2014
Hombres y mujeres en la obra del Señor
Abril 2014


Hombres y mujeres en la obra del Señor

De un discurso pronunciado en un devocional en la Universidad Brigham Young el 20 de agosto de 2013. Para el texto completo en inglés, visite speeches.byu.edu.

Élder M. Russell Ballard

En el grandioso plan de nuestro Padre Celestial, que incluye el sacerdocio, los hombres y las mujeres desempeñan funciones diferentes pero igualmente valiosas.

Woman talking to a group of Church members sitting around a table.

Creo que hay ciertas verdades que tanto los hombres como las mujeres precisan comprender acerca de la función esencial de la mujer en el fortalecimiento y la edificación del reino de Dios en la tierra. En muchos aspectos, la mujer es el corazón de la Iglesia. De modo que, con la ayuda del Señor, quisiera rendir tributo a las mujeres y a las jovencitas fieles de la Iglesia. Ustedes, queridas hermanas, dondequiera que vivan, sepan del gran afecto y la enorme confianza que la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles tienen en ustedes.

Permítanme comenzar recordándoles lo que estamos haciendo aquí en la tierra.

Somos amados hijos e hijas de nuestro Padre Celestial procreados en espíritu y vivimos con Él en el mundo premortal. A fin de cumplir con la misión de “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39), nuestro Padre Celestial concibió un plan diseñado para ayudar a Sus hijos a lograr su máximo potencial. El plan de nuestro Padre requería que el hombre cayera y quedara separado de Él por un tiempo, lo cual implicaba nacer en esta vida, obtener un cuerpo e iniciar un período de probación. Su plan incluía un Salvador para redimir a la humanidad de la Caída. La expiación de nuestro Señor Jesucristo proporciona el camino, a través de ordenanzas y convenios sagrados del Evangelio, para regresar a la presencia de Dios. Dado que viviríamos en un entorno mortal repleto de peligros y distracciones, nuestro Padre Celestial y Su Hijo sabían que necesitaríamos tener acceso a un poder mayor que el nuestro; sabían que necesitaríamos tener acceso al poder de Ellos. El evangelio y la doctrina de Cristo dan a todos quienes los acepten el poder de alcanzar la vida eterna y el poder para hallar gozo en el trayecto.

Hay quienes cuestionan el lugar de la mujer en el plan de Dios y en la Iglesia. He realizado muchas entrevistas con medios de difusión nacionales e internacionales y puedo decirles que la mayoría de los periodistas con los que he tratado han tenido ideas preconcebidas con repecto a ello. A lo largo de los años, muchos han hecho preguntas que implicaban que en la Iglesia se consideraba a la mujer un persona de segunda clase; nada se aleja más de la verdad.

Permítanme sugerir cinco puntos clave para su consideración en cuanto a este tema importante.

1. Dios tiene un plan para ayudarnos a alcanzar la vida eterna

Nuestro Padre Celestial creó tanto a la mujer como al hombre, que son Sus hijos e hijas procreados en espíritu. Esto significa que el sexo de la persona es eterno. Él tiene un plan cuyo fin es ayudar a todos los que elijan seguirle a Él y a Su Hijo Jesucristo a lograr su destino como herederos de la vida eterna.

Si nuestra exaltación final es la meta y el objetivo esenciales que Ellos tienen, y si son omniscientes y perfectos, como sabemos que lo son, entonces Ellos saben mejor cómo prepararnos, enseñarnos y guiarnos para que tengamos mayor probabilidad de hacernos acreedores a la exaltación.

Casi todos tenemos familiares o amigos que se han visto involucrados en diversos asuntos sociales problemáticos. El discutir en cuanto a esos asuntos por lo general no brinda solución alguna y, de hecho, puede crear contención. Hay algunas preguntas sobre la postura de la Iglesia en cuanto a temas delicados que son difíciles de responder de manera satisfactoria para todos. Sin embargo, cuando acudimos al Señor en oración para saber lo que debemos pensar y hacer en estas situaciones, entonces viene la impresión: “¿Crees en Jesucristo y lo sigues tanto a Él como al Padre?”. Pienso que la mayoría de los miembros de la Iglesia, en un momento u otro, se preguntarán si podrán hacer todo lo que se les pide; pero si realmente creemos en el Señor, recibimos la reafirmación: “Le creo a Jesucristo y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que Él necesite que yo haga”. De modo que seguimos adelante. ¡Cuán poderosas son las palabras “Le creo a Jesucristo”!

