Escoger la mejor parte
En ocasiones tenemos que renunciar a algo bueno por algo mejor.
Un día, Zoltán Szücs, de Szeged, Hungría, tomó por sorpresa a su entrenador de kayak al decirle que no iría a Alemania para una competencia.
“Era el mismo día de mi bautismo, así que dije que no”, contó Zoltán.
A los 17 años, Zoltán ya había ganado muchas competencias de kayak. Es un deporte popular en Hungría, y Zoltán era bueno, tan bueno que convertirse en profesional era una posibilidad real. Más allá de decidir faltar a sólo una competencia, Zoltán estaba a punto de dejar el kayak por completo. Tenía algo mejor que hacer.
El kayak había sido bueno para Zoltán. Durante los años que trabajó con su entrenador, aprendió a practicar el autocontrol y la obediencia, y a trabajar arduamente. También aprendió a evitar sustancias y hábitos que afectarían su desempeño. No era una vida fácil; era solitaria y, si se convertía en profesional, tendría que dedicarle más tiempo. Los profesionales practican doce horas por día y compiten los domingos.
“El kayak ocupaba la mayor parte de mi tiempo”, cuenta Zoltán. “Era fanático; por eso dejé de lado muchas cosas de mi vida”.
Ése fue el motivo por el cual Zoltán decidió que no podía dedicarse al Evangelio y al kayak al mismo tiempo. En 2004, le dijo a su entrenador que iba a dejar el kayak.
Unos meses antes, ese mismo año, los misioneros habían empezado a enseñarle a la mamá de Zoltán. Él no participaba en las lecciones, y aceptó a regañadientes cuando su madre lo invitó a su bautismo. Pero, lo que sintió al entrar en la capilla lo conmovió, y Zoltán accedió a reunirse con los misioneros, en parte porque se identificaba con ellos.
“Los misioneros me parecían interesantes porque eran personas normales que vivían de acuerdo con una norma más alta”, dice.
Dado que Zoltán ya vivía una norma más elevada al practicar kayak, inmediatamente aceptó las normas del Evangelio, porque las consideraba valiosas. Dos meses más tarde, se bautizó.
En un principio, pensaba que podría continuar practicando kayak sin participar de las competencias los domingos. Sin embargo, por ser el tipo de persona que una vez que se compromete con una actividad o un curso de acción quiere hacerlo bien, decidió dejar el kayak por completo.
En una ocasión, después de su bautismo, intentó practicar kayak como pasatiempo. Al hacerlo, su entrenador le pidió que, ya que no competiría, lo ayudara a enseñar a otras personas y a organizar viajes; pero él no quería comprometerse con el kayak ni con ninguna otra actividad que se interpusiera en el camino de su discipulado.
Así que Zoltán colgó el remo y se dedicó al servicio en la Iglesia, decisión que se asemeja a la que tomó el presidente Howard W. Hunter (1907–1995) cuando se casó. El presidente Hunter era un músico consumado que tocaba decenas de instrumentos. Por las noches, tocaba en una orquesta, pero el estilo de vida de las personas con quienes se relacionaba no estaba de acuerdo con las normas del Evangelio. De modo que el presidente Hunter guardó sus instrumentos y sólo los sacaba de vez en cuando para cantar con la familia1.
Zoltán extraña el kayak, pero se dio cuenta de que su amor por él era lo suficientemente fuerte como para competir con su amor por el Señor, y quizá superarlo, si permanecía muy involucrado en el deporte.
Ese mismo principio se aplica a cualquier actividad que nos aleje de la persona que Dios desea que seamos. Quizá sea mejor que cada uno de nosotros viva sin ciertas cosas —incluso cosas buenas— que poner en riesgo nuestra vida eterna por tenerlas.
“La Iglesia se convirtió en mi vida”, dice Zoltán. “Al ser consciente de que el kayak no podía ser mi forma de vida si deseaba ser activo, y de que sería sólo un pasatiempo, fue fácil dejarlo. Deseaba que el Padre Celestial fuese mi centro de atención”.
Zoltán comenzó a estudiar el Evangelio con la misma intensidad con que se dedica a cualquier emprendimiento. Se puso la meta de servir en una misión; deseaba quedarse en su país y enseñar a otras personas.
Prestó servicio en Hungría y ahora trabaja en una escuela secundaria como profesor de inglés. Sus prioridades siguen basándose en el Evangelio. “Hay cosas que debemos dejar porque se interponen en el camino de Dios”, dice. “Es fácil dejar lo malo una vez que nos damos cuenta de que eso es lo que debemos hacer. Con frecuencia no nos damos cuenta de que debemos dejar algo bueno por algo mejor; pensamos que, dado que no es malo, podemos aferrarnos a ello sin abandonar el plan de Dios”. Zoltán sabe que debemos dejar lo bueno si nos impide seguir el plan que Dios tiene para nosotros.