Mensajes de los líderes del Área
Escúchalo
“Este es mi Hijo Amado. ¡Escúchalo!”1, dijo el Padre a José Smith en una arboleda situada en el estado de Nueva York, en 1820. Así comenzó la restauración de la Iglesia de Jesucristo, tal como Cristo la había organizado cuando vivió en la tierra. Dado que poco después de la muerte de Cristo comenzó una apostasía, con el tiempo, Su Iglesia y Su autoridad desaparecieron de la tierra, y no fue sino hasta siglos después, en 1820, cuando comenzó el proceso de restauración de Su Iglesia y de la autoridad para efectuar todas las ordenanzas del sacerdocio. Todo esto sucedió gracias a la oración sincera de un joven que quería saber dónde podía encontrar la verdad. José decidió preguntar y luego escuchar, ¡y vaya respuesta que recibió!
Todos somos distintos y es posible que escuchemos al Salvador de forma distinta, pero, aunque somos diferentes, todos somos hijos de Dios y Él nos ama tal como somos y quiere que lo escuchemos. Si queremos escucharlo, debemos hacer un esfuerzo. ¿Cuál es el mayor deseo de su corazón? ¿Qué pueden hacer para escuchar al Señor?
Hace un tiempo, me encontraba en una reunión en Fráncfort con líderes de la Iglesia de toda Europa para preparar un gran evento, que luego tuvimos que posponer a 2021 debido a la pandemia. En aquella reunión, el élder Massimo De Feo, consejero de la Presidencia de Área, concluyó sus enseñanzas y la reunión con un vídeo, una actuación musical de la cantante noruega Sissel Kyrkjebø con el Coro del Tabernáculo de la Manzana del Templo, en la que interpretaron la canción titulada Slow Down. La canción se interpretó en un concierto en el que Sissel actuó con el Coro en 20192, pero yo no lo había visto ni había oído hablar del concierto, aunque también soy noruego. No estaba preparado en absoluto para lo que experimenté cuando el élder De Feo empezó el vídeo. Solo unos segundos después de que comenzara, sentí que escuchaba al Salvador como nunca antes lo había escuchado. Me sentí abrumado por mis sentimientos y lloré como un niño. Traté de que mi cuerpo no temblara demasiado y miré hacia abajo para que no se notara que estaba llorando, porque me preocupaba arruinar aquel momento para el resto de los asistentes. Aquella canción me inspiró a experimentar personalmente la gracia, el amor y el perdón de Dios por medio del Salvador Jesucristo, y a sentir que todos los errores de mi vida, así como todas las experiencias difíciles de la vida, se podían sanar y borrar. Pude vislumbrar el cielo y saborear un poco la existencia celestial. Más tarde, me conecté a internet y leí algunos de los comentarios sobre aquella actuación. Voy a citar dos de ellos: “NUNCA olvidaré la primera vez que vi esto. Soy autista, he sufrido depresión crónica y he tenido pensamientos suicidas. Las semanas anteriores a ese concierto fueron una tortura para mí y me sentí perdido por completo, sin saber qué hacer. Unos días antes de que se interpretara esta canción, pedí apoyo a varios amigos que tengo en el Coro, que me lo brindaron. Cuando escuché esta canción por primera vez, no podía dejar de llorar. Ciertamente siempre podemos ver luz al final del túnel. Gracias al Coro, mis queridos amigos, por ser héroes en mi vida y por ser unos amigos tan maravillosos. ¡Los amo a todos para siempre!”. Y el segundo comentario: “Me alegro mucho de que no editaran los aplausos. Es mágico ese momento en el que ella se da cuenta de que hay unas veinte mil personas aplaudiendo”.
Queridos amigos, escuchar al Salvador es mágico, es celestial, nos conmueve el corazón y el espíritu y nos ayuda a continuar en el camino que nos lleva hasta Él. Y eso es algo que merece la pena. ¿Qué pueden hacer para escuchar al Señor con más frecuencia?