2017
El petardo
Diciembre de 2017


El petardo

Cuando el élder Dale G. Renlund tenía 12 años, su familia vivía en Suecia. Un domingo, el amigo de Dale, Steffan, llevó un gran petardo y algunos fósforos al edificio de la Iglesia. Dale estaba entusiasmado; agarró el petardo y encendió la mecha. Iba a apagar la mecha, ¡pero se quemó los dedos y dejó caer el petardo! Dale y Steffan observaron con horror cómo la mecha seguía ardiendo.

¡El petardo explotó! Un olor horrible invadió la capilla. Dale y Steffan rápidamente recogieron los pedazos del petardo y abrieron las ventanas para dejar salir el olor. Esperaban que nadie lo notara.

Cuando la gente llegó a la reunión sacramental, sí se dieron cuenta. El olor era tan fuerte que la gente no podía concentrarse en la reunión. Dale se sentía muy avergonzado y apenado; sabía que lo que había hecho había decepcionado al Padre Celestial.

Después de las reuniones, el presidente Lindberg, presidente de la rama, le pidió a Dale que fuera a su oficina porque sabía que algo andaba mal. Dale le dijo al presidente Lindberg cuánto sentía lo del petardo.

El presidente Lindberg fue amable; abrió las Escrituras en Doctrina y Convenios y le pidió que leyera algunos versículos subrayados. Dale leyó: “He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no los recuerdo más. Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará” (D. y C. 58:42–43).

Cuando Dale terminó de leer, vio al presidente Lindberg sonreír. Sintió que había sido perdonado. Al salir de la oficina, Dale se sintió feliz.

El élder Renlund aprendió que podía ser perdonado cuando hiciera algo malo. Podía sentirse feliz cuando se arrepintiera y guardara los mandamientos del Padre Celestial.