombre bajo el cielo por el cual podíamos ser salvos (véase Hechos 4:12). En estos últimos días tenemos ese mismo Evangelio restaurado, con el profeta viviente… para que hable por Dios, como ha sido el método de comunicación de Dios con el hombre a través de las edades…
Sé que mediante el evangelio de Jesucristo y mediante la obediencia a los mandamientos de Dios y los convenios que hacemos con Él, cada uno de nosotros puede hacer de su hogar un pedazo de cielo en la tierra mientras nos preparamos a nosotros mismos y a nuestros hijos para regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.