Envejecer fielmente
Juntos o separados
¿Qué rumbo tomarán como pareja ahora que el nido ya quedó vacío?
Cada vez que asesoro a matrimonios que ya no tienen hijos viviendo con ellos, a menudo describen la experiencia del “nido vacío” de esta manera: “¡Nos llegó de repente! Pareciera como si apenas estuviéramos esperando la llegada de nuestro primer hijo y, de pronto, los hijos han crecido y se han ido. ¡Los años pasaron volando! Ahora nos vemos el uno al otro y decimos: ‘¿Qué tenemos en común?’”.
No hay una lista mágica
Tal vez usted esté pensando: “¡Este artículo es justo lo que necesito!” o “¡Esto es exactamente lo que necesita mi esposa o mi esposo!”. Quizás añore tener una lista de sugerencias novedosas sobre cómo enfrentar la vida sin hijos en casa. La siguiente es una verdad que descubrí a lo largo de los años de aconsejar a matrimonios: en general, el tener una lista de cosas creativas para hacer o de maneras de volver conectarse el uno con el otro rara vez funciona a la larga, a menos que exista una conexión emocional que sea fiable.
Ya sea que vivamos en Ulán Bator, Mongolia, o en São Paulo, Brasil, todos somos hijos e hijas de Dios. Somos seres humanos y tenemos sentimientos. Es posible que expresemos esos sentimientos de forma distinta según nuestra cultura y la forma en que se nos crio, pero todos los tenemos y pueden ser de soledad, rechazo, temor, tristeza, felicidad y alegría. Incluso en las culturas donde varias generaciones viven bajo el mismo techo, a medida que los hijos llegan a la edad adulta, los padres a menudo comienzan a distanciarse.
Con frecuencia, los matrimonios cuyos hijos ya se han ido de casa me dicen: “Ya no tenemos nada en común”. Y si solo se fijan en lo que a uno de ellos le gusta hacer en comparación con lo que el otro desea hacer, por lo general tienen razón. Si no hay una conexión emocional, se puede estar en la misma habitación con el cónyuge y aún sentirse solo.
Entonces, ¿qué puede hacer una pareja a fin de fortalecer su relación en lugar de centrarse en otras cosas que los separen? Para empezar, analicemos las circunstancias en las que cada uno se crio.
Las circunstancias en las que se crio cada persona afecta el matrimonio
Todos provenimos de circunstancias diferentes. Pasamos por experiencias con nuestros padres, hermanos, parientes, amigos y conocidos que forman y moldean lo que hacemos y esperamos del matrimonio. Por ejemplo, en nuestros años de infancia, ¿teníamos un vínculo emocional cercano o distante con las personas que nos cuidaban? Basándonos en esos antecedentes, podemos hacer dos preguntas esenciales:
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¿Cuán dispuestos estamos a conectarnos sentimentalmente con nuestro cónyuge?
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¿Estamos dispuestos a permitir que nuestro cónyuge entre en nuestro espacio emocional?
Si nos concentramos en el comportamiento del cónyuge en lugar de tratar de indagar qué es lo que dio lugar a ese comportamiento, a menudo se producirá tensión y se alejará el cariño. El tener perspectiva y compasión por los momentos difíciles que afrontó nuestro cónyuge durante sus años de crecimiento normalmente generará el deseo de ser más comprensivos. La compasión, la dulzura y la bondad preparan el terreno para expresar los sentimientos. El aprender a hablar de nuestros sentimientos con nuestro cónyuge es un catalizador que lleva a la seguridad y la conexión emocional.
El presidente Russell M. Nelson aconsejó: “Comun[íquense] bien con [su] cónyuge […]. Los matrimonios tienen que pasar tiempo a solas para hablar y escucharse de verdad el uno al otro”1.
Catalogar los sentimientos, sentirlos, reconocerlos y expresarlos
Aun después de años de matrimonio, puede ser difícil hablar de asuntos delicados. Sin embargo, los siguientes son algunos pasos para que sea más fácil:
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Catalogue sus sentimientos. Póngales nombre, como “desesperación”, “ilusión” o “entusiasmo”.
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Siéntalos. Tome las cosas con calma. Pregúntese: “¿Dónde y cuándo percibo ese sentimiento?”.
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Reconózcalos. Las emociones tienen un propósito. No se avergüence, ni avergüence a su cónyuge, por tener ciertos sentimientos. En lugar de ello, procuren la ayuda y la guía del Padre Celestial.
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Expréselos. El hecho de expresar los sentimientos al cónyuge muchas veces hace que ambos se acerquen. En Temas del Evangelio dice: “Los cónyuges fortalecerán su matrimonio si dedican tiempo a hablar y escucharse, a ser considerados y respetuosos, y a expresar sentimientos de ternura y afecto con frecuencia”2.
Los matrimonios de cualquier edad fortalecen su relación conforme aprenden a determinar, reconocer y comprender sus sentimientos, y hablan en cuanto a ellos. Podría ser de utilidad aplicar dos principios inspirados: (1) “El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y de cuidarse el uno al otro”, y (2) el esposo y la esposa “como compañeros iguales, están obligados a ayudarse el uno al otro”3.
