2017
Cómo mejorar nuestras conversaciones familiares
Diciembre de 2017


Enseñar a la manera del Salvador

Cómo mejorar nuestras conversaciones familiares

El autor actualmente presta servicio como presidente de la Misión Brasil Curitiba.

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a ser más activos en el aprendizaje el Evangelio?

family in the kitchen

Hace algún tiempo, mi esposa y yo nos empezamos a preocupar por cierto comportamiento que estaban desarrollando algunos de nuestros hijos adolescentes durante el estudio familiar de las Escrituras, las noches de hogar, e incluso en nuestras conversaciones espontáneas uno a uno sobre el Evangelio. Estaban cumpliendo con un estándar mínimo de aprendizaje —presencia física, contacto visual ocasional y respuestas de una sola palabra— pero no estaban participando en un aprendizaje activo.

Sabíamos que para que obtuvieran testimonios fuertes y experimentaran una conversión profunda y personal mediante el poder del Espíritu Santo, necesitaban hacer más. El Salvador quiere que Sus discípulos no solo escuchen Sus palabras; quiere que actúen con fe de acuerdo a Sus enseñanzas (véase Enseñar a la manera del Salvador, 2016, pág. 30).

Una noche hablamos con ellos sobre nuestros sentimientos. Nuestra intención era deliberar en consejo con ellos en una charla en la que contásemos con la guía del Espíritu. Sin embargo, nuestra conversación rápidamente se deterioró y se convirtió en un sermón unilateral. Nuestros hijos escucharon nuestro mensaje, pero sus mentes y corazones permanecieron inmutables.

Esa experiencia nos preocupó, así que mi esposa y yo comenzamos a reflexionar sobre cómo podríamos ayudar a nuestros hijos a ser más proactivos en su aprendizaje del Evangelio, inspirándolos a actuar en vez de que nuestros discursos y sermones actuaran sobre ellos. Nuestras preguntas nos llevaron a crear un plan basado en lo que aprendimos al escudriñar las Escrituras, las palabras de los profetas de los últimos días y otros recursos de la Iglesia relacionados con la enseñanza y el aprendizaje. Nuestro plan dice:

Guiar a nuestros hijos a buscar al Espíritu Santo en las conversaciones familiares

Cultivar amor y respeto. El amor ablanda los corazones. Las expresiones de amor ayudarán a preparar a nuestros hijos para recibir la influencia del Espíritu Santo. También les fomentará el deseo y la voluntad de participar en el aprendizaje activo y espiritual. El respetar a nuestros hijos al escuchar y validar su perspectiva y sentimientos los ayudará a sentirse más seguros y a estar más dispuestos a dar a conocer lo que estén sintiendo.

Enseñar mediante el Espíritu. El observar y escuchar con detenimiento a nuestros hijos nos preparará para discernir por el Espíritu qué decir a continuación, qué pregunta formular o qué invitación extender que los lleve a procurar la influencia del Espíritu Santo en su aprendizaje.

Anclar cada conversación en la palabra de Dios. Si bien el compartir juntos nuestras propias ideas y opiniones sobre el Evangelio puede ser útil, las Escrituras y las palabras de los profetas de los últimos días a menudo proporcionarán una conexión más profunda y más potente con el Espíritu (véase D. y C. 84:45).

Hacer del Salvador la base de todas las conversaciones centradas en el Evangelio. Habrá sustancia y poder en nuestras conversaciones a medida que nuestros hijos vean cómo lo que estamos analizando se relaciona con el Salvador y Su expiación, “la raíz misma de la doctrina cristiana” (Boyd K. Packer, “El Mediador”, Liahona, octubre de 1977, pág. 43).

Formular preguntas inspiradoras. Las preguntas eficaces servirán para que nuestros hijos obtengan la verdad y el entendimiento directamente de las Escrituras y de las palabras de los profetas con la ayuda del Espíritu. Lo que aprendan de esa manera tendrá un mayor significado para ellos que nuestras más claras explicaciones del mismo material.

Animar a los miembros de la familia a expresarse. Cuando nuestros hijos usan sus propias palabras para expresar lo que están viendo, pensando o sintiendo, invitan al Espíritu Santo a ayudarlos a saber qué decir y cómo decirlo. Ese proceso los ayudará a ver y a entender más claramente lo que el Señor quiere que aprendan y sientan.

¡Ser pacientes! El Espíritu Santo obrará con nuestros hijos a medida que acudan a su mente y a su corazón en busca de verdad y entendimiento. Tenemos que resistir la tentación de limitar su búsqueda al interrumpir prematuramente con nuestras opiniones personales y con lo que pensamos que son soluciones.

Dirigir por medio del ejemplo. El esforzarnos por aprender y vivir el Evangelio de la misma manera que lo requerimos de nuestros hijos nos ayudará a ser dignos del apoyo y de la guía del Espíritu en nuestras conversaciones.

A medida que hemos tratado de implementar nuestro plan, estamos aprendiendo que el invitar la influencia del Espíritu Santo en nuestras conversaciones familiares requerirá tiempo y práctica, pero nos negamos a sentirnos desanimados o a darnos por vencidos. La otra noche, nuestra hija de 10 años, motivada por un versículo del Libro de Mormón que estábamos leyendo en familia, preguntó dulcemente: “¿Cómo se aprende mediante el Espíritu Santo?”. Sonreí. ¡Sabía que estábamos progresando!