Mensaje de Área
Navidad: “Un Regalo Divino”
Cuando era pequeño, la Navidad no fue tan significativa para mí como lo fue para otros niños, debido a la muy modesta situación económica de mis padres. En nuestro país, Haití, era y sigue siendo una tradición, para los padres que tienen los medios financieros, colocar uno o más regalos debajo de la almohada de sus hijos en la víspera de Navidad. Cuando llegó la mañana, mis hermanos, mis hermanas y yo veíamos la alegría en los rostros de otros niños mientras la tristeza se veía claramente en los nuestros. Personalmente, solía preguntarme si Papá Noel prefería a esos niños más de lo que le importábamos nosotros. Le dio más juguetes, pensé, a los que ya tenían, mientras se olvidaba de los niños pobres que nunca recibimos un regalo durante este tiempo especial.
Pero a medida que crecí, me di cuenta de que la Navidad era algo más que regalos. Al convertirme en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días aprendí que la Navidad es un momento de compartir, de gozo, amor, compasión, gratitud y caridad. Porque es en el verdadero Espíritu de la Navidad que Nuestro Padre Celestial, en Su divino amor, nos ha dado a Su precioso Hijo Jesucristo, como un regalo para el bienestar de toda la humanidad.
Este “Regalo Divino” había sido predicho tanto en el continente asiático como en el continente americano. Por ejemplo: recordamos claramente a Samuel el lamanita en el Libro de Mormón, quien profetizó acerca de las señales visibles, como la luz y la aparición de una nueva estrella durante el nacimiento del Salvador.
Mis queridos hermanos y hermanas, el nacimiento de Jesús nos trae luz que se manifiesta como esperanza y gozo indescriptibles. ¿Se imaginan a las personas esperando a su Redentor, y entonces un día esa esperanza se convierte en una realidad divina? ¿Podrían describir la felicidad que fluyó en los corazones de esa gente? Me gusta la forma en que el Libro de Mormón describe el evento:
“Y sucedió que no hubo obscuridad durante toda esa noche, sino que estuvo tan claro como si fuese el mediodía. Y aconteció que en la mañana el sol salió de nuevo, según su orden natural; y entendieron que ese era el día en que había de nacer el Señor, por motivo de la señal que se había dado.
“Y habían acontecido, sí, todas las cosas, toda partícula, según las palabras de los profetas.
“Y aconteció también que apareció una nueva estrella, de acuerdo con la palabra” (3 Nefi 1:19–21).
Aprendemos que en el mundo antiguo los pastores fueron visitados por un coro de ángeles que vino a celebrar la venida de Cristo aquí en la tierra. Entonces los tres hombres sabios vieron una estrella y la siguieron para adorar al Hijo de Dios, mientras que en el continente americano, hubo una noche sin oscuridad y esto fue una señal de la venida de Cristo. La historia en el nuevo mundo es verdaderamente extraordinaria.
Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los invito a que se regocijen en esta admirable luz y entonces comiencen y continúen compartiéndola con cada persona en necesidad, ministrando para que todos puedan literalmente beneficiarse de esta invitación recibida directamente de Él:
“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Hoy, como adulto, ya no tengo que buscar un regalo debajo de mi almohada en la Nochebuena, porque gracias al Evangelio restaurado del Señor Jesucristo, soy constantemente bendecido con este regalo que ilumina cada uno de mis pasos y los de mi familia. El élder Dieter F. Uchtdorf, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos invita a seguir a Cristo y convertirnos en Sus discípulos: “Durante este tiempo de la Navidad y durante todo el año, podemos buscar con nuestros corazones y almas a nuestro amado Salvador, el Príncipe de Paz, el Santo de Israel. Este deseo, en gran parte, define no solo quiénes somos como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sino más aún quiénes somos realmente como discípulos de Cristo”1.
Mis queridos hermanos y hermanas, que podamos desarrollar una mayor fe en Jesucristo, lo cual generará una mayor luz de esperanza y paz en este mundo y saber que a través de Su expiación podemos heredar la vida eterna.