Nuestros testimonios, nuestra paz interior y nuestro bienestar comienzan con la disposición de creer que nuestro Padre Celestial realmente sabe lo que es mejor.

2. La Iglesia se gobierna por medio de las llaves del sacerdocio

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia del Señor y se rige por la autoridad del sacerdocio y las llaves del sacerdocio, y a través de ellas. “Las llaves del sacerdocio son la autoridad que Dios ha dado a los líderes del sacerdocio para dirigir, controlar y gobernar el uso de Su sacerdocio en la tierra”1.

Quienes poseen llaves del sacerdocio —ya sea que se trate de un diácono que tiene llaves para su quórum, un obispo que tiene llaves para su barrio, un presidente de estaca que tiene llaves para su estaca o el Presidente de la Iglesia, que posee todas las llaves del sacerdocio— literalmente hacen posible que todos los que sirven fielmente bajo su dirección ejerzan la autoridad del sacerdocio y tengan acceso al poder del mismo.

Todos los hombres y todas las mujeres sirven bajo la dirección de quienes tienen llaves. Así es como el Señor gobierna Su Iglesia.

Permítanme repetir algo que dije en la conferencia general de abril de 2013: “En el grandioso plan de nuestro Padre Celestial, que incluye el sacerdocio, los hombres tienen la singular responsabilidad de administrarlo; pero ellos no son el sacerdocio. Los hombres y las mujeres desempeñan funciones diferentes pero igualmente valiosas. Así como una mujer no puede concebir un hijo sin el hombre, tampoco el hombre puede ejercer plenamente el poder del sacerdocio para establecer una familia eterna sin la mujer… En la perspectiva eterna, el [esposo] y la [esposa] comparten el poder procreador y el poder del sacerdocio”2.

¿Por qué se ordena a los hombres a los oficios del sacerdocio y a las mujeres no? El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) explicó que es el Señor, no el hombre, “quien determinó que los hombres de la Iglesia fueran poseedores del sacerdocio”, y también fue el Señor quien invistió a la mujer con “ la capacidad de complementar esta maravillosa organización, que es la Iglesia y el reino de Dios”3… Al fin y al cabo, el Señor no ha revelado por qué ha organizado Su Iglesia como lo ha hecho.

No olvidemos que aproximadamente la mitad de toda la enseñanza que se lleva a cabo en la Iglesia la efectúan las hermanas. Buena parte del liderazgo que se brinda viene de nuestras hermanas. Las mujeres planean y dirigen muchas oportunidades de servicio y actividades. El consejo y otro tipo de participación de las mujeres en los consejos de barrio y estaca, y en los consejos generales de las Oficinas Generales de la Iglesia, brindan la perspectiva, la sabiduría y el equilibrio necesarios.

Es necesario que haya hombres que respeten a las mujeres y los dones espirituales característicos que poseen, así como mujeres que respeten las llaves del sacerdocio que poseen los hombres, a fin de invitar todas las bendiciones del cielo en cualquier labor que la Iglesia lleve a cabo.

3. El hombre y la mujer son igualmente importantes

El hombre y la mujer son iguales ante Dios y ante los ojos de la Iglesia, pero igual no significa que sean lo mismo. Las responsabilidades y los dones divinos de los hombres y las mujeres difieren en su naturaleza, pero no en su importancia ni influencia. La doctrina de nuestra Iglesia ubica a la mujer en una posición igual, y a la vez diferente, a la del hombre. Dios no considera a un sexo mejor o más importante que el otro. El presidente Hinckley declaró a las mujeres que “nuestro Padre Eterno… [siempre tuvo la] intención… [de] que ustedes fueran la corona gloriosa de Sus creaciones”4.

