Lo que creemos
La ordenanza del sellamiento une a las familias por la eternidad
Mientras estamos en la tierra podemos hacer convenios sagrados (promesas) con Dios en el santo templo mediante la autoridad del sacerdocio. Entre esos convenios se encuentra la oportunidad que tienen los esposos y las esposas de ser sellados (casados por la eternidad) y de que sus hijos sean sellados a ellos. Eso significa que si cumplimos los convenios que hemos hecho con el Señor y el uno con el otro, la muerte no nos puede separar permanentemente. Esa ordenanza selladora es una parte esencial del plan que nuestro Padre tiene para que vivamos con Él eternamente (véase D. y C. 128:9–10; 132:19).
Una vez que hayamos hecho los convenios en el templo por nosotros mismos, podemos investigar nuestra historia familiar y efectuar las ordenanzas del templo a favor de nuestros antepasados fallecidos, lo cual pone al alcance de ellos los convenios del templo (véase D. y C. 138:29–37).
El poder del sacerdocio para sellar a las familias se profetizó antiguamente (véase Malaquías 4:5–6) y en épocas modernas (véase D. y C. 2). En ambas profecías se reveló que Elías el profeta “…plantará en el corazón de los hijos las promesas hechas a los padres, y el corazón de los hijos se volverá hacia sus padres” (D. y C. 2:2).
El regreso prometido de Elías el profeta se cumplió el 3 de abril de 1836 en el Templo de Kirtland, Ohio, EE. UU., que acababa de ser dedicado, cuando él, entre otros, se apareció y entregó las llaves del sacerdocio al profeta José Smith (véase D. y C. 110:13–15).
En la actualidad hay 134 templos en funcionamiento alrededor del mundo donde los Santos de los Últimos Días dignos pueden hacer convenios con Dios y ser sellados como familias por la eternidad. También pueden volver y actuar como representantes por sus antepasados fallecidos y, de ese modo, cumplir la profecía de que el corazón de los hijos se volverá hacia los padres.
A fin de regresar a vivir con nuestro Padre Celestial es necesario hacer ciertos convenios y recibir ciertas ordenanzas.
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Somos bautizados y confirmados (véase Mateo 3:16–17; Juan 3:5; 2 Nefi 31:5–18).
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Los hombres reciben el Sacerdocio Aarónico y más tarde el Sacerdocio de Melquisedec (véase D. y C. 128:11).
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En el templo hacemos convenios adicionales relacionados con la investidura.
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Los esposos y las esposas se sellan (casan) en el templo por el tiempo de esta vida y por toda la eternidad.
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Los hijos que nacen de una pareja que se ha sellado nacen “en el convenio”; los hijos que no nacen en el convenio pueden ser sellados a sus padres.
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Posteriormente, preparamos los nombres de nuestros antepasados para la obra del templo y efectuamos las ordenanzas necesarias por ellos en el templo (véase 1 Corintios 15:29; D. y C. 128:15–16, 24).