Las palabras que expresamos
La forma en que les hablemos a nuestros hijos y las palabras que utilicemos pueden alentarlos y edificarlos, y fortalecer su fe.
Un joven padre se enteró hace poco del fallecimiento de su extraordinaria maestra de segundo grado. En memoria de ella, él escribió: “De todos los sentimientos y las experiencias que recuerdo sobre ella, el sentimiento que más se destaca en mi mente es el de sentirme ‘cómodo’. Quizás me haya enseñado ortografía, gramática y matemáticas, pero sobre todo me enseñó a disfrutar de ser niño. En su clase, estaba bien deletrear mal una palabra de vez en cuando; ‘Tendremos que practicarla más’, solía decir. Estaba bien si algo se derramaba, se nos rompía o si hacíamos un borrón; ‘Lo arreglaremos y lo limpiaremos’, solía comentar. Estaba bien tratar, estaba bien esforzarse, estaba bien soñar y estaba bien disfrutar de esos placeres que provienen de las cosas insignificantes que sólo a los niños les parecen emocionantes”.
Una de las influencias más grandes que una persona puede tener en este mundo es influir en un niño. Las creencias y la autoestima de los niños se forman a temprana edad. Todo aquél que esté dentro del alcance de mi voz tiene el poder de aumentar la confianza que un niño o una niña tengan en sí mismos, y de acrecentar la fe de un niño en el Padre Celestial y en Jesucristo mediante las palabras que expresen.
En Helamán capítulo 5 leemos: “Y ahora bien, recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento”1.
Ésas fueron las palabrasque Helamán enseñó a sus hijos; y continúa: “Y se acordaron de sus palabras, y… salieron a enseñar la palabra de Dios entre todo el pueblo”2.
A pesar de que los hijos de Helamán fueron perseguidos y encarcelados, esas palabras que habían oído nunca los abandonaron; fueron protegidos y rodeados con un pilar de fuego; y entonces se oyó una voz que dijo a los carceleros:
“Arrepentíos, y no intentéis más destruir a mis siervos…
“…no era una voz de trueno, ni una voz de un gran ruido tumultuoso, mas he aquí, era una voz apacible de perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro, y penetraba hasta el alma misma”3.
Podemos aprender de esa voz de los cielos; no era fuerte, ni de reprimenda ni degradante; era una voz apacible de perfecta suavidad, que daba instrucción firme y al mismo tiempo daba esperanza.
La forma en que les hablemos a nuestros hijos y las palabras que utilicemos pueden alentarlos y edificarlos, y fortalecer su fe para permanecer en el sendero que los llevará de nuevo al Padre Celestial. Ellos vienen a esta tierra listos para escuchar.
Un ejemplo de un niño que estaba escuchando ocurrió en una tienda donde vendían telas. La tienda estaba llena de clientes cuando todos se dieron cuenta de que una madre estaba aterrada porque había perdido a su hijo pequeño. Al principio, lo llamaba por su nombre. “Connor”, decía, mientras caminaba apresuradamente por la tienda; después de un tiempo, su voz se hizo más fuerte y más desesperada. Al poco rato, se les comunicó a los oficiales de seguridad y todas las personas de la tienda comenzaron a buscar al niño. Pasaron varios minutos sin lograr encontrarlo. La madre de Connor, como es comprensible, se estaba desesperando más con cada minuto que pasaba y repetidamente gritaba el nombre del niño una y otra vez.
A una clienta, después de decir una oración en silencio, se le ocurrió que Connor probablemente estaba dentro de la tienda y que quizás estaría asustado al escuchar a su madre llamándolo a gritos. Se lo mencionó a otra mujer que participaba en la búsqueda, y rápidamente elaboraron un plan. Juntas empezaron a caminar entre las mesas de telas repitiendo en voz baja las palabras: “Connor, si me oyes, di: ‘Aquí estoy’”. Al dirigirse lentamente a la parte de atrás de la tienda repitiendo esa frase, efectivamente oyeron una voz tímida y suave decir: “Aquí estoy”. Connor estaba escondido entre los rollos de tela debajo de una mesa. Fue una voz de perfecta suavidad lo que alentó a Connor a responder.
Oren para conocer las necesidades de los niños
A fin de comunicarnos con el corazón de un niño, debemos conocer sus necesidades. Si oramos para conocer esas necesidades, las palabras que digamos podrán tener el poder de penetrar su corazón. Nuestros esfuerzos se magnifican cuando procuramos la guía del Espíritu Santo. El Señor dijo:
“…expresad los pensamientos que pondré en vuestro corazón…
“porque os será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir”4.
