Sin miedo de compartir la verdad
Armado con un testimonio del Evangelio y de sus bendiciones, Fabián no ha dejado que el ser tan joven le impida convertirse en un miembro misionero poderoso y valiente.
El sol se pone en Las Tomas, un vecindario construido en las laderas arenosas que rodean a Antofagasta. Abajo, las luces comienzan a brillar a medida que termina el día en esa ciudad porteña del norte de Chile.
Es sábado por la noche y Fabián H., que tiene 13 años, podría estar pasando tiempo con sus amigos; pero, por ser miembro nuevo de la Iglesia, en vez de ello decide pasar la tarde con los misioneros de tiempo completo. Es hora “de ayudar a congregar a Israel”1.
Fabián se destaca de todos los miembros misioneros dedicados con los que Kellen VanNatter y Jordan Shelton trabajaron durante sus misiones de tiempo completo en Chile.
“Si tenía tiempo libre, nos acompañaba para hacer obra misional”, dice Kellen. “Cuando terminaron las vacaciones de verano, él se sentía triste, no solo porque tenía que regresar a la escuela, sino también porque ya no tenía tanto tiempo para salir con nosotros”.
Jordan, quien pasó varios meses como compañero de Kellen, agregó: “Fabián probablemente salía con nosotros cuatro o cinco veces a la semana —cada semana— mientras servimos juntos en Antofagasta. Fue el mejor miembro misionero con el que trabajamos”.
¿Qué hace que un joven esté tan dispuesto a llevar a cabo la obra misional a pesar del desprecio de sus compañeros de clase y los desaires de extraños? Para Fabián, la respuesta se halla en las bendiciones que él y su familia han recibido desde que aceptaron el Evangelio, bendiciones que él desea compartir con los demás.
“Alegría inexplicable”
Fabián comenzó a tomar las lecciones misionales poco después de que los misioneros de tiempo completo tocaron a su puerta. Todavía recuerda su primera reunión sacramental.
“No conocía a nadie cuando entré a la capilla, así que estaba un poco nervioso”, dice. “Pero sentí algo maravilloso; sentí que llevaba meses o años en la Iglesia”.
Durante su bautismo, unas cuantas semanas después, “sentí una alegría inexplicable al ser sumergido en el agua y volver a salir. Me sentí como una nueva persona, sabiendo que iba a seguir a Jesucristo y hacer todo lo posible por guardar Sus mandamientos”.
Cuando los padres de Fabián, Leonardo y Angela, que no estaban casados, acompañaron a su hijo en las lecciones misionales, aprendieron sobre el matrimonio en el templo y las familias eternas. “Una semana después, mi padre fijó una fecha de matrimonio”, dice Fabián. “Mi mamá estaba muy contenta”.
Cuatro meses después de que Fabián se uniera a la Iglesia, Angela también entró en las aguas del bautismo. “Esa fue una bendición maravillosa”, dice él.
No tardaron en recibir más bendiciones. Leonardo, que había sido bautizado de pequeño, regresó a la actividad en la Iglesia. El estudio del Evangelio llegó a ser esencial en su hogar, la cercanía entre los miembros de la familia creció, Leonardo encontró trabajo fijo y Fabián recibió el Sacerdocio Aarónico.
“Me encanta poseer el sacerdocio para poder repartir la Santa Cena a los miembros del barrio y ayudarles a renovar sus convenios”, dice Fabián. “Me da gusto en especial cuando se la puedo repartir a mi familia y a los élderes que me enseñaron. La mirada de satisfacción de mi padre al verme repartir la Santa Cena me hace muy feliz”.
“Eso sería genial”
Fabián comenzó a llevar a cabo la obra de miembro misionero antes de ser bautizado.
“Les dije a tres de mis amigos que me iba a bautizar; dos de ellos vinieron”, dijo. “Me gusta compartir el Evangelio para que mis amigos entiendan lo que creemos y lo que hacemos en la Iglesia y para que ellos puedan aprender el Evangelio, bautizarse y llevar vidas más felices. Me haría muy feliz si uno de ellos se bautizara y fuera uno de los miembros de mi cuórum. Eso sería genial”.
Fabián tiene un Libro de Mormón en la escuela y lleva folletos misionales consigo para repartirlos a sus amigos. Le encanta contestar preguntas sobre la Iglesia e invitar a sus amigos a las reuniones dominicales y a la noche de actividades de los jóvenes. No tiene miedo de acercarse a las personas en la calle y, tal como los misioneros le enseñaron, invitarlos a aprender sobre la Iglesia y prepararse para el bautismo.
“A Fabián no le importa si alguien cree que es una persona rara por compartir su testimonio”, dice Kellen. “Él sabe que está haciendo lo correcto; sabe que los asuntos espirituales son más importantes que cualquier cosa”.
Cuando Fabián comparte su testimonio, dice Jordan, obtiene poder de su conversión, de su amor por el Evangelio y de sus bendiciones.
“Él vio las bendiciones que recibió su familia, lo cual lo inspira a tener tanta valentía y ser tan directo en compartir el Evangelio con sus amigos”, dice Jordan. “Una vez le testificaba a un investigador sobre la gran bendición que fue para sus padres casarse, pero lo difícil que fue para él esperar cuatro meses después de su bautismo para que su madre se bautizara. Sus emociones lo conmovieron hasta las lágrimas. Luego testificó que, si guardamos los mandamientos, Dios nos cuidará”.
El testimonio de Fabián lo convierte en un potente miembro misionero, agrega Kellen.
“Él no dice: ‘Bueno, escuché que alguien en la Iglesia dijo esto’. Al contrario, él siempre comparte sus propias experiencias personales, como la manera en que se sintió cuando fue a la Iglesia por primera vez y cómo se siente cuando lee el Libro de Mormón. Todo es muy auténtico y real”.
“Siempre me siento mejor”
Para Fabián, el Evangelio brinda otra bendición.
“A veces me pasan cosas malas en la escuela, pero entonces los misioneros tocan a mi puerta y me preguntan si estaría dispuesto a ayudarles a enseñar”, dice. “Después de salir con ellos, siento como si no tuviera ningún problema. Siempre me siento mejor cuando salgo con ellos, leo las Escrituras con ellos y les ayudo a compartir el Evangelio. El compartir el Evangelio y la historia de mi conversión fortalece mi testimonio. Y enseñar el Evangelio me da la oportunidad de ser un ejemplo para los demás, incluso para mi hermanita menor”.
No es de extrañar que una de las metas más grandes de Fabián es llegar a ser un misionero de tiempo completo después de graduarse de la secundaria.
“Quiero compartir la verdad con aquellas personas que todavía no la conocen”, dice. “Quiero invitarlos a deshacerse de sus pecados; quiero enseñarles cómo pueden ser una familia eterna; quiero invitarlos a ser felices ahora y a vivir en un estado de felicidad sin fin después de esta vida”.