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Lo que asistir a la Iglesia en el hogar me enseñó acerca de congregarnos juntos
Sentí tristeza cuando las reuniones de la Iglesia se suspendieron temporalmente debido a la pandemia; ahora estoy agradecida por lo que he aprendido.
La autora vive en Escania, Suecia.
El asistir a la Iglesia siempre ha sido uno de los momentos culminantes de la semana. Me encantaba reunirme con mis amigos y familiares, y dejar de lado las preocupaciones del mundo al adorar juntos.
Luego todo comenzó a cambiar debido a la pandemia. En ese momento, no teníamos muchos casos de coronavirus en Suecia, y la escuela seguía funcionando como era habitual, así que en realidad no comprendí la razón por la que los líderes de la Iglesia sintieron la necesidad de suspender las reuniones. Yo estaba muy entusiasmada de reunirme con mis amigos el domingo debido a lo conmocionado que estaba todo a nivel internacional; pero luego me enteré de que las reuniones de la Iglesia estaban suspendidas temporalmente y que todos adoraríamos en casa. Me sentía un tanto triste y un poco frustrada.
Cuando llegó el domingo, me puse mi vestido y maquillaje, desayuné y me senté con mis padres. Observé que mi padre había preparado cuidadosamente la Santa Cena con un mantel blanco sobre el pan y el agua y que había abierto las Escrituras donde se encuentran las oraciones de la Santa Cena.
Luego llegó el momento de cantar el himno sacramental. Cuando mi padre empezó a partir el pan, sentí fuertemente el Espíritu. Me pareció como si Él me estuviera diciendo que la expiación de Jesucristo era específicamente para mí. Comencé a llorar y, cuando vi a mi madre, me fijé que ella también estaba llorando y me sonreía; ella también podía sentir el Espíritu.
Aunque dudé al principio, ahora sé que el tomar la Santa Cena en casa es una oportunidad personal y hermosa. En las últimas semanas, he sentido mayor gratitud por el sacerdocio y el Evangelio restaurado, el cual nos brinda consuelo y paz durante tiempos turbulentos. También he sentido el amor que nuestro Padre Celestial tiene por todos Sus hijos, y me he sentido especialmente agradecida por el profeta, quien nos ayuda a saber qué hacer, aun cuando no entendemos el porqué.
Desde que recibimos las primeras instrucciones de asistir a la Iglesia en casa, el COVID-19 se ha propagado a miles de personas en Suecia y continúa afectando casi todos los países de la tierra. Y aunque me encanta la privacidad de asistir a la Iglesia en casa con algunos seres queridos, también me he dado cuenta de que no es lo mismo que asistir a la Iglesia y adorar juntos como barrio o rama. Nada puede reemplazar el edificarnos los unos a los otros en la reunión sacramental y otras reuniones.
Como enseñó el élder D. Todd Christofferson, del Cuórum de los Doce Apóstoles: “… una de las razones principales por las que el Señor ha creado una Iglesia es para crear una comunidad de santos que se apoyen el uno al otro en el ‘estrecho y angosto camino que conduce a la vida eterna’ [2 Nefi 31:18]”1.
Me he dado cuenta de que la Iglesia es mucho más que solamente reunirnos con los amigos cada semana. Consiste en tomar la Santa Cena, tener un sentido de pertenencia, apoyarnos el uno al otro, y edificar una comunidad de fe en el Reino de Dios. Siempre estaré agradecida por la bendición de poder asistir a la Iglesia en el hogar durante este tiempo del COVID-19 y por la nueva perspectiva que he recibido en cuanto a la importancia de congregarnos juntos. La reunión sacramental será aun más especial cuando podamos reunirnos todos de nuevo.