Cómo hallar gozo en la vida
Karen Rockwood, Idaho, EE. UU.
En una ocasión, estaba leyendo un discurso del élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, de una conferencia general. Si bien ya había escuchado y leído el discurso, una frase me llamó la atención y permaneció en mi mente.
Algunas horas más tarde, vino a visitarme mi hijo, quien vivía en un apartamento con sus amigos. Había prestado servicio en una misión de tiempo completo y había asistido a la universidad durante varios semestres. No estaba seguro de cuál era la dirección que debía tomar en sus estudios ni de qué profesión debía seguir. Debido a que se había sentido frustrado y pensaba que la universidad, por el momento, era una pérdida de tiempo y de dinero, suspendió sus estudios temporalmente y empezó a trabajar a tiempo completo.
Me contó que uno de sus amigos le había propuesto que fueran a una isla de las Bahamas o del Caribe, consiguieran un trabajo y se divirtieran durante algunos meses. Mi hijo estaba entusiasmado con esa posibilidad. Me resultaba fácil ver cuán tentadora podía ser para un joven una experiencia libre de toda preocupación.
En ese preciso momento, el impactante mensaje del élder Scott vino a mi mente. Tomé la revista Liahona y le leí esto a mi hijo: “Estás en la tierra con un propósito divino, el cual no es divertirte de continuo ni estar constantemente en busca de placeres. Estás aquí para ser probado, para demostrar que eres digno, de manera que puedas recibir las bendiciones que Dios tiene reservadas para ti. Se requiere el efecto atenuante de la paciencia” (véase “Cómo hallar gozo en la vida”, Liahona, julio de 1996, pág. 27).
Sin decir una palabra, mi hijo tomó la revista, se marchó y leyó el discurso entero. Más tarde, lo único que me dijo fue que no se embarcaría en la aventura de la isla.
Con el tiempo, ingresó a la academia de policía, una resolución que lo condujo a conocer a su futura esposa. Se casaron en el Templo de Mesa, Arizona, y actualmente están criando a tres maravillosos hijos. En 2010, mi hijo obtuvo una licenciatura y realmente está “[hallando] gozo en la vida”.
La aventura que le habían propuesto a mi hijo podría haber sido una experiencia muy buena; por otro lado, podría haber sido una experiencia espiritualmente peligrosa. Cada vez que pienso en esa experiencia, el Espíritu me conmueve el corazón.
Estoy agradecida por las palabras de los profetas y por haber sido inspirada a recordar un discurso que me ayudó a brindar guía. También agradezco el que mi hijo haya escuchado a un mensajero del Señor y que permitiera que el Espíritu influyera en él. Sé que se reciben muchas bendiciones y tiernas misericordias cuando escuchamos y seguimos las enseñanzas del Salvador y de Sus siervos.