Prepararse para servir; servir a fin de prepararse
Dios les dio el Sacerdocio Aarónico porque tiene una obra para ustedes: ahora y en el futuro.
Jonathan es un amigo mío que se unió a la Iglesia hace cuatro años y es el único miembro de la Iglesia de su familia. Después de recibir el Sacerdocio Aarónico, comenzó a servir a otras personas como nunca antes lo había hecho. Él sabía que, para servir, tenía que aprender mucho. También quería ser digno y más responsable, así que estudió el Evangelio, oró y asistió a sus reuniones dominicales y a seminario. Trabajó arduamente para guardar los mandamientos y las normas de la Iglesia. Cumplió sus deberes del sacerdocio con diligencia, incluso el ser un gran maestro orientador. Su cuadernillo de Mi Deber a Dios lo ayudó a comprender esos deberes y a aprender a cumplirlos.
El servicio fiel de Jonathan en el sacerdocio le brindó fortaleza espiritual y lo ayudó a protegerse de las influencias malignas. Progresó enormemente mientras servía y se preparaba para el futuro. El año pasado, recibió dignamente el Sacerdocio de Melquisedec y la investidura del templo; ahora está sirviendo en una misión en Brasil.
Con frecuencia, el Sacerdocio Aarónico se conoce como el “sacerdocio preparatorio”. Dios les dio el Sacerdocio Aarónico porque tiene una obra para ustedes: ahora y en el futuro. Su servicio fiel en el Sacerdocio Aarónico los prepara para oportunidades aun mayores de servir en los años venideros. Al igual que Jonathan, se están preparando para “recibir el Sacerdocio de Melquisedec, para obtener las bendiciones del templo, para servir en una misión de tiempo completo, para ser un marido y un padre amoroso y para continuar toda una vida de servicio al Señor” (Leales a la Fe, 2004, págs. 169-170).
Tal vez no conozcan todos los detalles de las maravillosas oportunidades que nuestro Padre Celestial les tiene reservadas, pero confío en que estarán preparados para recibirlas si se acuerdan de hacer lo siguiente como poseedores del Sacerdocio Aarónico:
Seguir a Jesucristo
Como poseedores del sacerdocio, son representantes de Jesucristo. Esto significa que se les pide que Lo sigan y hagan lo que Él haría. ¿Qué haría Él? En toda situación dedicó Su vida a servir y bendecir a los demás. Ustedes también deben hacerlo. ¡Entréguense al servicio a los demás para crecer y mejorar a fin de que puedan dar más de ustedes mismos! Recuerden cómo crecía Jesucristo en Su juventud: Él “crecía en sabiduría, y en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52).
Parte de seguir al Salvador consiste en ser prudente y estar físicamente sano en su juventud, lo cual requiere que trabajen arduamente y siempre den lo mejor de ustedes mismos (véase D. y C. 4:2). Dios los favorece cuando se acercan a Él a través de la oración, el estudio del Evangelio, la obediencia y el servicio diarios. Ganan el favor de los demás cuando son amables y leales a su familia, y son amigos cristianos para con todos.
Recuerden que Jesús siempre hizo la voluntad del Padre. Ustedes siguen a Cristo cuando procuran la voluntad de Dios a lo largo del día para guiarlos en su servicio y para actuar de acuerdo con las impresiones que reciben.
Administrar las ordenanzas del sacerdocio
Las ordenanzas del sacerdocio son necesarias para todos los hijos de Dios, y éstas bendicen a Sus hijos e hijas por igual. Desde el momento en que llegan a ser diáconos, ayudan a administrar una ordenanza del sacerdocio al repartir la Santa Cena, y más tarde seguirán administrando ordenanzas del sacerdocio en el Sacerdocio Aarónico al preparar y bendecir la Santa Cena, al bautizar y al participar en la ordenación de otros poseedores del Sacerdocio Aarónico.
A fin de participar en ordenanzas sagradas, deben ser limpios. Su limpieza moral puede aportar gran poder espiritual a las ordenanzas que administran. Esfuércense por ser dignos en todo aspecto para portar los sagrados vasos de la Santa Cena del Señor (véase D. y C. 38:42). Al hacerlo, pueden ponerse de pie ante su barrio o rama como verdaderos representantes de Jesucristo, y ellos serán bendecidos por la determinación de ustedes de guardar los convenios que les están ayudando a renovar.
Ministrar siempre
Como poseedores del Sacerdocio Aarónico, ustedes ministran. Procuran en todo momento oportunidades de ministrar a su familia, amigos, miembros del quórum y a otras personas. Todo lo que hagan en el sacerdocio les permite ministrar a los demás tanto física como espiritualmente. Por ejemplo, cuando ayudan a su obispo o presidente de rama al servir a una familia de la que son maestros orientadores, están aprendiendo a detectar y cuidar de las necesidades de los demás. También ministrarán a otras personas cuando tiendan una mano para fortalecer a los miembros del quórum y rescatar a los menos activos, al recolectar ofrendas de ayuno para ayudar al pobre y al necesitado, al realizar tareas físicas por los que estén enfermos o discapacitados, al enseñar y testificar de Cristo y Su evangelio, y al aliviar las cargas de los que se sientan desalentados.
Ustedes ministran al enseñar lecciones en las reuniones de quórum y en las noches de hogar; ministran al invitar a todos a venir a Cristo (véase D. y C. 20:29), en casa, en el quórum, en la escuela, con los misioneros de tiempo completo y dondequiera que se encuentren.
Su futuro
Hablen con sus padres o asesores sobre qué se requerirá de ustedes en sus funciones futuras como poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, misioneros, esposos y padres. En el espacio que se les facilita, escriban algunas de esas grandes responsabilidades y cómo pueden prepararse para ellas hoy al servir en el Sacerdocio Aarónico. Tal vez ahora les resulte abrumador, pero recuerden que la mejor manera de prepararse consiste simplemente en hacer lo que nuestro Padre Celestial les ha pedido que hagan hoy. Ruego que hallen felicidad a medida que sirven ahora y se preparan para su glorioso futuro.