Comenzar las conversaciones con un tono tranquilo
El Dr. John Gottman, quien es un reconocido investigador de temas sobre el matrimonio, señala que un aspecto fundamental de un buen matrimonio es tener la capacidad de hablar de los temas y sentimientos difíciles, y de resolverlos. Él desarrolló un modelo al que llama “comenzar las conversaciones con un tono tranquilo”. El cónyuge que tiene el problema establece con calma el marco de la conversación en lugar de criticar a la otra persona. El modelo consta de cuatro partes:
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Exprese cómo se siente. Concéntrese en lo que esté sintiendo en lugar de lo que haga o diga la otra persona. Por ejemplo: “Siento preocupación, inquietud, miedo o temor”. Exprese los sentimientos con declaraciones en primera persona, como “Me siento…”.
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Hable de una situación o un suceso específico. Trate de ser claro y vaya al grano. Evite evaluar o juzgar al cónyuge. Mencione lo que haya estado sintiendo debido al suceso y los sentimientos que este provocó.
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Exponga una necesidad positiva. Describa lo que tenga importancia para usted en la relación. Pida a su cónyuge que siga pasos positivos a fin de satisfacer las necesidades que usted tiene. Haga esa petición de manera cortés. Si dice “por favor” o “te agradecería”, podría ser algo muy benéfico.
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Exprese gratitud. Felicite a su cónyuge por las cosas que le hagan sentir bien a usted.
Las heridas del apego
La mayoría de nosotros siente ya sea un profundo agradecimiento o un fuerte anhelo por tener una conexión emocional con el cónyuge. Como dice el pasaje de las Escrituras: “Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11:11). Si tenemos una necesidad y acudimos al cónyuge y, por cualquier motivo, no esté disponible o no logre tranquilizarnos, existe una gran posibilidad de que se sufra lo que la Dra. Sue Johnson llama una herida del apego. Esas heridas provocan reacciones negativas que se presentan de diversas formas:
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Atacar. Arremetemos verbalmente o criticamos al cónyuge con declaraciones categóricas como: “Nunca he podido contar contigo. Lo que yo necesito no tiene importancia para ti”.
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Apaciguar. Estamos de acuerdo con el punto de vista del cónyuge con la esperanza de que la discusión no siga o no se intensifique, pero nada se resuelve y el resultado normalmente es que el resentimiento se acumula.
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Ponerse a la defensiva. Ofrecemos evidencias, como un abogado en la sala de un tribunal, de por qué nuestras reacciones tienen justificación dadas las circunstancias actuales.
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Alejarse. Nos apartamos y permanecemos en silencio. Guardamos la distancia y solo hablamos de lo necesario, sin que haya una verdadera conexión.
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Insistir. Tenemos una necesidad tan intensa de conectarnos que seguimos haciendo preguntas, exigiendo respuestas, pidiendo compromiso de la otra persona e intentando mantener el control de la agenda, no por el bien de la relación, sino con el afán de calmar nuestros sentimientos heridos.
Esas reacciones no son anormales cuando sentimos que hemos perdido el apego a la persona que amamos. No obstante, son peligrosas, ya que pueden producir un ciclo negativo. Primero, la herida del apego; segundo, la reacción negativa; después, una reacción negativa ante la primera reacción y así sucesivamente. De esa manera, cada uno de los cónyuges contribuye al ciclo y también sale lastimado en él.
La intimidad física y emocional
Por supuesto, la intimidad es un aspecto importante del matrimonio. De hecho, se podría decir que la intimidad es un aspecto multifacético del matrimonio. El sentirse cerca el uno del otro, tener contacto físico real y sentir una fuerte conexión emocional son cosas que se interrelacionan.
La intimidad emocional estimula la conexión y la cercanía que aumentan y enriquecen la intimidad sexual. Para un cónyuge que siente poco deseo sexual resulta desafiante participar de lleno en la sexualidad si la conexión emocional que él o ella siente es poca o nula. En ese sentido, una conexión regular y significativa crea un refugio seguro para la intimidad sexual.
A medida que envejecemos, la intimidad sexual puede llegar a dificultarse. En algunos casos, un médico o un terapeuta certificado competente puede brindar perspectiva y ayuda. No obstante, creo que puede ser de gran valor mantener el contacto físico mediante detalles tan simples como darse el beso de las buenas noches, tomarse de la mano con regularidad o darse un abrazo o un apretón de cariño.
Una mejor lista
Ahora, si aún se tiene el deseo de tener una lista de cosas creativas para hacer o de maneras de volver a conectarse el uno con el otro cuando los hijos ya se hayan ido, estas son las buenas noticias: conforme ambos se mantengan emocionalmente conectados, o se vuelvan a conectar, será mucho más fácil elaborar una lista a la que los dos puedan aportar. La lista será suya y, debido a que ustedes la elaboraron, habrá más posibilidades de que la lleven a cabo. Los matrimonios que forman conexiones emocionales más fuertes por lo general colaboran estrechamente y encuentran soluciones en su matrimonio, a pesar de la forma en que hayan crecido, sus pasatiempos, sus intereses o sus actividades.