Mensaje de Área
Los Templos del Señor y nosotros
Cuando era joven, poco antes de cumplir la edad para servir una misión, empecé a preguntarme algunas de las cosas que suelen venir a la mente conforme avanzamos en el camino de la vida: ¿Lograré estudiar y obtener una carrera? ¿Tendré la oportunidad de servir una misión? ¿Con quién me casaré?
Sin duda, estas y todas las importantes y trascendentes preguntas que podríamos tener en esta vida, tienen respuestas que llenarán nuestro corazón de gozo y felicidad duraderos; esas respuestas, y más, nos esperan al entrar en la Casa del Señor.
En aquel tiempo, hace ya más de 40 años, la posibilidad de viajar hasta un templo de la Iglesia para recibir las sagradas ordenanzas de la Casa del Señor requería de muchos de los miembros de la Iglesia no solo un gran esfuerzo, sino, en muchos casos, un gran sacrificio. Mientras la posibilidad de contar con un templo más accesible aumenta considerablemente el día de hoy, aun requerirá de nosotros un gran esfuerzo y sacrificio. Requiere la fe suficiente para seguir al Salvador y Redentor, es decir, responder a su continua invitación de “ven, sígueme” y “seguidme y haced las cosas que me habéis visto hacer” (Mateo 19:21; 2 Nefi 31:12).
A continuación, comparto citas de profetas modernos que pueden ayudarnos a profundizar nuestra conversión y fe en el Padre Celestial, en Su plan de felicidad, y en Su Hijo Jesucristo y Su Expiación:
Los templos son una expresión de nuestro testimonio y representan la forma más elevada de nuestra adoración
Cada uno de los templos edificados por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una expresión del testimonio de este pueblo de que Dios, nuestro Padre Eterno, vive; de que Él tiene un plan para la bendición de Sus hijos e hijas de todas las generaciones; de que Su Amado Hijo Jesucristo, que nació en Belén de Judea y fue crucificado en la cruz del Gólgota, es el Salvador y el Redentor del mundo, cuyo sacrificio expiatorio posibilita el cumplimiento de ese plan en la vida eterna de toda persona que acepte el Evangelio y lo viva.
Todo lo que ocurre en [el] templo es de naturaleza edificante y ennoblecedora. Habla de la vida aquí y de la vida más allá del sepulcro. Habla de la importancia de las personas como hijos de Dios. Habla de la importancia de la familia como creación del Todopoderoso. Habla de lo eterno de los lazos matrimoniales. Habla de avanzar a una gloria mayor. Es un lugar de luz, un lugar de paz, un lugar de amor donde tratamos las cosas de la eternidad.
Todo templo… se ha erigido, en efecto, como un monumento a nuestra creencia en la inmortalidad del alma humana, de que esta fase de la vida terrenal que atravesamos es parte de un ascenso continuo, por así decirlo, y de que tan ciertamente como hay vida aquí, habrá vida allí. Esa es nuestra firme creencia, que surge gracias a la expiación del Salvador; y el templo llega a ser, como he indicado, el puente de esta vida a la venidera. El templo tiene que ver con las cosas de la inmortalidad.
Esos edificios singulares y maravillosos, y las ordenanzas que en ellos se efectúan, representan la forma más elevada de nuestra adoración; dichas ordenanzas son la expresión más profunda de nuestra teología (véase Enseñanzas de los presidentes de la Iglesia: Gordon B. Hinckley, Capítulo 23: Las bendiciones del Santo Templo.)
La recomendación para el templo
La preparación también comprende el hacerse merecedor de recibir la recomendación para el templo. Nuestro Redentor requiere que Sus templos sean protegidos de profanación. Nada impuro puede entrar en Su santificada casa. No obstante, es bienvenido todo el que se prepare bien. Toda persona que solicite la recomendación será entrevistada por un juez en Israel —el obispo— y por el presidente de estaca. Esas entrevistas sirven para discernir si estamos dispuestos a vivir de acuerdo con la voluntad del Dios verdadero y viviente, o si todavía tenemos puesto nuestro corazón “en las riquezas y las vanidades del mundo”. Esos requisitos no son difíciles de comprender. Por motivo de que el templo es la Casa del Señor, las normas para ser admitidos en ella las ha establecido Él. Uno entra allí como invitado del Señor. Tener la recomendación para el templo es un privilegio inestimable y una señal tangible de obediencia a Dios y a Sus profetas (véase Russell M. Nelson, “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo,” Conferencia General de abril 2001).