Desconéctense y escuchen con amor
Lamentablemente, las distracciones de este mundo impiden que muchos niños oigan las palabras alentadoras que podrían ayudarlos al formarse una opinión de sí mismos.
El Dr. Neal Halfon, un médico que dirige el Centro para niños, familias y comunidades más sanos, de la Universidad de California en Los Ángeles, hace referencia al “descuido benigno de los padres”. En un estudio se observó a un niño de dieciocho meses y a sus padres:
“‘Su hijo parecía feliz, activo y atento, evidentemente disfrutando de un momento con sus padres y de una pizza… Al final de la cena, la madre se puso de pie para ir a hacer un mandado, dejando al niño al cuidado del padre’.
“El papá… empezó a leer mensajes telefónicos mientras el pequeño trataba de captar su atención tirándole pedacitos de pizza. Entonces el padre empezó a prestarle atención otra vez, se puso frente al niño y jugó con él. Sin embargo, al poco rato se puso a ver un video en el teléfono con el niño hasta que su esposa regresó.
“En ambos casos, el [Dr.] Halfon observó que la luz interior del niño se ensombrecía, y había menos conexión entre padre e hijo”5.
La respuesta a nuestra oración de cómo satisfacer las necesidades de nuestros hijos podría ser el desconectarnos de los aparatos electrónicos con más frecuencia. Los valiosos momentos de las oportunidades para interactuar y conversar con nuestros hijos desaparecen cuando estamos ocupados con distracciones. ¿Por qué no elegimos un momento todos los días para desconectarnos de la tecnología y reconectarnos unos con otros? Sencillamente apaguen todo; al hacerlo, tal vez al principio su hogar parezca muy silencioso; incluso quizás no sepan qué hacer ni decir; pero, cuando presten completa atención a sus hijos, se iniciará una conversación y podrán disfrutar de escucharse unos a otros.
Escribamos para persuadir a nuestros hijos
También podemos influir en nuestros hijos por medio de las palabras que les escribamos. Nefi escribe: “…trabajamos diligentemente para escribir, a fin de persuadir a nuestros hijos… a creer en Cristo y a reconciliarse con Dios”6.
El presidente Thomas S. Monson compartió la experiencia de Jay Hess, un aviador que fue derribado en el norte de Vietnam en la década de los años 60: “Durante dos años su familia no tenía idea si estaba vivo o muerto. Los que lo capturaron en Hanoi finalmente le permitieron escribir a casa, pero debía limitar su mensaje a 25 palabras”. El presidente Monson pregunta: “¿Qué diríamos ustedes y yo a nuestra familia si estuviésemos en la misma situación —sin haberla visto durante más de dos años y sin saber si la veríamos otra vez? Con el deseo de mandar algo que su familia reconociera que provenía de él y también con el deseo de darles consejo valioso, el hermano Hess escribió lo siguiente: ‘Estas cosas son importantes: el matrimonio en el templo, la misión, la universidad. Sigan adelante, establezcan metas, escriban historia, tomen fotos dos veces al año’”7.
¿Qué palabras escribirían ustedes a sus hijos si tuvieran 25 palabras o menos?
El joven padre del que hablé hace un rato, el que escribió los recuerdos de su maestra de segundo grado, actualmente está criando a una hermosa hijita. Él percibe la confianza celestial que se ha depositado en él. Cuando ella crezca, ¿qué futuro tendrá? ¿Qué le dirá él que le llegue profundamente al corazón? ¿Qué palabras la alentarán, la edificarán y la ayudarán a permanecer en el sendero? ¿Marcará una diferencia si él se toma el tiempo para susurrarle: “Eres una hija de Dios”? ¿Recordará ella algún día que su padre solía decir las palabras: “Me encanta todo de ti”?
¿No es eso lo que nuestro Padre Celestial le estaba diciendo a Su Hijo y a todos nosotros cuando dijo: “Éste es mi Hijo amado”, y después agregó: “en quien me complazco”?8.
Ruego que las palabras que expresemos y escribamos a nuestros hijos reflejen el amor que nuestro Padre Celestial tiene por Su Hijo Jesucristo y por nosotros; y que también nos detengamos a escuchar, ya que un niño es muy capaz de responder con cosas grandes y maravillosas. Esto lo digo en el nombre de Jesucristo. Amén.