El hombre y la mujer tienen dones diferentes, distintos puntos fuertes, así como diferentes puntos de vista e inclinaciones. Ésa es una de las razones fundamentales por las que nos necesitamos unos a otros. Se requiere un hombre y una mujer para establecer una familia, y se requiere del hombre y de la mujer para llevar a cabo la obra del Señor. Un esposo y una esposa que trabajan juntos en rectitud se completan mutuamente. Tengamos cuidado de no tratar de alterar el plan de nuestro Padre Celestial ni el propósito de nuestra vida.

4. Todos son bendecidos mediante el poder del sacerdocio

Cuando el hombre y la mujer van al templo, ambos son investidos con el mismo poder, a saber, el poder del sacerdocio. Si bien la autoridad del sacerdocio se dirige a través de las llaves del sacerdocio, y éstas sólo las poseen varones dignos, el acceso al poder y a las bendiciones del sacerdocio está al alcance de todos los hijos de Dios.

Nuestro Padre Celestial es generoso con Su poder. Todo hombre y toda mujer tienen acceso a ese poder para recibir ayuda en su vida personal. Todos los que han hecho convenios sagrados con el Señor y que honran dichos convenios son dignos de recibir revelación personal, de ser bendecidos con el ministerio de ángeles, de comulgar con Dios, de recibir la plenitud del Evangelio y, finalmente, de llegar a ser herederos junto con Jesucristo de todo lo que nuestro Padre tiene.

5. Necesitamos saber la doctrina y dar testimonio de ella

A Sunday school class of teenagers.  One of the youth is in front talking to the class while the teacher is standing to the side.

Necesitamos que las mujeres de la Iglesia conozcan la doctrina de Cristo y den testimonio de la Restauración de todas las formas que les sea posible. Jamás ha habido una época más compleja en la historia de la humanidad. Satanás y sus seguidores han estado perfeccionando las armas de su arsenal durante milenios, y tienen experiencia en destruir la fe y la confianza en Dios y en el Señor Jesucristo entre la familia humana.

Todos nosotros, hombres, mujeres, jóvenes adultos, jóvenes, niños y niñas, tenemos que defender, proteger y hacer que se conozca al Señor y Su Iglesia en toda la tierra. Necesitamos más voces distintivas e influyentes de mujeres, y de su fe. Necesitamos que aprendan la doctrina y comprendan aquello en lo que creemos a fin de que puedan dar testimonio de la verdad de todas las cosas, ya sea que esos testimonios se expresen alrededor de una fogata en un campamento de las Mujeres Jóvenes, en una reunión de testimonios, en un blog o en Facebook. Sólo ustedes pueden mostrar al mundo cómo son y en qué creen las mujeres de Dios que han hecho convenios.

Hermanas, su ámbito de influencia es único, los hombres no pueden duplicarlo. Nadie puede defender a nuestro Salvador con mayor persuasión ni poder que ustedes, las hijas de Dios, quienes poseen tan grande fortaleza y convicción interior. El poder de la voz de una mujer conversa es inconmensurable, y la Iglesia necesita sus voces ahora más que nunca.

Les dejo mi testimonio de que estamos en una época en la que debemos permanecer unidos. Debemos mantenernos juntos: hombres y mujeres, jovencitos y jovencitas, niños y niñas. Debemos defender el plan de nuestro Padre Celestial. Debemos defenderlo a Él; hay quienes intentan hacerlo a un lado. No podemos quedarnos de brazos cruzados como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y permitir que eso siga ocurriendo sin tener el valor suficiente de hacer que se oigan nuestras voces.

Ruego que Dios les bendiga para que tengan el valor de estudiar y conocer las verdades sencillas del Evangelio y luego las compartan en cada ocasión que se les presente.

Notas

  1. Manual 2: Administración de la Iglesia, 2010, 2.1.1.

  2. M. Russell Ballard, “Ésta es mi obra y gloria”, Liahona, mayo de 2013, pág. 19.

  3. Gordon B. Hinckley, “Las mujeres de la Iglesia”, Liahona, enero de 1997, pág. 78.

  4. Gordon B. Hinckley, véase “Permanezcan firmes frente a las asechanzas del mundo”, Liahona, enero de 1996, pág. 117.